El Ablí, el pri­mer poe­ta cono­ci­do de la pro­vin­cia de Almería

Por Jor­ge Liro­la, pro­fe­sor de ára­be de la UAL

El pri­mer autor del que tene­mos noti­cias de toda la pro­vin­cia de Alme­ría es un poe­ta que vivió en la segun­da mitad del siglo IX y que escri­bió en ára­be, la len­gua de cul­tu­ra de la épo­ca. Era uno de tan­tos his­pa­nos que se habían ara­bi­za­do y tam­bién isla­mi­za­do a los que se deno­mi­na mula­díes. Tam­bién hubo quie­nes no se isla­mi­za­ron, los lla­ma­dos mozá­ra­bes, si bien prác­ti­ca­men­te toda la pobla­ción fue ara­bi­zán­do­se, de for­ma que, inclu­so judíos y cris­tia­nos, uti­li­za­ban el ára­be como len­gua vehi­cu­lar y solo en los con­tex­tos sacros estas mino­rías reli­gio­sas uti­li­za­ban el hebreo y el latín respectivamente.

Se tra­ta de Abde­rrah­mán (algu­nos lo lla­man Abda­llah), hijo de Ahmad, El Ablí. Todo apun­ta a que había sido su padre quien se había con­ver­ti­do al islam, adop­tan­do el nom­bre de Ahmad. La fami­lia era ori­gi­na­ria de Abla; de ahí que fue­ra cono­ci­do el poe­ta por la nis­ba o adje­ti­vo de rela­ción con su patria chi­ca, Abla, que es carac­te­ri­za­da por los geó­gra­fos ára­bes como un cas­ti­llo entre Alme­ríaGra­na­da, que se encon­tra­ba en la vía de comu­ni­ca­ción prin­ci­pal entre Gua­dix y Pechi­na, la que había sido la anti­gua cal­za­da roma­na que unía ambas ciudades.

El Ablí fue cono­ci­do por ser el por­ta­voz de los mula­díes de la cora de Elvi­ra en el con­flic­to que los enfren­tó, jun­to a los cris­tia­nos, con­tra los ára­bes. Mula­díes y cris­tia­nos eran con­si­de­ra­dos como “no-ára­bes” (ayam, de don­de pro­ce­de al-aya­mi­ya, alja­mía, que era la len­gua roman­ce uti­li­za­da por los cris­tia­nos y lue­go tam­bién por los moris­cos, que se escri­bía con carac­te­res árabes).

Se ha que­ri­do ver en ese con­flic­to entre ára­bes y no-ára­bes (mula­díes y cris­tia­nos) la resis­ten­cia de estos últi­mos a isla­mi­zar­se y ara­bi­zar­se, cuan­do la reali­dad es bien dis­tin­ta: trans­cu­rri­das varias gene­ra­cio­nes en las que se había crea­do una nue­va reali­dad a nivel polí­ti­co­mi­li­tar, socio­eco­nó­mi­co, jurí­di­co y cul­tu­ral, como fue al-Anda­lus, las pobla­cio­nes autóc­to­nas, mayo­ri­ta­rias, ya muy ara­bi­za­das y en gran par­te tam­bién isla­mi­za­das, sin que hubie­ra pro­se­li­tis­mo para la con­ver­sión, dis­cu­tían a la mino­ría ára­be, que había copa­do todo el poder polí­ti­co, su pre­pon­de­ran­cia y exi­gían cotas de poder, pero lo hacían des­de den­tro de la nue­va cul­tu­ra impe­ran­te, la ára­be, como lo prue­ba el pro­pio El Ablí, que uti­li­za­ba la len­gua y la métri­ca ára­bes para expre­sar­se. Este pro­ce­so rei­vin­di­ca­ti­vo afec­tó no solo a al-Anda­lus, sino que tam­bién se pro­du­jo en el res­to de los terri­to­rios que los ára­bes habían colo­ni­za­do y fue tan­to a nivel polí­ti­co-mili­tar, como en el plano cul­tu­ral. Lo com­pro­ba­mos en la anti­gua Per­sia, don­de sus poe­tas, ple­na­men­te ara­bi­za­dos e isla­mi­za­dos, exi­gían cam­biar los mol­des clá­si­cos de una poe­sía arcai­zan­te en el len­gua­je y con una estruc­tu­ra temá­ti­ca tri­par­ti­ta de los poe­mas que des­cri­bían un mun­do del desier­to muy ale­ja­do ya de la nue­va reali­dad cir­cun­dan­te. Así vemos a poe­tas como Abú Nuwás cul­ti­var el tema báqui­co y des­de­ñar la poe­sía ára­be tra­di­cio­nal. Se tra­ta del movi­mien­to moder­nis­ta que intro­du­jo impor­tan­tes nove­da­des en el len­gua­je y en los temas, desa­rro­llan­do el géne­ro flo­ral y la des­crip­ción de pala­cios y jar­di­nes, pero sin rom­per con los mol­des clá­si­cos en la for­ma y, por supues­to, des­de la pro­pia len­gua ára­be, que se había impues­to como len­gua oficial.

En ese con­tex­to se entien­de el movi­mien­to deses­pe­ra­do de los már­ti­res cris­tia­nos de Cór­do­ba, pro­pi­cia­do por las pro­pias auto­ri­da­des ecle­siás­ti­cas, que veían que las igle­sias se que­da­ban vacías y que las nue­vas gene­ra­cio­nes de his­pa­nos aban­do­na­ban el latín para uti­li­zar el ára­be como len­gua de cultura.

La cri­sis se sol­ven­tó en el siglo X, con Abde­rrah­man III, que apli­có una polí­ti­ca en la que se dio más cabi­da a las pobla­cio­nes autóc­to­nas, de for­ma que se ten­dió hacia una homo­ge­nei­za­ción de la pobla­ción anda­lu­sí, siem­pre en el mar­co de la cul­tu­ra árabe.

