Resumen Latinoamericano, 2 de febrero de 2021.
Dos militantes del FMLN murieron y otros tres están gravemente heridos como consecuencia de un ataque armado perpetrado el domingo pasado, cuando se dirigían a una sede partidaria para dar por concluida una jornada de campaña electoral.
Los atacantes resultaron ser tres fanáticos del presidente Nayib Bukele, dos de ellos miembros de la unidad de “protección a personalidades importantes” de la Policía Nacional Civil (PNC) encargados de la seguridad del cuestionado ministro de Salud, Francisco Alabí, uno de los funcionarios más cercano al mandatario.
En este espacio editorial nos sumamos a las generalizadas condenas de organizaciones, instituciones y la comunidad internacional. Lo rechazamos enérgicamente como un acto de violencia política y un crimen de odio, y exigimos que las diligencias de la Fiscalía y los tribunales de justicia alcancen al propio presidente Bukele, por posible encubridor del atentado y por “autor intelectual” de los asesinatos.
¿Por qué encubridor? Porque, inmediatamente después de conocida la noticia del ataque, Bukele insinuó en su cuenta de Twitter que se trataba de un autoatentado: “Parece que los partidos moribundos han puesto en marcha su último plan. Qué desesperación por no perder sus privilegios y su corrupción. Pensé que no podía caer más bajo, pero cayeron”, escribió.
Y en un segundo mensaje el mandatario confirmó su versión: “Es increíble el poco valor que le dan a la vida humana, el bien más preciado que tenemos en este mundo. Este gobierno ha luchado por defender la vida, pero hay quienes se aferran al pasado de muerte”, afirmó.
En cualquier país del mundo, un presidente normal y sensato, habría condenado el crimen, exigido procesar a los culpables, solidarizado con las víctimas y llamado a la calma, la paz y a la no violencia electoral. Sin embargo, en vez de eso, Nayib Bukele se apresuró a difundir la idea de un autoatentado.
¿Lo hizo para desviar la atención de la opinión pública y para encubrir a los malhechores? ¿Acaso el presidente sabía o intuía que los autores del crimen eran fanáticos suyos, movidos por su discurso de odio contra los adversarios políticos? Bukele debe ser investigado y llevado ante la justicia junto con los que dispararon.
¿Y por qué “autor intelectual”? Porque el ataque armado contra los activistas del FMLN se da en medio de una polarizada campaña electoral marcada por la omnipresente narrativa de odio del presidente Bukele que descalifica y estigmatiza a sus opositores políticos, discurso que tarde o temprano generaría actos de violencia, tal como habíamos alertado.
En nuestro editorial del pasado 8 de enero, titulado “Violencia trumpista: advertencia para nuestro país”, decíamos que “así como Donald Trump legitimó el racismo, la xenofobia y la misoginia, Bukele ha normalizado la intolerancia, el rechazo a los que piensan distinto y diversas formas de violencia simbólica contra los otros”.
“Igual que Trump validó en su relato gubernamental los anti-valores de los sectores más retrógrados de la sociedad estadounidense, Bukele incorpora mensajes de odio que podrán generar hechos o situaciones de violencia que afecten la convivencia pacífica y la armonía social…”, decía el referido editorial. Ojalá nos hubiéramos equivocado.
Por eso, señor Fiscal General, cumpla su rol y procese al presidente Bukele, por el intento de encubrir el crimen y por pregonar una odiosa retórica electoral contra sus adversarios políticos que ya derivó en actos de violencia mortal.