Perú. Rui­do en las casas: muje­res y niñas desaparecidas

LISE JOSEFSEN HERMANN|FLORENCE GOUPIL /​

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 4 de febre­ro de 2021

Las des­apa­ri­cio­nes feme­ni­nas en el país lati­no­ame­ri­cano han alcan­za­do las 11.828 en 2020 en el año de la covid-19. Muchas son víc­ti­mas de vio­len­cia machis­ta. El caso de Joys Ste­fa­ni des­cri­be la ago­nía de quie­nes pier­den la pis­ta de un ser que­ri­do.

Los niños obser­van el mun­do que des­cri­bi­mos para ellos. En este caso, Chas­ka Cca­na, una niña de seis años de ori­gen que­chua, cuen­ta frag­men­tos que dan una idea de los horro­res que podría haber vivi­do su mamá, Joys Este­fa­ni Qquec­ca­ño Hua­ma­ni, de 24 años. Joys Este­fa­ni fue vis­ta por últi­ma vez la noche del 9 de octu­bre de 2020.

Según cuen­ta Chas­ka, tem­prano ese día, su tío Jesús Ccano las lle­vó a su casa, que que­da a tan solo unos 28 metros de la de su madre, don­de vivía con su her­ma­na menor Illary, de cua­tro años. Así lo reco­gen tam­bién los infor­mes de la poli­cía del caso de Joys Este­fa­ni, y así lo cuen­tan los tíos de la mujer y madre de las dos niñas.

Su casa que­da en la comu­ni­dad Pam­pa Ansa, a unas tres horas de la cono­ci­da ciu­dad turís­ti­ca del Cuz­co, en Perú. Es un cam­po abier­to, un valle ári­do de tie­rra en tonos roji­zos. En la últi­ma foto que exis­te de Joys Este­fa­ni Qquec­ca­ño Hua­ma­ni, ella tie­ne el ros­tro con­tu­sio­na­do y la cabe­za ven­da­da des­pués de haber sido agre­di­da por su expa­re­ja y padre de sus dos hijas, Artu­ro Cca­na Con­do­ri, de 32 años. Esto fue el 28 de sep­tiem­bre y la agre­sión fue denun­cia­da a la poli­cía. Artu­ro fue arres­ta­do, pero por poco tiem­po, pues fue pues­to en libertad.

La agre­sión tuvo lugar pocas sema­nas des­pués de que Joys Este­fa­ni se sepa­ra­se del padre de sus hijas. A pesar de la rup­tu­ra, aún vivían cer­ca, ya que a pocos metros se encuen­tra la casa de la fami­lia de Arturo.

En muchos paí­ses de Amé­ri­ca Lati­na, la covid-19 ha sig­ni­fi­ca­do un con­fi­na­mien­to estric­to, y Perú no es la excep­ción. Las per­so­nas han esta­do prác­ti­ca­men­te ence­rra­das den­tro de sus hoga­res duran­te meses, muchas de ellas haci­na­das en vivien­das pre­ca­rias. Una situa­ción que, según los exper­tos, ha agra­va­do la situa­ción de los niños, niñas y muje­res que viven en hoga­res vio­len­tos. A ellos les tocó ence­rrar­se con sus perpetradores.

La fami­lia de Joys Este­fa­ni tie­ne la cer­te­za de que la expa­re­ja de ella ha desem­pe­ña­do un papel impor­tan­te en la des­apa­ri­ción de la mujer. Las ven­ta­nas rotas de la casa de Joys esta­ban man­cha­das de san­gre. “Que­re­mos jus­ti­cia, por­que los más pobres nun­ca somos escu­cha­dos y en pleno siglo XXI se sigue mal­tra­tan­do a la mujer, eso no pue­de ser posi­ble,” dice Nilo Qquec­ca­ño, el tío de Joys Estefani.

Joys Este­fa­ni no es para nada la úni­ca. En Perú se han repor­ta­do 18.481 per­so­nas des­apa­re­ci­das de enero a diciem­bre de 2020, de las cuales11.828 eran muje­res, un 64% del total, según datos de la policía.“Tras los suce­si­vos cam­bios en las medi­das res­tric­ti­vas dadas duran­te la pan­de­mia por covid-19, se man­tie­ne cons­tan­te el incre­men­to de muje­res adul­tas, niñas y ado­les­cen­tes repor­ta­das como des­apa­re­ci­das,” advier­te la Defen­so­ría del Pue­blo en una nota publi­ca­da recien­te­men­te.

