Puer­to Rico. Los malos polí­ti­cos y los fon­dos públicos

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano*, 28 de octu­bre de 2020.

Ape­nas a una sema­na pla­zo de que se vuel­va a cele­brar otra elec­ción gene­ral en Puer­to Rico, se revuel­ca una vez más el avis­pe­ro públi­co y mediá­ti­co con la publi­ca­ción de las lis­tas de sala­rios de las y los emplea­dos a suel­do o por con­tra­to en las Cáma­ras Legis­la­ti­vas. El derro­che se nota, sobre todo, en las ofi­ci­nas de los pre­si­den­tes de Cáma­ra y Sena­do, en las cua­les se advier­ten sala­rios y emo­lu­men­tos que no los pagan aquí ni en la más rica y gene­ro­sa de las empre­sas pri­va­das. Se nota tam­bién que la paga jugo­sa tie­ne poco que ver con la edu­ca­ción y des­tre­zas de los bene­fi­cia­dos, y con la impor­tan­cia de la fun­ción de ser­vi­cio públi­co que pue­dan cum­plir. Tam­po­co exis­te evi­den­cia del tra­ba­jo que muchas de estas per­so­nas rea­li­zan, más allá de la escue­ta des­crip­ción gené­ri­ca que ofre­ce la lis­ta. Este patrón se repi­te con­ti­nua­men­te, cua­trie­nio tras cua­trie­nio, lo que ha con­ver­ti­do las ope­ra­cio­nes de las Cáma­ras Legis­la­ti­vas en un refu­gio para polí­ti­cos derro­ta­dos, espo­sas, hijos y ahi­ja­dos al ser­vi­cio de la cla­que ven­ce­do­ra en cada elección.

No es que el pue­blo puer­to­rri­que­ño no sepa des­de hace mucho tiem­po lo que pasa a sus espal­das tras los muros capi­to­li­nos. La his­to­ria de la corrup­ción y el des­pil­fa­rro de fon­dos públi­cos en Puer­to Rico es dra­má­ti­ca y tor­tuo­sa, y se ha cul­ti­va­do por déca­das en el cal­do del bipar­ti­dis­mo deca­den­te en que se hun­de la fra­ca­sa­da “demo­cra­cia puer­to­rri­que­ña”. Pero una cosa es que se sepa que exis­te corrup­ción, y otra es la impu­ni­dad que pre­va­le­ce con­tra quie­nes come­ten estos actos. El des­par­pa­jo y la teme­ri­dad con que cier­tos fun­cio­na­rios elec­tos dis­po­nen de los fon­dos del pue­blo para pre­miar inme­re­ci­da­men­te a sus cla­ques polí­ti­cas con pues­tos y “suel­da­zos”, son mere­ce­do­res de la mayor repul­sa colec­ti­va. Sin embar­go, hay sec­to­res de nues­tro pue­blo que ven esta con­duc­ta como un resul­ta­do casi inevi­ta­ble del ejer­ci­cio polí­ti­co. El que gana les elec­cio­nes, se repar­te el botín.

Esta visión cíni­ca del ofi­cio polí­ti­co ha con­tri­bui­do a la cre­cien­te des­con­fian­za y des­ilu­sión que expre­san amplios sec­to­res de nues­tro pue­blo hacia la cla­se polí­ti­ca del País. Sin embar­go, el hecho de que la corrup­ción y el des­pil­fa­rro de fon­dos públi­cos hayan ocu­rri­do en Puer­to Rico por dema­sia­do tiem­po, no quie­re decir que ten­ga nece­sa­ria­men­te que ser así. La tri­lla­da fra­se de que “todos los polí­ti­cos hacen lo mis­mo” no es solo fal­sa sino muy peli­gro­sa, por­que de los bue­nos polí­ti­cos, y de la alta polí­ti­ca, depen­den los pue­blos para orga­ni­zar­se, crear y desa­rro­llar sus ins­ti­tu­cio­nes, su visión y pro­yec­to colectivo.

La polí­ti­ca es un ofi­cio como cual­quier otro. Pue­de ser noble y desin­te­re­sa­do, y ser­vir­le bien al fin públi­co al cual se dedi­ca. O pue­de estar podri­do y corrup­to, y ser­vir a intere­ses mez­qui­nos y egoís­tas, aje­nos al bien común. En ese sen­ti­do, Puer­to Rico es como cual­quier otro lugar, don­de coexis­ten polí­ti­cos de todas las gra­da­cio­nes, entre los cua­les a veces se hace difí­cil dis­tin­guir el grano de la paja.

Hoy nues­tro país vive una situa­ción sin pre­ce­den­tes. A la cri­sis eco­nó­mi­ca y fis­cal que ha lle­va­do a nues­tro país a la ban­ca­rro­ta, se suma aho­ra el efec­to devas­ta­dor de los desas­tres natu­ra­les recien­tes que nos han ocu­rri­do, y la pan­de­mia del COVID-19 que le ha dado un vuel­co ines­pe­ra­do a nues­tras vidas y a toda la sociedad.

En estas cir­cuns­tan­cias, la corrup­ción y el des­pil­fa­rro de fon­dos públi­cos se con­vier­ten en un cri­men que tras­cien­de el mero robo de bie­nes comu­nes. Es una con­duc­ta des­pre­cia­ble e inmo­ral, ade­más de cri­mi­nal, la que per­mi­te que fon­dos que se nece­si­tan para pres­tar ser­vi­cios esen­cia­les a nues­tro pue­blo, se des­víen para ama­man­tar a una enor­me cama­da de pará­si­tos políticos.

En Puer­to Rico, la corrup­ción y el des­pil­fa­rro han ido cre­cien­do expo­nen­cial­men­te en la medi­da en que el que el sis­te­ma colo­nial-capi­ta­lis­ta se ha derrum­ba­do a nues­tro alre­de­dor. Ese derrum­be ha dis­pa­ra­do la depen­den­cia cada vez mayor de fon­dos del gobierno de Esta­dos Uni­dos. En manos de los malos polí­ti­cos que nos han gober­na­do, ese dine­ro se ha con­ver­ti­do en un botín para seguir bene­fi­cian­do a las altas esfe­ras de los dos ban­dos deca­den­tes que se han tur­na­do en el gobierno colo­nial duran­te lar­gos años.

Nues­tro pue­blo tie­ne en sus manos una gran opor­tu­ni­dad en la elec­ción del pró­xi­mo, 3 de noviem­bre: uti­li­zar el voto para enjui­ciar la con­duc­ta de esos polí­ti­cos que le han falla­do por­que se con­si­de­ran por enci­ma de las leyes, y del bien y el mal. Qui­tar­les los fon­dos públi­cos de las manos a esos far­san­tes sería un gran pri­mer paso hacia el logro de una mayor jus­ti­cia para nues­tro pueblo.

*Fuen­te: Cla­ri­dad

Itu­rria /​Fuen­te

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