Por Carlos Aznárez /Resumen Latinoamericano, 25 de octubre 2020.
Este domingo, en Santa Elena, Entre Ríos, los oligarcas «autoconvocados», tal cual una corporación mafiosa aprietan el acelerador y quieren demostrar su poder. Para ello llamaron a un banderazo que meta más gente en el cerco contra los y las militantes del Proyecto Artigas y la propietaria de la estancia Casa Nueva, Dolores Etchebehere. Y lo hacen sabiéndose protegidos por gobierno local del «justicialista» Bordet y sus policías, a los que Luis Miguel Etchevehere les da órdenes por encima del comisario, en un espectáculo que si no fuera grave por lo que implica, parecería sacado de una película neorrealista italiana.
Nostálgicos de las épocas de la dictadura y del reciente desastre macrista, esta banda de despojadores de tierras ahora hablan de «libertad de expresión» y como siempre reivindican la sacrosanta «propiedad privada». Frente a este escenario imposible de digerir, duele la soledad presencial en la que resisten las y los compañeros de Santa Elena, como viene doliendo desde hace tres meses la falta de soluciones para las más de mil familias de la toma de Guernica o los mapuche que pelean en total desigualdad en el extremo sur.
La pregunta del millón es que piensa hacer el gobierno nacional en Santa Elena, donde por una parte, tranqueras adentro de la Casa Nueva están quienes ‑junto a otros millones- lo votaron el año pasado, y tranqueras afuera quienes le juran la muerte. ¿Dejará que como ocurriera en 2008 lo peor de la oligarquía argentina y un grupo importante de idiotas útiles se salgan con la suya? ¿Seguirá mirando a un costado mientras los desestabilizadores hacen lo que quieren a la luz del día y de las cámaras televisivas y páginas de sus medios hegemónicos?
Ya le torcieron (con su propia colaboración) la muñeca al gobierno con Vicentín y con meterle la mano en el bolsillo a los multimillonarios. O cediendo vergonzosamente ante el FMI por el tema de la deuda odiosa e ilegítima a la que no se quiso investigar. Ahora solo falta que una banda de energúmenos de doble apellido y toneladas de corrupción y fraudes financieros sobre sus espaldas le ganen también esta pulseada. Pareciera que a la Casa Rosada le preocupan más los miles de humildes que recuperan tierras en Guernica y a los que Berni se prepara para desalojar compulsivamente este lunes, o los valerosos comuneros y comuneras mapuche del Lago Mascardi, al que también quieren aplicarles la mano dura y echarlos de sus tierras para congrasiarse con el obispo de San Isidro, monseñor Ojea Quintana. ¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma?
Mientras tanto, la gran mayoría ‑hay honrosas excepciones – de los que deberían plantarse en las calles para gritarle a estos hijos de la Sociedad Rural, del gorilaje del 55, de los asesinatos y torturas, de las desapariciones de 30 mil compatriotas, del despojo del macrismo y de las mil y una patrañas para hundir aún más el país, dudan en salir, mientras la derecha no solo gana las calles sino también se da el lujo de amenazar impunemente a un grupo de militantes sociales que quieren cultivar y defender a la madre tierra.
¿No habrá llegado el momento que desde todas las organizaciones sociales y populares se haga carne la reivindicación de la reforma agraria, la soberanía alimentaria, la lucha contra los transgénicos (el gobierno acaba de dar luz verde al trigo transgénico,o sea más cáncer a nivel general), el repudio a las políticas extractivistas y de agronegocios?
Si realmente no nos ponemos en claro frente al colapso mundial provocado por esta plandemia, y no apostamos a cuidar, querer y defender la tierra para salvar por consiguiente a quienes la habitan, seguiremos en caída libre y sufriendo las consecuencias.
Santa Elena, Guernica, Mascardi, son poderosos llamados de atención. Sería bueno que escucháramos esas alarmas y que nos comprometamos en defender con todo a sus protagonistas. No por zoom o por las pantallas digitales sino en las calles, como lo hicimos siempre.
Sebastián Piana y Daniel D’Ambros, negociadores «independientes» y bien custodiados.