Chaska Ccana (6), hija mayor de Joys Estefani, juega en casa de su abuelo René Qqueccaño (44) en Pampamarca. La expareja y padre de las niñas es el principal sospechoso de la desaparición. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Chas­ka Cca­na (6), hija mayor de Joys Este­fa­ni, jue­ga en casa de su abue­lo René Qquec­ca­ño (44) en Pam­pa­mar­ca. La expa­re­ja y padre de las niñas es el prin­ci­pal sos­pe­cho­so de la des­apa­ri­ción. Pin­cha en la ima­gen para ver la foto­ga­le­ría completa.FLORENCE GOUPIL

De par­ti­cu­lar preo­cu­pa­ción es el alto núme­ro de niñas y ado­les­cen­tes des­apa­re­ci­das duran­te el con­fi­na­mien­to. “Las meno­res que han huí­do son una señal de que hemos falla­do como socie­dad”, dice Elia­na Revo­llar Aña­ño, adjun­ta para los Dere­chos de la Mujer de la Defen­so­ría del Pue­blo de Perú.

Tam­po­co el caso de la vio­len­cia con­tra Joys Este­fa­ni es úni­co en el Perú. Todo lo con­tra­rio, las cifras de vio­len­cia con­tra las muje­res hablan por sí solas. De mar­zo a julio, duran­te el con­fi­na­mien­to, el Minis­te­rio de la Mujer regis­tró 11.000 casos de vio­len­cia con­tra ellas. Casi el 30% de las víc­ti­mas eran menores.

La adjun­ta seña­la que algo gra­ve está pasan­do en estos hoga­res si los meno­res se ven obli­ga­dos a huir de allí. Vio­len­cia intra­fa­mi­liar, agre­sión sexual y con­di­cio­nes eco­nó­mi­cas muy pre­ca­rias. Sin embar­go, las auto­ri­da­des care­cen de cla­ri­dad sobre los moti­vos de las desapariciones.

Joys Este­fa­ni se jun­tó con Artu­ro cuan­do tenía ape­nas 15 años en un matri­mo­nio cam­pe­sino, como lo lla­man. Según cuen­tan los tíos, sos­pe­cha­ron duran­te años que Joys sufría mal­tra­tos por par­te de su pare­ja. Sin embar­go, ella se encon­tra­ba muy ence­rra­da entre la fami­lia de él y la igle­sia Aso­cia­ción Evan­gé­li­ca de la Misión Israe­li­ta del Nue­vo Pac­to Uni­ver­sal, a don­de asis­tía regularmente.

Visi­tar la casa de los Este­fa­ni es como entrar en un esce­na­rio de una pelí­cu­la de horror. Solo dema­sia­do real. Como entrar en una esce­na de un cri­men silen­cio­so. Todo aque­llo que cabía den­tro de la casa aho­ra está espar­ci­do afue­ra. Jugue­tes de las niñas, vidrios rotos, basu­ra, ropa… Duran­te la visi­ta, vie­nen tam­bién fami­lia­res de la expa­re­ja de Joys Este­fa­ni, pues su casa que­da a ape­nas 28 metros de la de ellos.

El caso de Joys Este­fa­ni recuer­da a otra recien­te des­apa­ri­ción en la capi­tal, Lima, la de Mar­leny, que estu­vo des­apa­re­ci­da casi dos meses. Lue­go encon­tra­ron su cuer­po ente­rra­do deba­jo de su pro­pia habitación.

Según la Defen­so­ría del Pue­blo, se han regis­tra­do 132 femi­ni­ci­dios en 2020. Ade­más, duran­te la pan­de­mia el núme­ro de des­apa­ri­cio­nes aumen­tó mes a mes. Es difí­cil no pre­gun­tar­se por qué están des­apa­re­cien­do estas niñas y muje​res​.Se han regis­tra­do 132 femi­ni­ci­dios en 2020. Ade­más, duran­te la pan­de­mia el núme­ro de des­apa­ri­cio­nes aumen­tó mes a mes

“Tene­mos la hipó­te­sis de que la mayo­ría de los y las meno­res podrían haber hui­do de sus hoga­res por vio­la­ción, vio­len­cia físi­ca y emo­cio­nal o abu­so sexual. Pero no sabe­mos el moti­vo. Y no sabe­mos cuán­tos se han encon­tra­do y en qué con­di­cio­nes, con vida o no. Y cuán­tos aún siguen des­apa­re­ci­dos. La fal­ta de datos en esta área es un pro­ble­ma gra­ve”, dice Elia­na Revo­llar Aña­ños, de la Defen­so­ría del Pueblo.

