Por: Fidel Castro Ruz, Resumen Latinoamericano, 23 de enero de 2021.
El 23 de enero de 1961, el teatro de la CTC se llenó de la alegría de quienes representaban a los jóvenes del Segundo Contingente de Maestros Voluntarios que habían terminado el curso preparatorio en la Sierra Maestra. El acto se inició con himnos cantados por el coro del Ejército Rebelde y poemas recitados por Nicolás Guillén. Simbólicamente, cuatro maestros voluntarios seleccionados de los campamentos Rubén Bravo, Alfredo López, Pepito Tey y Renato Guitart, recibieron sus diplomas de manos de Fidel y de Armando Hart —entonces ministro de Educación — , en representación de los 1 100 maestros que acababan de graduarse. Todos estaban expectantes en espera de la llegada del Comandante en Jefe y su discurso.
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Como resultado de aquel llamamiento que se hizo un día para resolver un problema que parecía difícil, llevar los maestros a las montañas, es esta la segunda vez que se gradúa una legión de maestros.
Surgió de la necesidad esta solución; no había maestros para las montañas, y no era fácil resolver el problema. La vida de las montañas es dura, no es fácil adaptarse a la vida de las montañas, para quienes no han vivido nunca en las montañas.
La clave del problema es esta: para las montañas no había maestros, o había maestros que no estaban adaptados a las montañas. Ocurría muchas veces que se designaban maestros para las montañas, y llegaban los miércoles y se marchaban los viernes. Esa era una realidad que no debe ocultarse: la república no preparó maestros para enseñar en el campo; los maestros eran escogidos, fundamentalmente, en las ciudades, cuando un verdadero programa de formación de maestros debió procurar escoger también maestros en los campos.
Nuestras escuelas de formación de maestros estaban en las ciudades, podían estudiar jóvenes procedentes de las ciudades y, sin embargo, una parte grande, casi el 50% de nuestra población, es campesina. Las consecuencias eran lógicas: en la ciudad se podía aprender a leer y a escribir; en la ciudad, por lo general, no faltaba una escuela o un maestro. Más todavía: en la ciudad de La Habana, por ejemplo, sobraban maestros. Y después de la reestructuración que se hizo en el Ministerio de Educación, se demostró que había en la capital 1 000 maestros más de los que se necesitaban y, en cambio, en los campos faltaban 10 000 maestros. Era un estado verdaderamente irregular; la república no podía desentenderse de ninguna forma, es decir, la Revolución no podía desentenderse de esa grave irregularidad, la Revolución no podía dejar en el olvido a esos niños —más de medio millón— que no tenían maestros.
Pero el campo no es solamente la región llana del país. Es más fácil llegar al llano que a las montañas; las comunicaciones en las montañas son más difíciles. Puede hacerse un camino en las montañas que, sin embargo, no les es de utilidad para vecinos que están a dos kilómetros del camino, porque entre ellos y el camino se interponen elevadas montañas; y mientras en el llano un camino puede beneficiar a todas las familias que viven hasta 10 y 12 kilómetros de la vía, en las montañas es muy distinto y, además, la vida en las montañas es dura.
La república no tenía maestros para las montañas; los maestros de nuestro país no recibieron una educación apta para enseñar en las montañas. Nosotros no queremos hablar en detrimento de los maestros. Hay maestros muy buenos, aunque haya maestros muy mediocres, también; hay incluso maestros contrarrevolucionarios, y eso es verdaderamente triste.
¿Por qué hay algunos maestros contrarrevolucionarios? Primero: porque había personas de posición acomodada que escogían para sus hijas la profesión de maestras. Segundo: porque había 10 000 maestros sin empleo en nuestro país, y adquirir un aula se había convertido en una tarea muy difícil; adquirir un aula era algo que muchas veces solo podía lograrse mediante influencias políticas, mediante amigos en el ministerio o en el gobierno. De esa forma, muchas veces el maestro tenía que prostituirse antes de empezar a ser maestro. Tercero: porque en el ambiente asfixiante y moralmente corrompido en que vivía nuestro país, era difícil que florecieran las virtudes del maestro. Cuarto: porque a los maestros no se les hacía pasar por verdaderas pruebas de vocación y de amor a la enseñanza.
Nosotros no podemos por eso conceptuar mal a la gran masa de maestros de nuestro país; más bien, entendemos que debemos trabajar muy duro entre la gran masa de maestros del país, ya que nosotros creemos que como obreros intelectuales que son los maestros, como sector, al fin y al cabo, modesto de nuestro país, que son los maestros, aunque por excepción haya también maestros procedentes de familias acomodadas, porque la Revolución ha ayudado al maestro, porque la Revolución ha empleado a 10 000 maestros; aunque haya reducido el número de inspectores, aunque haya puesto fin a todas las prebendas en el Ministerio de Educación, aunque haya hecho trabajar al maestro, la Revolución resolvió, para siempre, el terrible dilema del maestro, y lo liberó de la amarga necesidad de tener que mendigar un aula, de la terrible necesidad de tener que prostituirse para ser maestro; la Revolución ha elevado las condiciones morales de la enseñanza y ha elevado también las condiciones materiales de los maestros; y la Revolución, sobre todo, ha prometido a todos esos maestros que les reintegrará con creces el sacrificio que hacen hoy, cuando en las nuevas aulas creadas por la Revolución aceptaron recibir un módico sueldo, que paulatinamente irá aumentando todos los años, hasta llegar, en siete años, a la cantidad de 200 pesos mensuales.
