La des­truc­ción de la médu­la – Anto­nio Alva­rez Sólis

La cues­tión es más pro­fun­da y com­ple­ja de lo que pare­ce. ¿Cual es ver­da­de­ra­men­te el obje­ti­vo fun­da­men­tal del Gobierno del Sr. López en Eus­ka­di? ¿Es la con­se­cu­ción del poder moral sobre los vas­cos? No pare­ce. El Sr. López y su supe­rior jerár­qui­co, el Sr. Zapa­te­ro, saben que nun­ca logra­rán ese poder esen­cial. No han con­se­gui­do siquie­ra el poder for­mal en ple­ni­tud, que man­tie­nen a duras penas median­te una tra­pa­jo­sa fic­ción par­la­men­ta­ria ¿Pre­ten­de el Sr. López aca­bar con las accio­nes arma­das de ETA? Ni mucho menos. Si ETA des­apa­re­cie­ra, Madrid per­de­ría el rey de bas­tos que mues­tra como su gran triun­fo al mun­do. ETA exis­te dos veces: la pri­me­ra por su pro­pia deci­sión de estar pre­sen­te; la segun­da por­que la rein­ven­tan cada jor­na­da los Sres. Rubal­ca­ba y Ares, dos ilu­sio­nis­tas que todos los días cor­tan la cabe­za de quien lue­go salu­da ente­ro des­de el esce­na­rio. ¿Podría qui­zá el Sr. López pre­ten­der con sus accio­nes el calen­ta­mien­to del sim­pli­cí­si­mo horno his­pá­ni­co soto­due­ro a favor de su des­nor­ta­do y des­leí­do jefe de Gobierno dan­do la impre­sión de que tie­ne con­tro­la­da la colo­nia? Tam­po­co lo creo, ya que lo que el Sr. López pro­yec­te a la vie­ja Espa­ña en favor del tra­pe­ro de la Mon­cloa se le des­com­pon­drá en Eus­ka­di, como ya le vie­ne sucediendo.

Des­car­ta­dos todos esos obje­ti­vos por las razo­nes expues­tas ¿qué es lo que real­men­te pre­ten­de el Sr. López con su polí­ti­ca en Eus­ka­di? Yo creo que es algo muy pro­fun­do y radi­cal: eli­mi­nar, cri­mi­na­li­zán­do­la, la médu­la del pue­blo vas­co como con­duc­to­ra de su etnicidad.

La fun­ción de la médu­la, como es de común saber, se des­ve­la ante todo en ser­vir de cana­li­za­ción a los estí­mu­los ner­vio­sos que trans­por­tan las órde­nes del cere­bro a los dis­tin­tos ele­men­tos que cons­ti­tu­yen la com­ple­ja repú­bli­ca de los cuer­pos vivos. Si uste­des sec­cio­nan la médu­la pro­du­cen una pará­li­sis en el cuer­po agre­di­do, pri­van de comu­ni­ca­ción al cere­bro con el cuer­po social. El cere­bro de las nacio­nes con­tie­ne su etni­ci­dad, es decir, su for­ma de enten­der la vida, su modo de com­por­ta­mien­to, sus ópti­cas pro­fun­das, sus intere­ses mora­les, sus afi­cio­nes defi­ni­to­rias, su volun­tad polí­ti­ca, su esti­lo de ser en socie­dad… Y eso es lo que quie­ren ais­lar. Todos estos aspec­tos tie­nen un mar­co común: los inson­da­bles tiem­pos que ha hecho ser como son a esas nacio­nes. Pare­ce ridícu­lo, y des­de lue­go es las­ti­mo­so, que una par­te sus­tan­cial de la huma­ni­dad occi­den­tal haya tra­ga­do de un buche la lamen­ta­ble fala­cia de la glo­ba­li­za­ción, que no es más que la des­ce­re­bra­ción de las socie­da­des. La glo­ba­li­za­ción es, a buen segu­ro, la últi­ma juga­da de Bol­sa rea­li­za­da por las poten­cias que ayu­dan al impe­rio nor­te­ame­ri­cano a man­te­ner el últi­mo colo­nia­lis­mo. Pre­ten­sión abso­lu­ta­men­te vana, por cier­to. Se está con­fun­dien­do la moda súbi­ta y sin más raí­ces que el afán de pelu­que­ría con lo que ha ido for­mán­do­se con len­ti­tud geo­ló­gi­ca en el alma huma­na. Por­que el alma se hace median­te un tenaz goteo sobre la roca infor­me. Las pasio­nes que des­cri­bían los trá­gi­cos grie­gos son las pasio­nes actua­les con algu­nos mati­ces casi irre­le­van­tes. La sabi­du­ría es un entra­ña­do teji­do celu­lar que sólo cabe obser­var median­te el micros­co­pio his­tó­ri­co. La volun­tad sue­le estar ape­ga­da a obje­ti­vos que ya per­se­guían los hom­bres que pin­ta­ron los bison­tes en las caver­nas. Todo eso fue dibu­jan­do el modo de vivir de cada nación. En la mesa la angu­la vas­ca es la angu­la vas­ca y el cer­do ibé­ri­co es el cer­do ibé­ri­co, si me per­mi­ten este resu­men de urgencia.

