Resumen Latinoamericano*, 9 de noviembre de 2020.
En un poco más de dos semanas, los pueblos de Bolivia, Chile y EEUU, lograron oficializar su rotundo rechazo a la política autoritaria, supremacista y corrupta expresadas en el golpismo boliviano, la constitución pinochetista de Chile y el nefasto gobierno de Donald Trump. En Paraguay, durante estas últimas semanas, también se ha expresado el fuerte rechazo al saqueo, la corrupción y la imposición de un orden absolutamente autoritario, desigual e injusto, instalado por el stronismo, al cuestionar las tierras malhabidas de manera extendida, en todo nuestro país.
El triunfo de Luis Arce como Presidente en Bolivia, es el triunfo de las mayorías trabajadores que padecieron la persecución y el terror con brutalidad racista desde que la derecha realizó el golpe contra Evo Morales. El arrasador voto del pueblo chileno para sepultar la constitución del tirano fascista Pinochet representa la intolerancia popular a la institucionalización de la exclusión económica, social y política. Y la derrota de Donald Trump es el grito del pueblo norteamericano para frenar el discurso y las acciones de odio supremacista contra afrodescendientes, latinos y demás nacionalidades que tengan en común su condición de trabajadores, además de la búsqueda de todos los pueblos, por superar esta enorme crisis del sistema capitalista, agudizada por la pandemia de la COVID-19.
El pueblo paraguayo retomó una importante y fundamental presión sobre las patronales al repudiar a los usurpadores de tierras malhabidas, identificando al stronismo como lo que es: un régimen autoritario y terrorista dispuesto a entregar nuestros recursos a patronales extranjeras y enriquecer, de manera fraudulenta, a miembros y amigos corruptos.
Cuando mujeres y hombres luchamos con dignidad y coraje, debemos celebrarnos, reconocernos, estimularnos, porque para continuar defendiendo sus privilegios, los millonarios quieren que seamos obedientes y resignados. Necesitan hacernos creer que no seremos capaces de juzgar y condenar el robo, la violencia, la injusticia para poder sostener su sistema de saqueo y explotación. Demostrar que eso no es verdad es un paso importante de nuestra fuerza.
Las crisis profundas suelen despertar sentimientos defensivos positivos y negativos. Los positivos están relacionados con la solidaridad, la capacidad de ubicarse en el lugar de la otra persona, el exigir que quienes más tienen y más consumen, más deben dar en términos de impuestos, reivindicar derechos que se deben garantizar, como el de la salud y la educación gratuitas y de calidad, e inclusive cuestionarse los orígenes de la misma crisis para intentar una salida superadora que sea humanista. Por otro lado, los sentimientos y conductas negativas se suelen expresar en la mezquindad, la competencia en la carrera del “sálvese quien pueda”, la total desesperanza en la humanidad para defender el derecho a la vida, o en aquellas ideas nacionalistas que colocan a algunos pueblos como superiores, respecto a otros.
Las mayorías trabajadoras del Paraguay, Chile, Bolivia, EEUU y de todo el mundo, tenemos en común nuestro esfuerzo en el trabajo, nuestros anhelos de justicia, nuestra disposición para luchar. Todos los pueblos somos valientes, como ya lo hemos mencionado en otros documentos de nuestro Partido y en diferentes espacios sociales y políticos. Los problemas para expresar esa fuerza, esa valentía, se ubican en la desconfianza producto de la cultura capitalista que se empeña en esconder la explotación de las patronales contra los trabajadores y ubicar como principal y necesaria aspiración el consumismo, mercatilizando todos los aspectos de la vida y la dignidad humana, naturalizando la explotación en la relación entre el patrón y el empleado, porque es la única lógica en la que nos educaron.
Las y los comunistas tenemos plena certeza de que existen otras formas de organizarnos para producir y vivir mejor, superando esta lógica perversa, como también somos conscientes de la necesidad de frenar los intentos de peores y más peligrosos retrocesos, colocando gobiernos más autoritarios, corruptos y defensores de ese nacionalismo racista que discrimina y menosprecia a otros pueblos.
Al claro mensaje de los pueblos en repudio a la explotación, represión y al saqueo, debemos contribuir alimentando un razonable debate sobre la crisis del capitalismo y la necesidad-posibilidad de superarlo como orden económico, social y cultural.
Es difícil pronosticar lo que pasará con el nuevo gobierno norteamericano, con Biden al frente, pero su trayectoria de guerras y menosprecio de procesos organizativos de otros países, además de su posición de clase al servicio de las patronales, nos muestran que la inercia explotadora, guerrerista y depredadora del capitalismo continuará, con un discurso lavado pero sin cambiar su esencia.
Es por esto que las tareas para las mayorías trabajadoras se concentran en madurar su unidad nacional e internacional, imúlsando la emergencia de proyectos y liderazgos que transmitan de manera coherente esa transparencia y honestidad en defensa real de los intereses colectivos que logren congeniar con los individuales, para derivar en un proyecto de nueva sociedad que garantice el desarrollo de nuestros talentos y la preservación de nuestro mundo.
*Fuente: Adelante! | Nota editorial
**Ilustración de portada: David Eusebio