Pensamos que el mal del ladrillo sólo se da en la costa del Mediterráneo, de la mano de ediles corruptos. Pero no, también se da en Euskadi. Greenpeace tiene denunciados entre otros: el proyecto de Aieri en Ondarroa, 500 viviendas y un supermercado en plena marisma; el de Bakio, población de 2.145 habitantes, que propone la construcción de 1.200 viviendas, 248 de lujo, coronadas por un campo de golf. De mi cosecha añado el de Orio, donde una muralla de ladrillo en primera línea de playa preludia la masiva urbanización de la bahía.
Aunque se trate de una ciudad consolidada, el mal del ladrillo se da también en Bilbo. Quedan aún importantes zonas, normalmente industriales y parcialmente pobladas, en espera de una inmediata transformación. Este suelo rescatado dentro de la ciudad adquiere extraordinario valor. Luego concretaremos algunas actuaciones: Cuarteles de Garellano, El Canal, Abando-Ibarra, Irala-Rekalde.
La vivienda y el urbanismo constituyen un binomio inseparable. La vivienda es el hogar privado. El urbanismo es el hogar público de la comunidad. Nacen, envejecen y se transforman juntos. El urbanismo es el acondicionamiento exterior de la vivienda, que posibilita la vida y la relación de los ciudadanos. Y la vivienda buena es la necesaria, y accesible a todos los bolsillos, pues es un derecho constitucional. Pero se ha convertido en el objeto más preciado de la especulación. El ladrillo y su financiación, sobre todo en el Estado español, es el caballo en el que ha trotado la crisis. Se comprende que por él muchos ayuntamientos hayan pasado del superavit al déficit.
En Bilbo hay demanda de vivienda, mayormente por parte de los jóvenes mileuristas. Pero su valor está por las nubes. Existen 15.170 viviendas desocupadas. El 58% de las viviendas construidas en los últimos años están desocupadas. Con todo, no hay plan urbanístico que no abuse de la construcción masiva, sea de viviendas, de oficinas, de centros comerciales, etcétera. Eso sí, con pulcritud, camuflando el exceso poblacional con la arquitectura vertical.
Se acometen los cambios estructurales y urbanísticos siempre a cambio de un volumen masivo de licencias de construcción. Es el sistema que rige la actividad de Bilbao Ría 2000, organismo encargado, desde 1992, de la transformación de los márgenes de la ría de Bilbo. Intervienen siempre donde haya bicoca constructiva. Es lo más parecido al pelotazo, más sofisticado y aparente, pero al fin y al cabo actividad especulativa de una sociedad semipública, ligada a las instituciones, Ayuntamiento, Diputación o los gobiernos. El binomio entre vivienda y urbanismo se rompe siempre por el lado de la masificación del ladrillo, con precios tan elevados como sus alturas, que no resuelven la demanda principal. Vayan tres muestras significativas:
La urbanización de Abando-Ibarra. Ha aportado dos construcciones emblemáticas, Guggenheim y Euskalduna. Ha habilitado a la vera de la ría un hermoso paseo. Pero ¿a cambio de qué? De las dos supertorres de Isosaki, del hotel Sheraton, de dos bunkers de los jesuitas, del chulesco pirulí de Iberdrola y de la masa brutal de construcciones apelotonadas en derredor, ahogando por un lado el Parque de Doña Casilda y por el otro comiéndose literalmente el puente de Deusto, desgraciando la plaza de Euskadi, por mucha vegetación y juego de aguas con que quieran adornarla. Alguien dijo que Bilbo es la ciudad donde desde cualquier punto se ve el monte. Pues colóquese usted del lado de Bellas Artes y verá un muro de viviendas tapiando Artxanda, la Universidad y el Puente de Deusto.
El plan aprobado para los cuarteles de Garellano sigue el binomio: la oportuna recalificación del suelo, reparto de las plusvalías y una exagerada tasa de construcción, también vertical. ¿Que la operación ha posibilitado el soterramiento de las vías? Sí, pero la superpoblación, 1.180 viviendas, es una hipoteca que es para siempre y se paga caro. Si los vecinos aceptaron en su día el cambio, hoy censuran el abuso constructivo e intentan rebajarlo en busca de más equipamientos.
Por último, el Plan de transformación de las Riberas y del Canal de Deusto. Del antiguo Plan de 1995 al nuevo de 2008 hay una deriva alarmante: subir la edificabilidad de 0,8 a 1,3, o sea, pasar de 3.216 viviendas a casi el doble, 5.600; estrechar la franja libre de la orilla del Canal de 30 metros a 20; eliminar el parque de la Ribera, etc. Si denuncias estos abusos, el responsable municipal te responde rápido: «Más viviendas o abandonamos el Plan».
La zona de los pabellones industriales entre Irala y Rekalde, aparentemente olvidada, ha incrementado el caché gracias al soterramiento de las vías y resulta un bocado goloso para la construcción masiva, sin sentido social alguno.
Este sistema hipoteca el futuro de la ciudad. A cambio de mejoras urbanísticas, esquilma el suelo y establece la superpoblación sobre la falta de espacios verdes, de equipamientos y servicios de primera necesidad. Es lo más opuesto a la calidad de vida. Tenemos que luchar por el cambio de una Ley del Suelo más racional y solidaria que propicie alternativas de financiación de la vivienda y del urbanismo de acuerdo con su misión social y pública.