Esta­do espa­ñol. Vicen­te Romero:“Existe un perio­dis­mo enfer­mo de objetividad”

Por Enric Llopis/​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 22 mar­zo 2021.-

Entre­vis­ta al perio­dis­ta Vicen­te Rome­ro, autor de Habi­ta­cio­nes de sole­dad y mie­do. Corres­pon­sal de gue­rra, de Viet­nam a Siria (Akal)

“Exis­te un perio­dis­mo enfer­mo de objetividad”

“La obs­ti­na­ción en man­te­ner la obje­ti­vi­dad, en expo­ner los hechos sin pre­ten­der influir en ellos, con­vier­te al perio­dis­ta en un ser des­pia­da­do”, afir­ma el perio­dis­ta Vicen­te Rome­ro (Madrid, 1947) en el libro Habi­ta­cio­nes de sole­dad y mie­do. Corres­pon­sal de gue­rra, de Viet­nam a Siria, publi­ca­do por Akal. Aña­de que en los repor­ta­jes sobre una ham­bru­na o una epi­de­mia no es sufi­cien­te con la cali­dad for­mal ni con la narra­ti­va fría, ya que “hay cosas que se cono­cen mejor con el corazón”.

El corres­pon­sal en zonas de con­flic­to ha rea­li­za­do más de 350 repor­ta­jes para los pro­gra­mas Infor­me Sema­nal y En Por­ta­da, de Tele­vi­sión Espa­ño­la (TVE), ade­más de cró­ni­cas para el Tele­dia­rio de TVE. Tam­bién ha publi­ca­do, entre otros libros, Tie­rra de zom­bis. Vudú y mise­ria en Hai­tí (Akal, 2019); El alma de los ver­du­gos (2008), sobre la repre­sión de la dic­ta­du­ra argen­ti­na; y Pala­bras que se lle­vó el vien­to (2005). Rome­ro tra­ba­ja actual­men­te en un nue­vo volu­men, Cafés con el dia­blo. Des­cen­so a los abis­mos del mal.

-“El perio­dis­mo ha muer­to”, afir­ma­ba el maes­tro de envia­dos espe­cia­les en zonas de con­flic­to, Manuel Legui­ne­che, en el sen­ti­do del repor­te­ro que se des­pla­za, obser­va e infor­ma. ¿Pue­den sus­ti­tuir las nue­vas tec­no­lo­gías a la visión direc­ta de los hechos y las entre­vis­tas personales?

No pue­den sus­ti­tuir al buen perio­dis­mo que, de hecho, ya no exis­te. Es la mis­ma dife­ren­cia que se da entre la comi­da y la comi­da basu­ra. Los medios de comu­ni­ca­ción, la cali­dad y fia­bi­li­dad de la infor­ma­ción se han dete­rio­ra­do terri­ble­men­te en los últi­mos 40 años. Cuan­do veo los infor­ma­ti­vos de tele­vi­sión, me que­do espan­ta­do. Des­de la redac­ción y el idio­ma mal­tra­ta­dos, has­ta las noti­cias fue­ra de con­tex­to o per­ci­bir que el locu­tor no tie­ne ni idea de qué está hablan­do. Ade­más se ha redu­ci­do el núme­ro de envia­dos espe­cia­les sobre el terreno. Por ejem­plo, un perio­dis­ta cubría para un infor­ma­ti­vo, des­de Méxi­co, el encar­ni­za­mien­to de los com­ba­tes en Masa­ya (a unos 30 kiló­me­tros de Mana­gua); el repor­te­ro des­co­no­cía la rele­van­cia de esta ciu­dad en la Revo­lu­ción San­di­nis­ta con­tra la dic­ta­du­ra de Somo­za, en 1979.

-¿En qué medi­da con­si­de­ras impor­tan­te el tra­ba­jo pre­vio de docu­men­ta­ción en la ela­bo­ra­ción de reportajes?