Quiénes son los «productores rurales independientes» que fueron a echar a Dolores Etchevehere de su campo
Por Karina Micheletto
Las imágenes que llegan desde la tranquera de Estancia Casa Nueva, uno de los campos de los Etchevehere en Entre Ríos –parte en litigio dentro de la firma Las Margaritas S.A.–, impactan por la cantidad de símbolos y referencias que resumen. Podría decirse que la historia de un país está allí representada, en la imagen de un terrateniente que le exige a los gritos a un policía: «¡póngase donde se tiene que poner!» (del lado suyo, como es usanza). Pero antes de ese video que circuló el sábado, y que tiene como protagonistas a dos de los varones Etchevehere —Luis Miguel, el exministro de Agricultura de Macri, y su hermano Juan Diego– se conoció otro, también protagonizado por varones. Allí un grupo de «productores rurales independientes» fueron a pedirle «de buena manera” a Dolores Etchehevere que se fuera de su casa, ofreciéndole “un salvoconducto para salir de la provincia”. Resultó que no eran ni tan independientes, ni tan excluyentemente hombres de campo. Todos los allí reclutados son activos militantes de Juntos por el Cambio de la provincia, entre los que se cuentan candidatos y exlegisladores. Son los mismos que agitan para este domingo un «banderazo federal por la propiedad privada», también frente a la estancia, buscando lograr la foto de un supuesto piquete espontáneo «como en la 125».
* Héctor Daniel D’Ambros se presentó ante Dolores Etchevehere como un correcto ciudadano que recita su número de DNI y todo, como en los viejos tiempos. Custodiado por efectivos policiales, fue quien llevó la voz cantante y le dijo a la mujer: “yo puedo estar muy tranquilo, pero no todos están tranquilos”. “Nosotros lo que venimos a decirle, de buena manera, es que tratemos de arreglar esto de una forma pacífica”, le informó entonces, invitándola a retirarse por fuera de toda resolución legal.
Antes de este episodio, su nombre apareció recientemente en la prensa local: su campo servía de paso clandestino para violar el aislamiento obligatorio y salir y entrar de Concordia, eludiendo el control sanitario. Luego de que en una de esas “escapadas de fin de semana” la policía interceptara a los ocupantes de cinco camionetas que llevaban motos para practicar enduro, y de otras dos que transportaban a trabajadores rurales de quintas de la zona, D’Ambros dio a la Justicia su versión de los hechos: explicó que le habían roto los alambrados, los candados de los portones, que hasta habían tapado zanjas con maquinaria sin que él se enterara de nada.
A principios de este año también fue noticia local por prepotear e insultar, junto a otros simpatizantes de Cambiemos, a las concejalas del PJ Claudia Villalba y Lía Solis. En sus redes sociales es un activo promotor de las marchas anti gobierno en Concordia, convocando a “la hora de los patriotas”. Fue candidato a senador en 2015 por el Frente Renovador, para pasar a integrar las filas del PRO con Macri en la presidencia. Empresario forestal y fundador de la apícola exportadora Danangie, se hizo también conocido durante el levantamiento policial de 2013 en Concordia, donde ofició de espontáneo «vocero» o mediador, presentándose como «exintegrante de la Prefectura entre 1977 y 1987», dato que no fue corroborado por la fuerza. Lo mismo le dijo al diario Río Uruguay que fue a hacer esta semana a Santa Elena, cruzando la provincia desde la costa del Uruguay hasta la del Paraná: «Tengo el don de solucionar los problemas», explicó.
* Eduardo Varese es otro militante de Juntos por el Cambio de la Paz, cuyo hijo Juan es actualmente concejal de ese partido en la localidad. Su esposa, Tacuara Flores (que no tiene parentezco con el juez que atiende en la causa) fue candidata de Domingo Cavallo. La familia es dueña de la YPF del cruce de la ciudad, camino a Corrientes. Se hizo conocido en el marco del conflicto de la 125, por una razón particular: estuvo entre los productores rurales que fueron a la explanada de la casa de Gobierno provincial y, en el intento por entrar, golpearon e hirieron en la cara a un policía. Fue procesado por ese ataque y absuelto después de varios años.
* Oscar Carranza, militante de “Juntos por Chajarí”, llegó a ser presidente del PRO en el departamento Federación.
* Sebastián Telayna, concejal del PRO de Puerto Yeruá, también formó parte de la delegación. «Yo como ciudadano simple voy a apoyar el derecho a la propiedad», explicó a los medios locales, obviando su cargo. “Una vez que el concejal Telayna regrese a nuestro pueblo deberá guardar cuarentena”, denunciaron los ediles al conocerse las imágenes de su presencia en el piquete, sin barbijo ni distancia social.
* Miguel Piana es otro conocido agitador de la zona que fue hasta el año pasado senador provincial por Cambiemos por el departamento Federación. Además del discurso que dio en el piquete, ha dado otros como el de la “marcha por la república y las libertades”, el 12 de octubre en Chajarí, alertando por “los talibanes que nos tienen que imponer una sola verdad”. «Todo lo que pasa es por la lentitud de la Justicia», denunció el exsenador, pero presentándose como «un produtor rural sin partido» ante la radio local La Voz, al explicar cuál fue su participación como «mediador». «A mí no me interesa que sea de Etchevehere o de quien sea, el tema es el precedente que sienta en el país las tomas de tierra y las usurpaciones que nos van a llevar para otro lado», alertó.
