Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 19 octubre 2020.-
Fernando Buen Abad, filósofo de formación, es un intelectual conocido internacionalmente por su perfil de estudioso, atestiguado en decenas de libros y artículos, y por su compromiso político. Mexicano de nacimiento, miembro de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, ahora vive en Argentina y es catedrático de la Universidad Nacional de Lanús.
En Venezuela fue el creador de la Universidad Internacional de las Comunicaciones (LAUICOM), encabezada por la periodista Tania Díaz, vicepresidenta de la Asamblea Nacional Constituyente. Una idea que tomó forma durante el Foro de Sao Paulo, organizado en Caracas en julio de 2018, y que luego fue formalizado por decreto presidencial. En su fórmula introductoria, LAUICOM resume su visión de la siguiente manera: “Universidad Internacional de Comunicaciones, medios, redes y paredes para la liberación de la conciencia”.
Con Buen Abad conversamos sobre la importancia de estructurar una comunicación alternativa a la hegemónica, pero también sobre la política internacional, sobre la victoria en Bolivia, y la Ley contra el bloqueo, propuesta en Venezuela por el presidente Nicolás Maduro, y aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente.
Académico, ensayista, militante. ¿Cómo prefieres que te presenten?
Prefiero definirme como un trabajador de la filosofía, que trabaja en la producción del pensamiento filosófico actual, tratando de hacerlo útil para la práctica transformadora necesaria para nuestro tiempo. En particular, me dedico a desarrollar algunas líneas en el campo de la semiótica, entendida como disciplina emancipadora, como ciencia para la emancipación del pueblo, que por ello debe alimentarse de corrientes avanzadas de pensamiento, de un pensamiento filosófico que cuestione la realidad que vivimos, que indica las causas y responsables de los males que afligen a la humanidad en esta nefasta etapa. Me refiero a una corriente filosófica que cuestiona el sistema responsable de esta brutal decadencia del mundo. Sí, diría que trabajador de la filosofía es la definición que me parece más adecuada.
Como profundo conocedor de América Latina, ¿cómo lee la situación en el continente, a la luz de la pandemia, de la victoria electoral en Bolivia y de la nueva lucha por la hegemonía que libra Estados Unidos?
América Latina atraviesa una fase compleja. Hemos visto cuántos golpes de Estado, intentados o exitosos, se han producido: más o menos entre el 12 y el 15, y la máquina ideológica de los medios siempre ha sido una de las cabezas de puente que funcionó, antes, durante y después de los golpes. Ha construido operaciones psicológicas de destrucción social, difundiendo falsedades, engaños y mentiras en profusión. Hoy el continente americano tiene algunos procesos electorales importantes, como el de Bolivia, donde el MAS obtuvo una contundente victoria, pero también el de Estados Unidos, donde viven muchos de nuestros hermanos, que sobreviven en las condiciones particularmente duras que imponen el capitalismo y el imperialismo. Y luego estarán las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en Venezuela, que también son decisivas para quienes viven en otras partes del continente. La pandemia ha dejado al descubierto las calamidades provocadas por la crisis estructural del modelo capitalista. Vemos una falta de hospitales, camas, médicos, especialistas en cuidado intensivo, enfermeras. Falta todo para la asistencia sanitaria, pero también faltan profesores, salarios y vivienda. El capitalismo es una carencia sistemática planificada y cruel para los pueblos y para la vida de las personas. Mientras que en los escalones superiores hay abundancia y derroche y riqueza obscena, la inmensa mayoría vive en esta condición de carencia. En este contexto, complicado por la pandemia, las elecciones también deben abordar la falta de comunicación. Países como Venezuela sufren un bloqueo criminal, se les niega cualquier posibilidad de comunicación con el resto de países. Son víctimas de una persecución sistemática a través de sanciones totalmente ilegales e irracionales impuestas por Estados Unidos, exacerbadas por Trump. Las grandes corporaciones que manipulan la economía transnacional imponen su violencia sobre los salarios, sobre la inflación. Medidas inclementes contra el pueblo venezolano que deberían dejar clara la responsabilidad de quienes las imponen, y por tanto determinar el voto. En cambio sería un error creerlo, porque una de las principales estrategias ideológicas, semióticas y simbólicas es culpar a los gobiernos progresistas de esta situación: por las muertes por coronavirus, por la crisis económica mundial que toma diferentes formas según los contextos, pero que es sin embargo utilizada por la derecha contra los gobiernos progresistas del continente y contra la izquierda. Con su doble rasero, la derecha manipula la opinión pública al influir en los medios internacionales, que se comprometen a sembrar la confusión y manipular el malestar de los sectores populares en beneficio de quienes lo provocan.
