El editorial de GARA del 23 recordaba una antigua idea de Otegi según la cual es en el terreno político e ideológico donde el independentismo es más fuerte. Se supone que frente a los imperialistas españoles y franceses. Esto es así, en efecto. Nadie defendería hoy las siniestras razones decimonónicas de los imperios, cuando se justificaba el robo de territorios por inconfesables razones de estado. O del XVI y siguientes, cuando se esclavizaban pueblos enteros «por su propio bien» religioso o cultural. Desde la segunda mitad del siglo XX, las colonias y la ocupación internacional de territorios están fuera de la razón y de la ley. Son insostenibles. Salvo cuando se disfrazan de benefactores demócratas y liberadores.
Por eso, para justificar la invasión, los españoles, desde antes de Franco, se retuercen y se vuelven locos tratando de demostrar que los vascos son españoles, o que hasta son los primeros y mejores españoles. Y otras peregrinas ocurrencias. De ahí toda la patética cuestión de que los ocupantes en suelo vasco defienden nada menos que la libertad y la democracia capturando almas y tierras ajenas, mientras los insurgentes atacan los valores sagrados de la convivencia y la civilización política. Y no falta quien asegura que lo que hacen los yanquis en Irak (o sea «liberar y democratizar» a los iraquíes) lo hacen los españoles con los vascos desde 1836.
Pues bien, Otegi y el editorial de GARA seguramente tienen razón. Los argumentos independentistas, la ideología de la liberación de los pueblos oprimidos es superior y más fuerte que las falacias imperiales. En este caso se admitiría también, ad sensum contrario, que los pueblos invadidos suelen ser (son) más débiles en el plano militar. No de otro modo se comprende que hayan llegado a ser pueblos ocupados. Para decirlo de otro modo conocido, los invasores vencen pero no convencen. Al menos no a todos. Así lo prueba la impenitente resistencia de tantos pueblos ocupados.
Una vez acordado esto, a mí me parece que en el argumento de Otegi falta una segunda parte: si los ocupantes son inferiores en el debate político y segregan una ideología falsa o caduca, en cambio no les preocupa demasiado este aspecto. No tienen razón, pero tampoco les hace falta, ya que controlan a quienes la tienen. Su ideología no necesita ser la verdadera, sino la dominante, la más ruidosa, la que tiene más altavoces. Y esto lo consiguen perfectamente con todo el aparato de propaganda puesto a su disposición por el poder económico dominante. Y también, en especial, con su mayoría abrumadora y vociferante en las instituciones resonadoras (parlamentos, gobiernos, municipios, diputaciones etcétera), que son plataformas eficaces de su «inferioridad», desde las que legislan contra y marginan a los «superiores» políticos. Y en este campo sí que es difícil, cuando no imposible, conseguir defenderse con alguna eficacia más allá del recurso del pataleo. Porque su inferioridad, la inferioridad del imperialismo, se transforma en superioridad cuando está apoyada materialmente por un contingente temible y tenebroso de leyes impuestas, fuerzas armadas y judiciales, que en este terreno son invencibles. Y las razones, ideas y argumentos políticos «superiores» pasan a ser los de marginados antisistema, proscritos sociales, terroristas, etcétera, por el simple hecho de ser perseguidos.
Es decir, que llegamos a la conclusión de que no basta tener razón ni superioridad política, además hay que controlarla, poseerla en su plenitud, difundirla, abrirla y poder transmitirla en igualdad de condiciones. Y esto no es otra cosa que la utopía democrática. Como sabemos, imposible de realizar en un sistema de ocupación irracional como es el de España/Francia contra Euskadi.
Sin embargo, hay otro aspecto en que lo insurgentes son inferiores a los ocupantes. Es el terreno militar. Las fuerzas invasoras (puede verse todos los días en Irak, Afganistán y otros) constituyen un bloque militar superior. Los independentistas apenas arañan con sus acciones, a veces sólo semiarmadas, este enorme y rocoso bloque. Y ello a costa de demasiadas bajas, sufrimiento y daños colaterales.
Pero el caso es que esta «inferioridad» militar de los insurgentes no puede ser controlada por los ocupantes, con la misma facilidad que controlan la «superioridad» ideológica. Su enorme capacidad para el dominio político se desvanece cuando tratan de «derrotar», por las armas, a las milicias armadas, a los «terroristas»… Es decir, a quienes de verdad les acosan y provocan miedo o terror fáctico. Y no ideológico.
Deseo sinceramente buena suerte y buen fin a las intenciones pacifistas de la izquierda abertzale. Estoy de acuerdo en su superioridad política e ideológica. Pero también creo que esto no preocupa mucho a los tenedores del poder. Su única preocupación seria (se les nota hasta en la respiración) es no poder controlar, como les pasa a los americanos hoy, a los ingleses y franceses en sus antiguos imperios, la respuesta fáctica de los «vencidos».