Eus­kal Herria. Euca­lip­to, un árbol mal­di­to para nues­tros bós­ques y ríos

Por Mikel Zubi­men­di. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 20 de mar­zo de 2021.

De Lekei­tio a Lemoiz, en toda la cos­ta de Biz­kaia, está por todas par­tes. Tam­bién en Ara­ba y Gipuz­koa se expan­de sin freno. El euca­lip­to es la alter­na­ti­va de la indus­tria made­re­ra al pino ata­ca­do feroz­men­te por la ban­da marrón. Pero ecó­lo­gos y aso­cia­cio­nes loca­les lan­zan el gri­to al cie­lo. Esta espe­cie inva­so­ra ame­na­za la tie­rra y los ríos, su impac­to en la bio­di­ver­si­dad es brutal. 

El euca­lip­to es un árbol «exó­ti­co», ori­gi­na­rio de Aus­tra­lia y el sur­es­te asiá­ti­co, del que ape­nas se habla­ba hace un par de déca­das. Aho­ra está en boca de todos. Cien­tí­fi­cos, made­re­ros, aso­cia­cio­nes loca­les y gen­te corrien­te, todos hablan del árbol de la dis­cor­dia. De una (fal­sa) elec­ción entre lo malo y lo peor. El pino diez­ma­do por la enfer­me­dad de la ban­da marrón esta sien­do sus­ti­tui­do por el euca­lip­to. En tér­mi­nos de ren­ta­bi­li­dad eco­nó­mi­ca, no tie­ne com­pe­ti­dor. Y el sec­tor fores­tal vas­co, que ha vivi­do su par­ti­cu­lar vía cru­cis en for­ma de una seve­ra cri­sis por las con­ti­nuas enfer­me­da­des y el des­plo­me del pre­cio de la made­ra, pare­ce haber encon­tra­do la alter­na­ti­va a sus males

Pero las cosas y la con­cien­cia popu­lar tam­bién está cam­bian­do. Y si antes se habló mucho sobre la enfer­me­dad de la ban­da marrón que arra­sa­ba los pina­res y los ries­gos de las fumi­ga­cio­nes con óxi­do de cobre para com­ba­tir­la, aho­ra se habla ya tan­to o más sobre la expan­sión del euca­lip­tal con­for­me los pinos des­apa­re­cen. La sus­ti­tu­ción del pino por el euca­lip­to ha hecho sal­tar las alar­mas. Y los datos con­fir­man la esca­la de la ame­na­za. La super­fi­cie fores­tal del euca­lip­to se ha mul­ti­pli­ca­do casi por cin­co en los últi­mos 35 años y ya ocu­pa un 3,5% del total de la CAV. Su des­con­tro­la­da expan­sión es una ame­na­za real, espe­cial­men­te en pue­blos de la cos­ta de Biz­kaia, alar­man­te en el caso de muni­ci­pios como Maru­ri, don­de el euca­lip­to ya colo­ni­za más del 50% de sus tierras.

En Biz­kaia hay ya más de 20.500 hec­tá­reas de euca­lip­tal, en Ara­ba 1.350 y en Gipuz­koa 1.214. Pero ¿por qué preo­cu­par­se? ¿No son aca­so todos los árbo­les igua­les? No, sen­ci­lla­men­te no. Aun­que las com­pa­ñías made­re­ras plan­ten un mon­tón de árbo­les de euca­lip­to en fila, eso no hace un bos­que. Al con­tra­rio, lejos de ser bos­ques, en reali­dad son enemi­gos del bos­que dado su altí­si­mo impac­to ambien­tal y paisajístico.

Urge mejo­rar la ges­tión de estas plan­ta­cio­nes y, poco a poco, empe­zan­do por los espa­cios pro­te­gi­dos, ir eli­mi­nán­do­las de nues­tros pai­sa­jes más sin­gu­la­res y frá­gi­les. No se tra­ta qui­zá de aca­bar con los euca­lip­tos, de una prohi­bi­ción total y drás­ti­ca, pero sí o sí, hay que fijar fron­te­ras a la cre­cien­te e impa­ra­ble expan­sión de esta espe­cie tan nociva.