¿Crees que se pue­de narrar un par­ti­do de fút­bol sin cono­cer las reglas del fue­ra de jue­go o sobre las manos? No pue­des, has de cono­cer y estar siem­pre a la últi­ma. En Tele­vi­sión Espa­ño­la siem­pre lle­va­ba al cáma­ra, ayu­dan­tes y rea­li­za­do­res foto­co­pias con el mate­rial del ser­vi­cio de docu­men­ta­ción, para que tuvie­ran estos cono­ci­mien­tos; por­que en oca­sio­nes sólo sabían que, si se des­pla­za­ban a Burun­di, tenían que bajar­se del avión en la capi­tal, Bujum­bu­ra. Si quie­res tener a un argen­tino hablan­do duran­te una hora y decir­le que empie­ce otra vez, por­que no has enten­di­do nada, pre­gún­ta­le por el pero­nis­mo, que inclu­ye des­de la extre­ma dere­cha has­ta la extre­ma izquier­da, la lucha arma­da o la soli­da­ri­dad de la cla­se obre­ra; en los últi­mos 50 años he via­ja­do más de 20 veces a Argen­ti­na, leo la pren­sa de este país y aún me pier­do. Esto mis­mo ocu­rre con el cha­vis­mo. Ade­más no es igual cubrir un incen­dio –que tam­bién tie­ne su difi­cul­tad- que una cri­sis polí­ti­ca o una guerra. 

-¿Qué es un perio­dis­ta “enfer­mo de objetividad”?

En las facul­ta­des de perio­dis­mo he pues­to el ejem­plo de una per­so­na que sale de casa y ve cómo un tipo, de 100 kilo­gra­mos, le pega una pali­za a un niño. Un perio­dis­ta obje­ti­vo toma nota sobre la hora de la pali­za, el peso del niño y del ener­gú­meno, des­cri­be los gol­pes y cuen­ta las pata­das; con todos estos datos obje­ti­vos, con­clu­ye que el niño murió. En este caso, el perio­dis­ta es cul­pa­ble de un cri­men por omi­sión. Por muy perio­dis­ta que seas, has de inter­ve­nir y evi­tar que la noti­cia se pro­duz­ca. Es una cues­tión de éti­ca y com­pro­mi­so per­so­nal, de sen­si­bi­li­dad humana.

En Koso­vo, estu­ve dos días sin hacer la cró­ni­ca para Tele­dia­rio con el fin de que ACNUR –que había hecho deja­ción de sus fun­cio­nes- repar­tie­ra ayu­da huma­ni­ta­ria a 3.000 refu­gia­dos gita­nos que esta­ban aban­do­na­dos en un cole­gio de Koso­vo Pol­je; sus vivien­das habían sido incen­dia­das, según nos con­ta­ron, por una ban­da de alba­ne­ses. La direc­ción de Tele­vi­sión Espa­ño­la enten­dió lo que ocu­rría y me auto­ri­zó a que no hicie­ra la crónica.

-¿Y en cuan­to al lla­ma­do “perio­dis­mo de datos”?

Me pare­ce nece­sa­rio con­sul­tar los datos, pero hay que dudar siem­pre. Ade­más se apren­de más y mejor des­de el cora­zón que des­de la razón. Uno de los cri­te­rios para medir el ham­bre, según la OMS, es el núme­ro de calo­rías dia­rias con­su­mi­das. Sin embar­go, ¿cómo se rea­li­zan las esta­dís­ti­cas en paí­ses como Sie­rra Leo­na, don­de mucha gen­te no ins­cri­be en el regis­tro civil a los niños que nacen, bien por­que no exis­ten, por­que están a 150 kiló­me­tros del regis­tro, por­que no hay trans­por­te o cues­ta un esfuer­zo enor­me la ins­crip­ción? Los muer­tos tam­po­co se ins­cri­ben. En muchos casos las esta­dís­ti­cas no son cier­tas, y esto suce­de en 150 paí­ses del mun­do. Los datos se extraen, en muchas oca­sio­nes, a par­tir de las extra­po­la­cio­nes de los fun­cio­na­rios loca­les sobre los regis­tros de deter­mi­na­das ciu­da­des. Si ha ocu­rri­do en Espa­ña res­pec­to a la COVID, ¿qué no suce­de­rá en paí­ses sin estruc­tu­ras básicas?