Ade­más de la capi­tal, Lima, tam­bién hay infor­mes­de muchos des­apa­re­ci­dos en las regio­nes, como por ejem­plo en Cuz­co, don­de en 2020 se die­ron 1.011 casos de des­apa­ri­cio­nes, posi­cio­nán­do­se en el segun­do lugar a nivel nacio­nal según datos poli­cia­les. Inclu­so se esti­ma que el subre­gis­tro en las regio­nes es aún mayor, pues los fami­lia­res nun­ca rea­li­zan las denun­cias, en par­te por una fuer­te fal­ta de con­fian­za en las autoridades.

Kathe­ri­ne Soto Torres es fun­da­do­ra del gru­po Muje­res Des­apa­re­ci­das Perú, que ha sur­gi­do por­que sien­ten que las auto­ri­da­des no están hacien­do bien su tra­ba­jo a la hora de rea­li­zar bús­que­das. Cuen­ta cómo varias de las regio­nes don­de se denun­cian des­apa­ri­cio­nes se carac­te­ri­zan por la indus­tria extrac­ti­va, por ejem­plo la mine­ría ile­gal. Y áreas noto­rias por la tra­ta de per­so­nas con fines de explo­ta­ción sexual. La acti­vis­ta está muy preo­cu­pa­da por la situa­ción en la región de Cuzco.

“Los casos denun­cia­dos son alar­man­tes. Solo en lo que va del año, se han rea­li­za­do más de 697 denun­cias, y Cuz­co es la ter­ce­ra región con más casos a nivel nacio­nal. Aún no con­ta­mos con un ver­da­de­ro sis­te­ma nacio­nal de bús­que­da que regis­tra y difun­da toda la infor­ma­ción, don­de se ten­ga como herra­mien­tas fun­da­men­tal la acti­va­ción de aler­tas con pro­to­co­los inme­dia­tos que ten­gan enfo­que de géne­ro e inter­cul­tu­ra­li­dad. Si no se atien­de de for­ma efec­ti­va las des­apa­ri­cio­nes de niñas y muje­res, no podre­mos pre­ve­nir situa­cio­nes de ries­go y, mucho menos, encon­trar­las con vida,” afir­ma Soto Torres.

San­gre en las paredes

En la casa de Joys Ste­fa­ni, aho­ra aban­do­na­da y des­trui­da, un visi­tan­te pue­de ver con sus pro­pios ojos man­chas rojas en las pare­des. Una de ellas, des­gas­ta­da, tie­ne la for­ma de una mano. ¿Qué ha pasa­do aquí? Muchas pre­gun­tas, pocas respuestas.

“Como pobres, pedi­mos jus­ti­cia. Los dere­chos de una mujer no deben ser vul­ne­ra­dos”, dice el tío, Nilo Qquec­ca­ño, con la voz que­bran­ta­da y la mira­da fir­me. “No es jus­to que a una humil­de mujer cam­pe­si­na con dos hijos le suce­da eso”. Afue­ra de la casa se ve mucha tie­rra recien­te­men­te removida.

Tras la des­apa­ri­ción de la madre, las niñas se que­da­ron bajo cus­to­dia de la poli­cía y lue­go fue­ron entre­ga­das a su abue­lo, ya que el padre cuen­ta con una denun­cia de vio­len­cia hacia su pare­ja y sos­pe­cha de homicidio.

René Qquec­ca­ño, de 44 años y padre de Joys Este­fa­ni, tie­ne mucho mie­do de la expa­re­ja de su hija —y de toda su fami­lia en reali­dad— pues teme que sean cóm­pli­ces. “Ten­go mie­do de que la fami­lia capaz me hace des­apa­re­cer,” dice.