Pero apli­que­mos este dis­cur­so bási­co ‑que a mi me gus­ta­ría pro­di­gar­lo en las ikas­to­las- a la etni­ci­dad vas­ca. Ante todo nadie pue­de negar sen­sa­ta­men­te que esta etni­ci­dad exis­ta, aun­que se hayan supri­mi­do ‑glo­rio­sa con­fu­sión- los res­guar­dos adua­ne­ros en Euro­pa. Y exis­te la etni­ci­dad de tal mane­ra que en Espa­ña creen que la suya tie­ne un ori­gen divino, patro­ci­na­do por pre­la­dos gue­rre­ros y cau­di­llos oran­tes. Una etni­ci­dad bajo palio y con arma pre­sen­ta­da. Es más, creen que esa etni­ci­dad de raíz celes­tial fue tras­fun­di­da a las nacio­nes ibé­ri­cas bajo el cui­da­do de la Guar­dia Civil y los pri­ma­dos de Tole­do, ya que los his­tó­ri­cos pri­ma­dos de Tarra­go­na ‑que aún juran su dere­cho- son como el Sr. Mon­ti­lla, que son y no son, pare­cen y no pare­cen. Pero los vas­cos se resis­ten a que les des­po­jen de su etni­ci­dad que, por cier­to, no tie­ne nada que ver con el racis­mo, ya que el racis­mo se resu­me en la pre­ten­sión de supe­rio­ri­dad de un pue­blo sobre otro en vir­tud de la raza de cada cual. Y los vas­cos no prac­ti­can esa supe­rio­ri­dad, a no ser que aspi­ren a ser gen­te de la Villa y Cor­te, cosa que han de vigi­lar con mucho cui­da­do en Aju­ria Enea y otros luga­res de tor­na­sol y sotavento.

El Sr. López, que ha ela­bo­ra­do a su ser­vi­cio, por ejem­plo, una Ertzain­tza con médu­la tras­plan­ta­da, cree que si logra des­me­du­lar a la nación eus­kal­dun lo demás acon­te­ce­rá por aña­di­du­ra y lo que lla­ma polí­ti­ca de inte­gra­ción será mani­fies­ta­men­te la polí­ti­ca eter­nal de Espa­ña. Ahí está el gran pro­pó­si­to del actual Gobierno vas­co, que no aspi­ra a que los vas­cos vivan mejor, sino a que los vas­cos no vivan como tales. Y tal pre­ten­sión ¿por qué? A par­tir de este pun­to nacen unas refle­xio­nes muy arbo­res­cen­tes. Algu­nas de ellas tie­nen que ver, en len­gua­je que per­te­ne­ce a la Psi­quia­tría, con el hecho de disol­ver en el áci­do mul­ti­po­li­cial a los ciu­da­da­nos que nos brin­da­ron el pan con la mano abier­ta. Más o menos abier­ta. Tam­po­co exa­ge­re­mos, por­que nada ade­lan­ta, como dice el pro­ver­bio, un perro con un cantazo.

El sis­te­ma medu­lar de cada pue­blo es tan impor­tan­te que no sólo inyec­ta los sen­ti­mien­tos espi­ri­tua­les a las cos­tum­bres más sig­ni­fi­ca­ti­vas, a los esti­los y for­mas de com­por­ta­mien­to, sino que deci­de la capa­ci­dad para unos tra­ba­jos deter­mi­na­dos, con­for­ma el modo de comer­cio, enca­mi­na las artes e inci­ta las pre­fe­ren­cias más sobre­sa­lien­tes. No quie­ro decir con esto que el genuino o al menos fre­cuen­te acon­te­cer psi­co­ló­gi­co de cada nación, en sus per­fi­les más sig­ni­fi­ca­ti­vos, haga de la vida cosa pre­de­ter­mi­na­da. No hablo de teleo­lo­gías u obli­ga­cio­nes direc­cio­na­les, líbre­me Dios. Hablo sim­ple­men­te de que el alma de cada pue­blo se ahor­ma en un mar­co de cos­tum­bres, pai­sa­jes, pre­fe­ren­cias, pro­xi­mi­da­des y repe­ti­cio­nes que aca­ban por dar­le un per­fil pro­pio y muy deter­mi­nan­te. Ahí está lo étni­co. Aho­ra, dicho todo esto, ¿pue­de afir­mar­se que Eus­kal Herria, Cata­lun­ya o Gali­cia ten­gan el mis­mo fon­do étni­co que los espa­ño­les con­si­de­ra­dos, eso sí, en sus diver­sas regio­nes, que sola­men­te son varia­bles muy epi­dér­mi­cas del fon­do común? Decir que cata­la­nes, vas­cos, galle­gos y espa­ño­les son la mis­ma cosa es negar ter­ca y sos­pe­cho­sa­men­te evi­den­cias en sen­ti­do con­tra­rio. Los cua­tro pue­blos bro­tan de una etni­ci­dad total­men­te dis­tin­ta y ello fuer­za a que la recla­ma­ción de sus res­pec­ti­vas sobe­ra­nías, sur­gi­das como un gey­ser des­de pro­fun­di­da­des abis­ma­les, cons­ti­tu­ya la peti­ción bási­ca de un poder sobe­rano. Se tra­ta no sola­men­te de ser lo que se es, sino de hacer como mejor se sabe. Ello impli­ca des­de la moral a las finan­zas, des­de el comer­cio al empleo, des­de lo social a lo inte­lec­tual, des­de la fe a la con­ve­nien­cia. Ser vas­co, igual que ser espa­ñol, galle­go o cata­lán, es dema­sia­do impor­tan­te para creer que la cues­tión del poder polí­ti­co se resuel­ve con una sim­ple manio­bra numé­ri­ca en un par­la­men­to caren­te de legi­ti­mi­dad o la prác­ti­ca del terror poli­cial. Esto podía haber­lo con­si­de­ra­do la Sra. Clin­ton antes de ese absur­do comu­ni­ca­do sobre la vic­to­rio­sa lucha de la Ertzan­tza con­tra el terro­ris­mo. Val­ga la nota final.

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