-¿Has sen­ti­do mie­do duran­te tus corres­pon­sa­lías en un cen­te­nar de paí­ses? ¿Cómo se supera? ¿Dejan heri­das emo­cio­na­les tan­tos años como perio­dis­ta de guerra?

He pasa­do mie­do en muchos sitios. No exis­te el valien­te sino el insen­sa­to. El mie­do es ins­tin­to de con­ser­va­ción, otra cosa es que lo con­tro­les y sepas has­ta dón­de vas a lle­gar. Pero esto no es pri­va­ti­vo del perio­dis­mo. Res­pec­to a las heri­das emo­cio­na­les, un ami­go vete­ri­na­rio me comen­tó que cada vez lle­va­ba peor el tener que sacri­fi­car a un perro; o el médi­co que tra­ba­ja en una UCI infan­til, aten­dien­do a enfer­mos mori­bun­dos, y se deja el empleo. Sin embar­go, la ven­ta­ja del perio­dis­ta es que pue­de expre­sar la angus­tia; es la esen­cia del psi­co­aná­li­sis y, antes, de la con­fe­sión cató­li­ca: sacar de aden­tro el dolor y la cul­pa. Tam­bién he teni­do pesa­di­llas en rela­ción con el ofi­cio, como per­der un avión, que el telé­fono no fun­cio­ne o no poder rea­li­zar una crónica.

-¿Podrías citar casos con­cre­tos sobre la expe­rien­cia del mie­do en zonas de con­flic­to? 

En El Sal­va­dor, en mayo de 1980, cuan­do el ejér­ci­to com­ba­tía con saña cri­mi­nal a la gue­rri­lla del Fren­te Fara­bun­do Mar­tí de Libe­ra­ción Nacio­nal (FMLN), el mie­do esta­ba jus­ti­fi­ca­do. Me eché atrás, y vol­ví a la capi­tal, cuan­do tenía pre­vis­to cubrir la ocu­pa­ción de un pue­blo por par­te del FMLN; dos días des­pués supe que se pro­du­jo una embos­ca­da de los mili­ta­res y habían muer­to todos los gue­rri­lle­ros. Unos años antes, en sep­tiem­bre de 1976, mi mujer Lor­na y yo fui­mos dete­ni­dos en San­tia­go por la DINA (poli­cía secre­ta de Pino­chet); nos cubrie­ron los ojos con car­tu­li­nas, mania­ta­ron y apun­ta­ron con fusi­les auto­má­ti­cos antes de inter­nar­nos, duran­te tres días, en el cam­po de con­cen­tra­ción de Cua­tro Ála­mos, don­de estu­vi­mos tres días inco­mu­ni­ca­dos y some­ti­dos a inte­rro­ga­to­rios. Final­men­te nos expul­sa­ron del país.

-Media­dos los años 70 reco­rris­te Gui­nea Bis­sau ‑que logró la inde­pen­den­cia de Por­tu­gal en 1973- con inte­gran­tes del Par­ti­do Afri­cano para la Inde­pen­den­cia de Gui­nea Bis­sau y Cabo Ver­de (PAIGC). “Para nues­tra pren­sa no exis­te” este país del Áfri­ca occi­den­tal, sos­tie­nes. ¿Qué países/​con­flic­tos des­ta­ca­rías como “invi­si­bles” para los medios de comu­ni­ca­ción hegemónicos?

