Por el futu­ro, des­de el pre­sen­te – Joxe Mari Olarra

La his­to­ria de Pue­blo Vas­co ha sido siem­pre la de la lucha sos­te­ni­da por la super­vi­ven­cia, la cons­tan­te pelea para con­ser­var su hue­lla sobre la tie­rra que fue here­dan­do de sus ante­ce­so­res. Pare­ce impo­si­ble ser un pue­blo tan peque­ño como el nues­tro y que se haya man­te­ni­do vivo a lo lar­go de los siglos sobre­po­nién­do­se una y otra vez, de una u otra for­ma, a enemi­gos increí­ble­men­te más pode­ro­sos; otros tenían y tie­nen fuer­za, pero el pue­blo vas­co ha sido y es fuer­te; en su peque­ñez, en su humil­dad… ¡pero fuerte!

Muchos se pre­gun­tan de dón­de vie­ne esa fuer­za que ha con­se­gui­do que no sea­mos una nación asi­mi­la­da por los esta­dos veci­nos, que siga­mos con­ser­van­do nues­tro idio­ma mile­na­rio, que con­ti­nue­mos osten­tan­do una iden­ti­dad pro­pia que nos hace ser el pue­blo más anti­guo de Europa.

Supon­go que hay res­pues­ta a estas pre­gun­tas des­de las dife­ren­tes ramas del cono­ci­mien­to ‑de hecho las hay- de los ras­gos que se vie­nen des­ta­can­do. Dos son las que en estos momen­tos me intere­sa sub­ra­yar, por­que con­si­de­ro que corres­pon­den a la pro­pia esen­cia de nues­tra idio­sin­cra­sia como per­so­nas y como pue­blo, y creo que es gra­cias a ellas que hoy en día somos una nación enrai­za­da en la his­to­ria que se pro­yec­ta al futuro:

A mi enten­der, el pri­me­ro de los ras­gos es la capa­ci­dad de adap­ta­ción a cada momen­to de lucha por la defen­sa de nues­tra iden­ti­dad pro­pia, de Ama­lur, de «la casa del padre»; el segun­do, la facul­tad del carác­ter vas­co de unir las ener­gías indi­vi­dua­les en aras a la con­se­cu­ción de un obje­ti­vo común superior.

En estos momen­tos que vivi­mos, la fusión de ambas ener­gías debe tras­cen­der del pro­pio obje­ti­vo his­tó­ri­co de la resis­ten­cia para con­ver­tir­se y per­mi­tir­nos rena­cer como nación sobe­ra­na, como esta­do, es decir, nos toca for­jar y poner a pun­to las herra­mien­tas más ade­cua­das para reco­ger la cose­cha de lo sem­bra­do hace tiem­po y lan­zar­nos a la tarea uni­dos. Un tra­ba­jo común, hom­bro con hom­bro, de todos y cada uno de quie­nes soña­mos y lucha­mos por una Eus­kal Herria cuyos ciu­da­da­nos y ciu­da­da­nas sean autén­ti­ca­men­te due­ñas de un futu­ro como pueblo.

Es pri­mor­dial que inte­rio­ri­ce­mos has­ta el tué­tano que la úni­ca ener­gía váli­da para la supera­ción de la fase en la que vivi­mos está en noso­tros mis­mos, en nues­tro com­pro­mi­so; sea éste gran­de o peque­ño, sin la par­ti­cu­lar apor­ta­ción de cada uno la cose­cha no será posible.

Nadie nos va a orga­ni­zar el futu­ro como quien pin­ta el alba sobre un lien­zo y lue­go lo expo­ne para nues­tra con­tem­pla­ción y dis­fru­te. Las cosas no son así; y mucho menos aho­ra. De ahí que se insis­ta tan­to en que este camino que hemos empren­di­do sólo lle­ga­rá a buen fin si cami­na­mos todos jun­tos. Aban­do­nán­do­nos a la iner­cia de los acon­te­ci­mien­tos, sien­do meros obser­va­do­res de los flu­jos y reflu­jos de los movi­mien­tos polí­ti­cos no con­se­gui­re­mos avan­zar. Los cami­nan­tes son quie­nes dan sen­ti­do al caminar.

Cuan­do una per­so­na pone un pie sobre la tie­rra abre mil cami­nos. Para que el camino sea el que nos lle­ve a la demo­cra­cia, a la paz, a la sobe­ra­nía, a la inde­pen­den­cia, ese paso debe­rá ser el del com­pro­mi­so deci­di­do de todos los aber­tza­les y pro­gre­sis­tas de izquierda.