Ren­ta­bi­li­dad e indus­tria del papel

Casi exclu­si­va­men­te uti­li­za­do para la indus­tria del papel, rela­ti­va­men­te poten­te en nues­tro país, los pro­pie­ta­rios de terre­nos fores­ta­les optan por este árbol por su rápi­do cre­ci­mien­to. El euca­lip­to se cor­ta entre cada 13 y 15 años, des­de la cepa, y vuel­ve a cre­cer de nue­vo has­ta que, tras tres cor­tes, se arran­can las raí­ces o se plan­ta al lado. Nada que ver con los 35 – 40 años del pino, los 100 años del haya o los 130 del roble.

La made­ra de euca­lip­to se ven­de muy bien para la indus­tria pape­le­ra y fir­mas del sec­tor o empre­sas fores­ta­les, inclu­so de Can­ta­bria, que están com­pran­do sue­lo de bos­que en Eus­kal Herria a pre­cio tira­do, muy, muy bara­to, entre diez y vein­te cén­ti­mos el metro cua­dra­do. Plan­tar euca­lip­to, en ese sen­ti­do, repor­ta ren­ta­bi­li­dad. Su explo­ta­ción es alta­men­te meca­ni­za­da, muy inten­si­va, se hace con pro­ce­sa­do­res y para ello se requie­re cons­truir muchas vías de saca.

Impac­to en la biodiversidad

Pero no hay que con­fun­dir el valor y el pre­cio. Sus con­se­cuen­cias son mani­fies­ta­men­te noci­vas para la natu­ra­le­za y la bio­di­ver­si­dad. Degra­dan el sue­lo, inten­si­fi­can la pér­di­da de mate­ria bio­ló­gi­ca en la tie­rra, ayu­dan a una rápi­da pro­pa­ga­ción del fue­go en caso de incen­dio y dejan balan­ces hídri­cos nega­ti­vos. La plan­ta­ción masi­va de euca­lip­tos, sobre todo si el terreno no es el ade­cua­do, deja efec­tos muy per­ju­di­cia­les. Y aun­que se hable menos, tam­bién otros daños cola­te­ra­les en eco­sis­te­mas colin­dan­tes, sobre todo en los ríos: tras la tala de las plan­ta­cio­nes, los sedi­men­tos lle­gan a las cuen­cas flu­via­les. Y se ha demos­tra­do que la hoja­ras­ca del euca­lip­to que lle­ga a los ríos son tóxi­cas para la mayo­ría de los ani­ma­les. Es ale­lo­pá­ti­ca, pro­du­ce com­pues­tos bio­quí­mi­cos que influ­yen per­ju­di­cial­men­te en el cre­ci­mien­to, super­vi­ven­cia o repro­duc­ción de otros orga­nis­mos vivos. Fun­cio­na como una espe­cie de her­bi­ci­da sobre la super­fi­cie bos­co­sa y la comu­ni­dad microbiana.

Los datos cien­tí­fi­cos sobre su impac­to en la bio­di­ver­si­dad son abru­ma­do­res. Hay entre un 64% y un 99% menos de líque­nes, la diver­si­dad de los anfi­bios cae en un 50%. Hay un 65% menos de aves, un 75% menos de insec­tos. En los ríos, un 23% menos de inver­te­bra­dos, con una diver­si­dad de un %11 más baja, con un tama­ño %37 más pequeño.