¿Cuál es tu análisis de la victoria electoral del MAS en Bolivia?
Estas elecciones, que lograron dar la vuelta a una dictadura como la perpetrada por el Imperio en Bolivia, prueban que las raíces del cambio penetraron profundamente en el pueblo. La dimensión de esta victoria marcará las décadas próximas no sólo del Latinoamérica y el Caribe, sino de todos los pueblos que hubieran sentido alguna vez impotencia o desánimo. A pesar de todas las maniobras, incluso simbólicas, de los golpistas, el espíritu del Che sigue vivo en Bolivia. Todavía, ahora se necesita una gran sensibilidad en la economía de los liderazgos y mucho pulso en las que decisiones, para evitar que vuelvan los golpes de estado. Se tiene que ejercer de inmediato un riguroso control popular sobre la estructura de las Fuerzas Armadas así como sobre todo poder de armas. La amenaza derrotada por las urnas no extingue el peligro y el entreguismo. Hay que resolver viejas demandas que quedaron a soslayo en lo económico, ningún líder en ningún nivel debe caer en el burocratismo que tanto irrita a los pueblos.
¿Cómo valora la reciente Ley antibloqueo aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela?
Es un ejemplo interesante, también en el plano jurídico, de cómo las leyes son inútiles cuando quedan en el papel, como si fueran suprahistóricas, buenas para todas las ocasiones y coyunturas. Tenemos que afrontar la realidad. La realidad de Venezuela es la de un país bloqueado, lo que significa que los mismos modos de gobierno deben adaptarse para ser efectivos. No se puede gobernar de la misma forma cuando faltan las condiciones para el ejercicio de las funciones administrativas, ya que todo está bloqueado y nada se mueve. No podemos pensar que la ley o las estructuras regulatorias permanezcan inmóviles, ineficaces e inoperantes porque no se pueden adaptar a las necesidades concretas del momento. El espíritu de la ley tiene que ver con la preocupación por facilitar la movilidad del aparato de gobierno ante una situación como la actual en la que hay que tomar decisiones con rapidez: decisiones tácticas y estratégicas que tienen que ver con la oferta de servicios básicos, con atención primaria y directa a las necesidades sociales, con la necesidad de garantizar los derechos básicos a la población. En este caso, un aparato legal esclerótico es inútil. Esta ley me parece que tiene la prerrogativa de mostrar que cuando hay plasticidad en la lógica de gobierno, es posible y deseable que el cuerpo jurídico, en todas sus articulaciones, se adapte y se preste a ser un instrumento de acción directa y concreta para facilitar la movilidad del cuerpo social. Evidentemente, esto requiere mucho más control, más participación política del pueblo. No se trata en absoluto de entregar una factura en blanco a los gobernantes para que hagan lo que quieran, sino de brindarles una herramienta ágil y flexible para encontrar rápidamente soluciones a favor del pueblo, saltando el bloqueo. Esto, repito, no significa para nada que se instale una estructura jurídico-política que supere los derechos y la dignidad del pueblo, al contrario. Y lo más complicado es esto: comprender la trascendencia estratégica de esta ley, y al mismo tiempo entender que precisamente por eso requiere una mayor participación: porque, al fin y al cabo, es una estrategia para repolitizar la vida nacional en Venezuela, para comprender con más profundidad que nada se puede analizar e implementar fuera del contexto en el que se determina, y que si el contexto impone estas condiciones, es fundamental contar con las herramientas que le permitan actuar en una situación excepcional, determinada por el bloqueo y la pandemia. Además, esta ley fue aprobada por la ANC, órgano plenipotenciario del poder popular, que ofrece la máxima garantía en términos legales y políticos simbólicos. En mi opinión, la ley tendrá que empezar a mostrar su utilidad en el muy corto plazo, para que quede claro que es una bandera del proceso bolivariano, del gobierno socialista, y que es una bandera importante de cara a las elecciones.
La batalla de ideas, la lucha por oponerse a la hegemonía capitalista también en el plano simbólico, es una parte importante de la lucha de los pueblos por su liberación. ¿Cuáles deben ser, para ti, las principales armas en esta batalla?