Soto Torres, por su par­te, pide datos del área: “Care­ce­mos de cifras pre­ci­sas. ¿Cuán­tas muje­res des­apa­re­ci­das hay? ¿Por qué des­apa­re­cen? Hay una fal­ta de datos y una polí­ti­ca nacio­nal en esta área,” crí­ti­ca. Y lue­go echa de menos una huma­ni­za­ción del pro­ble­ma: “Las auto­ri­da­des deben dar res­pues­tas a esas fami­lias. Es como si su his­to­ria se hubie­ra borra­do. Como si su hija o her­ma­na nun­ca hubie­ra exis­ti­do. Las muje­res des­apa­re­ci­das no son solo núme­ros, son seres humanos”.Las auto­ri­da­des deben dar res­pues­tas a esas fami­lias. Es como si su his­to­ria se hubie­ra borra­do. Como si su hija o her­ma­na nun­ca hubie­ra exis­ti­do­KATHE­RI­NE SOTO TORRES, DE MUJERES DESAPARECIDAS PERÚ

Y si se va detrás del fenó­meno de las des­apa­ri­cio­nes, muchas veces se aso­cian a deli­tos gra­ves como el ase­si­na­to de muje­res, el secues­tro y la tra­ta de per­so­nas. La acti­vis­ta tam­bién cuen­ta cómo las fami­lias no con­fían en las auto­ri­da­des: “Pasa mucho que se cul­pa­bi­li­za a los seres que­ri­dos de las des­apa­ri­cio­nes. O sim­ple­men­te se expli­ca con celos, insi­nuan que la mujer pro­ba­ble­men­te tam­bién tuvo un poco de culpa”.

Duran­te un paseo, los tíos de Joys Este­fa­ni pasan por la igle­sia evan­gé­li­ca, que fre­cuen­ta­ba la des­apa­re­ci­da con Artu­ro, su pare­ja, y con la fami­lia de este. De repen­te sale del tem­plo el her­mano de Artu­ro, Jesús Cca­na, tem­blan­do. En un momen­to se pro­du­ce un con­flic­to de pre­gun­tas y acu­sa­cio­nes entre los tíos y el her­mano. “¿Qué ha pasa­do con Joys Este­fa­ni? ¿Qué le han hecho?”, quie­ren saber los tíos.

Pero el her­mano les con­tes­ta: “¿Y si apa­re­ce qué pasa? ¿Cómo van a res­pon­der? Segu­ro que apa­re­ce de aquí una sema­na”, res­pon­de Jesús Cca­na, y se vuel­ve agre­si­vo hacia las perio­dis­tas que acom­pa­ña­mos a la fami­lia de Joys. “No se metan con nues­tra igle­sia,” advier­te, y pone las manos sobre la cáma­ra para impe­dir las fotos.

Las con­se­cuen­cias de no actuar con rapidez

En los casos de muje­res des­apa­re­ci­das, es suma­men­te impor­tan­te que la poli­cía actúe con rapi­dez. Esto pue­de mar­car la dife­ren­cia entre encon­trar­las vivas o no. “Por ejem­plo, tene­mos 28 muje­res que comen­za­ron sien­do denun­cia­das como des­apa­re­ci­das. Si las hubie­ran bus­ca­do rápi­da­men­te, pro­ba­ble­men­te sus vidas podrían haber­se sal­va­do. Pero estas 28 muje­res fue­ron halla­das muer­tas. Y muchos de los femi­ni­ci­dios ocu­rren en sus pro­pios hoga­res “, dice Elia­na Revo­llar Aña­ños, de la Defen­so­ría del Pue­blo. La fami­lia de Joys Este­fa­ni se encuen­tra muy preo­cu­pa­da por la situa­ción. “Mi sobri­na no es un ani­ma­li­to, como es posi­ble que se haya per­di­do. Tie­ne que apa­re­cer”, supli­ca su tía, Nal­da Qqueccaño.

El repre­sen­tan­te de la Defen­so­ría del Pue­blo men­cio­na como buen ejem­plo al esta­do de Are­qui­pa, en el sur del país. “Allí ha habi­do 47 casos de des­apa­ri­cio­nes duran­te el con­fi­na­mien­to y en 43 de ellos las per­so­nas han sido encon­tra­das con vida. Por­que las bús­que­das se han toma­do en serio. Debe­mos seguir ese ejem­plo en el res­to del país“, recla­ma Revo­llar Añaños.

