Espa­cio y con­te­ni­do- Anto­nio Álvarez-Solís

Fren­te a una socie­dad que se quie­bra con estruen­do hay algo que pare­ce evi­den­te: que la obli­ga­ción pri­mor­dial de todo gobierno es ampliar ambi­cio­sa­men­te el espa­cio polí­ti­co. Sólo un espa­cio elás­ti­co y des­em­ba­ra­za­do de obs­truc­cio­nes pue­de con­vo­car a esa socie­dad en rui­nas a recons­truir la polí­ti­ca, hoy encor­se­ta­da por el fas­cis­mo. Chan­tal Mouf­fe escri­be en su obra «El retorno de lo polí­ti­co» algo que mere­ce una refle­xión exi­gen­te: «Nece­si­ta­mos ensan­char el con­cep­to de racio­na­li­dad para dar cabi­da en él a lo “razo­na­ble” y lo “plau­si­ble” y reco­no­cer la exis­ten­cia de múl­ti­ples for­mas de racio­na­li­dad». La demo­cra­cia, si es tal y no un sim­ple anti­faz del auto­ri­ta­ris­mo, con­sis­te en la amplia­ción cons­tan­te del espa­cio en que que­pan los múl­ti­ples con­te­ni­dos que arbi­tre la socie­dad para edi­fi­car­se a sí mis­ma. Y la liber­tad es el com­bus­ti­ble de esa demo­cra­cia. Por eso me ha estre­me­ci­do una de lasa últi­mas fra­ses del lehen­da­ka­ri Sr. López: «Los poli­cías son la pri­me­ra trin­che­ra de la demo­cra­cia con­tra ETA». ¿Se da cuen­ta el lehen­da­ka­ri alum­bra­do por cesá­rea del menos­pre­cio que ha expre­sa­do por la sobe­ra­nía polí­ti­ca de la socie­dad? Repi­ta­mos sus pala­bras: «Los poli­cías son la pri­me­ra trin­che­ra de la demo­cra­cia…». Las ideas pasan ahí a un plano des­vahí­do, abso­lu­ta­men­te secun­da­rio. No pue­den flo­re­cer ideas don­de el máxi­mo repre­sen­tan­te de una socie­dad, en este caso de la socie­dad vas­ca, ase­gu­ra que «las pala­bras ya no bas­tan». ¿Cómo que no bas­tan? En el prin­ci­pio fue el ver­bo, sin que el recur­so a esta locu­ción me apa­ree con el obis­po Muni­lla. Sin pala­bras no hay reali­dad. Y menos si ante­po­ne­mos la poli­cía a la secuen­cia ver­bal. La bar­ba­rie inte­lec­tual del gober­nan­te es evi­den­te en este caso.

Por su par­te el Sr. Basa­goi­ti, encar­ga­do de colo­car los corres­pon­dien­te colo­fo­nes a los dis­cur­sos de su com­pa­ñe­ro de cam­pa­men­to, aña­de esta otra her­mo­sa finu­ra dia­léc­ti­ca: «Hare­mos todo lo posi­ble por­que ETA no con­si­ga su obje­ti­vo por matar ni por dejar de matar». Se sigue redu­cien­do el espa­cio dia­léc­ti­co para la crea­ción moral de ideas y el fun­cio­na­mien­to inte­lec­tual. El Sr. Basa­goi­ti, ese vehe­men­te y atro­pe­lla­do joven ‑como decía el geno­ci­da de su minis­tro Sr. Fraga‑, sabe que lo que pre­ten­de ETA es la sobe­ra­nía del vie­jo país de Eus­kal Herria. Y esa pre­ten­sión ha de tener una cabi­da sufi­cien­te en el espa­cio polí­ti­co. No dis­cu­ta­mos aho­ra los méto­dos, ya que los méto­dos arma­dos por par­te de la rebel­día están ya cela­dos en la legis­la­ción penal vigen­te. Dis­cu­ta­mos la idea sobe­ra­nis­ta. Sr. Basa­goi­ti, en mi espa­cio ideo­ló­gi­co, el sobe­ra­nis­mo de los pue­blos sin esta­do es, por muchos moti­vos que ya he expues­to reite­ra­da­men­te, la vía del res­ca­te de una socie­dad vivi­ble y, como aho­ra se dice, «sos­te­ni­ble». Si ETA mata, uste­des res­pon­den con la Poli­cía y los jue­ces; pero si deja de matar no pue­den seguir pen­san­do en la Poli­cía y los jue­ces como ele­men­tos bási­cos para defen­der la demo­cra­cia en Eus­ka­di, ya que los jue­ces y los poli­cías son ele­men­tos fun­cio­na­ria­les de la sobe­ra­nía popu­lar y no una pri­me­ra y autó­no­ma línea de actua­ción. Los jue­ces y la Poli­cía están subor­di­na­dos, o han de estar­lo, y no cons­ti­tuir ele­men­tos autár­ti­cos diri­gi­dos por ele­men­tos reduc­to­res del espa­cio polí­ti­co. Son herra­mien­tas que no pue­den ser con­ver­ti­das en con­te­ni­dos. A usted, Sr. Basa­goi­ti, le da lo mis­mo que ETA mate o no mate. O sea, que a usted lo que le preo­cu­pan no son los muer­tos, sino el con­te­ni­do que pre­ten­de úni­co en el espa­cio polí­ti­co que al pare­cer le per­te­ne­ce en exclu­si­va. En una pala­bra: según usted, lo que hay que defen­der con las armas poli­cia­les no es la paz físi­ca sino la exclu­si­vi­dad del mode­lo social que le pare­ce demo­cra­cia pura. Usted es un tram­po­so dañino. Usted libe­ra las ideas, pero les qui­ta el espa­cio para realizarse.

