A pesar de que el hostigamiento y la persecución política es una dinámica constante por parte del estado español hacia el pueblo vasco, no deja de estremecer la forma tan brutal en que se atacan los derechos humanos y sociales más básicos que en cualquier estado moderno y libre haría ruborizar incluso al más afanado fascista.
La farsa de los juicios, el linchamiento mediático, la práctica inexistencia de pruebas incriminatorias que se basan en una especie de alucinación delirante de la justicia española enferma de incapacidad y de idiotez, el aislamiento de detenidos que favorece la peligrosa práctica de la tortura dejan poco lugar para un escenario de libertad y del derecho a desarrollarla, así como de solución al conflicto que vive Euskal Herria.
De nuevo vuelve a ser castigada la juventud por luchar por sus derechos legítimos a una vida digna, derechos fundamentales como son una vivienda digna, una educación digna, elegir como desean que sea el entorno de sus pueblos y las bases sobre las que quieren que éstos se construyan. Deseos que cualquier joven que desee cambiar las cosas a mejor ha tenido, tiene y tendrá a lo largo de su vida.
Nuevamente el fascismo español no perdona a quienes le cuestionan, utilizando sus ya de sobra conocidos métodos de detención, tortura y encarcelamiento.
Jóvenes que luchan por un derecho colectivo, el de un pueblo, que dan ejemplo de dignidad dejando claro a los súbditos del fascismo que no les va a resultar fácil seguir esclavizando a los pueblos.
Este gravísimo ataque pone de manifiesto, como siempre, el concepto de «democracia» que tiene el estado español.
La incomunicación a la que son sometidos los detenidos no solo son un castigo para ellos sino también para sus familiares y amigos, y esta es la intención de quienes realizan tales prácticas: extender el dolor lo máximo posible.
Nadie ya sea familiar, amigo, abogado… puede asumir que una persona desaparezca durante un número determinado de días sin saber absolutamente nada ni del lugar en el que está, ni en qué condiciones, ni con quien, ni nada de nada. Y yendo más allá, cualquier ciudadano de a pie ¿puede sentirse libre y seguro en un estado que basa su justicia en estas prácticas?
Todo nuestro apoyo y solidaridad con los detenidos, sus familiares y amigos.
En Madrid, a 30 de noviembre de 2009