Por José Antonio Ramos*, Resumen Latinoamericano, 4 de noviembre de 2020.
La fiebre sí está en la sábana (Parte III)
El voto inteligente, mixto o cruzado
Como parte de los discursos y las narrativas que insisten en la necesidad imperiosa de salvaguardar nuestra sagrada democracia, artefacto que se acuna con devoción y se resguarda con celo, escuchamos voces sospechosamente sabias y prudentes, que reclaman la necesidad de votar con conciencia, sensatez e inteligencia, de no dejarnos llevar por las pasiones políticas o el fanatismo. Insisten en que el sistema democrático funciona, solo debemos escoger las mejores opciones que ofrecen los dos partidos mayoritarios (y ahora, las nuevas candidaturas que quedan al margen de esa mayoría). Las personas adecuadas para enderezar este país están ahí, vociferan. Únicamente tenemos que, y podemos, acoger para el gobierno a las personas más aptas, a las personas más comprometidas con el pueblo. Es una cuestión simple: votemos con inteligencia.
Pero en realidad, no hay voto inteligente que valga cuando el bienestar de la mayoría de la ciudadanía va a quedar relegado. Relegado, ya que conseguido el poder, por el partido en cuestión, surge la transmutación pos campaña y pos promesas electorales. Cuando los intereses y las necesidades de la gente del pueblo choquen de forma inevitable con los intereses y las necesidades de las personas selectas y apalabradas para gozarse los fondos públicos y el buen vivir, no hay dudas hacia qué lado se inclinarán (o se desbocarán) las y los funcionarios electos.
Valga la aclaración de que el voto inteligente no debe confundirse con el llamado, curiosamente, voto útil. La utilidad de este se ha reservado para llevar al PPD a la administración del país (con el voto como represalia contra el PNP por sus funestos gobiernos) y mantener al Partido Popular vivo de forma artificial, con un corazón y un cerebro muertos.
En un momento dado de nuestra historia el electorado comienza a cruzar líneas partidistas al ejercer su voto, en detrimento del voto íntegro que disfrutaron por años el PPD y el PNP. Este fenómeno electoral del voto mixto se debió a que cada vez era más evidente que sus gobiernos no ponían su esfuerzo en, ni tenían la intención de, proveer lo básico y mitigar las carencias de la gente del país. Esto por causa (y vuelvo a enumerar): de tener que cumplir con los compromisos contraídos con la camarilla que los ayudaron a arribar al control del aparato gubernamental; tener que seguir la directrices de los grupos que se imponen, porque a final de cuentas controlan el poder económico y político real y concreto; por buscar satisfacer sus propios intereses, que los llevan a ‘rebuscárselas cómo puedan’; por aparentar que sus preocupaciones están puestas primordialmente en beneficio del pueblo; y por último, por su incapacidad desolada de compaginar todos estos aspectos y mantener una buena cara. Su descrédito seguía y sigue en aumento sin freno.
La discusión que se produce alrededor de presentarse a votar y del llamado voto inteligente, como si fuera una cuestión vital, se convierten en imperativos como medio de alimentar el simulacro democrático. A él se le añade ahora el tema de acabar con el bipartidismo. Problema que nos aqueja, sí, pero que se vuelve en otra distracción o entretenedor en la medida que su disolución, y por ende, su solución, no está en sustituir uno de los partidos tradicionales por un partido marginado por décadas (PIP) o uno emergente (MVC).
No hay malabarismo intelectual (en las cuerdas y sin mallas protectoras) que no reviente contra la realidad de que la democracia es una patraña, una celada.
El voto, sesudo o no, como medio de hacernos un mejor país ha fracasado. Que podría ser mecanismo de cambios, siempre es una alternativa a considerar. Para lograrlo necesitaremos una organización, movimiento o partido que surja de la lucha en la calle y para la lucha emancipadora y transformadora, con la participación democrática directa sobre qué, cómo y para quiénes hacer las cosas. No como la democracia (así espatillá) que vivimos, que no es más que la tapadera de un engaño articulado para que la mayoría sostenga con su trabajo, miseria y necesidades las (más o menos) copiosas ganancias (pero siempre ganancias) de la minoría riente.
PD. Ni hablar de la formalidad, seriedad y reverencia con que la prensa televisiva, radial y escrita trata los debates, foros, entrevistas y las apariciones públicas de las y los candidatos, y lo que tengan que decir. Además, periodistas, comunicadores y figuras públicas, algunas hasta de buena fe o por ingenuidad (o ignorancia), exponen con entusiasmo que es una responsabilidad salir a votar, por la trascendencia de tal acto, cómo si no estuviéramos como estamos por tan importantísimos eventos bisiestos.
PD. Y qué decir de la burda maniobra de El nuevo día que con su encuesta le da un empujoncito a la gente, que justificadamente está reacia a votar, para que se presente en los colegios electorales, con la carnada de que el PPD y el PNP se encuentran más o menos empatados, y sienta que puede decidir. Increíble el desparpajo de esta empresa de familia millonaria con su careta de medio periodístico.
*Fuente: Bandera Roja