Cul­tu­ra. Un par de muje­res desterritorializadas

Por Iña­ki Urda­ni­bia, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 de mar­zo de 2021.

«La com­pren­sión no sig­ni­fi­ca negar el horror, dedu­cir de pre­ce­den­tes lo que no tie­ne igual o expli­car los fenó­me­nos median­te tales ana­lo­gías y gene­ra­li­da­des que no se sien­tan ya ni el impac­to de la reali­dad ni el cho­que de la expe­rien­cia. Sig­ni­fi­ca, más bien, exa­mi­nar y sopor­tar de for­ma cons­cien­te el far­do que nues­tro siglo ha pues­to sobre noso­tros sin negar su exis­ten­cia ni some­ter­se dócil­men­te a su peso. La com­pren­sión, en suma, impli­ca un enfren­ta­mien­to no pre­me­di­ta­do, aten­to y resis­ten­te con la reali­dad, cual­quie­ra que esta sea»

Han­nah Arendt

«El exi­lio es el lugar pri­vi­le­gia­do para que la Patria se des­cu­bra, para que ella­mis­ma se des­cu­bra cuan­do ya el exi­lia­do ha deja­do de buscarla»

María Zambrano

A las dos muje­res de las que tra­tan estas pági­nas , que, a su vez, tra­tan de un libro que aca­ba de publi­car la filó­so­fa Olga Ama­rís Duar­te (Madrid, 1979), les tocó vivir en tiem­pos oscu­ros en los que rodea­das de la ame­na­za fas­cis­ta, de uno u otro signo, se vie­ron obli­ga­das a huir, bus­can­do refu­gio en otras tie­rras, ambas al otro lado del Atlán­ti­co, si bien la anda­lu­za en una movi­li­dad amplia que lle­va­ba a su ami­go y admi­ra­dor Leza­ma Lima, a rela­cio­nar su figu­ra con la ubi­cui­dad. Movién­do­se entre su país y otros en que asen­tar­se, en un entre-dos, ambas crea­do­ras, con­vir­tie­ron la ausen­cia de topos fir­me en el que ubi­car­se en poíe­sis de su con­di­ción, en una labor por evi­tar caer en la pér­di­da de dig­ni­dad que con­lle­va la usur­pa­ción de la iden­ti­dad que une a los indi­vi­duos con sus pró­ji­mos, sus hábi­tos y cos­tum­bres, para tener que ini­ciar otra vida, sin baran­di­lla fir­me a la que aga­rrar­se, lo que obli­ga a bus­car nue­vas for­mas de vida para ade­cuar­se, sin per­der su sin­gu­la­ri­dad pro­pia y su mira­da otra.

El libro al que hago refe­ren­cia, edi­ta­do por Her­der, lle­va por títu­lo: «Una poé­ti­ca del exi­lio. Han­nah Arendt y María Zam­brano». El títu­lo tie­ne aires cer­ca­nos a la pro­vo­ca­ción, como tra­ta de acla­rar des­de las pri­me­ras líneas del ensa­yo la auto­ra, ya que pue­de dar una idea del fenó­meno del exi­lio como algo posi­ti­vo, lo que en tiem­pos como los que corren, pue­de cru­jir. La obra tra­za los lazos de una posi­ble con­ver­sa­ción, que nun­ca tuvo lugar, entre la filó­so­fa de la razón poé­ti­ca y la de la refun­da­ción del pen­sa­mien­to polí­ti­co, ambas, eso sí, reto­man­do el hilo de la Gre­cia clá­si­ca, allá en don­de los orí­ge­nes del pen­sar iba liga­do a la poe­sía, al can­to y al ágo­ra como lugar de pues­ta en común de las ideas de los ciu­da­da­nos; como digo, el encuen­tro no tuvo lugar lo que no qui­ta para que cier­tas cir­cuns­tan­cias de orden geo­grá­fi­co y tem­po­ral lo podían haber posi­bi­li­ta­do. En lo que hace al tema de con­ver­sa­ción, uno de ellos, ya que asun­tos ni ideas no habrían fal­ta­do, ocu­pan­do un lugar des­ta­ca­do el rela­cio­na­do con el exi­lio. Las dos crea­do­ras fue­ron prác­ti­ca­men­te coe­tá­neas: María Zam­brano (Vélez-Mála­ga, 1904 – Madrid, 1991) y Han­nah Arendt (Han­no­ver, Ale­ma­nia, 1906 – Nue­va York, 1975), andu­vie­ron por la capi­tal del Sena allá por el mes de febre­ro de 1939, cuan­do la mala­gue­ña tenía 35 años y la ale­ma­na 33.