La Revolución ha hecho por el maestro lo que no se había hecho en 58 años de república. Y los maestros respondieron, porque aquí, en este mismo teatro de la CTC, la masa de maestros, esa masa sobre la que la Revolución debe trabajar, porque es una masa buena, aceptó unánimemente y con entusiasmo aquel sacrificio en bien de la educación, porque en aquellos momentos se contaba con recursos para crear 5 000 aulas y, sin embargo, hacían falta 10 000. Y los maestros aceptaron crear las 10 000 aulas con el mismo presupuesto que había para 5 000.
Pero ya el maestro no tiene que buscar influencias políticas; ya el maestro no necesita padrino; ya no hay discriminación ni privilegios en el trabajo del maestro. Y la Revolución no solo dio empleo a aquellos 10 000 maestros, sino que la Revolución, a la vez que resolvía este problema, un problema que se agravaba de año en año, porque de año en año eran más maestros sin empleo, de año en año aumentaba el número de los que se graduaban y no tenían trabajo, a la vez que resolvió ese problema, ha creado 2 500 maestros más para enseñar en las montañas, es decir, ha creado, ha preparado 2 500 maestros más.
Pero no debemos limitarnos a esto. Hay que hacer un trabajo revolucionario entre los maestros, hay que elevar el nivel revolucionario entre los maestros, hay que capacitar a los maestros. Y vamos a comenzar por los inspectores, iniciando un curso de preparación de inspectores de seis meses, a fin de preparar una legión de inspectores que sean capaces de fiscalizar ciertamente el trabajo de los maestros en las ciudades y en los campos.
Verdaderas pruebas de vocación
Vamos a iniciar cursos de capacitación de los maestros, pero, además, vamos a introducir métodos verdaderamente nuevos y revolucionarios en la formación de los maestros. Y para eso, nos han servido mucho los cursos organizados en la Sierra Maestra. Vamos a darles una oportunidad a todos los jóvenes que actualmente están estudiando en las escuelas de maestros, es decir, que todos los que hasta este momento han ingresado en las escuelas de maestros tendrán su oportunidad, porque son derechos adquiridos.
Pero la Revolución tiene un deber, a veces difícil, o, mejor dicho, duro de cumplir. La Revolución tiene el deber de buscar soluciones verdaderas a los problemas; la Revolución tiene el deber de liquidar todo lo que el pasado nos dejó de torcido o de insuficiente. Aunque cumplir el deber muchas veces lesiona intereses; aunque cumplir el deber muchas veces a nosotros, los que lo cumplimos honradamente, nos granjee enemigos y antipatías. Mas, si nosotros no aprovechamos este minuto de la patria para edificar sobre bases verdaderamente nuevas, si nosotros no aprovechamos este minuto de la patria para hacer un país enteramente nuevo, las generaciones venideras nos reprocharán hasta el menor átomo de oportunidad que perdamos hoy, ¡las generaciones venideras nos reprocharían mañana como una cobardía lo que por temor a lesionar intereses dejáramos de hacer hoy!
Algunas de nuestras medidas revolucionarias no gustan; algunos de los proyectos de la Revolución no gustan. No gustan a determinados sectores o no gustan a determinados intereses. Más aún: los escépticos a veces han visto como cosa imposible de realizar muchos de los empeños de la Revolución que hoy son realidades palpables e indiscutibles. Las cosas difíciles de la Revolución han parecido imposibles para los escépticos, y, sin embargo, los hechos han demostrado que nada es difícil; los hechos han demostrado que todo es posible.
Así, por ejemplo, cuando hablábamos un día de organizar las Brigadas Juveniles de Trabajo Revolucionario y poníamos como prueba el escalamiento del Turquino cinco veces, y la permanencia en la Sierra Maestra durante tres meses, a algunos parecía aquello imposible, parecía demasiado dura esa empresa para jóvenes de 13, 14 y 15 años. No han pasado siquiera seis meses, y ya hay jóvenes de esos que hace menos de seis meses vagaban sin trabajo por las calles, o limpiaban zapatos, o vendían periódicos, y que hoy están estudiando en las escuelas tecnológicas, o en las escuelas de aviación, o en las escuelas de marina, o en escuelas que los capaciten para servir el día de mañana en la carrera diplomática y en otros muchos campos…
La organización de un ejército de obreros y campesinos parecía también muy difícil; parecía tarea increíblemente difícil a un pueblo al que sus detractores se habían complacido en señalar como pueblo anárquico e indisciplinado, sin sentido del orden y sin sentido del esfuerzo tenaz y constante. Sin embargo, las semanas recientes han demostrado que la formación de ese formidable ejército se logró solo en el curso de algunos meses, y se evidenció de manera irrebatible que nuestro pueblo no solo tenía virtudes para la vida cívica, no solo tenía virtudes para tareas fáciles, sino que nuestro pueblo tenía también grandes virtudes para la lucha en defensa de su patria y que tenía las virtudes necesarias, capaces de constituir una fuerza que por sí solo inspirase temor y respeto a los que se proponían atacarla.
