Resumen Latinoamericano, 6 de marzo de 2021.
El microcentro de Asunción fue escenario de una manifestación pacífica que exigía el cese de la corrupción en todo el sistema estatal y especialmente en el de salud pública. Sin embargo, terminó en una batalla campal debido a la actitud represiva policial que atacó primero con mucha saña a los manifestantes, y luego debieron retroceder ante la firme resistencia de cientos de jóvenes.
Parte significativa del hartazgo popular es la corrupción del gobierno de Abdó asi como también el descrédito general por la falta de atención sanitaria a la población en la lucha contra el Covid. Además hay que sumar como causa superlativa la continua politica represiva que en los ultimos meses llevó a las fuerzas militares a cometer asesinatos de lesa humanidad como fue la masacre cometida contra dos niñas argentinas y la desparición de otra niña, todas de la familia de la guerrillera del EPP Cármen Villalba.
Estos dos últimos hechos han generado una fuerte repulsa internacional contra el gobierno colorado y heredero del dictador Adolfo Stroessner.
Así fue la pueblada en Asunción
Miles de ciudadanos autoconvocados a través de las redes sociales se aglutinaron ayer en las plazas ubicadas frente al Congreso Nacional con el fin de exigir el fin de la corrupción y la mala gestión del Gobierno que derivó en una severa crisis sanitaria, social y económica en plena pandemia, y que lamentablemente se vio empañada por la desmedida reacción policial que arrojó gases lacrimógenos y balines de goma para dispersar a la multitud ya entrada la noche.
La marcha, denominada #EstoyParaElMarzo2021, hizo notar el hartazgo ciudadano ante la incapacidad del Gobierno de encontrar soluciones a la falta de medicamentos en los hospitales, y el evidente colapso sanitario, además de la corrupción galopante.
Al grito de “fuera todos los corruptos”, miles de personas marcharon para expresar su indignación por los escándalos de corrupción del Gobierno de Abdo. Lemas como “Unidos contra la corrupción”, “Fuera Marito y su gavilla”, se leían en los carteles que cargaban los manifestantes, en su mayoría jóvenes ataviados con la remera de la Selección Paraguaya de fútbol.
Otro factor movilizador fue la indignación por el anuncio de empresarios de transporte que nuevamente presionan con reguladas y hasta paros para pedir un aumento del pasaje, lo que fue totalmente rechazado por la ciudadanía.
Pero, sin duda, el detonante que estalló la nueva crisis es la queja generalizada por la falta de medicamentos que obliga a los familiares de enfermos Covid a vender todo lo que pueden para evitar que mueran de la enfermedad. La escena más cruda se observó en la vigilia en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente (Ineram).
El jefe de Estado, Mario Abdo Benítez, en un intento desesperado por apagar la marcha, le pidió al ministro Mazzoleni su renuncia. Sin embargo, esto no logró desactivar las manifestaciones y otro ministro por el que pidieron su salida es Eduardo Petta, titular de Educación.
Los cánticos también se hicieron sentir en todo momento. Varios jóvenes entonaban el Himno Nacional y Patria Querida, el grito de guerra ciudadano en cualquier manifestación, que se desarrolló con mucho bullicio y color.
Los jóvenes se acercaron hasta las cercanías del Congreso desde ciudades lejanas del área metropolitana.
Represión. No obstante, pese a que todo se desarrollaba con normalidad, en un momento dado los efectivos policiales empezaron a reprimir a los manifestantes intentando dispersar a la multitud.
Disparos de balines de goma, y gases lacrimógenos fueron lanzados por los uniformados desatando una especie de batalla campal que duró varios minutos., ya que los manifestantes respondían con cascotes y piedras.
Según testigos, numerosos manifestantes buscaron sobrepasar las vallas y los policías reaccionaron de forma desmedida contra todos.
La batalla campal siguió por varias horas en pleno microcentro de la capital. En varias oportunidades los policías fueron rebasados por una gran cantidad de personas, quienes respondían con piedras y quemando cubiertas.
En la típica excusa que siempre esgrimen los funcionarios, el ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, dijo que «todo comenzó con un grupo de vándalos infiltrados», que luego aprovecharon para romper comercios y automóviles. Sin embargo esa mentira fue desmentida por cientos de testigos que vieron como la policía del régimen cargaba con brutalidad contra la multitud.
Ocho civiles resultaron heridos, entre ellas una menor a consecuencia de la inhalación de gas lacrimógeno. Incluso, periodistas resultaron con lesiones, al igual que una médica de nombre Rosa Bogarín, quienes fueron derivados al Hospital de Trauma. También 12 policías resultaron heridos.
Por su parte, la gran totalidad de los medios, controlados por la dictadura paraguaya, volvieron, como siempre, a tergiversar la realidad, acusando de los disturbios a «vándalos» e «infiltrados», cargando tintas contra los «desbordes» y exigiendo más mano dura.