A pesar de la dis­tan­cia de las pers­pec­ti­vas y enfo­ques de ambas pen­sa­do­ras, la auto­ra del lúci­do ensa­yo bus­ca pun­tos comu­nes que con­flu­yen en lo refe­ren­te al inten­to de des­bor­dar los lími­tes de la razón, ins­tru­men­tal, para ir más allá del romo sen­ti­do común, a la vez que la expe­rien­cia del exi­lio, con­ver­ti­das ambas en víc­ti­mas, las va a mar­car y las va acer­car en lo refe­ren­te a la pla­za que ambas con­ce­den al amor, y al des­tie­rro de cual­quier for­ma de odio hacia los vic­ti­ma­rios. El pri­mer apar­ta­do del libro, Dos vidas en con­tra­pun­to, se detie­ne en los pri­me­ros años de la vida de ambas, bus­can­do algu­nas coin­ci­den­cias en lo refe­ren­te a la impor­tan­cia del ambien­te fami­liar con sus sur­ti­das biblio­te­cas, los años de for­ma­ción con los ami­gos y la impor­ta­cia de los maes­tros-guías: en el caso de la ger­ma­na Hei­deg­ger, Edmund Hus­serl y de mane­ra espe­cial Karl Jas­pers, con quien man­tu­vo su estre­cha rela­ción de por vida; la hue­lla del pri­me­ro, per­ma­ne­ció a pesar de las crí­ti­cas, que eran domi­na­das por las jus­ti­fi­ca­cio­nes (la tor­pe­za del vie­jo zorro en los asun­tos públi­cos). Zam­brano en la uni­ver­si­dad siguió las ense­ñan­zas de Orte­ga y Gas­set con quien mar­có cier­tas dis­tan­cias debi­do a cier­ta dis­pli­cen­cia del maes­tro hacia sus velei­da­des poé­ti­cas que le dis­tan­cia­ban de sus pos­tu­ras, a la vez que su casa se con­ver­tía en lugar de reu­nión para aque­lla repú­bli­ca de los ami­gos en la que la pala­bra toma­ba el poder en la crea­ción de mundos.