Parecía difícil hacer maestros. Se hizo el llamamiento, y acudieron a ofrecerse cerca de 5 000 jóvenes; se hizo el llamamiento, y, al cabo de seis meses apenas, la república cuenta con 2 500 nuevos maestros, que sí fueron preparados en el espíritu de las montañas, que sí se familiarizaron con las montañas, y que sí se propusieron desde el primer momento ir a enseñar en los más apartados rincones del país.
Y no solo la Revolución preparó 2 500 maestros, sino que esos maestros han dado un resultado formidable. Esos maestros se han ganado la simpatía y el respeto de todos los sectores del país; y de esos maestros y de su tarea en las montañas hemos escuchado los mejores elogios. Y no solo como maestros, como maestros de los campesinos, sino también como maestros de los soldados del Ejército Rebelde, y como maestros de las Brigadas Juveniles de Trabajo Revolucionario.
Habíamos escogido 50 maestros voluntarios, con nivel de estudio universitario, a fin de ingresarlos en el Instituto de Política Exterior y Comercio Internacional. Mas un día fue necesario nacionalizar las empresas, fue necesario encontrar administradores. Llamamos a esos 50 maestros y llamamos a cerca de 100 maestros más, con el fin de designarlos administradores de empresas. Y esos maestros partieron hacia sus respectivos destinos; sabían que no iban a convertirse en administradores de empresas; se les dijo que ellos eran maestros, que iban a realizar aquel trabajo provisional mientras se preparaban especialmente los administradores; y se les dijo, además, que ellos no ganarían sueldos altos, sino que ganarían lo mismo que estaban ganando los maestros en las montañas. Y así, ¡más de 100 maestros se convirtieron en administradores de empresas y han estado desempeñando ese cargo con 100 pesos de sueldo, durante muchos meses!
Y algunos de ellos resultaron… más bien que algunos, muchos de ellos dieron una talla extraordinaria como administradores. Y los compañeros que dirigen la organización de las industrias deseaban que esos maestros continuasen como administradores; mas, no fue posible complacerlos, al menos con los 50 compañeros de nivel universitario, que si habían sido competentes para dirigir empresas debíamos continuar trabajando con ellos, a fin de capacitarlos para que pudieran desempeñar otras tareas más útiles e indispensables todavía a nuestra Revolución y a nuestro país.
Luego, lo que parecía difícil fue posible, y podría añadirse que fue fácil; porque, en medio de una revolución, las cosas al parecer más difíciles resultan fáciles.
Por eso, la oportunidad de una revolución no debe perderse; por eso, la Revolución debe edificar cuanto sea necesario sobre bases nuevas; la Revolución debe transformar todo lo que sea posible transformar, y así la Revolución va a transformar el método de preparación de maestros. Y a partir de ahora, no ingresarán nuevos alumnos en las escuelas de maestros de las ciudades. Los alumnos que están, terminarán sus estudios; pero los primeros cursos, es decir los alumnos que se inicien, no vendrán a estudiar en las ciudades. La Revolución se propone someter a pruebas a los que deseen ser maestros. El país remunerará generosamente a los maestros, pero ser maestro requerirá verdadera vocación, ser maestro requerirá verdaderas pruebas de amor a la enseñanza. Y los maestros no se prepararán en las ciudades; podrán ser maestros del campo, o podrán proceder de las ciudades, pero las escuelas de maestros, todas, estarán en las montañas
Lo que parecía difícil fue posible
Se crearán tres grandes escuelas de maestros: una en la Sierra Maestra, otra en las montañas en el noroeste de Oriente, y otra en las montañas del centro de la isla. Se edificarán verdaderos centros, en lo más alto de las montañas, en medio de los campesinos, y todos los estudiantes que deseen ser maestros recibirán becas para estudiar.
El acceso, pues, a la carrera del magisterio estará al alcance de todos los que tengan vocación, cuenten o no con recursos económicos. Demasiado miserable era el sistema en que para adquirir una profesión era necesario tener dinero; demasiado miserable era el sistema que impedía a las inteligencias ser útiles a la patria si no contaban con recursos necesarios: ¡Es deber del pueblo, es deber de la Revolución, es deber de la patria, abrirle paso a la inteligencia, abrirle oportunidad a la inteligencia, abrirle paso a la vocación, abrirle paso a la virtud y al mérito!
Nosotros sabemos que esta no es una tarea fácil; más aún: nosotros sabemos que nos ganaremos la enemistad de unos cuantos profesores de las escuelas de maestros; nosotros sabemos —y lo decimos sin desprecio ni desdén, pero con toda honradez— que no será fácil encontrar a los profesores de las escuelas de maestros de las montañas. De todas formas, algún trabajo les buscaremos a esos profesores, no los vamos a obligar a ir a las montañas; pero nosotros esperamos que una parte del profesorado, nosotros esperamos que de las filas de los pedagogos, surjan los maestros que necesitamos para enseñar en las montañas; ¡surjan los forjadores de esas escuelas! Nosotros sabemos que aparecerán profesores deseosos de ser los fundadores de ese nuevo método de enseñanza que nuestro país tiene el privilegio de implantar como una verdadera innovación.
Y así, el estudiante que empiece por estudiar en las montañas, es decir, empiece por lo más difícil, el estudiante que empiece por enseñar en las montañas, y que una parte del tiempo de su aprendizaje lo dedique también a la práctica de enseñar, ese maestro que empiece por lo más difícil, será un maestro hecho a la medida de las necesidades de nuestro país, un maestro que irá a enseñar gustosamente a los rincones más apartados, un maestro que en la medida que vaya desempeñando su profesión tendrá por delante todas las oportunidades necesarias, y que cuando venga a enseñar en el llano sea un maestro veterano de las montañas, y cuando venga a enseñar en la ciudad con todas las comodidades, ¡sea un maestro veterano de la enseñanza en el campo!