Reco­rrí el país duran­te casi una sema­na, en mayo de 1973, jun­to a los gue­rri­lle­ros del PAIGC, dor­mí en las cho­zas y vi los hos­pi­ta­les en la sel­va que con­ta­ban con el apo­yo de los médi­cos cuba­nos. El PAIGC renun­ció al terro­ris­mo y, tras una déca­da de lucha, derro­tó al poder colo­nial por­tu­gués. Asi­mis­mo la gue­rra de libe­ra­ción pro­pi­ció la caí­da de la dic­ta­du­ra mili­tar por­tu­gue­sa. Tuvo un diri­gen­te revo­lu­cio­na­rio, Amíl­car Cabral, muy impor­tan­te y des­co­no­ci­do. Así, la Gui­nea Bis­sau inde­pen­dien­te, uno de los paí­ses más pobres de Áfri­ca, here­dó del colo­nia­lis­mo sólo una fábri­ca, de cer­ve­za, y 11 kiló­me­tros de carre­te­ra asfaltada.

Hay muchos paí­ses, como Gui­nea Bis­sau, de los que no se habla en los infor­ma­ti­vos de tele­vi­sión; se dedi­can dia­ria­men­te 20 minu­tos a la COVID, que no digo que carez­ca de impor­tan­cia, pero sabe­mos muy poco de la cri­sis polí­ti­ca y social en Para­guay, el des­con­ten­to social en Chi­le o la actua­li­dad polí­ti­ca en Boli­via. Y de estos paí­ses toda­vía se infor­ma algo, pero ¿qué ocu­rre en Yemen y en tan­tos paí­ses afri­ca­nos? En Etio­pía están pro­du­cién­do­se matan­zas terri­bles y no sólo en la región de Tigré; en la zona nor­te de Mozam­bi­que, uno de los paí­ses prio­ri­ta­rios para la coope­ra­ción espa­ño­la y don­de están pre­sen­tes los gru­pos yiha­dis­tas, la situa­ción es tam­bién pavorosa.

-En Habi­ta­cio­nes de sole­dad y mie­do, das cuen­ta de las entre­vis­tas clan­des­ti­nas en Gua­te­ma­la con gue­rri­lle­ros y cam­pe­si­nos de la Orga­ni­za­ción del Pue­blo en Armas (ORPA), que se enfren­ta­ban al gobierno del gene­ral Fer­nan­do Romeo Lucas Gar­cía (1978−1982). ¿Qué apren­dis­te en estos encuentros?

Una ancia­na, a la que cono­cí en la humil­de vivien­da de una fami­lia cam­pe­si­na, infor­ma­ba al capi­tán de la gue­rri­lla y des­pués com­par­tió con­mi­go su taza de café; “en mi cora­zón caben todos menos los ricos”, decía. Me pre­sen­tó a sus nie­tos. Tenía cin­co hijos, de los que cua­tro mili­ta­ban en la gue­rri­lla; el quin­to era sas­tre, regen­ta­ba un nego­cio en la ciu­dad y con­fec­cio­na­ba uni­for­mes para los gue­rri­lle­ros. Sobre los revo­lu­cio­na­rios, afir­ma­ba: “Es nues­tro ejér­ci­to y tene­mos que ayu­dar­lo, por­que somos pobres y que­re­mos la feli­ci­dad para nues­tro pue­blo”. Y a la pre­gun­ta de si sen­tía mie­do por los niños, la ancia­na res­pon­dió: “No pode­mos temer. Les ser­vi­mos de cora­zón, por­que nues­tro sufri­mien­to es grande”.

-A fina­les de 1975 te tras­la­das­te a Bue­nos Aires como envia­do espe­cial del perió­di­co Pue­blo (el gol­pe mili­tar se pro­du­jo en mar­zo de 1976); estu­vis­te cua­tro meses en la capi­tal argen­ti­na. ¿Qué des­ta­ca­rías de la experiencia?

Cono­cí al polí­ti­co uru­gua­yo Zel­mar Miche­li­ni, del Fren­te Amplio, quien fue secues­tra­do y ase­si­na­do en mayo de 1976 por los mili­ta­res argen­ti­nos. Ade­más fui seña­la­do ante el ejér­ci­to como “agen­te sub­ver­si­vo” por un pis­to­le­ro de extre­ma dere­cha lla­ma­do Jor­ge Cesarsky y, un mes antes, dete­ni­do jun­to a un por­ta­voz de la gue­rri­lla mon­to­ne­ra. No inte­rrum­pí las cró­ni­cas. Pre­sen­cié tiro­teos. Uno de los moti­vos de que aguan­ta­ra era ayu­dar a una ami­ga chi­le­na, casa­da con un diri­gen­te del MIR, a aban­do­nar el país jun­to a su hija.

