Inter­na­cio­nal. El vec­tor del norte

Por Colo­nel Cas­sad. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 21 de octu­bre de 2020.

La gue­rra en Kara­baj, ins­pi­ra­da en gran medi­da por Tur­quía, ha vuel­to a sacar a cues­tión de la natu­ra­le­za de las rela­cio­nes ruso-tur­cas. Mucho se habló de una amis­tad entre Rusia y Tur­quía antes de la his­to­ria del derri­bo del SU-24 sobre Siria, tras lo cual se habló de una rela­ción mutua­men­te pro­ve­cho­sa. Así fue espe­cial­men­te en Siria, don­de Mos­cú y Anka­ra lle­ga­ron a un acuer­do que per­mi­tió que las tro­pas de Bashar al-Assad toma­ran el con­trol de gran par­te del país, eli­mi­nan­do nume­ro­sos encla­ves “ver­des” y Tur­quía con­si­guió poner un pie en el noroes­te de Siria, con lo que des­tru­yó los pla­nes de Esta­dos Uni­dos de crear un Esta­do kur­do en terri­to­rio sirio.

En 2019 – 2020, la ten­sión en las rela­cio­nes ruso-tur­cas aumen­tó y lle­gó a su máxi­ma expre­sión en febre­ro-mar­zo de 2020, cuan­do Tur­quía abier­ta­men­te se unió a la lucha en Idlib del lado de Hayat Tah­rir al-Sham (antes el Fren­te al Nus­ra, mar­ca de al-Qae­da en Siria) y otros gru­pos terro­ris­tas. La cri­sis en las rela­cio­nes se sol­ven­tó con una repe­ti­ción en Mos­cú de los acuer­dos de Sochi, don­de Recep Tay­yip Erdoğan se vio obli­ga­do a rea­li­zar concesiones.

El siguien­te pun­to de infle­xión se pro­du­jo en Libia, don­de la inter­ven­ción mili­tar de Anka­ra lle­vó a la reti­ra­da de las tro­pas de Jali­fa Haf­tar de Trí­po­li y los con­si­guien­tes inten­tos de Tur­quía a lo lar­go de la cos­ta. Para impe­dir la imple­men­ta­ción de ese plan, se creó una barre­ra en la línea Sir­te-al Jufra que Erdoğan fue inca­paz de supe­rar por medios mili­ta­res o diplo­má­ti­cos. Ya en julio, el minis­tro de Asun­tos Exte­rio­res de Tur­quía, Mevlüt Çavuşoğ­lu, admi­tió que Rusia y Tur­quía tenían dife­ren­tes pos­tu­ras sobre la situa­ción en Libia.

Es pre­ci­so recor­dar que Ser­gey Lavrov, reali­zó simi­la­res decla­ra­cio­nes en rela­ción con la situa­ción en Nagorno Kara­baj, cuan­do el Minis­te­rio de Asun­tos Exte­rio­res de la Fede­ra­ción Rusa recor­dó que Tur­quía no es un alia­do sino un socio, lo que una vez más reve­ló las ten­sio­nes ocul­tas en las rela­cio­nes ruso-turcas.

Tras un revés en Idlib e inca­pa­ces de satis­fa­cer com­ple­ta­men­te sus ambi­cio­nes en Libia, Erdoğan vol­vió la mira­da al dura­de­ro con­flic­to de Nagorno Kara­baj, que, de con­ti­nuar con su ante­rior equi­li­brio, podría alar­gar­se duran­te otra déca­da y don­de Mos­cú juga­ba el papel de árbi­tro en una zona de influen­cia en la que Erdoğan ha des­trui­do el equi­li­brio de poder. Lo faci­li­tó la lle­ga­da al poder de Nikol Pashin­yan en Ere­ván, que dio una serie de pasos diri­gi­dos a empeo­rar las rela­cio­nes con Rusia. 

