Chi­le. Nue­va Cons­ti­tu­ción: lla­ve maes­tra del cambio

Por Manuel Cabie­ses Dono­so*, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de octu­bre de 2020.

Si que­re­mos que el ple­bis­ci­to se con­vier­ta en una vic­to­ria his­tó­ri­ca de la demo­cra­cia, las opcio­nes Aprue­bo y Con­ven­ción Cons­ti­tu­cio­nal tie­nen que reci­bir una mayo­ría abru­ma­do­ra de votos, millo­nes de votos, una mare­ja­da de volun­ta­des ciudadanas.

Un triun­fo debi­lu­cho o raquí­ti­co per­mi­ti­ría que la oli­gar­quía y su sir­vien­te, la cas­ta polí­ti­ca, median­te el meca­nis­mo de los 2 ter­cios, hagan abor­tar este pri­mer paso hacia una autén­ti­ca demo­cra­cia des­pués de 47 años de monar­quía oligárquica.

El pue­blo ha debi­do acep­tar esta for­ma humi­llan­te de acer­car­se al obje­ti­vo de una Cons­ti­tu­ción demo­crá­ti­ca. Prác­ti­ca­men­te des­de 1973, cuan­do la trai­ción de las fuer­zas arma­das dio comien­zo al lar­go perío­do de terro­ris­mo de esta­do, la lucha por una Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te se levan­tó como una sali­da pací­fi­ca al espan­to. La Resis­ten­cia Popu­lar –que empu­ñó las armas para con­quis­tar la liber­tad- se vol­có en lo polí­ti­co a la deman­da de una Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te que ela­bo­ra­ra una nue­va Cons­ti­tu­ción. Una vía demo­crá­ti­ca –la úni­ca posi­ble- que armo­ni­za­ra los intere­ses polí­ti­cos y socia­les de una inmen­sa mayo­ría de chi­le­nos. La his­to­ria, sin embar­go, no se escri­bió como pre­ten­día­mos. La san­gre de nues­tros héroes y már­ti­res, sin embar­go, no se derra­mó en vano. Siguió hir­vien­do una rebel­día que se ha exten­di­do en el tiem­po y que con­vo­ca a sellar con una vic­to­ria aplas­tan­te el Aprue­bo y la Con­ven­ción Cons­ti­tu­cio­nal en el plebiscito.

Esa vic­to­ria es lo fun­da­men­tal en este ins­tan­te. Pon­ga­mos el acen­to de hoy en eso. Que nada impi­da el tra­ba­jo de hor­mi­gas para el domin­go 25 una masa impre­sio­nan­te acu­da a votar. Son más de 14 millo­nes los elec­to­res habi­li­ta­dos que pue­den abrir un nue­vo des­tino para Chi­le. En la últi­ma elec­ción pre­si­den­cial (2017) vota­ron poco más de 7 millo­nes, 49,02% del padrón elec­to­ral. Esta vez hay que supe­rar los 8 millo­nes de votos para que el ple­bis­ci­to ten­ga la legi­ti­mi­dad indis­cu­ti­ble que requie­re. No bas­ta que el Aprue­bo y la Con­ven­ción Cons­ti­tu­cio­nal con­si­gan poco más del 50%. Nece­si­ta­mos una vic­to­ria con la fuer­za de una sali­da de mar para que sea res­pe­ta­da por los bas­tio­nes finan­cie­ros, civi­les y mili­ta­res del conservadurismo.

No es tarea fácil, nin­gu­na lucha demo­crá­ti­ca y de jus­ti­cia social ha sido fácil. Sobre el resul­ta­do del ple­bis­ci­to pesan el abs­ten­cio­nis­mo ‑que en las elec­cio­nes muni­ci­pa­les ha alcan­za­do al 70%-; el temor al con­ta­gio de la pan­de­mia; el repu­dio a los par­ti­dos polí­ti­cos que apa­re­cen como padri­nos y admi­nis­tra­do­res del ple­bis­ci­to; la cam­pa­ña por el Recha­zo y Con­ven­ción Mix­ta de la extre­ma dere­cha; y el temor que sien­ten sec­to­res del peque­ño y mediano empre­sa­ria­do por la vio­len­cia sin brú­ju­la ‑de sos­pe­cho­so ori­gen en muchos casos- que han sido víc­ti­mas igle­sias cató­li­cas, ser­vi­cios de trans­por­te públi­co y peque­ños nego­cios privados.

