Por Carlos Aznárez (texto y fotos), Resumen Latinoamericano, 4 de octubre de 2020.
Una tarde con poco sol y un viento que calaba los huesos. Sin embargo, la recuperación de tierras de Guernica bulle de actividades por donde se la mire. Acaba de terminar el Festival solidario donde la atracción fue el actor Norman Briski (entrevista), en algunos sitios aparte de la olla popular que acompaña cada día, algún vecino tiró un pedacito de carne en una improvisada parrilla y el olorcito animaba a más de uno. Las vecinas y vecinos hablan de casilla a casilla, o de carpa a carpa, comentan como vendrá la semana, en la que toca movilizarse a la gobernación platense para seguir presionando.
«No queremos que nos desalojen, porque ya somos de aquí, esta tierra es como nosotros. firme», me dice un flaco que trabaja de peón de ferrocarril. Tiene razón, por donde se mire, ese territorio está bastante agrietado en algunas partes, mezclado con el verde ralo de algún pastizal y un lejano bosque de eucaliptus, pero los y las que están allí, saben que cada uno de esos lotes separados por sogas, alambres o algunos palos, puede dar nacimiento a varios barrios perfectamente habitables. Allí está para más datos, el croquis de como sería ese descampado, en un excelente croquis elaborado por la coordinadora de delegades y un grupo de arquitectos y agrimensores solidarios. Por eso, sabiendo que puede ser cierto, siguen diciendo a quien se lo pregunte que de aquí «no nos moverán»,
Hay ganas de continuar resistiendo y eso es lo que importa. Guernica es un faro en la lucha de clases, por eso es tan importante para unos como para otros. Para los de abajo, porque allí están sus sueños depositados de tener tierra para vivir. Para el gobierno, porque tienen miedo a ceder y perderse la posibilidad de quedar como únicos benefactores, despreciando a las organizaciones sociales que le hacen el aguante a la gente.
Guernica está de pie, tiene rostro digno y peleón y eso es lo que importa.
Solo el pueblo salvará al pueblo.