Chi­le. Los sin vergüenza

Por Juan Pablo Cár­de­nas S., Poli­ti­ka, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 2 de noviem­bre de 2020.

El libro de Ber­nard Manin «Prin­ci­pios del gobierno repre­sen­ta­ti­vo» (1993) expo­ne algu­nas ver­da­des cui­da­do­sa­men­te ocul­ta­das por la cos­tra polí­ti­ca para­si­ta­ria. Ejem­plo: «Es pre­ci­so notar de entra­da una pri­me­ra dife­ren­cia entre demo­cra­cia direc­ta y régi­men repre­sen­ta­ti­vo, a saber, que en este últi­mo no se le acuer­da nin­gún papel ins­ti­tu­cio­nal al pue­blo reu­ni­do». Si los ciu­da­da­nos tie­nen el mis­mo poder de ele­gir con su voto, no tie­nen nin­gu­na posi­bi­li­dad de ser ele­gi­dos, por­que los polí­ti­cos pro­fe­sio­na­les y sus par­ti­dos mono­po­li­zan las can­di­da­tu­ras.

Mone­da-Con­gre­so
Luga­res en los que actual­men­te se con­cen­tra una gran den­si­dad de sinvergüenzas

Hubie­ra que­ri­do en esta colum­na dar cuen­ta de una pro­fun­da auto­crí­ti­ca de la cla­se polí­ti­ca des­pués de los resul­ta­dos del Ple­bis­ci­to. A pro­pó­si­to de ese casi ochen­ta por cien­to de ciu­da­da­nos que vota­ron por dero­gar la Cons­ti­tu­ción de Pino­chet pero, tam­bién, para expre­sar su repu­dio al Gobierno, al Par­la­men­to y, en gene­ral, a los más altos fun­cio­na­rios públi­cos, inclui­dos los ofi­cia­les de las FFAA, las jefa­tu­ras de Cara­bi­ne­ros y de la poli­cía civil. Sin embar­go, antes de que se escru­ta­ran los últi­mos sufra­gios, los par­ti­dos hicie­ron caso omi­so de la sen­ten­cia popu­lar y a la maña­na siguien­te reini­cia­ron su con­sa­bi­do ofi­cio electoral.

Por cier­to que, tam­po­co, hubo minis­tros, sub­se­cre­ta­rios, legis­la­do­res, alcal­des o con­ce­ja­les que renun­cia­ran a sus car­gos o deja­ran a dis­po­si­ción de los mili­tan­tes la con­duc­ción de sus par­ti­dos. En esta acti­tud, una vez más, no hubo ven­ce­do­res ni ven­ci­dos. Ni siquie­ra los que públi­ca­men­te lla­ma­ron a pro­lon­gar la ins­ti­tu­cio­na­li­dad vigen­te o aspi­ra­ron a que el pue­blo les rega­la­ra siquie­ra un esca­ño en la Con­ven­ción Cons­ti­tu­cio­nal que se encar­ga­rá de defi­nir la pró­xi­ma Car­ta Mag­na. Toda una des­ver­güen­za que no se entien­de des­de los paí­ses demo­crá­ti­cos acos­tum­bra­dos a escu­char a los ciu­da­da­nos y prac­ti­car real­men­te la alter­nan­cia en el poder.

El país debe ele­gir a todos los miem­bros de la Cons­ti­tu­yen­te en lo que debe ser una asam­blea pari­ta­ria de hom­bres y muje­res, pero por sobre todo al Ser­vi­cio Elec­to­ral debie­ra dotár­se­le de atri­bu­cio­nes para impe­dir que los par­ti­dos mono­po­li­cen las nómi­nas de can­di­da­tos, dán­do­le a las orga­ni­za­cio­nes socia­les y a los inde­pen­dien­tes o, mejor dicho, no mili­tan­tes, la posi­bi­li­dad real de par­ti­ci­par en los pró­xi­mos comi­cios. Todos debe­mos exi­gir que se legis­le urgen­te­men­te para impe­dir los arre­glos cupu­la­res y los millo­na­rios gas­tos elec­to­ra­les, de for­ma que no lle­guen a ins­ta­lar­se en la Cons­ti­tu­yen­te los mis­mos de siem­pre, los que tie­nen dine­ro o quie­nes se pro­po­nen, cier­ta­men­te, y como lo han decla­ra­do, mori­ge­rar los cam­bios, sal­var el mode­lo eco­nó­mi­co des­igual y com­ba­tir el des­con­ten­to popu­lar con mayor repre­sión poli­cial y vio­la­cio­nes de los DDHH. Sin embar­go, lo que esta­mos per­ci­bien­do es que a lo sumo serían los pro­pios par­ti­dos los que agre­ga­rían a sus lis­tas a algu­nos inde­pen­dien­tes, por­que a éstos se les haría prác­ti­ca­men­te impo­si­ble pos­tu­lar autó­no­ma­men­te de las colec­ti­vi­da­des polí­ti­cas, según la ley elec­to­ral vigente.

