Por Guadi Calvo*, Resumen Latinoamericano, 21 de marzo de 2021-.
Con la firmeza y lucidez del tío borracho en esa reunión familiar en las que hace décadas nadie lo escucha, el presidente norteamericano, Joe Biden, contestó a la sutil pregunta del periodista George Stephanopoulos, quién falto de inspiración buscaba un título: “¿Es Putin un asesino?” La respuesta ya es mundialmente conocida: “Sí» y agregó, con la templanza característica de los pro hombres norteamericanos: “El precio que va a pagar, lo verá en breve”, agregó sin dar más detalles: Lo que podría significar, si seguimos el razonamiento de sus predecesores, que solo nos queda esperar que pronto invadirá la Federación de Rusia, como lo ha hecho con Irak o Afganistán, en que miles de nativos se empeñaron en morir bajos las bombas de democráticas de la aviación norteamericana, o quizás envié un comando de tropas especiales para secuestrar al presidente ruso, y someterlos a la justica de “América”, como lo han hecho con Manuel Antonio Noriega, ex agente de la CIA, vocacionalmente narcotraficante y circunstancialmente presidente de Panamá, ese país que queda en algún lugar entre México y la Patagonia, o consiga aligerar el tramite resolviéndolo como lo hizo, su entonces jefe Barack Obama, cuando en un alarde de la diplomacia laxa, intervino en un país soberano, Pakistán, para asesinar a otro ex agente de la CIA, militante anticomunista y experto en demoliciones: Osama bin Laden.
La respuesta del ex Jefe de la KGB, fue casi borgeana refiriéndose a un juego de espejos y deseándole que conserve su salud. Todavía no está claro si hombres del Servicio Federal de Seguridad de la Federación de Rusia, para abrevia FSB, intervinieron en el tendido de la alfombra de la escalerilla del Air Force One, el avión presidencial en que Biden, se volaría desde la base de la fuerza aérea de Andrews (Maryland) hasta Atlanta, y en la que muy deportivamente tropezó tres veces, antes de alcanzar la puerta, la que, por suerte, estaba abierta y no le apretó los dedos.
En la agitada semana del 46ª presidente norteamericano, mientras pronunciaba un discurso sobre los avances en la vacunación contra el coronavirus en Estados Unidos, ascendió a Kamala Harris, hasta entonces su vicepresidenta, al rango inmediatamente superior (Freud, siempre ese Freud).
Aunque volviendo a las declaraciones sobre Putin, el asesino, momentos más tarde dijo, que afortunadamente: “Moscú y Washington pueden encontrar puntos en común a pesar de las frías relaciones de las dos potencias.”, como si volver de tratar de criminal al presidente de la segunda potencia nuclear del mundo, un muchacho difícil, fuera tan fácil como trastabillar en la escalerilla de un avión.
Son muchos los años que el mundo deberá contemplar como las relaciones entre Moscú y Washington, se siguen construyendo con sus claros y sus oscuros. Y si bien Biden, que a comparación con su presidente Donald Trump, parecía un moderado, a dos meses de su asunción parece confirmar esa teoría acerca de que para la política exterior los Demócratas son más sangrientos o ¿sanguíneos? que los Republicanos.
Entre las cuestiones verdaderamente importantes además de Rusia, el Departamento de Estados, tiene por delante que resolver la siempre tensa relación con China, a la que las torpeza de Trump, convirtió en un verdadero problema, y la cuestión del tratado nuclear con Irán, al que Barak Obama, dedicó muchos esfuerzos y coronó con éxito, lo que de manera casi inmediata detonó el rubicundo Donald, en su particular manera de entender la relaciones internacionales: “hago lo que se me canta”, escuela a la que Biden parece estar por suscribirse. Aunque también el nuevo presidente en el orden internacional cuente con algunos otros problemas, el acuerdo con el Taliban, firmado el 29 de febrero del 2020, sobre el que se avanzó poco y nada y a los que los hombres del mullah Hibatullah Akhundzada, ya han amenazado con ponerle fecha de vencimiento. Además de otros problemas como ya crónicos como las guerras en Siria, Irak, Yemen, el Sahel, Libia y Somalia y el informe demoledor de la CIA, sobre la vinculación, en la muerte y desaparición del periodista de The Washington Post Jamal Khashoggi, del príncipe Mohamed bin Salman (MbS), heredero del trono de Arabia Saudita, histórico aliado y cliente privilegiado de los Estados Unidos.