Nosotros aprovechamos esta ocasión de hoy para expresar este propósito del Gobierno Revolucionario. Y estamos seguros de que el pueblo nos dará la razón; estamos seguros de que las madres y los padres nos darán la razón; estamos seguros de que ese 50% de familias que viven en el campo nos darán la razón, y que el otro 50% de familias que viven en las ciudades y que desean para sus hijos el más vehemente esfuerzo, que desean para sus hijos las mejores escuelas, porque nosotros dijimos que algún día la pobrecita escuela pública, que algún día la relegada escuela pública, que algún día la menospreciada escuela pública sería incomparablemente superior a las mejores escuelas privadas. Lo cual quería decir que las escuelas de los hijos de los campesinos y de los obreros, que las escuelas de los hijos de las familias humildes, llegarían a ser incomparablemente superiores a las escuelas de las familias de mejor situación económica y de las familias acomodadas.
Incluso, era tan mala la enseñanza y tan absoluta la carencia de medios de educación en algunas escuelas que había casos de obreros y empleados que se veían en la necesidad de enviar a sus hijos a escuelas privadas. En el futuro no será así, en el futuro nosotros contaremos con magníficas escuelas, en el futuro el cuerpo de maestros será todo lo preparado para la tarea que ha de desempeñar como las circunstancias lo van a exigir, en el futuro el cuerpo de maestros será mejor: de los maestros futuros y de los maestros presentes, los de mañana estudiando en condiciones distintas, los de hoy capacitándose, superándose y preparándose, para lo cual el Gobierno Revolucionario les brindará todas las facilidades.
Y el pueblo estará de acuerdo con este propósito del Gobierno Revolucionario. Ningún ciudadano honrado y consciente dejará de estar de acuerdo, aunque algunos cientos de personas están en desacuerdo, aunque el número de los que se pongan contra la Revolución pueda aumentar algo, pero son las cosas inevitables de las revoluciones. Es decir que las medidas rectificadoras, las medidas justas, las medidas que innovan y moralizan la vida de un país, chocan contra los intereses creados, chocan contra los mediocres, chocan con los adaptados a la fétida situación en que vivía nuestra república.
Y así cada obra de la Revolución muchas veces concita enemistades, pero también es muy cierto que cada obra de la Revolución, cada obra justa, profundiza el amor del pueblo hacia su Revolución ; profundiza el fervor de los hombres y mujeres honestos de nuestro país, y afianza más la Revolución.
La Revolución no es una tarea de los peores, la Revolución es una tarea de los mejores, la Revolución es una verdadera lucha entre los mejores y los peores; con la Revolución estarán siempre los mejores, y con la contrarrevolución estarán siempre los peores.
Y no solo se ha estado preparando maestros; han proliferado las escuelas de todo tipo. Y no solo se ha estado preparando artilleros y oficiales revolucionarios; una serie de cursos se han iniciado en todo el país: cursos de administradores de empresas, cursos de numerosos tipos de técnicos, cursos para las brigadas juveniles, cursos para directores de círculos infantiles. Y, en conjunto, en las nuevas escuelas se incluyen técnicos en agricultura, técnicos en educación física, técnicos en contabilidad, técnicos en inseminación, maestras de corte y costura para el campo; y sin contar los becados para las escuelas universitarias, el número de los que estudian en esos cursos y de los que van a estudiar, dentro de un mes pasarán de 12 000. No incluimos, por supuesto, los que estudian en las escuelas militares.
Se va a iniciar un curso, muy brevemente, para capacitar, por ejemplo, maestros y maestras de arte dramático; estarían mejor de instructores de arte dramático, instructores de canto, instructores de música, en general, de danza, instructores de idiomas, instructores de educación física, directores de las granjas infantiles y, en fin, la capacitación de todo el personal que necesitamos para llevar a cada uno de esos centros escolares de las granjas del pueblo, dondequiera que la Revolución ha erigido un pueblo nuevo con un magnífico centro escolar, para que en los campos, en cada centro escolar donde estudian 200 y 300 niños, hayan instructores de educación física, instructores agrícolas que lleven a los niños a las granjas infantiles a aprender a cultivar y a producir; mas no solo instructores de educación física y de cultivo, sino también instructores de música, instructores de danza, instructores de arte dramático, e instructores de idiomas.
¡Esta es la Revolución que se está haciendo en nuestro país!
¿Tuvo alguna vez nuestra juventud oportunidades mayores?, ¿se abrieron alguna vez de par en par las puertas a nuestra juventud, para dedicarse de tal manera a un trabajo útil a su patria, a ellos mismos, a sus familiares?; ¿se abrieron alguna vez tan de par en par las puertas al trabajo decoroso, al trabajo honesto, al trabajo que puede satisfacer —por la satisfacción moral que entraña— a los espíritus más inquietos?; ¿se abrieron de par en par las becas de las universidades para las familias humildes?, ¿se abrieron de par en par tantas y tantas escuelas que apenas alcanzan los jóvenes para ingresar en ellas…?