En el libro tam­bién cuen­to que, en enero de 1983, pocos meses antes que ter­mi­na­ra la dic­ta­du­ra, entre­vis­té en su casa al gene­ral Ramón J. Camps, jefe de la poli­cía de Bue­nos Aires en la épo­ca más dura de la repre­sión; Camps reco­no­ció ser res­pon­sa­ble de la muer­te de 5.000 “ele­men­tos sub­ver­si­vos”. La entre­vis­ta se publi­có en el dia­rio Pue­blo y repro­du­ci­da en los medios inter­na­cio­na­les. En 1986 fue con­de­na­do a 25 años de pri­sión, aun­que se bene­fi­ció del indul­to del expre­si­den­te Ménem.

-Por otra par­te, en 1994 te hicis­te eco del geno­ci­dio en Ruan­da (800.000 muer­tos, la mayo­ría de la etnia tutsi) y sus con­se­cuen­cias. ¿Qué ejem­plos men­cio­na­rías de cruel­dad huma­na en tus cen­te­na­res de cró­ni­cas y reportajes?

Uno de los casos tuvo lugar duran­te la gue­rra de Bos­nia. Se tra­ta de la ocu­pa­ción y masa­cre per­pe­tra­da en el verano de 1995 en la ciu­dad de Sre­bre­ni­ca. Ante la pasi­vi­dad de los cas­cos azu­les de la ONU, los chet­niks (ultra­na­cio­na­lis­tas ser­bios) detu­vie­ron, fusi­la­ron y ente­rra­ron en fosas comu­nes a más de 8.000 bos­nios musul­ma­nes. Asi­mis­mo, en 2005 reco­rri­mos Libe­ria para rea­li­zar un repor­ta­je que se emi­ti­ría en Infor­me Sema­nal; cons­ta­ta­mos cómo mili­ta­res y fun­cio­na­rios de Nacio­nes Uni­das se diri­gían en vehícu­los con ban­de­ra azul a los pros­tí­bu­los; tam­bién lle­gó a denun­ciar­se el abu­so de niñas, que efec­ti­vos ban­gla­de­síes de la ONU lle­va­ban a sus cuar­te­les; deci­di­mos ave­ri­guar qué esta­ba ocu­rrien­do; para ello, una noche visi­ta­mos dos bares de pros­ti­tu­ción en Mon­ro­via, don­de encon­tra­mos a ofi­cia­les de Nacio­nes Uni­das y al jefe del con­tin­gen­te francés.

-¿Y ejem­plos de huma­ni­dad por par­te de las per­so­nas más humildes?

Mien­tras en Occi­den­te se des­per­di­cian ali­men­tos, recuer­do en Níger haber vis­to a muje­res que se arro­ja­ban al sue­lo para reco­ger has­ta el últi­mo grano, por­que cua­tro o cin­co gra­nos de arroz supo­nían una cucha­ra­da más para sus hijos. Tam­bién en Hon­du­ras, en una aldea de vivien­das pre­ca­rias en la zona mon­ta­ño­sa del país, cono­cí al señor Villa­nue­va, agri­cul­tor muy pobre con 10 hijos que cul­ti­va­ba fri­jo­les, maíz y cui­da­ba su cafe­tal. Cer­ca del cam­pe­sino se movía una perra peque­ña, lla­ma­da Trun­ca, a la que le fal­ta­ba la mitad de una pata delan­te­ra. Trun­ca ama­man­ta­ba a su cacho­rro, de ahí que le comen­ta­ra a Villa­nue­va: “una boca más”; a lo que éste res­pon­dió: “Otro cora­zón más en la casa”.

