Por Eric Nepomuceno. Resumen Latinoamericano, 4 de octubre de 2020.
Jair Bolsonaro jamás ocultó su fascinación por Donald Trump, y trata de imitarlo sin ningún límite. A ejemplo de su mentor, ignoró la pandemia, llamó a la covid-19 de «gripecita», instó a todos que mantuviesen una «vida normal», combatió y combate ferozmente las medidas de aislamiento social.
Sigue defendiendo enérgicamente el uso de cloroquina como medida eficaz de control del coronavirus (el pasado jueves llegó al colmo de decir que se trata de «un regalo de Dios»), pese a que Trump ya había dado vuelta atrás y abandonado su defensa.
Tal como Trump, su imitador persiste en negar lo que dice la ciencia y desprecia frontalmente a los supuestos débiles que usan mascarilla. Los dos presiden los países con mayor número de víctimas fatales de la pandemia: más de 200 mil en Estados Unidos, más de 145 mil en Brasil. Son ejemplos redondos de conducción criminal frente a una enfermedad devastadora.
La vida, en todo caso, tiene sus ironías: ahora, le tocó a Trump seguir a su más dedicado imitador. Tanto él como su mujer, Melania, fueron alcanzados por el covid-19, como había ocurrido con Bolsonaro y Michelle.
Hay, sin embargo, diferencias profundas entre ídolo y discípulo, a empezar por la edad: Trump tiene 74 años, su reflejo tropical 65. Además, es obeso, y por eso más susceptible a que la enfermedad se agrave. Ah, sí: no usó cloroquina.
Trump ocupa la presidencia de la nación más rica y poderosa del planeta. Su imitador barato preside un país cada vez más paria en el mundo. Trump es peligrosísimo para el mundo. Bolsonaro también es peligrosísimo, pero para solo para Brasil: más allá de las fronteras, es una figura patética.
Trump es candidato a la reelección, y es imposible saber qué consecuencias sufrirá junto al electorado a partir de la noticia de que él, que jamás adoptó alguna medida preventiva, está infectado por la “gripecita”.
Y ese punto es vital para el aprendiz de genocida brasileño: una victoria del demócrata Joe Binden llevaría a un vuelco drástico en las relaciones bilaterales.
De la vejaminosa sumisión frente a Whashington se pasaría a una nueva etapa, de claro alejamiento o quizá antagonismo.
En el tumultuado debate de la noche del pasado martes Binden externó duras críticas a la cuestión ambiental en Brasil. Llegó a aventar la posibilidad de sanciones económicas.
Bolsonaro le contestó al día siguiente, negando una vez más lo que es palpable y visible: dijo que no ocurre lo que está ocurriendo.
Luego sustentó la necesidad de preparar las Fuerzas Armadas frente a eventuales amenazas “de alguna potencia extranjera que pretenda hacer tonterías por aquí”.
En sus más desvariados delirios de imaginación, Bolsonaro siempre hizo alarde de una fuerte amistad con su ídolo. Nunca obtuvo siquiera vestigios de ventaja en la relación bilateral – todo el revés – por la sencilla razón de que tal amistad nunca existió.
La eventual victoria de Binden tendrá consecuencias duras e inmediatas en las relaciones con Brasil. La manera vejaminosa con que Bolsonaro miente con relación a lo que ocurre en la Amazonia y en la vasta área del Pantanal mientras su gobierno avanza en la anulación de una serie de medidas de protección que se refieren al medioambiente no será ignorada.
Solamente en septiembre hubo un aumento de 180% en focos de quemadas en el Pantanal, la mayor región inundada del mundo y que abriga una flora y una fauna riquísimas, que están siendo diezmadas. Fueron 8.106 focos, marca histórica.
Lo peor es que existe un decreto firmado por el gobierno hace dos meses, prohibiendo rigurosamente incendios en la región. Una vez más, queda claro que la hipocresía es parte de los hábitos cotidianos del ultraderechista que preside este pobre país.
La acción cada vez más descontrolada y predatoria de madereros y mineros en reservas indígenas y áreas de protección ambiental en medio a la pandemia trágica provocará reacciones duras de Washington, en caso de victoria del demócrata, tal y como el mismo Binden dejó más que claro en una serie de duros pronunciamientos sobre el tema.
Las mentiras delirantes de Bolsonaro ya no pasarán en blanco como ocurre con Trump.
Al discípulo tropical le queda una esperanza: que su ídolo se recupere. Y que, tal como ocurrió con el británico Boris Johnson, quien también hizo poco del covid-19 hasta parar en una unidad de terapia intensiva, recupere popularidad.
Fuente: Página 12