Solo la Revolución pudo traer a nuestro país las condiciones mediante las cuales los privilegios desaparecieran, las oportunidades se presentaran con absoluta igualdad para todos aquellos que lleven dentro una inquietud, para todos aquellos que lleven dentro un propósito moral, para todos aquellos que lleven dentro el deseo de vivir siendo útiles y siendo dignos.
Solo la Revolución ha hecho posible que muy pronto comiencen a faltar los brazos para las grandes tareas que tenemos delante; solo la Revolución ha hecho posible la oportunidad de que nuestro país deje de vivir con miedo, deje de vivir con temor al hambre, deje de vivir con temor al desempleo; solo la Revolución ha hecho posible que la juventud encuentre sus caminos, ha hecho posible circunstancias como estas en que hemos visto aquí contraer matrimonio a jóvenes que, gracias a su esfuerzo, pueden contar ya con el trabajo digno para poder sostener sus hogares, para poder atender a sus hijos.
Solo la Revolución ha hecho posible esta vida nueva, esta extraordinaria oportunidad que solo la pueden perder los mediocres, que solo la pueden perder aquellos espíritus ruines cuyos ojos sean incapaces de abrirse a estas hermosas realidades, los gusanos acostumbrados a vivir en la podredumbre, los que se adaptaron al ambiente fétido, corrompido e inmoral de ayer, al ambiente de privilegios, al ambiente de injusticias, al ambiente de favores, al ambiente aquel en que se obligaba al ciudadano a trepar en vez de andar, a arrastrarse humillantemente, en vez de poder marchar de pie y con la frente en alto, a vivir de rodillas miserablemente, y no pueden acostumbrarse a erguirse para afrontar la existencia con dignidad, para darle un sentido a la vida, para cumplir el deber de ser útiles a los demás y con lo cual somos útiles a nosotros mismos, a vivir del trabajo y no del parasitismo, a vivir creando y dando, en vez de vivir destruyendo y mendigando.
La Revolución ha hecho posible esa oportunidad para todo el pueblo, pero, sobre todo, para la juventud, de tal forma que hemos escuchado de labios de compañeros nuestros la expresión de un sentimiento de nostalgia por no ser ahora jóvenes, por no poder disfrutar hoy de esas magníficas oportunidades, que no tenían ayer cuando eran estudiantes de familias pobres y que con grandísimos trabajos pudieron hacer su carrera, y añoran el no haber tenido en aquellos tiempos estas oportunidades de hoy.
Lo hemos escuchado más de una vez. Y no les falta razón, porque, ¡quién sabe cuántas inteligencias se perdieron!, ¡quién sabe cuántos genios se desperdiciaron por falta de oportunidad!, ¡quién sabe cuántos talentos brillantes pasaron sin dar luz, pasaron sin ser útiles, pasaron sin traer al mundo todo lo que inteligencias fecundas pueden dar para el bien de sus semejantes!, ¡quién sabe cuántas inteligencias se perdieron y que mañana no se perderán!, ¡quién sabe cuántas luces dejaron de alumbrar!, ¡quién sabe cuánta llama dejó de prenderse, y que, sin embargo, mañana arderán con toda la luz de que son capaces, en las nuevas inteligencias que tuvieron la fortuna de surgir todavía suficientemente jóvenes como para aprovechar estas oportunidades extraordinarias!
Como ustedes, que hoy se han convertido en maestros; como los maestros, que se convirtieron en administradores; como los maestros, que se convirtieron o se convertirán en embajadores; como los maestros, que se convertirán en hombres prominentes de su pueblo, tanto como su mérito y su talento lo permitan. Oportunidades imposibles ayer, oportunidades antes solo para unos pocos privilegiados, oportunidades hoy para todo el pueblo.
¡Esta es la Revolución que se está haciendo en nuestro país!, ¡esta es la Revolución a la que ustedes se han incorporado!, ¡esta es la Revolución por la cual ustedes van a luchar, dondequiera que se encuentren!, ¡esta es la Revolución que ustedes van a hacer y van a enseñar!, ¡esta es la Revolución por la cual el pueblo se yergue!, ¡esta es la Revolución que quieren destruir los miserables, y que sabrán defender hasta la última gota de sangre los valientes!
Hemos tenido hoy escenas hermosas y alegres; hemos vivido momentos de júbilo; hemos escuchado cantar; hemos escuchado reír; hemos escuchado el rumor de la alegría y de la sonrisa. Pero también recuerdos tristes han invadido nuestro ánimo, y cuando veíamos casarse a los maestros, cuando oíamos entonar el himno de los maestros, en que decían que “las aulas de los montes nunca más se cerrarán”, recordábamos también algo de lo cual quería hablar hoy. Recordábamos también algo muy doloroso y muy triste, idea que esbozamos en días recientes y que no habíamos comunicado hasta hoy porque no queríamos tampoco amargar a los maestros que hace unos días, después de la movilización, se marcharon a sus casas. Hablábamos de casos de maestros asesinados por bandas de contrarrevolucionarios…
Y le correspondió ese duro pero heroico fin precisamente a un maestro voluntario del grupo anterior, un maestro jovencito, que enseñaba cerca de Sancti Spíritus a 44 niños campesinos y a un número igualmente considerable de adultos; un maestro de los que, como ustedes, pasó por los campamentos de las montañas; un maestro de los que, como ustedes, acudió al llamado de enseñar a los niños del campo; un maestro de los que, como ustedes, pasó los días de lluvia y las noches de frío; un maestro de los que, como ustedes, pasó por todas las privaciones de las montañas en el noble afán de enseñar; un maestro humilde, un joven de solo 18 años.