De hecho, este fac­tor, uni­do a la asis­ten­cia mili­tar tur­ca (en for­ma tan­to de medios de gue­rra elec­tró­ni­ca como de dro­nes y mili­tan­tes sirios) con­ven­ció a Ilham Ali­yev de que esta vez, al con­tra­rio que en la bre­ve gue­rra de 2016, sí podría con­se­guir algo más. En gene­ral, sus cálcu­los se jus­ti­fi­can: la asis­ten­cia tur­ca jue­ga un papel casi deci­si­vo, Mos­cú no tie­ne pri­sa por res­ca­tar a Pashin­yan, a quien tam­po­co Esta­dos Uni­dos va a ayudar.

Tur­quía cons­cien­te­men­te se pone en el lugar de la diplo­ma­cia rusa, exi­gien­do un asien­to en la mesa de nego­cia­ción y otor­gán­do­se el papel de árbi­tro en el con­flic­to entre Arme­nia y Azer­bai­yán. De hecho, se tra­ta de una pro­pues­ta de divi­dir el Cáu­ca­so en esfe­ras de influen­cia y reco­no­cer que Bakú ha pasa­do a la zona de auto­ri­dad tur­ca. Como es natu­ral, Mos­cú recha­za esta idea, ya que este esce­na­rio úni­ca­men­te pre­sen­ta derro­tas sin con­se­guir nada a cam­bio y con el pre­cio de refor­zar de for­ma sig­ni­fi­ca­ti­va el papel de Tur­quía en la zona.

Ade­más, la apa­ri­ción de mili­tan­tes sirios en Kara­baj es una preo­cu­pa­ción razo­na­ble para Mos­cú, ya que en el con­tex­to de una situa­ción pro­ble­má­ti­ca en el Cáu­ca­so Nor­te, recuer­da per­fec­ta­men­te los tiem­pos en los que el terri­to­rio de los estos veci­nos eran uti­li­za­dos como pun­to de entra­da para el flu­jo de mili­tan­tes al terri­to­rio de la Fede­ra­ción Rusa. Por ejem­plo, se pue­de recor­dar el papel de Geor­gia, des­de cuyo terri­to­rio se infil­tra­ban mili­tan­tes en Che­che­nia. Irán, por cier­to, tie­ne exac­ta­men­te la mis­ma preo­cu­pa­ción en este asun­to, ya que los mili­tan­tes sirios pue­den apa­re­cer direc­ta­men­te en la fron­te­ra de una pro­vin­cia en la que los sen­ti­mien­tos pro­tur­cos son sig­ni­fi­ca­ti­vos. En el con­tex­to de la gue­rra híbri­da que Irán libra en Siria, Irak y Yemen, no quie­re difi­cul­ta­des aña­di­das en su fron­te­ra noroeste.

El pro­ble­ma es que si en oca­sio­nes ante­rio­res Rusia ha con­se­gui­do repe­ti­da­men­te recon­ci­liar a las par­tes, en esta oca­sión es más difí­cil: Ali­yev mira a la boca de Erdoğan, que se ha apro­pia­do del dere­cho a hablar en repre­sen­ta­ción de Azer­bai­yán y Pashin­yan, que es incó­mo­do para Mos­cú, está en Ere­ván. Así que las posi­bi­li­da­des de influir en la situa­ción han decaí­do des­de 2018, cuan­do se pro­du­jo en Arme­nia el “Ener­go­mai­dan” y Tur­quía empe­zó a pro­mo­cio­nar acti­va­men­te la ideo­lo­gía pan­tur­ca en luga­res como Azer­bai­yán para jus­ti­fi­car su expan­sio­nis­mo polí­ti­co y mili­tar. Rusia ha man­te­ni­do el cur­so por iner­cia, pero las con­di­cio­nes obje­ti­vas y sub­je­ti­vas han cam­bia­do y hacen extre­ma­da­men­te com­pli­ca­do man­te­ner las mis­mas polí­ti­cas en el Cáu­ca­so, lo que, entre otras cosas, hace sur­gir la pre­gun­ta de qué fun­ción tie­ne la Orga­ni­za­ción del Tra­ta­do de Segu­ri­dad Colec­ti­va y la actual posi­ción de Rusia en el Cáucaso.