-¿Qué apor­ta un pro­li­jo aná­li­sis de Geo­po­lí­ti­ca a un repor­te­ro que se ha acer­ca­do, sobre el terreno, a la gue­rra de Sie­rra Leo­na (1991−2002) con los niños sol­da­do, las niñas con­ver­ti­das en escla­vas sexua­les o las muti­la­cio­nes uti­li­za­das como arma estratégica?

La Geo­po­lí­ti­ca es una pseu­do­cien­cia que se puso de moda sobre todo duran­te la Gue­rra Fría, en el con­tex­to de la riva­li­dad entre dos gran­des poten­cias –Esta­dos Uni­dos y la Unión Sovié­ti­ca- por el con­trol del mun­do. Pero ha per­di­do mucho peso des­de enton­ces. A menu­do sir­ve para enmas­ca­rar gran­des crí­me­nes de Esta­do, como los come­ti­dos por Ara­bia Sau­dí en Yemen. Ade­más creo que la Geo­po­lí­ti­ca no cues­tio­na los méto­dos de domi­nio: no pue­de haber una Geo­po­lí­ti­ca crí­ti­ca. En muchos casos hay, más que gran­des intere­ses geo­po­lí­ti­cos, con­flic­tos loca­les y matan­zas dia­rias, como en Soma­lia, Etio­pía o Nigeria.

Asi­mis­mo el poder resi­de hoy no tan­to en los esta­dos nacio­na­les como en los gran­des gru­pos de capi­tal, como pue­de apre­ciar­se en la nega­ti­va de los paí­ses ricos a que se libe­ra­li­cen –en el mar­co de la OMC- las paten­tes para la pro­duc­ción de vacu­nas y tra­ta­mien­tos con­tra la COVID; de este modo, los gobier­nos asu­men los intere­ses de las gran­des cor­po­ra­cio­nes far­ma­céu­ti­cas. Reco­mien­do la lec­tu­ra de Los nue­vos amos del mun­do, de Jean Zie­gler; y del docu­men­tal titu­la­do El orden cri­mi­nal del mun­do, emi­ti­do por el pro­gra­ma de TVE En Por­ta­da en 2006, y en el que par­ti­ci­pa­ron Zie­gler y Eduar­do Galeano. 

-Por últi­mo, uno de los tes­ti­mo­nios más exten­sos del libro es el de un ciu­da­dano ale­mán de ori­gen liba­nés, Kha­led el Mas­ri. ¿Por qué te pare­ce importante?

La entre­vis­ta se inclu­yó en un repor­ta­je de 12 minu­tos –Des­pa­re­ci­dos glo­ba­les-, emi­ti­do por Infor­me Sema­nal en mayo de 2006. El caso de Kha­led el Mas­ri no es excep­cio­nal, ha ocu­rri­do lo mis­mo con ciu­da­da­nos de ori­gen jor­dano, sirio o egip­cio, entre otros paí­ses. La expe­rien­cia de Kha­led per­mi­tió con­fir­mar la exis­ten­cia de vue­los secre­tos y pri­sio­nes clan­des­ti­nas de la CIA. Con­fun­di­do con un diri­gen­te de Al Qae­da, este ciu­da­dano ale­mán fue dete­ni­do por la poli­cía de Mace­do­nia en diciem­bre de 2003, inte­rro­ga­do y tor­tu­ra­do en una cár­cel secre­ta de la CIA en Afga­nis­tán, libe­ra­do en Alba­nia y depor­ta­do final­men­te a Ale­ma­nia; com­pa­ñe­ros de pri­sión le con­ta­ron que habían sufri­do cho­ques eléc­tri­cos, pali­zas y la simu­la­ción de aho­ga­mien­tos. En 2012 una sen­ten­cia del Tri­bu­nal Euro­peo de Dere­chos Huma­nos (TEDH) dio la razón a Kha­led el Mas­ri fren­te al Esta­do de Mace­do­nia y la agen­cia estadounidense.

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