Argentina. Entre las continuidades y las necesarias rupturas

Argen­ti­na. Entre las con­ti­nui­da­des y las nece­sa­rias rupturas

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Por Eduar­do Luci­ta, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de enero de 2021.

Anto­nio Grams­ci supo escri­bir un tex­to en el que afir­ma­ba «odio el año nue­vo», por­que «se aca­ba cre­yen­do que, entre un año y otro, hay una solu­ción de con­ti­nui­dad y que empie­za una nue­va his­to­ria. Así la fecha se con­vier­te en una moles­tia, un para­pe­to que impi­de ver que la his­to­ria sigue desa­rro­llán­do­se siguien­do una mis­ma línea fun­da­men­tal». Sin ir más lejos, en este ini­cio del 2021, la pan­de­mia no solo no lle­ga a su fin sino que está recru­de­cien­do, la eco­no­mía del país se hun­dió y sigue el inte­rro­gan­te sobre el futu­ro de una cri­sis iné­di­ta y su com­por­ta­mien­to en el 2021 que, más allá de un rebo­te, no es segu­ro el crecimiento. 


El año de la pan­de­mia como recor­da­re­mos por siem­pre al 2020 (de la rata de metal en el horós­co­po chino), ter­mi­nó con un rebro­te del virus y con el des­cu­bri­mien­to de las vacu­nas, pero tam­bién con el logro del abor­to legal segu­ro y gra­tui­to, resul­ta­do de años de movi­li­za­cio­nes y deba­tes. El 2021 (año del búfa­lo) será el de la vacu­na­ción masi­va y debe­rá ser sí o sí, más allá de lo que diga el horós­co­po, el de la lucha con­tra la des­igual­dad social.

El filó­so­fo ita­liano Anto­nio Grams­ci supo escri­bir un céle­bre tex­to en el que afir­ma­ba «odio el año nue­vo». Lo odia­ba por­que «se aca­ba cre­yen­do que de ver­dad, entre un año y otro, hay una solu­ción de con­ti­nui­dad y que empie­za una nue­va his­to­ria. Así la fecha se con­vier­te en una moles­tia, un para­pe­to que impi­de ver que la his­to­ria sigue desa­rro­llán­do­se siguien­do una mis­ma línea fundamental».

El escri­to del fun­da­dor del PC ita­liano es cer­te­ro, no caben dudas de esas secuen­cias que se tras­mi­ten de un año a otro. Sin ir más lejos, en este ini­cio del 2021 la pan­de­mia no solo no lle­ga a su fin sino que está recru­de­cien­do, la eco­no­mía del país se hun­dió y sigue el inte­rro­gan­te sobre el futu­ro de una cri­sis iné­di­ta y su com­por­ta­mien­to en el 2021 que, más allá de un rebo­te, no es segu­ro el crecimiento.

Con­ti­nui­da­des

El estan­ca­mien­to de la eco­no­mía y un pro­ce­so rece­si­vo que lle­va ya tres años, pro­fun­di­za­do por la pan­de­mia, ha pro­vo­ca­do una des­ocu­pa­ción cre­cien­te y caí­da de los ingre­sos popu­la­res (sala­rios, jubi­la­cio­nes). Según los últi­mos infor­mes dis­po­ni­bles del INDEC y la UCA la tasa de des­ocu­pa­ción esta­ría en el 14,2 por cien­to de la pobla­ción acti­va, pero si se la corri­ge por el efec­to des­alien­to (quie­nes dejan de bus­car tra­ba­jo) esta­ría en el 28,5. La pobre­za habría alcan­za­do al 44,2 por cien­to de la pobla­ción (10,1 la indi­gen­cia); si no fue­ra por los pla­nes asis­ten­cia­lis­tas (IFE, AUH, Tar­je­ta Ali­men­tar y otros) lle­ga­ría a 53,1 por ciento.

Hay con­ti­nui­da­des ya his­tó­ri­cas: la res­tric­ción exter­na y la infla­ción, pre­sen­tes en todas las cri­sis; la deu­da exter­na y su corre­la­to el FMI y sus prés­ta­mos, que en bue­na par­te son la cau­sa de esas con­ti­nui­da­des his­tó­ri­cas. La deu­da exter­na con­su­me los exce­den­tes que gene­ra la acti­vi­dad pro­duc­ti­va del país des­de la dic­ta­du­ra mili­tar de 1976 en ade­lan­te (Pla­nes Baker y Brady, can­jes y mega­can­jes, blin­da­je y rees­truc­tu­ra­cio­nes), todo bajo el aten­to con­trol del FMI, con quien en ese perío­do se fir­ma­ron más de 20 pro­gra­mas de «ayu­da» des­ti­na­dos a esta­bi­li­zar la eco­no­mía y equi­li­brar las cuen­tas. Nin­guno fun­cio­nó, peor aún, incre­men­ta­ron las cri­sis, subor­di­nan­do todo inten­to de desa­rro­llo de las fuer­zas productivas.