“Tene­mos unos casos muy dolo­ro­sos que nos han ser­vi­do de ejem­plo para imple­men­tar nues­tro sis­te­ma de per­so­nas des­apa­re­ci­das”, dice Elsa Huall­pa­cu­si Hila­rio, ase­so­ra de la ofi­ci­na del Minis­te­rio del Inte­rior, la máxi­ma auto­ri­dad res­pon­sa­ble en rela­ción a las des­apa­ri­cio­nes. “Todos los casos han reci­bi­do el debi­do tra­to. Pero debe­rían cola­bo­rar mucho más los fami­lia­res. Denun­cian la des­apa­ri­ción de alguien, lue­go lo bus­can, lo encuen­tran y no se lo dicen a las auto­ri­da­des. Si recor­da­ran avi­sar­nos cuan­do una per­so­na ha regre­sa­do a casa, sería de gran ayu­da “, sugie­re la funcionaria.

La familia de Joys Estefani Qqueccaño Huamani (24) reunida para buscarla. De derecha a izquierda: Leonardo Qqueccaño, René Qqueccaño, Rudisenda Qqueccaño, Christina Mamani, Nilo Qqueccaño y Nalda Qqueccaño. El padre de la desaparecida, René Qqueccaño, sostiene los documentos de la denuncia de desaparición que se emitió el pasado 12 de octubre. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
La fami­lia de Joys Este­fa­ni Qquec­ca­ño Hua­ma­ni (24) reu­ni­da para bus­car­la. De dere­cha a izquier­da: Leo­nar­do Qquec­ca­ño, René Qquec­ca­ño, Rudi­sen­da Qquec­ca­ño, Chris­ti­na Mama­ni, Nilo Qquec­ca­ño y Nal­da Qquec­ca­ño. El padre de la des­apa­re­ci­da, René Qquec­ca­ño, sos­tie­ne los docu­men­tos de la denun­cia de des­apa­ri­ción que se emi­tió el pasa­do 12 de octu­bre. Pin­cha en la ima­gen para ver la foto­ga­le­ría com­ple­ta. FLORENCE GOUPIL

A media­dos de octu­bre, el Pre­si­den­te Mar­tín Viz­ca­rra puso en mar­cha un nue­vo sis­te­ma nacio­nal de bús­que­da y como par­te del mis­mo exis­te aho­ra un regis­tro nacio­nal en el que se cote­ja y alma­ce­na de for­ma cen­tra­li­za­da la infor­ma­ción sobre per­so­nas desaparecidas.

Cuen­ta Chas­ka, la niña de tan solo seis años, que des­pués de la des­apa­ri­ción de su madre, el tío le hizo lim­piar la san­gre de las pare­des de la casa. Las niñas, los padres y los tíos de Joys Este­fa­ni siguen espe­ran­do. “Mi mama ya no va a vol­ver”, comen­ta Chas­ka entre con­ver­sa­cio­nes de adul­tos, como frag­men­tos de sus pensamientos.

Cuan­do la comu­ni­dad empe­zó a preo­cu­par­se por la des­apa­ri­ción de la joven, leye­ron hojas de coca para bus­car pis­tas, siguien­do una cos­tum­bre ances­tral de esta par­te andi­na. Eso fue el vier­nes 6 de noviem­bre. Según la coca, Joys Este­fa­ni esta­ba enterrada.

Ese mis­mo día, la poli­cía inte­rro­gó a la expa­re­ja, Artu­ro Cca­na, que con­fe­só haber­la ase­si­na­do. Los veci­nos fue­ron hacia la casa de la des­apa­re­ci­da y lle­ga­ron al mis­mo tiem­po que la poli­cía y el autor con­fe­so del cri­men. Él seña­ló dón­de había ente­rra­do a la mamá de sus hijas: a 90 cen­tí­me­tros bajo tie­rra encon­tra­ron el cuer­po de Joys Este­fa­ni Qquec­ca­ño Huamani.

Sus parien­tes ya obtu­vie­ron respuesta.

Pero cien­tos de fami­lias perua­nas siguen espe­ran­do noti­cias de sus desaparecidos.

FUENTE: El Pais

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