Resumen Latinoamericano*, 23 de febrero de 2021.
Para superar la crisis que se expresa en falta de dinero en las mayorías trabajadoras, así como desempleo y empleos precarios para millones de personas, o despojo de tierras a quienes la trabajan, entendemos que debemos construir una dirección política y social compuesta por mujeres trabajadoras y por jóvenes trabajadores. Decimos esto porque las direcciones sociales y políticas de nuestro país, de derecha a izquierda, están compuestas mayoritariamente por hombres adultos, que son quienes tienen la mayor responsabilidad en la generación y profundización de la crisis, así como en la incapacidad para enfrentarla y superarla.
Hipocresía, doble moral, corrupción y defensa de intereses mezquinos se combinan en la manifestación de políticas públicas, en un Estado que expresa la manera en que los empresarios, terratenientes y banqueros entienden a la sociedad. Una manera de entender el mundo basada en ideas y prejuicios que funcionan como legitimadores para sostener los privilegios de una minoría, así como las profundas desigualdades que afectan a la mayoría.
En un reciente artículo escrito para nuestro medio, la comunicadora y camarada Claudia Colmán nos recuerda que “solo en enero de este año, un total de 2.133 llamadas al Sistema Operativo de Seguridad (SOS 137), para mujeres víctimas de violencia, casi el doble de casos que enero del año pasado (1.202 llamadas) y el triple que enero del 2019 (725 llamadas)”.
Así también, en una entrevista realizada por un medio de comunicación empresarial, la psicóloga clínica y dirigente comunista, Mirtha Maldonado, reflexiona sobre la educación integral de niñas y niños, diciendo, entre otras cosas, que “le cargamos muchas cosas al niño y desde temprano le autorizamos a que tengan una percepción de superioridad hacia las niñas. Por ejemplo, le decimos que “va a tener muchas novias” o que los niños no deben llorar, son roles que se van cargando desde chicos”.
La crisis del capitalismo, al ser civilizatoria, genera un temblor en la manera de ver al mundo y de vivirlo, de relacionarnos. Y ese temblor está directamente asociado con su propuesta productiva que incluye a la propuesta educativa y se expresa de manera dominante en los hogares, en los barrios y comunidades, en las calles, en los lugares de trabajo, en la escuela, el colegio y la universidad, así como en todos los centros sociales como clubes, iglesias y demás organizaciones.
El Ministerio de la Mujer es la expresión de este Estado que solo sirve para defender los privilegios de la minoría. No tiene ni la estructura ni la visión para desarrollar políticas públicas que combatan las ideas opresivas que tiene la sociedad respecto a las mujeres, que se expresa en desigualdades salariales y en violencia familiar y laboral. Pero sí se ocupa de conflictos entre millonarios, como el caso entre Villamayor y Giménez.
¿Pero entonces somos directamente responsables de esta situación? Tenemos dos respuestas opuestas a esta pregunta: la primera es que individualmente no somos directamente responsables de esta situación. Y la segunda es que colectivamente, en la medida en que optamos por el encuentro y la organización social y política como trabajadoras y trabajadores, somos responsables y podemos disputar la orientación de nuestros destinos.
Las mujeres trabajadoras, por la trayectoria dominante en los trabajos de cuidado y de organización, en la necesidad de administrar necesidades con sectores vulnerables de la sociedad, como son las niñas y los niños, las ancianas y los ancianos, así como la nutrición del hogar y ese doble trabajo tanto en la fábrica, empresa o chacra, y luego en la casa, tienen una fortaleza y potencialidad que cuando se hace consciente, es capaz de remover los cimientos de la sociedad conservadora para poner las cosas en su lugar.
El caso de la juventud trabajadora es similar, por la energía y rebeldía propia de esos años, por el ingenio y la confianza en crear y recrear el mundo, lo que la ubica como potencial protagonista de las grandes luchas revolucionarias.
Como humanidad y como país, tenemos una historia cargada de novedades liberadoras, que nos inspiran y seguirán inspirando a nuevas batallas por la justicia y la belleza, por una vida que con seguridad tendrá otros problemas, pero no los repetitivos problemas que surgen producto de la desigualdad, la mezquindad de quienes están el poder y la explotación por parte de la clase millonaria, tanto a seres humanos como a la naturaleza.
En el Paraguay necesitamos otros Estado. Muy opuesto al que sin escrúpulos utiliza las instituciones públicas para defender y legitimar los intereses de sectores que históricamente han despojado de manera violenta los derechos de las mayorías.
Necesitamos un Estado capaz de organizar la educación y la convivencia social fortaleciendo la seguridad y la confianza en cada habitante, desde su niñez. Y ese grado de organización nos obliga a combatir ese espíritu competitivo sustituyéndolo por el colaborativo, buscando que las niñas y los niños aprendan a complementarse entre sí, valorar su imaginación y capacidad de acción, su libertad para jugar y compartir responsabilidades por igual, gracias a ese amor que mujeres y hombres esperanzados y seguros de un futuro mejor pueden dar.
Estamos hablando de un Estado que se gesta y se viene gestando entre la gente, que crece a partir de experiencias de familias y grupos organizados que van dando el ejemplo de que otra propuesta es, además de necesaria, posible y superadora de la actual forma en que nos relacionamos.
Tenemos la plena certeza de que esa sociedad nueva, para materializarse, deberá tener una protagónica participación de mujeres trabajadoras y juventud trabajadora tanto en las bases como en la dirección del proyecto.
Frente a tanta miseria y saqueo, frente a tanta violencia y miedo engendrada por la actual forma de ver y de vivir en el mundo, la clase trabajadora tiene el gran desafío de inventar nuevas formas de hacer política con un protagonismo marcado por las mujeres y la juventud para poder irradiar esa novedosa identidad movilizadora y transformadora que nos permita una arrolladora unidad amplia con la profundidad requerida para el cambio.
*Fuente: Adelante! Nota editorial
**Imagen de inicio: Ilustración de Javier Laterra para Adelante!