Olga Ama­rís, como que­da seña­la­do, esta­ble­ce un diá­lo­go, obvia­men­te ima­gi­na­rio, entre ambas, para ello expo­ne las tra­yec­to­rias de cada una de ellas para pos­te­rior­men­te hacer que se cru­cen sus pen­sa­mien­tos en las bifur­ca­cio­nes que aca­bo de nom­brar: el amor mun­di y la fra­ter­ni­dad hacia el Otro, a la impor­tan­cia de la poé­ti­ca, como espí­ri­tu crea­dor. Los exi­lios de ambas son segui­dos con deta­lle, y, qué duda cabe, que la auto­ra mues­tra un sóli­do domi­nio del terreno que tran­si­ta, logran­do unir a dos auto­ras que han sido amplia­men­te estu­dia­das, mas cada cual por su lado, ponien­do en acto lo que per­ma­ne­cía en poten­cia, por decir­lo en aris­to­té­li­co. La auto­ra de los Orí­ge­nes del tota­li­ta­ris­mo, huyó de Ale­ma­nia, con su madre, al ver que el marrón comen­za­ba a domi­nar el pano­ra­ma ger­mano lo que supo­nía una cla­ra ame­na­za para ella y más si en cuen­ta se tie­ne su con­di­ción judía; años de cola­bo­ra­ción con orga­ni­za­cio­nes de ayu­da a los judíos en fuga, y el tra­ba­jo sobre Rahel Varnha­gen como espe­jo de su pro­pia con­di­ción. De allá fue­ron a Pra­ga y Gine­bra y más tar­de a París; pos­te­rior­men­te Arendt se tras­la­dó a EEUU en don­de se con­vir­tió en pro­fe­sor uni­ver­si­ta­rias ade­más de mul­ti­pli­car sus con­fe­ren­cias y sus inter­ven­cio­nes sobre la actua­li­dad del país de aco­gi­da que se con­vir­tió en suyo al nacio­na­li­zar­se. En estos via­jes las refle­xio­nes sobre el exi­lio, sobre los des­po­seí­dos, y sobre los judíos en con­cre­to fue­ron cobran­do amplia pre­sen­cia en su pen­sa­mien­to, otor­gan­do una impor­tan­cia des­ta­ca­da a la figu­ra del paria cons­cien­te a la pre­sen­cia de la len­gua mater­na, con un bilin­güis­mo que le lle­va­ba a usar el ale­mán para algu­nos asun­tos, más dl cam­po de los afec­tos, mien­tras que el inglés le ser­vían para otros, más téc­ni­cos y aca­dé­mi­cos, dos len­guas. Mater­na y hués­ped. Por su par­te, la auto­ra de Cla­ros del bos­que, aban­do­nó Espa­ña al ini­ciar­se el año de 1939, tras la vic­to­ria de la cru­za­da y la derro­ta de las espe­ran­zas repu­bli­ca­nas, que supu­so la mar­cha de no pocos con­ciu­da­da­nos. La pri­me­ra para­da fue en Fran­cia, en don­de comen­zó a tomar cuer­po la con­cien­cia de paria, con­si­de­ran­do el exi­lio como la patria a cono­cer, en un pri­mer momen­to, para una vez cono­ci­da deve­nir en una tie­rra que mar­ca y deja hue­lla. Lejos de ella la pre­sen­cia de cual­quier sen­ti­mien­to de derro­ta, optan­do por, en vez de ami­la­nar­se ante los obs­tácu­los, supe­rar dicha ten­ta­ción para cono­cer los des­co­no­ci­do, lo Otro, y aco­plar­se a la nue­va vida que se inau­gu­ra y que se ha de pla­ni­fi­car tra­tan­do de hallar el lugar en el nue­vo mun­do, y con­fian­do en la lle­ga­da de tiem­pos mejo­res, tiem­pos que ellas con­tri­bu­ye­ron a que se rea­li­za­se con sus lúci­das refle­xio­nes. En el hori­zon­te una socie­dad futu­ra armo­nio­sa, con las figu­ras tute­la­res de Antí­go­na, Sócra­tes y el K. de Kafka…En el caso de la mala­gue­ña los cam­bios de resi­den­cia fue­ron nume­ro­sos en un vai­vén que iba de Fran­cia a Puer­to Rico, a Cuba, a Gine­bra, y al este hexa­go­nal en don­de resi­dió con su her­ma­na Ara­ce­li, en una caba­ña, has­ta su, siem­pre pos­ter­ga­da, vuelta…en una tra­yec­to­ria pen­san­te en que la pre­sen­cia de los sufis, el taoís­mo, el budis­mo y los mís­ti­cos, muy en con­cre­to, los his­pa­nos no cesó.