Limpiabotas primero, panadero después, y que, por la noche, estudiaba; y, en el estudio, continuaba su fatigosa tarea de todos los días. Un joven de Matanzas, estudiante de bachillerato ya, gracias a su esfuerzo; que marchó a la Sierra, estudió, se graduó, vivió como ustedes momentos de júbilo, momentos de optimismo. Fue enviado a la zona montañosa de Las Villas, a enseñar. Abrió su escuela, educó durante varios meses, enseñó las primeras letras a numerosos niños y a adultos…
Era el mes de enero. Para él las clases habían empezado antes del día de reyes. Era el Año de la Educación y, al parecer, no quería perder un solo día del año. Marchó a su escuela; no llevaba armas. Los maestros voluntarios que están en las escuelas, enseñando, no llevan armas; cuando alguno de ellos ha solicitado armas, se le ha dicho: “Tú eres un hombre solo; solo, difícilmente te podrías defender; mientras das clases, mientras duermes, nadie podría velar por ti; tú eres maestro, cuando estés en la escuela, y debes estar sin armas; así ningún malvado tendrá la tentación de arrebatarte el arma; ningún malvado tendrá justificación para agredirte.”
Mas, los malvados no respetaron ni eso siquiera; y un grupo de pandilleros contrarrevolucionarios, de los que en días recientes, ante la esperanza de que el imperialismo mandara sus ejércitos, y mientras los hombres en las ciudades tomaban sus trincheras, y mientras el pueblo se preparaba para defender su patria, se fueron ellos a las montañas, en la esperanza de que solo era cuestión de unos días y que muy pronto las fuerzas mercenarias invasoras destruirían la Revolución y ellos podrían medrar a costa de nuestra patria, para lo cual al parecer se propusieron hacer méritos contrarrevolucionarios.
Y numerosos elementos de esos que constituyen lo peor de la sociedad: esbirros y traidores, lumpen puro, aprovecharon esos días; alentados por el imperialismo, alentados por los constantes envíos de armas —algunas de las cuales llegaron a sus manos— se dedicaron a perpetrar crímenes de esa naturaleza, aprovechando esa esperanza, esperanza que a estas horas se les habrá desvanecido efectivamente, cuando en vez de las fuerzas yankis vean llegar las fuerzas de las milicias revolucionarias, que han partido para demostrar una vez más lo absurda que es la aventura de intentar alzarse contra la Revolución apoyados en los privilegios y apoyados en el extranjero, e irán a darles la lección que merecen, sin que, desde luego, se pueda con ello reparar el crimen monstruoso que cometieron con ese joven que cuando se encontraba en su escuela lo secuestraron, juntamente con un campesino y un miliciano que había ido a ver a su familia, y sin que las milicias pudieran llegar con suficiente tiempo para impedirlo, fueron privados cruelmente de la vida; y aparecieron ahorcados en un bosque el maestro voluntario de 18 años a que me refiero, un miliciano campesino y un miliciano obrero… un campesino, mejor dicho, y un miliciano obrero.
Las fuerzas de la milicia que salieron a interceptar esa banda de criminales pronto dieron con uno de sus campamentos, y allí ocuparon el carné del joven maestro, y allí encontraron un acta, firmada por los contrarrevolucionarios, que nosotros vamos a leer, ¡y que quedará como constancia de uno de los crímenes más monstruosos que se han cometido en nuestro país!, ¡y como prueba irrefutable de lo que persiguen los enemigos de la patria, de la manera de actuar y de sentir de los agentes del imperialismo, que con armas yankis asesinan a los maestros que van a enseñar a los campos!
Y dice así el acta ocupada a los contrarrevolucionarios, el acta del secuestro del maestro; dice así el acta suscrita por ellos:
“En un lugar del Escambray, a los cinco días del mes de enero de 1961, siendo la 1:30 horas de la tarde, se procede a levantar acta relacionada con la detención de un individuo que según identificaciones halladas en su poder corresponde a la siguiente descripción: Conrado Benítez García, mestizo, 18 años, natural de Matanzas, provincia de Matanzas, nacido el día 18 de febrero de 1942, de profesión maestro comunista; y a quien hubo de ocupársele los siguientes efectos: una billetera de hule azul, conteniendo la suma de 4.00 pesos en efectivo, un carné del centro de capacitación comunista de las Minas del Frío, en la provincia de Oriente; un retrato del detenido, un retrato de una joven dedicado al detenido, un papel con una dirección: Juan Inedarity Ariosa, Luz Caballero 157, Camajuaní; un carné de la Asociación Nacional de Porteadores de Pasajes, a favor del detenido, para viajar gratis en ómnibus; un libro de aritmética, un libro de ejercicios de lenguaje, un libro de fisiología, gran cantidad de propaganda comunista y periódicos gubernistas. El detenido quedó preso bajo vigilancia, en espera de la determinación del tribunal militar. Y para constancia de lo antes expuesto, se firma la presente en un lugar del Escambray, a los cinco días del mes de enero de 1961. Firmado: capitán ayudante Merejo Ramírez, Ejército de Liberación Nacional; soldado actuante: Jesús Hernández; soldado actuante: Leonel Martín Fernández.” ¡Y no tuvieron ni siquiera el pudor de ocultar sus nombres!, ¡y tuvieron la impudicia de consignar sus nombres en semejante documento, que fue preámbulo del espantoso crimen!
