Al anunciar que reconocerá las elecciones de Honduras, asumiendo que se desarrollen normalmente, el presidente Barack Obama puso en jaque mate todas las esperanzas que generó en la región su llegada a la Casa Blanca. El optimismo que pudo observarse durante la Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en Trinidad y Tobago en abril, se ha evaporado. Reina un gran escepticismo. Se habla de la nueva doctrina estadounidense de los «golpes preventivos». ¿Por qué? ¿Qué pasó?
En el duro enfrentamiento entre oficialismo y oposición que generó el golpe hondureño en Washington, ganaron los sectores más conservadores de la oposición republicana que trabajaron enérgica y consistentemente desde un principio a favor del golpe.
La culminación de ese enfrentamiento tuvo lugar cuando el senador republicano Jim de Mint bloqueó la confirmación de las nominaciones de los candidatos de Obama a ocupar la Subsecretaria para Asuntos Hemisféricos y la embajada de Estados Unidos en Brasil, Arturo Valenzuela y Tom Shannon, respectivamente. De Mint se enojó porque durante la audiencia de su confirmación, Valenzuela había dicho que lo ocurrido en Honduras era un golpe de Estado clásico.
Pese a los esfuerzos que desarrollaron tanto el presidente de la mayoría demócrata en el comité de Asuntos Exteriores en el Senado, John Kerry, como su antecesor, el poderoso senador republicano Richard Lugar, De Mint levantó el bloqueo de estas nominaciones sólo después de que el Departamento de Estado se comprometió a reconocer oficialmente las elecciones hondureñas.
Valenzuela ya está en su cargo. Pero ¿cómo es posible que el oficialismo dejó que la oposición le impusiera condiciones semejantes consciente del malestar que las mismas generarían en la región? ¿Por qué arriesgar la relación con Brasil, país que tiene alojado a Zelaya en su embajada? O ¿acaso Obama se autoconvenció de que la posición de la oposición era mejor que a la que defendió el oficialismo inicialmente?
«Lo cierto es que, incluso en Oriente Medio, Obama está siendo muy criticado por su ineficiencia con respecto a la política de asentamientos de Israel», dijo un embajador latinoamericano desilusionado.
De hecho, muchos observadores ya sean estadounidenses o latinoamericanos perciben lo sucedido en Honduras como un regreso al pasado en el que Estados Unidos hacía y deshacía de acuerdo a sus propios intereses ya sean domésticos o internacionales. Incluso si Zelaya es restituido tras las elecciones, el daño ya está hecho. La OEA está dividida y el multilateralismo en la región agoniza.