La auto­ra del ensa­yo ofre­ce unos retra­tos de las dos muje­res, de su sin­gu­la­ri­dad, de su carác­ter de impres­cin­di­bles en el cam­po del pen­sa­mien­to en que han deja­do hon­da hue­lla, sub­ra­ya los aspec­tos de su tra­yec­to­ria que les unen, des­ta­can­do el trán­si­to de la nuda vida a la nue­va vida con­quis­ta­da –todo exi­lia­do es un conquistador‑, la vida acti­va que abre la puer­ta al por­ve­nir de nue­vos seres que ini­cia­rán una anda­du­ra estre­na­da, en una reno­va­ción ‑podría decir­se rena­ci­mien­to- per­ma­nen­te que es la vida de los huma­nos y de la socie­dad, en direc­ción mar­ca­da por la fle­cha de la auro­ra que anun­cia la armo­nía, la fra­ter­ni­dad, la repú­bli­ca de ami­gos. Como ya he deja­do anun­cia­do Olga Ara­mís con­clu­ye lle­ván­do­nos al encuen­tro, ima­gi­na­do, entre ambas muje­res en la zona fron­te­ri­za his­pano-fran­ce­sa allá por la pri­ma­ve­ra de 1964; en la esta­ción de Port-Bou avan­zan la una fren­te a la otra, se han diri­gi­do a una zona en la que la memo­ria del exi­lio está pre­sen­te has­ta en las pie­dras de los cami­nos de mon­ta­ña, en la ruta Lisa Fitt­ko, y en las pro­pias tum­bas: la de Anto­nio Macha­do en Colliou­re y la de Wal­ter Ben­ja­min al sur, en la pobla­ción cata­la­na antes nom­bra­da: la anda­lu­za se diri­ge a la tum­ba del poe­ta para depo­si­tar unas flo­res, para pos­te­rior­men­te tras­la­dar­se a París para hacer lo pro­pio en la tum­ba de su madre, mien­tras que la ger­ma­na pre­ten­de visi­tar el lugar en que fue ente­rra­do su ami­go, el joro­ba­di­to, bus­ca­dor de per­las como le gus­ta­ba lla­mar­le. El inter­cam­bio de pala­bras se va a desa­rro­llar en fran­cés, idio­ma que ambas domi­nan, con sus más y sus menos, y la pri­me­ra en rom­per el fue­go va a ser Arendt, res­pon­dien­do Zam­brano …«HA:…la fuer­za del pen­sa­mien­to no pue­de parar, y menos aho­ra. Has­ta el final de nues­tros días /​MZ: que­rrá decir has­ta el prin­ci­pio. /​HA: No, el prin­ci­pio lo escri­bi­rán ellos, los que vie­nen detrás de noso­tras. Es su his­to­ria, esta vez les toca a ellos abrir el libro. Y lo harán, aca­ba­rán hacién­do­lo, por amor al mundo./ MZ: (Afir­man­do) Por pie­dad al Otro».

Y la este­la de esas chis­pas cen­te­llean­tes, que ilu­mi­na­ban el espa­cio que habi­ta­ban en aque­llos tiem­pos de oscu­ri­dad, y cuya luz, con sus ges­tos de soli­da­ri­dad y sus carac­te­res inso­bor­na­bles crean ondas en direc­ción de la fabri­ca­ción de nue­vos mun­dos, de nue­vas realidades.

Libro de inte­rés y de indu­da­ble actua­li­dad en este mun­do en el que se dan seten­ta millo­nes de des­pla­za­dos for­zo­sos, situa­ción que resal­ta la vali­dez de las refle­xio­nes de ambas muje­res que pade­cie­ron el exi­lio y lo pen­sa­ron y lo repen­sa­ron, en un empe­ño por com­pren­der­lo, ofre­cien­do una visión calei­dos­có­pi­ca del fenó­meno. Otro de los méri­tos del ensa­yo es la habi­li­dad de la auto­ra para hacer acce­si­ble los pen­sa­mien­tos com­ple­jos, aspec­to refor­za­do por el pro­pio uso del len­gua­je uti­li­za­do y el regis­tro narrativo.

Fuen­te: Prensalatina.

Itu­rria /​Fuen­te

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