Menos opor­tu­ni­da­des ten­drían, toda­vía, las innu­me­ra­bles orga­ni­za­cio­nes socia­les que reple­ta­ron ciu­da­des y pue­blos con sus deman­das, sin que en estas mani­fes­ta­cio­nes pudié­ra­mos visua­li­zar los estan­dar­tes par­ti­dis­tas ni los ros­tros de los polí­ti­cos acti­vos y bien apol­tro­na­dos en el Con­gre­so Nacio­nal y el Eje­cu­ti­vo. Se sabe que cuan­do algu­nos de estos qui­sie­ron sumar­se a las mar­chas, tuvie­ron que esca­par rápi­da­men­te para no ser ver­da­de­ra­men­te lin­cha­dos por el pue­blo. Fue­ran de dere­cha, izquier­da o cen­tro. Por más que los cana­les de tele­vi­sión, algu­nos perió­di­cos o emi­so­ras los con­vo­ca­ran a sus mati­na­les y noti­cia­rios faran­du­le­ros y los hicie­ran par­te de un esta­lli­do social con el que no estu­vie­ron com­pro­me­ti­dos ni invi­ta­dos, des­pués de trein­ta años que se die­ron maña para dar­le con­ti­nui­dad a la heren­cia ins­ti­tu­cio­nal pino­che­tis­ta y al régi­men neoliberal.

Como ya se ha indi­ca­do, antes de la pró­xi­ma con­tien­da pre­si­den­cial, los chi­le­nos ten­dre­mos que ele­gir a los gober­na­do­res de todo el país, a las auto­ri­da­des muni­ci­pa­les y a los miem­bros de la Con­ven­ción Cons­ti­tu­cio­nal. De allí que resul­te tan absur­do y mons­truo­so en estos días la pro­cla­ma­ción de tan­tos pos­tu­lan­tes para suce­der a Piñe­ra en La Mone­da. Al menos unos cua­tro o cin­co de los par­ti­dos ofi­cia­lis­tas; otros tres o cua­tro del PPD y del Par­ti­do Socia­lis­ta; míni­mo unos cua­tro cin­co de la Demo­cra­cia Cris­tia­na; unos dos o tres del Fren­te Amplio y de sus gru­pos o “sen­si­bi­li­da­des”, como las lla­man, ade­más del siem­pre lis­to can­di­da­to del PRO, un alcal­de comu­nis­ta que sin tapu­jos tam­bién se ha auto desig­na­do. Como tam­bién aguar­da­mos por los de otras colec­ti­vi­da­des que siem­pre se mues­tran pres­tos a ofre­cer a sus ros­tros para des­em­pa­tar las que­re­llas entre los par­ti­dos más gran­des. Entre todo un espec­tro polí­ti­co que no suma más de cien o cien­to cin­cuen­ta mil mili­tan­tes. Sin con­tar toda­vía el cró­ni­co ape­ti­to de quie­nes bus­can repe­tir­se el pla­to en La Mone­da. Aque­llos y aque­llas figu­ras que no los inhi­ben ni el paso impla­ca­ble de sus años ni los suce­si­vos actos de corrupción.

Enten­di­da la polí­ti­ca en Chi­le como una carre­ra cons­tan­te por el poder y los car­gos de “repre­sen­ta­ción”, es decir nun­ca o muy pocas veces como una opor­tu­ni­dad de ser­vi­cio públi­co, esta pro­li­fe­ra­ción de can­di­da­tos no nos pare­ce tan extra­ña, aun­que cada vez se haga más indig­nan­te. Debe­mos ser el país en toda la tie­rra que se nutre de menos agru­pa­cio­nes sin­di­ca­les juve­ni­les y gre­mia­les. Ya no exis­ten los par­ti­dos que en el pasa­do se ufa­na­ban de repre­sen­tar a la cla­se obre­ra o, siquie­ra, a los sec­to­res medios. Asi­mis­mo, son muchos los jóve­nes que se han atre­vi­do a fun­dar nue­vos movi­mien­tos y que en muy pocos años han ter­mi­na­do envuel­tos por los pac­tos elec­to­ra­les, como extra­via­dos por los gran­des empre­sa­rios que finan­cian la acti­vi­dad elec­to­ral o las vota­cio­nes de los legisladores.

De seguir este gra­ve des­dén a los ver­da­de­ros artí­fi­ces de los resul­ta­dos del Ple­bis­ci­to, lo sen­sa­to sería que los sec­to­res socia­les vol­vie­ran a gol­pear la mesa, irrum­pie­ran nue­va­men­te en las calles para hacer toda­vía más explí­ci­to su repu­dio al con­jun­to de la cla­se polí­ti­ca. La lucha, en este sen­ti­do, no solo es con­tra el gobierno de Piñe­ra, sino a favor de esta­ble­cer una ins­ti­tu­cio­na­li­dad genui­na­men­te demo­crá­ti­ca, inclui­do el res­ca­te de todos los dere­chos polí­ti­cos, eco­nó­mi­cos y socia­les con­cul­ca­dos. Devol­ver­le la sobe­ra­nía al pue­blo y arre­ba­tár­se­la a los necios que dicen actuar en su nom­bre, y que solo vie­nen trai­cio­nán­do­lo en todas las últi­mas décadas.

Oja­lá no nos deje­mos madru­gar nue­va­men­te por las tram­pas polí­ti­cas del sis­te­ma elec­to­ral y que en los comi­cios veni­de­ros la par­ti­ci­pa­ción elec­to­ral exi­ja un pac­to pre­vio de garan­tías polí­ti­cas, si no que­re­mos repe­tir­nos en la masi­va abs­ten­ción ciu­da­da­na o fomen­tar la vio­len­cia como solu­ción a las injus­ti­cias. El pue­blo debe avan­zar a la pri­me­ra línea de la acción y deci­sio­nes políticas.

Itu­rria /​Fuen­te

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