He aquí el carné de la Asociación Nacional de Porteadores, y el carné de “maestro comunista”, el carné que han recibido todos los maestros del ministerio por su curso de capacitación; la “escuela de capacitación comunista”, la escuela de los campamentos por donde han pasado todos ustedes; y el “maestro comunista”, el joven, entre los miles de jóvenes que acudieron al llamado del Gobierno Revolucionario, sin que nadie les preguntara cómo pensaban, sin que nadie los investigara, sin que a nadie se le pusiera condición alguna, que no fuera la de pasar por las pruebas e ir a enseñar a las montañas.
Y este hecho monstruoso revela toda la entraña de la campaña de los enemigos de la Revolución, ¡revela incluso la entraña de esas pastorales de los esbirros con sotana que han estado predicando!
¡Culpable de ese crimen monstruoso no es solo el imperialismo, que envía armas homicidas capaces de semejante barbaridad, culpables son también los filósofos de la reacción; culpables son los que han estado haciendo una campaña incesante contra la Revolución; culpables son los que les han dado esas armas ideológicas! Y ved qué armas: el arma de acusar de comunistas a todos; es decir, el arma doblemente infame: el arma ideológica en virtud de la cual se consideran con derecho a asesinar a un joven porque sea comunista; culpable de la infamia de asesinar a un ser humano, sin otra acusación que hacerle; y culpable, además, de calificar tranquilamente de comunista, y de carné de maestro comunista, el carné que han recibido todos los maestros voluntarios; y escuela de capacitación comunista, la escuela donde estudiaron esos maestros.
Primero llegan a la conclusión de que hay que asesinar a los comunistas; ese es el fruto de las campañas anticomunistas del imperialismo, de los reaccionarios, de los enemigos de la Revolución, de los clérigos franquistas y fascistas; es decir que han convertido en virtud del asesinato, han convertido el crimen en su conducta, han inventado la justificación, y en ella se basan para perpetrar este bárbaro hecho.
Sirva de ejemplo imperecedero este hecho repugnante. ¿Quién era este joven? Era, sencillamente, un hombre humilde del pueblo, limpiabotas, panadero, estudiante de las escuelas nocturnas, porque de día trabajaba; no era el hijo de un terrateniente, no era el hijo de un industrial, no era el hijo de un gran comerciante; este joven no iba a Miami, este joven no iba a París, este joven no tenía Cadillacs; era un hombre joven de 18 años que solo conocía del sudor honrado, que solo conocía de la pobreza, que solo conocía del sacrificio; era un joven humilde, y un joven negro, por lo cual conoció también de la discriminación cruel e injusta; era pobre, era negro y era maestro. He ahí las tres razones por las cuales los agentes del imperialismo lo asesinaron; era joven, era negro, era maestro; era pobre y era obrero. He ahí dos razones más por las cuales los agentes del imperialismo lo asesinaron.
No le encontraron armas. ¿Qué acusación pesaba sobre él? Tenía un carné de “maestro comunista”, tenía un carné del “centro de capacitación comunista”, tenía un libro de aritmética, tenía un libro de ejercicios de lenguaje y tenía un libro de fisiología. Y por eso los agentes del imperialismo lo asesinaron: porque llevaba libros para enseñar a los campesinos, porque llevaba libros, por eso, lo asesinaron.
Esa es la contrarrevolución, ese es el imperialismo. Y así todos ustedes estarían condenados a morir ahorcados, todos los maestros estarían condenados a morir ahorcados, todos los que llevasen un carné de maestro y un libro bajo el brazo estarían condenados a morir ahorcados; o por ser maestros, o por ser pobres, o por ser obreros, o por ser negros; por cualquiera de esas razones, porque no son otras las razones por las cuales asesinaron ayer, y por las cuales cometen asesinatos más bárbaros todavía hoy.
Ese es el imperialismo, esa es la reacción, esa es la contrarrevolución: su odio a la cultura, su odio al humilde, su odio al maestro, su odio al negro, su odio, en fin, al pobre; su odio a los libros, su odio al mérito y su odio a la virtud.
El Año de la Educación
Difícil es poder arrancarse de la mente la imagen que nos evoca este crimen. Y nos evoca las libretas que se quedaron abiertas, las lecciones inconclusas, las palabras y las letras que no terminó de enseñar este maestro; y cuando pienso en un maestro enseñando en los campos a los niños, y llevándoles su índice por encima de las letras, enseñándolos a pensar y enseñándolos a ver, y pensamos en el espectáculo de aquel maestro suspendido en una soga; cuando pensamos en una escuela, cuando nos viene a la mente la idea de una escuela, y la idea de aquel joven de 18 años, humilde y maestro, arrancado de su escuela para ser colgado de un árbol, no podemos menos que sentir la más profunda indignación ante un hecho que por lo bárbaro y lo incivilizado, no puede menos que impresionarnos profundamente.
Ante un hecho que es de por sí la justificación plena del castigo que se merecen los criminales, y el porqué la Revolución debe ser severa con sus enemigos, el porqué la Revolución debe ser y va a ser dura con sus enemigos.