El mal lla­ma­do “esta­lli­do social” ‑un “esta­lli­do” que se pro­lon­ga por más de un año‑, reve­la que Chi­le vive una lar­va­da insu­rrec­ción social. Casi lo coti­diano ha sido des­de octu­bre del 2019 la pro­tes­ta calle­je­ra, des­de ata­ques con pie­dras y fue­gos arti­fi­cia­les a comi­sa­rías poli­cia­les, barri­ca­das de fue­go o saqueos de super­mer­ca­dos, far­ma­cias y has­ta de modes­tos quios­cos de ven­ta de ciga­rri­llos y caramelos.

La per­sis­ten­cia del “esta­lli­do” avi­va sin cesar la cal­de­ra de la pro­tes­ta. Pero a la vez espan­ta a sec­to­res socia­les como los movi­li­za­dos el 25 de octu­bre del 2019 que hicie­ron posi­ble la mar­cha del millón 200 mil per­so­nas en San­tia­go, inclu­yen­do mani­fes­ta­cio­nes en las comu­nas del barrio alto y fren­te a la Escue­la Mili­tar. Se cal­cu­la que ese día mar­cha­ron pací­fi­ca­men­te más de 6 millo­nes de per­so­nas pro­tes­tan­do con­tra la des­igual­dad y los abu­sos y exi­gien­do una Asam­blea Constituyente.

Hay que inten­tar revi­vir ese espí­ri­tu en el ple­bis­ci­to del domin­go. Por des­gra­cia la cas­ta polí­ti­ca, que en mar­zo nego­ció este reme­do de Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te, una for­mi­da­ble tram­pa que es nece­sa­rio neu­tra­li­zar des­de den­tro, ha emplea­do el tiem­po en que­re­llas meno­res. Apo­ya­da por la maqui­na­ria publi­ci­ta­ria que la oli­gar­quía pone a su dis­po­si­ción, ha rele­ga­do el queha­cer polí­ti­co al claus­tro vicia­do del Par­la­men­to, renun­cian­do al papel de voz de la calle que en teo­ría corres­pon­de a los par­ti­dos polí­ti­cos. Tri­ful­cas que evi­den­cian la des­com­po­si­ción de una mayo­ría “opo­si­to­ra” inca­paz has­ta de ele­gir la mesa de la Cáma­ra de Dipu­tados; relum­bro­nes de ben­ga­las de pre­ma­tu­ras can­di­da­tu­ras pre­si­den­cia­les –14 por el momen­to-; acu­sa­cio­nes cons­ti­tu­cio­na­les que no resuel­ven nada; dispu­tas de hege­mo­nía al inte­rior de los par­ti­dos, etc., han hecho lo posi­ble para dis­traer al pue­blo de su obje­ti­vo fun­da­men­tal: ganar el ple­bis­ci­to del domingo.

Pero nada de eso debe per­tur­bar­nos. Haga­mos caso omi­so de todo lo secun­da­rio. Hoy lo impor­tan­te es ganar el Aprue­bo y la Con­ven­ción Cons­ti­tu­cio­nal. No nos invo­lu­cre­mos en reyer­tas de gru­pos polí­ti­cos en vías de extin­ción. Todas nues­tras ener­gías deben vol­car­se a un solo obje­ti­vo: obte­ner una vic­to­ria aplas­tan­te en el plebiscito.

El lunes, ade­más de cele­brar el triun­fo, empe­ce­mos a car­gar las bate­rías para que el 11 de abril eli­ja­mos a los hom­bres y muje­res que mejor repre­sen­ten la fuer­za del cam­bio en la Constituyente.

  • Direc­tor de Pun­to Final

Itu­rria /​Fuen­te

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