La batalla simbólica debe prepararse con muchas y diferentes herramientas. En aras de la síntesis, puedo resumirlos en tres ejes concretos, aunque obviamente hay muchos más. Una primera herramienta tiene que ver con la consolidación de una ciencia semiótica para la lucha, dada la situación mediática que mencioné antes, que es la extrema concentración de los medios en pocas manos, que esparce un verdadero veneno ideológico para contagiar a los pueblos. Considerando la existencia de esta situación imperialista en materia de comunicación, absolutamente deletérea para el pueblo porque lo adormece y lo entrega al poder que lo explota, dados los ataques que se están desatando sobre países que no se someten, se necesita una ciencia emancipatoria que permite identificar con precisión los escenarios concretos en los que se desarrolla esta lucha simbólica, que afecta a diversos ámbitos: obviamente los de la estructura cultural, tanto en el ámbito doméstico como en la estructura de valores, como superestructura, en el contexto de leyes, universidades, de iglesias, en definitiva, en el conjunto de relaciones sociales que reproducen el esquema general de la estructura simbólica dominante, y en las que es necesario poder ofrecer respuestas a acciones efectivas. Con las herramientas científicas adecuadas, por ejemplo, es posible realizar una importante actividad de guerrilla semiótica en el sentido que pretendía Umberto Eco. Podemos intentar llegar al corazón de la máquina de producción simbólica a nivel hegemónico, para hacer un trabajo de emancipación semántica. Los términos con los que se construyó el dominio ideológico y cultural se pueden invertir, pero es necesario trabajar para volver a semantizar nuestros conceptos. No puede ser que la derecha se apropie de un concepto como el de la libertad, que pertenece a las luchas populares, y lo juegue contra nosotros, dando una batalla simbólica mientras nos quedamos desconcertados. Debemos recomponer el orden simbólico, con este concepto como con muchos otros. Tomemos otro ejemplo con respecto a los hábitos o adicciones que se han inoculado en las personas para inducirlas al sometimiento o inacción – alcoholismo, drogas, televisión, redes sociales… Adicciones que encajan en la lógica comercial de reproducir sujetos tóxicos que no piensan y terminan actuar en contra de los intereses de los sectores populares. Debemos tener una discusión profunda sobre cada uno de estos temas para actuar en el campo de la guerra de guerrillas semiótica. En tercer lugar, me parece una tarea crucial organizar escuelas de cuadros en las que formarse en semiótica emancipadora. Debemos tener compañeros preparados no solo para decodificar el discurso hegemónico, sino para construir nuevos vocabularios, nuevas metáforas efectivas al servicio del pensamiento emancipatorio y humanista. Es muy importante multiplicar en todo el mundo sujetos capaces de reproducir la praxis y la teoría científica adaptadas a la coyuntura y los diferentes contextos. En mi opinión, se trata de tareas de primer orden, urgentes e importantes para contrarrestar radicalmente los laboratorios de guerra psicológica que vemos que también tienen lugar en estas campañas electorales. Atención, esto no surge de la voluntad de algún académico desvinculado de la realidad, sino que debe surgir de las luchas sociales, de las movilizaciones populares. Fuera de la lucha de clases, todas las buenas intenciones terminan debilitándose, cuando no tienen como meta la lucha diaria por la emancipación colectiva. Resumiendo, por tanto: una de las urgencias del presente, me parece, es la de activar una ciencia semiótica combativa y emancipadora que incluya los escenarios de transformación y resistencia semántica que hay que actuar y sostener y que se dedica a la formación y multiplicación de cuadros.
La burguesía, cuando gana, se dedica a destruir la memoria histórica de anteriores intentos revolucionarios. Esto, lamentablemente, sigue funcionando especialmente en los países capitalistas de Europa. ¿Cuánto cuenta la recuperación de la memoria en tu trabajo?
La memoria es también un importante campo de batalla simbólico, un territorio donde se deciden temas cruciales para la lucha de los pueblos: y me refiero a la memoria tanto colectiva como individual. En las calles de Buenos Aires, en las plazas principales, todavía vemos un monumento dedicado a uno de los peores criminales que ha tenido este país, un asesino de los pueblos originarios, que comandó un ejército en una batalla totalmente asimétrica, injusta y genocida, y a pesar de éste permanece allí sobre su caballo como auténtico vencedor, como ejemplo en la memoria histórica de un país que si lo recuerda es para borrar la memoria del pueblo. Un monumento intocable, salvo las pocas luces de resistencia semiótica que intentaron intervenir, pero fueron reprimidas. La batalla por la memoria sirve para comprender el presente y el futuro, como herramienta crucial para la crítica del pasado, ya que no se puede permanecer anclado a los esquemas del pasado para construir el futuro, pero tampoco la historia puede reducirse a una cuestión de museo. Y, sobre todo, no se puede permitir que los vencedores escriban la historia de los pueblos que querían someter.