«Estos vinieron a pisar la tierra del supremo entrerriano, la de Justo José de Urquiza, que nos dio una constitución con un artículo que dice que se debe respetar la propiedad privada», arengó Piana. «Hay una cuestión familiar, ¿no sería recomendable que se solucione la cuestión familiar judicial para despues ver qué pasa?», le pregunta el periodista. «Precisamente ante la inacción del juez, es que la gente ya está perdiendo los estribos«, responde, ubicado como «la gente».
La cadena de significantes a la que echa mano Piana es la que ata en el sentido común convocatorias como la del banderazo del domingo (circuló otra para el sábado en Paraná, que no logró mayor adhesión). Son los varones de «sangre pura» –como le dijeron al periodista Pablo Russo, cuando cubría para este diario – , alzados contra la chusma invasora. En defensa de lo que ha sido siempre y, están seguros, debe seguir siend
Entrevista con Dolores Etchevehere
«Una mujer para ellos es alguien inferior»
Por Camila Baron
Dolores Etchevehere, en el casco de la estancia Nueva Casa.
Imagen: Jose Nico
Dolores nos recibe en la sala de estar del casco de la estancia Casa Nueva. Se la ve enérgica, sonriente. Hoy tuvo una buena noticia, quizás la primera en los once años que lleva investigando los delitos alrededor de la sucesión de su padre. El juez no dio lugar a la cautelar que presentó su hermano para pedir que la desalojen a ella y a sus compañerxs del Proyecto Artigas.
Mientras conversamos hay cámaras profesionales que filman la escena. Parece acostumbrada al registro constante y habla con soltura. En pocos días se habituó al contacto con la prensa y también a la convivencia con muchos compañeros que acaba de conocer.
A diferencia de sus hermanos que arreglan “a punta de escopeta y sin ningún papel”, Dolores dice que cada dato que da está documentado y que pretende que la justicia actúe.
Sabe que los próximos meses no serán fáciles. Piensa que “los Etchevehere corruptos” están desesperados y que nadie actúa bien en esas circunstancias. Sin embargo, dice no tener miedo, porque el miedo paraliza y ella necesita moverse. “Hay que poner el cuerpo”, dice Dolores.
— ¿En esta casa pasaste tu infancia?¿Acá vivías con tus hermanos?
— No… nosotros no vivimos acá. Ésta es una de las casas y estaba vacía, no vivía nadie. Nuestra casa de la infancia fue otra. Mis hermanos viven en otras casas que también son parte de la sucesión. Te cuento otra cosa que me pasó el jueves, muy lindo y significativo para mí. Hoy estaban todos los piqueteros acá afuera y me llaman para que me acerque a la tranquera. Había un hombre que quería hablar conmigo. “Vengo de parte de tu niñera. Te estaba viendo por televisión y me pidió que venga a decirte que te cuides mucho”. Me emocioné muchísimo. Mi familia no se preocupa por mí, pero ella sí. Son las personas de trabajo las que sí se preocupan porque no me pase nada.
— Ellos dicen que esta estancia pertenece a Las Margaritas S.A y que en 2018 vos vendiste tu parte ¿Cuándo comenzó todo el conflicto de la sucesión?
— Esto es muy importante aclararlo. Las Margaritas S.A está conformada de manera fraudulenta. Yo siempre hablo con documentos en la mano. Hay dos firmas falsificadas: la de la sucesión y cuando inventan un acta en la que supuestamente mi papá le cedió la administración de todos los campos. Él nunca podría haber firmado porque en ese momento estaba entubado, estaba agonizando. Todo el proceso es nulo porque falsificaron nuestras firmas.
— Una de las causas, que está radicada en Buenos Aires, es la que denuncia violencia económica en el marco de la Ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres y pide que se investigue la validez de las firmas ¿Cómo fue esa violencia? ¿en qué otras situaciones la identificás?