Vladimir, el asesino.
Sin duda la historia política de Vladimir Putin, es una de las más ricas y atrayentes de lo que va del siglo XXI, debió hacerse cargo de los restos putrefactos de una nación que, gracias a sus gigantescos errores internos, la larga guerra en Afganistán, y serviles y corruptos dirigentes como Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin, llevaron a la segunda nación más poderosa del mundo al borde de la desintegración, los que alguno fanáticos llegaron a avizorar como un estado fallido, por lo que la tarea de poner de pie a un país de casi 150 millones de habitantes, que fue, era y sigue siendo objeto del odio de muchas naciones millones poderosas, que apostaron a su disolución absoluta, queriéndolo convertir en un cumulo de naciones, casi tribales, fáciles de controlar, para lo que se invirtieron miles de millones de dólares y euros, convirtiendo algunos países como Polonia o Ucrania en verdaderas cabezas de playa, para el asalto final, que además bajo el mismo modelo de la guerra afgana pretendieron incendiar y muy cerca estuvieron de conseguir que las ex repúblicas soviéticas y regiones enteras de cultura islámica, como Checheniay el Cáucaso, que generaron verdaderas masacres en diferentes puntos del país como la toma del teatro Dubrovka de Moscú en octubre de 2002, en la que murieron 170 personas o el secuestro de más del mil alumnos, padres y docentes en una escuela Beslán, en la república rusa de Osetia del Norte, en septiembre de 2004, por un comando de terrorista chechenos, que tras 53 horas se saldó con la vida de 334 inocentes. En esos dos hechos sin duda Putin aprendió que al terrorismo no se lo combate con agua de rosas, por lo que sin duda cada vez que debió enfrentarlo lo ha hecho con toda la dureza que su responsabilidad se impone.
Por ello cuando muchos hablan de las masacres de la aviación rusa, que operó, en la guerra siria, contra los mismos terroristas que actuaron en Chechenia, el teatro Dubrovka o la escuela de Beslán, creen que quienes arrancaban el corazón de un enemigo y lo masticaban antes las cámaras de televisión eran discípulos de Gandhi o la hermana Teresa, sin recordar que de entre ellos salieron los que aporraron Paris, Londres, Barcelona Cannes y otras tantas ciudades europeas. Quienes critican la dureza de Putin, y lo tratan de asesino como el mismísimo Biden, que acompañó como vicepresidente a Obama en sus dos mandados y todos los bombardeos en Siria, Irak o Afganistán, hasta aquí para no ser reiterativos, no tienen en cuentas que esos santos muyahidines, han sido armados y entrenados por los miles de millones de dólares invertidos por Arabia Saudita o Qatar, los que nunca han sido acusados de asesinos, por nadie a excepción de sus víctimas.
Aunque el crimen más cruel de Putin haya sido el pérfido asesinato del mundo unipolar, al que tan rápido de había acostumbrado Washington tras la caída de la Unión Soviética, cuando tras los ataques de falsa bandera, con armas químicas, en el barrio damasceno de al-Ghutta en agosto de 2013, en el que murieron cerca de 2500 persona, por lo que Obama, amenazó con bombardear abiertamente Siria, cosa que venía haciendo desde 2011, sin que nadie lo trate de asesino, obviamente, a lo que Putin le aconsejo no hacerlo. La respuesta del Premio Nobel de la Paz 2009, fue, como decimos en el Rio de la Plata, retroceder en chancletas, ya que hasta el Reino Unido rehuyó acompañarlo y el único de sus lacayos que se mantuvo firme fue el entonces presidente francés François “Flanby” Hollande, lo que representaba ser acompañado por su tía abuela, por lo que Obama, nunca operó abiertamente sobre Siria, lo que dio lugar a la irrupción una vez más a Rusia, como jugador de peso en el plano internacional, asesinado así a la unipolaridad, el crimen más atroz del que se puede culpar al presidente Vladimir Putin.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.