De El Ablí solo nos han lle­ga­do algu­nos ver­sos, en ára­be clá­si­co y en per­fec­ta métri­ca ára­be, en el mar­co del due­lo poé­ti­co que sos­tu­vo con los vates ára­bes, sobre todo, con Muham­mad b. Saíd b. Muja­riq al-Asa­dí, de la tri­bu Asad, de los Banu Juzay­ma, que hacía de por­ta­voz de los ára­bes gra­na­di­nos, coman­da­dos pri­me­ro por Saw­war b. Ham­dun al-Muha­ri­bí al-Qay­sí y, tras la muer­te de este, por Saíd b. Sulay­man b. Yudí b. Asbat al-Saadí.

Se tra­ta de las típi­cas muá­ra­das, répli­cas que se hacían uti­li­zan­do el mis­mo metro y la mis­ma letra de rima que había emplea­do el replicado.

En uno de sus poe­mas, en el que apa­re­ce por pri­me­ra vez la men­ción de la Alham­bra como for­ta­le­za en la que esta­ban refu­gia­dos los ára­bes gra­na­di­nos, decía El Ablí, cono­cien­do bien qué decir para hacer daño a los ára­bes (tres ver­sos, metro tawil, rima en -“u, trad. Ángel C. López en la “Biblio­te­ca de al-Anda­lus“):

Sus casas están vacías y yermas

y los vien­tos impetuosos

las están cubrien­do de polvo.

Mien­tras ellos labran su extravío,

en la for­ta­le­za de la Alhambra,

don­de los aguar­dan duros combates,

como los que en ella libraron

con­tra su padre, nues­tras lanzas

y nues­tras afi­la­das espadas.

Otra de sus casi­das (poe­mas), en la que sati­ri­za­ba a los ára­bes, comen­za­ba así (metro wáfir, rima –lu; trad. José E. Guráieb):

Hemos que­bra­do sus lanzas,

que­da­ron humillados;

su orgu­llo y su poder

hemos aba­ti­do.

Tam­bién repli­có a esta casi­da al-Asa­dí, uti­li­zan­do el mis­mo metro e idén­ti­ca rima.

Gra­cias al his­to­ria­dor cor­do­bés Ibn Hay­yán, del que copia­ron el valen­ciano Ibn al-Abbar y el gra­na­dino Ibn Saíd, sabe­mos que este reci­tó un poe­ma en elo­gio de Saíd Ibn Yudí, el jefe de los ára­bes de Elvi­ra, quien qui­so recom­pen­sar­lo, pero uno de los pre­sen­tes le recor­dó el cita­do poe­ma en el que el poe­ta de Abla se vana­glo­ria­ba de que los mula­díes hubie­ran humi­lla­do a los ára­bes y, dado que en aquel poe­ma figu­ra­ba un ver­so que decía:

¡Cuán­to tiem­po hace

que la san­gre de sus muertos

yace en el fon­do de un pozo!,

Ibn Yudí orde­nó apre­sar a El Ablí y que alguno de los del clan ára­be de los Banu Suqa­la le die­ra muer­te, así como que su cadá­ver fue­ra arro­ja­do a un pozo pro­fun­do. Este fue el tris­te final del poe­ta de Abla, el pri­mer autor cono­ci­do de la actual pro­vin­cia de Almería.

Nos cabe repa­rar su memo­ria, pues, lamen­ta­ble­men­te, no es cono­ci­do en su tie­rra. El “Dic­cio­na­rio bio­grá­fi­co de Alme­ría“, edi­ta­do por el Ins­ti­tu­to de Estu­dios Alme­rien­ses, no lo inclu­yó en sus pági­nas, segu­ra­men­te por no con­tar, en el equi­po edi­to­rial que dise­ñó la obra, con nin­gún espe­cia­lis­ta en el rico y amplio lega­do inte­lec­tual anda­lu­sí, lega­do que dio gran­des fru­tos en la Edad Media y cuya ausen­cia en la refe­ri­da obra es muy sig­ni­fi­ca­ti­va. Sí lo reco­ge la “Biblio­te­ca de al-Anda­lus“, edi­ta­da por la Fun­da­ción Ibn Tufayl de Estu­dios Árabes.

La Uni­ver­si­dad de Alme­ría, por deci­sión de su vice­rrec­tor José Joa­quín Cés­pe­des Loren­te, apo­ya­da por el Rec­tor Car­me­lo Rodrí­guez Torre­blan­ca y el Direc­tor del Depar­ta­men­to de Filo­lo­gía Fran­cis­co Ála­mo, deci­die­ron que se deja­ra de impar­tir la asig­na­tu­ra de “Lite­ra­tu­ra ára­be anda­lu­sí” en el cur­so 2020 – 21, asig­na­tu­ra en la que eran tra­ta­dos este y otros muchos auto­res anda­lu­síes, inclui­dos los alme­rien­ses. Lo deci­die­ron pese a cons­tar esa asig­na­tu­ra en el plan de estu­dios actual y con la opo­si­ción de quien sus­cri­be y de la Socie­dad Espa­ño­la de Estu­dios Ára­bes. Segu­ra­men­te esas mis­mas auto­ri­da­des per­mi­ti­rán que se eli­mi­ne la refe­ri­da asig­na­tu­ra del nue­vo plan de Filo­lo­gía His­pá­ni­ca. ¿Qué se pue­de decir de aque­llas per­so­nas con poder de deci­sión que, por acti­va o por pasi­va, pre­fie­ren que se igno­re el pasa­do de su tierra?

Fuen­te: Ami­gos de la Alcazaba

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