Vol­va­mos, pues, a eso del espa­cio y el con­te­ni­do, que pare­ce una pro­pues­ta filo­só­fi­ca­men­te abs­trac­ta y que tie­ne una expli­ca­ción ele­men­tal. Si el espa­cio polí­ti­co se amplia, cabrán en él una serie de ideas que obli­ga­rán a la socie­dad a salir de una cier­ta esto­li­dez, al menos en Espa­ña, nación a quien la sutil made­ja inte­lec­tual siem­pre le ha pare­ci­do «cosa de mari­cas», a los que yo tan­to res­pe­to y evi­to por ello nom­brar­les así. Recu­rro en este caso al uso nor­mal del cas­te­llano entre la gen­te que ven­ció al moro sutil, a fin de ali­ge­rar la espe­cu­la­ción en la que me he metido.

Repi­to: lo que me preo­cu­pa aho­ra no son los con­te­ni­dos que sobre­ven­gan en ese espa­cio polí­ti­co amplia­do, sino el espa­cio mis­mo. Si requi­rié­ra­mos un len­gua­je teo­ló­gi­co podría­mos decir que Dios era espa­cio puro cuan­do deci­dió crear cosas como la luz y la liber­tad. En ese espa­cio cur­vo empe­za­ron a mul­ti­pli­car­se las cosas, muchas de las cua­les deci­die­ron cami­nos obs­ce­nos. Con­se­cuen­cias de la liber­tad. Pero la vida está cons­ti­tui­da por una serie de deci­sio­nes a las que no se pue­den res­trin­gir con la Poli­cía ni con los jue­ces, ya que no estoy segu­ro de que Dios no ago­te su pacien­cia y aca­be por trans­for­mar­nos a todos en el Sr. Ana­sa­gas­ti, que aho­ra le encuen­tra su gra­cia a la Ley de Par­ti­dos a fin de ase­gu­rar que no haya gen­tes que quie­ran socia­li­zar la Ban­ca o «de for­ma obse­si­va des­pla­zar a un PNV con ese cri­te­rio sim­plis­ta y pri­ma­rio de matar al padre». ¿Ven uste­des, Sres. López y Basa­goi­ti, como a fuer­za de res­trin­gir el espa­cio para las ideas, que uste­des quie­ren archi­va­das en comi­sa­ría, hay gen­te que capa al mis­mo pro­fe­sor Freud, que ten­drá sus más o sus menos, pero que hubo de espe­rar a que la Inqui­si­ción amon­to­na­se muer­tos para des­cu­brir al fin el subconsciente?

Lo que defen­de­mos muchos ciu­da­da­nos, hic et nunc, o sea, aquí y aho­ra, no es cues­tión fun­da­men­tal de con­te­ni­dos, aun­que alber­gue­mos con deci­sión esos con­te­ni­dos para el día de maña­na, sino de espa­cio. Que­re­mos que alguien abra la ven­ta­na y deje entrar la luz del sol y el aire de la arbo­le­da múl­ti­ple para que en la estan­cia en que esta­mos todos, unos con gri­lle­tes y otros con nómi­na uni­ver­sal, las ideas pue­dan lim­piar­se el pol­vo de los expe­dien­tes y entrar en el jue­go dia­léc­ti­co en que con­sis­te el vivir. Yo ya sé que soy un poco mar­xis­ta-leni­nis­ta y muy, pero que muy cris­tiano gali­leo, pero no veo por qué los que deban repre­sen­tar­me no pue­den acce­der a los ámbi­tos de gobierno para dar­me un poco de dig­ni­dad. Es terri­ble eso de que el futu­ro se cue­za casi siem­pre en las cel­das car­ce­la­rias y que los pei­nes del vien­to hayan de hacer­se con hue­sos de extre­mis­tas, como San Fran­cis­co, por ejem­plo, según sabe el fran­cis­cano Joxe Arre­gi, que anda en peti­ción de indios leja­nos para libe­rar­se de la india­da de su dió­ce­sis. Yo soy un sim­ple peti­cio­na­rio de espa­cio polí­ti­co. Lue­go ya veré lo que hago con él. Eso es cosa mía y no me pare­ce que ni el Sr. López ni el Sr. Basa­goi­ti hayan de encar­gar­se de mi cui­da­do ideo­ló­gi­co, según su ley para la asis­ten­cia de minus­vá­li­dos polí­ti­cos. O sea, que ya he acla­ra­do, creo, lo que piden los ver­da­de­ros patrio­tas o aber­tza­les de izquier­da. Piden un lugar al sol, un rin­cón para su pala­bra y un ámbi­to en el que pue­dan dor­mir la sies­ta sin que lla­men a su puer­ta para dejar­les sin orde­na­dor. Nada más que eso. Lue­go ya se verá, por­que el mun­do anda al bor­de del dilu­vio a pesar de los para­bie­nes que le dan aho­ra al Sr. Zapa­te­ro des­de Ale­ma­nia, Fran­cia, Ingla­te­rra o el mis­mo Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal, de los que des­con­fía has­ta el mis­mo Sr. Oba­ma, que ha deci­di­do man­dar­nos un con­ta­ble para que en Madrid le ense­ñen la hucha que al pare­cer tie­nen reser­va­da para los tra­ba­ja­do­res que viven el dra­ma dia­rio de ver­se asa­dos sos­te­ni­ble­men­te en la bar­ba­coa de los ban­que­ros. Pero esto ya es otra his­to­ria, como decía Kipling.

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