Hemos repe­ti­do muchas veces eso de que todos debe­mos dar un poco para que unos pocos no ten­gan que dar­lo todo. Ése ha sido el des­per­tar de infi­ni­dad de cora­zo­nes puros, de com­pro­mi­sos desin­te­re­sa­dos y gene­ro­sos que han ido abrien­do camino cuan­do éste era más tor­tuo­so y enma­ra­ña­do de zar­zas. La luz de esa con­sig­na tie­ne hoy un sig­ni­fi­ca­do espe­cial, por­que en estos momen­tos hay posi­cio­nes des­de don­de todos y cada uno pode­mos apor­tar para abrir un nue­vo tiem­po a Eus­kal Herria, un nue­vo tiem­po en el que ya no sea impres­cin­di­ble el que unos pocos ten­gan que dar­lo todo para que «la casa del padre» siga en pie, para que siga viva nues­tra nación mile­na­ria y su estre­lla alcan­ce a bri­llar con luz pro­pia, la que corres­pon­de, en el uni­ver­so de los pue­blos libres y soberanos.

Una estre­lla que bri­lle orgu­llo­sa por la dig­ni­dad de haber man­te­ni­do el lega­do de los ante­pa­sa­dos y de haber sido capaz de colo­car al pue­blo vas­co en la médu­la del siglo XXI.

Por­que gra­cias a quie­nes no aga­cha­ron la fren­te duran­te déca­das, duran­te siglos, somos un pue­blo en mar­cha hacia la cons­truc­ción de su pro­pio maña­na, hacia la cons­ti­tu­ción de un nue­vo estado.

Son impres­cin­di­bles las manos, no me can­sa­ré de decir­lo. Todos tene­mos algo que dar para ser los autén­ti­cos arqui­tec­tos de nues­tro por­ve­nir como vas­cos libres en un pue­blo libre. Por­que edi­fi­car un país no es patri­mo­nio de éli­tes polí­ti­cas, es una res­pon­sa­bi­li­dad que ata­ñe a todos sus ciu­da­da­nos, des­de la base mis­ma de la socie­dad. Es una res­pon­sa­bi­li­dad que hoy en día tene­mos el deber de empu­ñar todos los aber­tza­les y progresistas.

Uni­dad des­de la dife­ren­cia­li­dad de cada par­ti­cu­lar tra­di­ción polí­ti­ca; pero fun­di­dos en una mis­ma alea­ción para sacar ade­lan­te Eus­kal Herria, mano a mano, sudor con sudor. Pon­ga­mos todas nues­tras ilu­sio­nes y com­pro­mi­sos en el cri­sol del futu­ro, por­que las nacio­nes levan­ta­das des­de el tra­ba­jo en común son las que siem­pre per­ma­ne­cen vivas. Esa res­pon­sa­bi­li­dad es la que nos toca, esta­mos en el momen­to de poner en común las ener­gías indi­vi­dua­les y colec­ti­vas para hacer de la tie­rra vas­ca el nue­vo Esta­do de Eus­kal Herria.

Vamos caminando,y lo vamos hacien­do guia­dos por la luz que nos apor­ta nues­tro reco­rri­do histórico.

La izquier­da aber­tza­le ha apren­di­do de las som­bras y en las som­bras a cami­nar a cie­lo abier­to; ana­li­zan­do el por­qué de los erro­res come­ti­dos has­ta aho­ra y toman­do de ellas las ense­ñan­zas debi­das para avan­zar con paso más cer­te­ro, más fir­me; con el que nos con­duz­ca de for­ma efi­caz a la liber­tad de Eus­kal Herria.

Toda la his­to­ria que pon­ga­mos en la mochi­la, no es un peso que nos las­tre, sino todo lo con­tra­rio. Hemos lle­ga­do has­ta aquí hacien­do un camino del que debe­mos sen­tir­nos orgu­llo­sos, ése es el com­bus­ti­ble que nos ali­men­ta, el que nos lle­va­rá a la meta con la cabe­za bien alta y la satis­fac­ción del deber cumplido.

Hay en el hori­zon­te el res­plan­dor de una auro­ra que pre­ci­sa del alien­to de todos para con­ver­tir­la en el nue­vo ama­ne­cer que nos recla­ma Eus­kal Herria. No pode­mos elu­dir de modo alguno esa responsabilidad.

Tene­mos en nues­tras manos las rien­das del por­ve­nir. Por aque­llos que gra­cias a quie­nes «la casa del padre» sigue en pie a pesar de los lodos; por los que han caí­do en el camino; por el pre­sen­te que nos corres­pon­de: por el futu­ro de las pró­xi­mas generaciones.

Cada uno des­de el tono de su matiz, des­de su par­ti­cu­lar tra­di­ción polí­ti­ca, des­de la diver­si­dad que nos enri­que­ce y nos hace más fuertes.

Como pro­yec­to estra­té­gi­co: todas las manos uni­das para asen­tar el fir­me camino que nos lle­ve a la sobe­ra­nía, que nos abra las puer­tas de la inde­pen­den­cia, las ala­me­das hacia un nue­vo esta­do ins­pi­ra­do en un mode­lo social alter­na­ti­vo. Encen­der esa estre­lla y colo­car­la en el con­cier­to de las nacio­nes es la tarea en la que esta­mos, con el tra­ba­jo en común y tejien­do entre todos una tupi­da red de com­pro­mi­sos, ¡lo lograremos!

Es una res­pon­sa­bi­li­dad inelu­di­ble con el futu­ro, des­de el presente.

Mere­ce la pena, lo haremos.

Gora Zutik Eus­kal Herria!

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