Por el con­tra­rio la apro­ba­ción de la ley IVE (Inte­rrup­ción Volun­ta­ria del Emba­ra­zo) es el últi­mo esla­bón de una lar­ga cade­na de amplia­ción de dere­chos des­de 1983 a la fecha: patria potes­tad com­par­ti­da, divor­cio vin­cu­lar, fer­ti­li­dad asis­ti­da, muer­te dig­na, matri­mo­nio igua­li­ta­rio, iden­ti­dad de géne­ro, cul­ti­vo y uso del can­na­bis medi­ci­nal, abor­to legal… Aquí sí hay con­ti­nui­dad; si has­ta aho­ra el lema era «que sea ley» a par­tir del nue­vo año será «que se cum­pla la ley».

Rup­tu­ras necesarias

Es cier­to que la situa­ción social se agu­di­zó por la pan­de­mia, pero no menos cier­to es que las des­igual­da­des socia­les cre­cien­tes son tam­bién resul­tan­te de esas con­ti­nui­da­des estruc­tu­ra­les nega­ti­vas. Man­tie­nen su per­ma­nen­cia en el tiem­po desa­fian­do toda polí­ti­ca asis­ten­cia­lis­ta ins­tru­men­ta­da por los dis­tin­tos gobier­nos a tra­vés de los años. Es una ten­den­cia mun­dial resul­ta­do de la lógi­ca de la acu­mu­la­ción del capi­tal en este perío­do his­tó­ri­co, que en nues­tro país tie­ne ras­gos pro­pios. Inclu­so en el ciclo pro­gre­sis­ta de Amé­ri­ca Lati­na todos los gobier­nos redis­tri­bu­ye­ron ingre­sos, todos baja­ron la pobre­za, sin embar­go las des­igual­da­des cre­cie­ron. Fue así por­que la tasa de acu­mu­la­ción en lo alto de la pirá­mi­de resul­tó mayor y rotó más veloz­men­te que la tasa de reduc­ción de la pobre­za en el extre­mo infe­rior de la pirá­mi­de. En el año de la pan­de­mia las 500 per­so­nas más ricas del pla­ne­ta incre­men­ta­ron sus patri­mo­nios en más de un 30 por ciento.

No esta­ría mal que al menos por una vez esas secuen­cias se dis­con­ti­nua­ran. Que el aser­to del filó­so­fo ita­liano no se cum­plie­ra. Que efec­ti­va­men­te hubie­ra una rup­tu­ra con ese pasa­do y se empe­za­ra una nue­va his­to­ria. Que en el 2021 la vacu­na­ción masi­va die­ra resul­ta­dos, que a media­dos de año el Covid 19 fue­ra un mal recuer­do. Que se sus­pen­die­ran los pagos y se hicie­ra una inves­ti­ga­ción de la deu­da y se can­ce­la­ra todo com­pro­mi­so con el Fon­do. Que todos los recur­sos dis­po­ni­bles se vol­ca­ran a la recu­pe­ra­ción de la eco­no­mía, a crear empleo y aumen­tar sala­rios y jubi­la­cio­nes. Que las leyes se cum­plie­ran. Pero así como las cri­sis, las res­tric­cio­nes y el endeu­da­mien­to, la des­ocu­pa­ción y la pobre­za no son obra de la fata­li­dad ni un hecho de la natu­ra­le­za, tam­po­co lo son las medi­das a tomar para resol­ver los pro­ble­mas que se crean. Unas y otras depen­den de deci­sio­nes políticas.

Que paguen los que más tienen

Ya lo hemos dicho des­de esta colum­na: la solu­ción no pasa por mayor asis­ten­cia­lis­mo a los pobres, aun­que en la coyun­tu­ra resul­te un palia­ti­vo nece­sa­rio, tam­po­co por hacer más efi­cien­te esas asis­ten­cias, aun­que sería bueno mejo­rar­las. Por el con­tra­rio se nece­si­ta una polí­ti­ca tri­bu­ta­ria pro­gre­si­va que finan­cie un plan de efec­ti­vo desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, acom­pa­ña­do por un sala­rio social garan­ti­za­do por el Esta­do. El recién apro­ba­do impues­to a las gran­des for­tu­nas es un pri­mer paso, insu­fi­cien­te y limi­ta­do pero en la direc­ción correc­ta. Todo pasa por hacer que los ricos de toda rique­za con­tri­bu­yan a un país más igualitario.

Eduar­do Luci­ta, inte­gran­te del colec­ti­vo EDI (Eco­no­mis­tas de Izquierda)

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