He aquí el fruto de las campañas contrarrevolucionarias, he aquí el fruto del anticomunismo, he aquí el fruto de la filosofía de la contrarrevolución, he aquí el fruto de las pastorales, que solo faltó que estos criminales dijeran que asesinaban al maestro en nombre de Dios. Porque a tales extremos llega la desvergüenza y a tales extremos llega el crimen, cuando no tiene razón; asesinar a quien llevaba un libro de aritmética, de fisiología y de ejercicios de lenguaje, he ahí los frutos, he ahí la justificación para asesinar a todos los maestros, he ahí la justificación para asesinar a todos los obreros, he ahí la justificación para asesinar a todos los humildes, he ahí la justificación para asesinar a todos los negros. Y los despiadados no se detuvieron siquiera en la idea de la juventud de ese maestro, y consignan que llevaba 4.00 pesos, el retrato de la novia y los libros de enseñar bajo el brazo.
De esta banda de asesinos ya las Milicias Nacionales Revolucionarias han capturado a más de 20. Y sobre todos ellos, sobre todos ellos, que esperaban a los invasores extranjeros, caerá una persecución tan tenaz e implacable como nunca se la pudieron imaginar, y sobre ellos caerá el peso de la fuerza de la Revolución, y sobre ellos caerán las unidades de combatientes revolucionarios, a enseñarles una vez más la lección inolvidable que se han llevado y se llevarán los traidores, los esbirros y los verdugos, sin que los puedan salvar los mercenarios que esperaban, sin que los pueda salvar el imperialismo, sin que los puedan salvar sus amos, sin que los pueda salvar absolutamente nada, ¡porque han cometido el crimen que un pueblo indignado sabrá castigar! ¡Y nosotros sabemos que ni uno solo escapará, y nosotros sabemos que para tan feroces criminales el pueblo entero pedirá un solo castigo!
Era el Año de la Educación, millones de cartillas se imprimían, millones de lápices se preparaban, decenas de miles de analfabetos, era el año de erradicar el analfabetismo, era el año de destruir el mejor aliado de la explotación, el mejor aliado del colonialismo, el mejor aliado del imperialismo, que es la ignorancia, que es la incultura; y mientras una nueva legión de maestros se disponía a marchar a su trabajo, mientras jubiloso celebraba el pueblo el inicio del año glorioso en que nuestro país, realizando una proeza sin precedente en la historia de los pueblos, se había comprometido a erradicar en el solo plazo de un año el analfabetismo, cuando todo el pueblo se entregaba con entusiasmo a esa tarea, en el Año de la Educación, como para rubricar con sangre de mártir este año glorioso de la patria, los agentes del imperialismo asesinaron a un maestro, y con él asesinaron a un obrero, y a un campesino, como para decir de una sola vez las entrañas criminales que se agitan en el seno de los enemigos de nuestro pueblo.
Y ellos iniciaron el año del asesinato de los maestros, ellos iniciaron el Año de la Educación asesinando un maestro, lanzando un reto sobre la patria cubana, como diciendo: “Ustedes se proponen enseñar a leer y a escribir hasta el último analfabeto, y nosotros nos proponemos asesinar hasta el ultimo maestro.” Pero como el desenlace ha de ser, inevitablemente, el triunfo de la razón, el triunfo de los que quieren educar, y la destrucción de los que quieren asesinar maestros; como las fuerzas del pueblo, apoyadas en su derecho y en su razón, son mil veces superiores a las fuerzas de los criminales y de los mercenarios, ¡ya veremos cómo no asesinarán más maestros, y ya veremos cómo enseñamos hasta el último analfabeto, y ya veremos cómo aniquilamos hasta el último criminal contrarrevolucionario!
Duro es tener que consignar este crimen en el día de hoy, pero ese maestro, que murió cruelmente asesinado, no será como una luz que se apague, será como una llama de patriotismo que se enciende. ¡Ese maestro después de muerto seguirá siendo maestro!; ¡ese joven asesinado seguirá siendo eternamente joven!; ¡ese hombre del pueblo, humilde, y negro, de los que han padecido el hambre y la discriminación, y que reaccionó queriendo ser maestro, reaccionó queriendo enseñar, ese obrero, que trabajaba por el día y estudiaba por la noche, quedará como símbolo imborrable y como ejemplo de nuestro pueblo, como héroe que murió cumpliendo el deber, como maestro que estaba allí enseñando desde antes del día de reyes, como revolucionario que supo cumplir, que fue con sus libros a enseñar sin importarle el riesgo, ese maestro será como un símbolo, ese maestro será como un héroe al que su pueblo no olvidará!; ese maestro es el mártir cuya sangre servirá para que nosotros nos propongamos, doblemente, ganar la batalla que hemos emprendido contra el analfabetismo; es un mártir cuya sangre servirá para borrar para siempre la ignorancia y la incultura en nuestro pueblo, el mártir del Año de la Educación, el mártir de los maestros, el héroe anónimo del pueblo, ¡y allí donde enseñó se erigirá una escuela!, ¡y allí donde murió se erigirá un monumento que será de eterno recuerdo a su memoria e índice acusador que estará señalando hacia el imperialismo y sus agentes la ignominia eterna de haber asesinado a un joven maestro de 18 años, que llevaba bajo sus brazos un libro de aritmética, un libro de fisiología y un libro de lenguaje!
¡Gloria eterna al maestro mártir!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Fuente: Prensa Latina