Y si se abre el zoom, se cons­ta­ta que en los ríos sus efec­tos per­ni­cio­sos son múl­ti­ples y muy peli­gro­sos. Se sabe que, en gene­ral, la hoja­ras­ca es un ali­men­to fun­da­men­tal y la made­ra muer­ta un hábi­tat muy impor­tan­te para los ríos. Pero en el caso del euca­lip­to, es sabi­do que sus hojas son un ali­men­to muy esca­so –sal­vo para los koa­las– y que se des­com­po­nen muy len­ta­men­te, y debi­do a que se talan a mata rasa, dejan muy poca made­ra muer­ta, su explo­ta­ción gene­ra muchí­si­mo barro y eso hace para los peces, para las tru­chas, para los mir­los acuá­ti­cos, para los habi­tan­tes del río que el hábi­tat sea cada vez más degra­da­do y hos­til. El agua toma un color del cho­co­la­te, y la vida se des­va­ne­ce len­ta pero inexorablemente.

Toda alter­na­ti­va tie­ne un coste

En rela­ción al cam­bio cli­má­ti­co, hay que des­mon­tar otro mito: que un árbol crez­ca más rápi­do no sig­ni­fi­ca que se hace fren­te mejor al calen­ta­mien­to. Fal­ta infor­ma­ción pero la que exis­te es con­sis­ten­te y prác­ti­ca­men­te todas las inves­ti­ga­cio­nes cien­tí­fi­cas demues­tran el gran impac­to medioam­bien­tal que tie­ne el euca­lip­to, de mane­ra níti­da y preo­cu­pan­te en la bio­di­ver­si­dad. Hay razo­nes para mirar con preo­cu­pa­ción el pro­ve­nir, el impac­to en Eus­kal Herria va a ser gran­de y que cuan­to más expan­sión ten­ga y más tiem­po pase has­ta que se tomen deci­sio­nes, la situa­ción no deja­rá de empeorar.

Pero ¿y qué hay de aque­llos pro­pie­ta­rios de tie­rras fores­ta­les que sim­ple­men­te quie­ren ganar cuan­to más dine­ro posi­ble en el pla­zo de tiem­po más cor­to? ¿Qué res­pues­ta se les pue­de dar? Podría­mos decir que los bos­ques, y por exten­sión la natu­ra­le­za, no son solo de los due­ños de la tie­rra, que es de todos y que no es de nadie. No todos los pro­pie­ta­rios son igua­les, que una cosa son las empre­sas made­re­ras y otra los par­ti­cu­la­res, muchos de ellos urba­nos, hijos o nie­tos de base­rri­ta­rras, que ni siquie­ra saben que lo son. O que la res­pues­ta ins­ti­tu­cio­nal no es mono­lí­ti­ca, que hay ayun­ta­mien­tos que los han prohi­bi­do y que hay otros que dejan sus tie­rras. O que hay des­de hace 26 años un plan fores­tal ins­ti­tu­cio­nal y que, por des­gra­cia, vale el dicho de que para no hacer nada muchas veces lo mejor es hacer un informe.

No exis­te nin­gu­na alter­na­ti­va al euca­lip­to que no ten­ga un cos­te y sin alter­na­ti­va vamos de cabe­za a un desas­tre eco­ló­gi­co. Cabe pre­gun­tar­se, por ejem­plo, si los bos­ques de Ber­tiz, don­de no se cor­ta la made­ra y se deja que el ciclo natu­ral haga su camino, dan menos dine­ro que una explo­ta­ción made­re­ra inten­si­va. El tiem­po libre, el espar­ci­mien­to, el cono­ci­mien­to, la cul­tu­ra, los espa­cios natu­ra­les gene­ran un valor que no se pue­de pagar, inclu­so un dine­ro del que viven muchos pue­blos rura­les y comu­ni­da­des. Lo que hace­mos aho­ra deter­mi­na­rá el futu­ro y si no hace­mos nada, den­tro de 50 años mira­rán hacia atrás y nos pre­gun­ta­rán «¿Qué hicis­teis?». Que nun­ca nadie pue­da decir que al menos no lo intentamos.

Fuen­te: Gara

Itu­rria /​Fuen­te

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