— Lo que yo viví es tal cual lo que describe la ley. Es una foto de mi situación. Siendo una de las cuatro herederas, yo jamás recibí un depósito de ninguna ganancia de ninguna empresa. En el medio de todo este conflicto tuve que procurarme mis ingresos. Soy una persona que conoce la calle, que ha pateado la calle. Además, soy la única de la familia que trabajó fuera de las empresas. Soy la única que tuvo alguna vez un recibo de sueldo. Mi familia es una familia muy patriarcal, verticalista. Mientras mi papá vivía, mandaba. La violencia se dio de muchísimas maneras. Tuve que criar a mis cuatro hijos mientras investigaba sobre todas las causas. Viajaba a Entre Ríos, organizaba, buscaba información. En ese tiempo me enfermé. Había desarrollado un cuerpo extraño de medio kilo en uno de mis órganos. Me tuvieron que extirpar el órgano entero. Era el año 2013. Cuando volví a mi casa tenía que estar inmovilizada. No podía hablar. Tenía que estar quieta. En esos días me mandaron una persona a mi casa diciendo que venían a traer unos papeles. Para mí era un momento trágico. Ellos dicen que no lo quise recibir. Andá a saber qué decisión tomaron ahí… Después de eso pude recuperar mi salud y continué. No me rendí. No soy una mujer que pide compasión, que quiero que me tengan lástima. Pero fue muy duro investigar, procesar la traición, la angustia.
— ¿Cómo llegaste a contactar a Grabois?¿Cómo tomaste la decisión de formar parte de Proyecto Artigas?
— No fue un proceso lineal. La verdad es que por momentos se me presentaba como un callejón sin salida. En el último tiempo llegó a mis manos la encíclica del Papa Francisco, Laudato si’. Me lo pongo a leer y ahí me detengo en el concepto que el desarrolla sobre la cultura del descarte: no sólo de las personas, sino de la tierra. Eso me hizo reflexionar mucho. Fue un momento crucial. Un antes y un después. Fue nodal. Soy una persona de fe y para mí el Papa es un referente. Me siento guiada por la encíclica. En ese contexto comienzo a escucharlo cada vez más a Juan, a interiorizarme más sobre lo que hace. Es una persona que además de ser un destacado profesional, es una buena persona, de fe, que ayuda a los despojados, a los que fueron descartados. Y así fue como nos encontramos. Veo en él la posibilidad de que todo esto sea encausado de una manera más humana.
— Al final de uno de los vídeos que se difundieron se escucha un cántico que dice “reforma agraria por la justicia social”.
— Mirá, lo que yo pienso no es de ahora. Cuando era periodista estuve en contacto con las mujeres agropecuarias en lucha. Mi inclinación por la reforma agraria viene desde hace mucho tiempo atrás. Siempre subestimaron mis ideas. Si no sos empresario rutilante, devorador, si no usás el dinero para multiplicarlo y llenar los bolsillos de unos pocos, para ellos no calificás. Así tratan a quienes piensan distinto. Así tratan a las mujeres también. Tampoco es sólo conmigo. Una mujer para ellos es alguien inferior. Eso es lo que viví siempre en las mesas familiares. Catalogan a la mujer como algo que no sirve, que no tiene capacidad, que no puede tener ideas propias, ni un proyecto ni llevarlo a cabo. Yo pienso que el campo tiene que generar soberanía alimentaria. Hoy el 50% de los chiquitos que se atienden en el Garraham por cáncer son de Entre Ríos. Con el Proyecto Artigas vamos a generar alimentos. Sanos y a precios justos, que nada tengan que ver con lo que hacen los supermercados, eso es un robo. Para mí no puede haber un chiquito de la misma ciudad que coma y otro que no. Una persona que tenga techo y otra no. Una que tenga frío y no. Por eso yo abrazo la idea de pan techo y trabajo para todos.
— ¿Qué podés decirnos de esta experiencia de vivir junto a otros compañerxs del Proyecto Artigas?¿Cómo es la convivencia?
— Para mí no es una experiencia nueva esto de la vida comunitaria. Y tampoco es una decisión de un día para otro. Me preguntan mucho si yo me adapté pero lo que quiero decir es que mis compañeros me aceptaron a mí también. Y nos respetamos. Cada uno tiene sus costumbres, sus formas y ellos también comprenden las mías. Eso para mí es muy importante. También viajé mucho. Estuve en contacto con muchas culturas diferentes. Hice acción humanitaria en África, en la India. Fueron viajes que hice durante los años noventa. Por supuesto que no eran bien vistos por mi familia. Ellos preferían que vaya a Nueva York o esté viajando por conferencias. Para ellos era incómodo que yo cargue con una mochila liviana, con un solo par de zapatos, ropa sencilla y en una misión humanitaria. ¿Qué vas a esos lugares a perder el tiempo? Me decían, como si fuera una causa perdida. Eso siempre fue en mí una constante. Siempre tuve esa empatía. Siempre estuve del otro lado, tratando de solidarizarme con quienes quedan fuera del sistema, con quienes no tienen acceso a este sistema impuesto. Y este es otro tipo de vida, lindísima.