Por lo tan­to, Tur­quía ha crea­do para Rusia una cri­sis seria que pro­ba­ble­men­te no pase sin con­se­cuen­cias para las rela­cio­nes entre los dos paí­ses. Ade­más, la visi­ta de Erdoğan a Ucra­nia y los acuer­dos de coope­ra­ción téc­ni­co-mili­tar (inclu­yen­do el anun­cio de la entre­ga de 64 dro­nes Bay­rak­tar) per­mi­ten a Tur­quía dis­pa­rar en otra direc­ción pro­ble­má­ti­ca para Rusia. Por una par­te, Anka­ra ven­de armas a un país que es cla­ra­men­te hos­til a Rusia y enfa­ti­za las rela­cio­nes de amis­tad con el Gobierno ucra­niano. Y por otra, con­ti­núa jugan­do la car­ta de los tár­ta­ros de Cri­mea, man­te­nien­do los con­tac­tos con los Mej­lis y cele­bran­do en su terri­to­rio actos a los que están invi­ta­dos repre­sen­tan­tes de orga­ni­za­cio­nes tár­ta­ras de Cri­mea que no reco­no­cen la sobe­ra­nía rusa del territorio.

Al mis­mo tiem­po, Tur­quía se pre­sen­ta como prin­ci­pal patrón de los tár­ta­ros de Cri­mea en lugar de Ucra­nia, don­de solo se acuer­dan de ellos para hacer las cam­pa­ñas de pro­pa­gan­da con­tra Rusia. Eso da a Tur­quía la oca­sión de sacar el tema de Cri­mea y, si es nece­sa­rio, jugar jun­to a Ucra­nia y Occi­den­te a cam­pa­ñas sobre el “hos­ti­ga­mien­to a la pobla­ción tár­ta­ra de Cri­mea”, por ejem­plo tras el arres­to de alguien aso­cia­do a los Maj­lis o Hizb-ut-Tahrir.

Con la expan­sión del espa­cio de con­flic­to en sus fron­te­ras con la inten­ción de aumen­tar su influen­cia polí­ti­ca, eco­nó­mi­ca y mili­tar, Tur­quía demues­tra que está dis­pues­ta a actuar tam­bién en zonas rusas, si es posi­ble crean­do pro­ble­mas direc­tos e indi­rec­tos a Mos­cú. Este peli­gro está pre­sen­te en otros pun­tos de con­flic­to en las rela­cio­nes ruso-tur­cas, fun­da­men­tal­men­te en Libia y Siria, don­de la rela­ción for­mal y real está suje­ta perió­di­ca­men­te a serias difi­cul­ta­des cuan­do la “inter­pre­ta­ción de las par­tes” difie­re radicalmente.

Antes del con­flic­to en Kara­baj, pese a todos los pro­ble­mas, las par­tes habían encon­tra­do un len­gua­je común en el mar­co de unas rela­cio­nes en las que se ponían los bene­fi­cios estra­té­gi­cos gene­ra­les por enci­ma de todo. Pero en 2019 – 2020, las ten­sio­nes se han hecho más pro­nun­cia­das y la actual gue­rra y las decla­ra­das aspi­ra­cio­nes de Tur­quía en la zona de influen­cia rusa ponen en cues­tión las bases estra­té­gi­cas de la coope­ra­ción ruso-turca.

El “vec­tor del nor­te” de la polí­ti­ca exte­rior rusa pue­de acer­car el momen­to en el que la rela­ción deje de ser mutua­men­te pro­ve­cho­sa y pue­de dar­se por ter­mi­na­da en favor de otras con­fi­gu­ra­cio­nes polí­ti­cas y mili­ta­res. Sin embar­go, una de las carac­te­rís­ti­cas de Erdoğan es que sabe dón­de están las líneas rojas que no debe cru­zar, como ocu­rrió en Siria y en Libia, don­de el pre­si­den­te tur­co se vio obli­ga­do a mode­rar sus ambi­cio­nes. Así que no se pue­de des­car­tar la posi­bi­li­dad de algún acuer­do entre Mos­cú y Anka­ra que extien­da la socie­dad con el “ami­go Recep” duran­te un tiem­po más. Has­ta la pró­xi­ma gran crisis.

Fuen­te: Slav­yan­grad

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