Argen­ti­na. 1976 – 2021: el dis­cre­to regre­so del negacionismo

Eze­quiel Ada­movsky /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 24 de mar­zo de 2021

Si algo moles­ta de la memo­ria de la dic­ta­du­ra que con tan­ta tena­ci­dad la socie­dad argen­ti­na ha sos­te­ni­do es la cons­ta­ta­ción de que no fue un hecho mera­men­te militar. 

Cos­tó años, pero se fue abrien­do camino la evi­den­cia de los amplios apo­yos civi­les que la hicie­ron posi­ble. Has­ta Vide­la cola­bo­ró con esa memo­ria. Los empre­sa­rios “se lava­ron las manos”, nos recor­dó, resen­ti­do, al final de sus días: “Nos dije­ron: ‘Hagan lo que ten­gan que hacer’, y lue­go nos die­ron con todo. ¡Cuán­tas veces me dije­ron: ‘¡Se que­da­ron cor­tos, ten­drían que haber mata­do a mil, a diez mil más!’”. Los empre­sa­rios, la Igle­sia, varias figu­ras del libe­ra­lis­mo y bue­na par­te de la pren­sa debie­ron lidiar duran­te déca­das con su incó­mo­do pasa­do de cola­bo­ra­ción. Año tras año se vie­ron for­za­dos a reno­var sus decla­ra­cio­nes de apo­yo a la demo­cra­cia y sus ges­tos de recha­zo a la dic­ta­du­ra. El Nun­ca Más pare­ce­ría un acuer­do sólido.

¿Lo es? Ima­gi­nar que sí nun­ca fue del todo fácil. Pero en el últi­mo lus­tro el dete­rio­ro de ese acuer­do bási­co que creía­mos tener se vol­vió paten­te. Pri­me­ro fue el ata­que sis­te­má­ti­co al movi­mien­to de dere­chos huma­nos que enca­ró el macris­mo y el peno­so pedi­do de “memo­ria com­ple­ta” al que se suma­ron sus inte­lec­tua­les. La jus­ti­fi­ca­ción de la dic­ta­du­ra que­da­ba a un paso, que no tar­da­ron en dar sus segui­do­res en las redes socia­les. Pero más preo­cu­pan­te que la mira­da sobre el pasa­do es la acti­tud per­mi­si­va sobre las ame­na­zas que pesan sobre el presente. 

Las acti­tu­des fren­te al gol­pe de Esta­do en Boli­via son un buen ejem­plo del tenue com­pro­mi­so de nues­tras dere­chas con la demo­cra­cia. Aun­que se tra­tó de un gol­pe mili­tar con todos los con­di­men­tos de los que Amé­ri­ca Lati­na cono­ce muy bien: un coro de figu­ras públi­cas –des­de Mario Var­gas Llo­sa al enton­ces can­ci­ller argen­tino– salie­ron a jus­ti­fi­car­lo. Toda­vía en estos días el encar­ce­la­mien­to de la man­da­ta­ria de fac­to que asu­mió tras el derro­ca­mien­to de Evo Mora­les moti­vó un insó­li­to deba­te en la pren­sa argen­ti­na, que esca­mo­teó las pala­bras ade­cua­das para nom­brar lo suce­di­do: Jea­ni­ne Añez fue ape­nas una “pre­si­den­ta inte­ri­na” y fue “desig­na­da”, ya que no está cla­ro que haya habi­do un gol­pe en abso­lu­to. Y, ade­más, Mora­les se la buscó. 

¿Alguien duda de que esa total des­apren­sión por la demo­cra­cia en el país vecino se repe­ti­ría en el nues­tro, lle­ga­do el caso? Si es acep­ta­ble que en Boli­via las Fuer­zas Arma­das pidan la renun­cia de un pre­si­den­te que debe huir temien­do por su vida y que colo­quen ellas mis­mas la ban­da pre­si­den­cial a una suce­so­ra desig­na­da de mane­ra irre­gu­lar ¿por qué no sería acep­ta­ble tam­bién en Argen­ti­na? Podría agre­gar­se como evi­den­cia igual­men­te preo­cu­pan­te la per­mi­si­vi­dad o inclu­so alien­to a otras inte­rrup­cio­nes del orden demo­crá­ti­co menos fla­gran­tes, pero igual­men­te obvias, como las que des­pla­za­ron del poder a Fer­nan­do Lugo y Dil­ma Rous­seff, la que impi­dió la can­di­da­tu­ra de Lula por una con­ve­nien­te sen­ten­cia a pri­sión que se sabía ama­ña­da y otros ejer­ci­cios del law­fa­re por el estilo. 

A esto habría que sumar que comien­zan a escu­char­se voces, vali­da­das como legí­ti­mas en el deba­te públi­co, que piden abier­ta­men­te ter­mi­nar con la demo­cra­cia, algo impen­sa­ble hace ape­nas diez años. Por caso, una figu­ra del libe­ra­lis­mo argen­tino vie­ne hacien­do toda una cam­pa­ña para “des­le­gi­ti­mar la demo­cra­cia” (es lite­ral), sis­te­ma que da una into­le­ra­ble sobe­ra­nía a las mayo­rías y cons­pi­ra con­tra el úni­co poder legí­ti­mo: el del mer­ca­do. De la agi­ta­ción en Twit­ter pasó a la pren­sa nacio­nal sin que nadie se alarmara.

