Por Andrés Piqueras. Resumen Latinoamericano, 8 de septiembre de 2020.
La fusión entre CaixaBank y Bankia es probablemente el asunto más grave al que estamos asistiendo en estos momentos (mucho más que la patética huida del Borbón con el concurso del Gobierno).
Significa una enorme concentración de la riqueza, que no hará sino incrementarse en lo sucesivo con la fusión de BBVA y Sabadell y después del Santander con otra u otras entidades, hasta que queden, según declaraciones de la elite económica, “tres grandes grupos financieros que sobresaldrán sobre el resto de la banca europea, con otro grupo de pequeñas entidades satélites, con nichos de mercado muy concretos en negocio, o territorios”. Si bien, fuentes empresariales han dejado traslucir que su fusión predilecta sería la de Santander-BBVA, que se transformaría en un auténtico gigante europeo. Todo a su tiempo.
Una Banca donde la competencia estará prácticamente erradicada nos dejará a su merced ante cualquier imposición de medidas que consideren: % de intereses de crédito, condiciones hipotecarias, cobro sobre nuestras cuentas, medidas abusivas sobre tarjetas… (todo lo que ya se está dando, pero a lo grande). Con ello además algunos de esos Bancos se cubren ante las remotas posibilidades de que un ejecutivo les pidiera la devolución de los miles de millones que les hemos dado (Bankia fue saqueada por parte de elite político-empresarial, luego rescatada con dinero público y finalmente regalada de nuevo a la Banca privada –de esto es de lo que parece tratar la famosa “colaboración público-privada”).
Este control del ahorro social por unas cuantas entidades privadas aumentará enormemente el poder del gran capital sobre la sociedad. El endeudamiento generalizado deja a la misma a merced de cada vez menos capitalistas, que se apropiarán como contrapartida por el incremento de impagos, de cada vez más patrimonio inmueble de las familias, así como de la riqueza social en general.
Esto debería haber suscitado la furibunda reacción de sindicatos y partidos de izquierda (nada más lejos, pues ha sido aplaudida por los principales de ellos), además de una toma de postura inmediata de la sección “comunista” del gobierno (de la podemita ni me ocupo porque no tiene más ideología y proyecto que un inverosímil “capitalismo progre”). Reacción obligada aunque sólo fuera porque la operación llevaba meses negociándose con la ministra Calviño a espaldas de Unidas Podemos, a quienes no le fue comunicada hasta el final. Una vez más, nuestros “comunistas” de pasmarotes (y si no dimiten, cómplices) de un gobierno que va dando paso tras paso en favor del gran capital.
Sin el menor contrapeso público, España es la única de las principales economías europeas que no cuenta con una Banca pública capaz de contrarrestar en algo el poder de los grandes banqueros, y por tanto deja desamparada a la población (y al propio Estado) frente a ellos (algo que otras sociedades europeas no tolerarían –ver Apéndice-). Este no es sino un nuevo peldaño en la escalada hacia la concentración total bancaria, según el guión impuesto por el propio BCE y que en el caso concreto de España ya nos hizo perder las Cajas de Ahorros.
Todo ello repercutirá muy negativamente también, qué duda cabe, en las posibilidades de financiación de lo público, como ocurrirá sin duda con la educación y la sanidad, que quedarán más y más a merced de los intereses empresariales.
Tanta ignominia y agresiones contra la sociedad pueden provocar un acelerado incremento del malestar y de las protestas sociales. Pero al no tener una izquierda de masas organizada en la oposición, probablemente la población terminará emprendiendo acciones desesperadas. Una población sin salidas puede ser más fácil presa de las proclamas simplonas y maniqueas, además de monstruosas, de las versiones más salvajes del capital (como Vox y PP).
Y mientras la pandemia arruinando más aún una economía sin base tecnológico-industrial. Pobres de nosotras si no reaccionamos.
Fuente: Revista La Comuna