Si abri­mos la len­te vemos que el fenó­meno se repli­ca en otras lati­tu­des: Trump lan­za una tur­ba a tomar el Capi­to­lio, Bol­so­na­ro ame­na­za con cerrar el Con­gre­so manu mili­ta­ri… El comien­zo de nues­tra déca­da será recor­da­do como el momen­to en el que el libe­ra­lis­mo auto­ri­ta­rio (no, no es un oxí­mo­ron) salió del closet. 

Es evi­den­te que hay sec­to­res que jue­gan el jue­go demo­crá­ti­co no por com­pro­mi­so con el dere­cho de las socie­da­des de auto­go­ber­nar­se, sino ape­nas por la incon­ve­nien­cia de aban­do­nar­lo tenien­do las car­tas gana­do­ras. Pero la ten­ta­ción de des­co­no­cer las reglas del jue­go se les nota ni bien algu­na mano les trae car­tas adver­sas. Y no es como en el Chi­le de 1973, cuan­do patea­ron el table­ro tras la deci­sión demo­crá­ti­ca del pue­blo de mar­char al socia­lis­mo. Su impa­cien­cia se acti­va hoy ape­nas por un impues­to que sube o por algún dere­cho colec­ti­vo que se nie­ga a des­apa­re­cer con la velo­ci­dad espe­ra­da (no mucho más, por otro lado, es lo que han pasa­do a lla­mar “el comu­nis­mo”, como para jus­ti­fi­car sus alarmas).

Fren­te a este corri­mien­to del esce­na­rio polí­ti­co, que colo­ca la dic­ta­du­ra como una posi­bi­li­dad más y bien real den­tro de un degra­dé de for­mas de sus­pen­der o tute­lar la demo­cra­cia que inclu­ye tam­bién gol­pes par­la­men­ta­rios, aprie­tes finan­cie­ros, jui­cios espu­rios y aco­so mediá­ti­co, muchas voces pro­gre­sis­tas giran en el vacío. No sólo no regis­tran el ries­go: por momen­tos, pare­cen negar­lo acti­va­men­te. El pro­ble­ma se les apa­re­ce como algo mera­men­te ins­ti­tu­cio­nal: como si todo se redu­je­se a una cues­tión de for­mas, la lec­tu­ra de cla­se de los suce­sos polí­ti­cos bri­lla por su ausen­cia. Las rela­cio­nes de poder por deba­jo y por enci­ma de las reglas de un jue­go demo­crá­ti­co ama­ña­das y siem­pre pre­ca­rias que­da fue­ra del radar. ¿Bra­sil? No hay gol­pe si el meca­nis­mo de remo­ción se aco­mo­dó a la letra de algu­na ley. ¿El juez Moro? Ape­nas un hones­to pala­dín con­tra la corrup­ción. ¿Boli­via? No hay dic­ta­du­ra si no es uni­for­ma­do el que se sien­ta en el sillón. ¿El law­fa­re? Una teo­ría cons­pi­ra­ti­va. No hay intere­ses polí­ti­cos, geo­po­lí­ti­cos ni socia­les que ame­na­cen la demo­cra­cia. El pro­ble­ma es en todo caso que “los polí­ti­cos” de cual­quier orien­ta­ción tra­tan de tor­cer las reglas cada uno en su favor. Si, en cam­bio, todos hace­mos bien los debe­res y res­pe­ta­mos las ins­ti­tu­cio­nes, todo sal­drá bien. Hay que olvi­dar las asi­me­trías de poder y evi­tar los anta­go­nis­mos divisivos. 

Fren­te a la fra­gi­li­dad de nues­tras demo­cra­cias nada peor que sos­te­ner acrí­ti­ca­men­te la ilu­sión de un fair play que sólo se sos­tie­ne barrien­do bajo la alfom­bra un hecho que, por el con­tra­rio, debe­ría­mos deba­tir con todas las letras: que los juga­do­res no son todos igua­les, que las dere­chas se apo­yan en (y son sos­te­ni­das por) intere­ses de cla­se y geo­po­lí­ti­cos estruc­tu­ral­men­te hos­ti­les a la sobe­ra­nía popu­lar y que jue­gan con nai­pes mar­ca­dos y con reglas que de todos modos tuer­cen o sus­pen­den a su anto­jo. No alcan­za (y es equi­vo­ca­do) plan­tear que el futu­ro de la demo­cra­cia depen­de de una sim­ple cues­tión de cul­tu­ra polí­ti­ca, de una éti­ca del ape­go a las nor­mas en la que la res­pon­sa­bi­li­dad últi­ma y pri­me­ra, para todos, fue­ra dar el ejem­plo. Nada más favo­ra­ble al oca­so de la polí­ti­ca demo­crá­ti­ca que con­ver­tir­la en un deba­te abo­ga­dil y olvi­dar­se de sus aspec­tos sustantivos.

Nota de Eze­quiel Ada­movsky para ElDiarioAr.

FUENTE: En estos días

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