Ecua­dor. Impre­sio­nes de un deba­te fallido

Por Carol Muri­llo Ruiz, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 24 de mar­zo de 2021.

1.

La cul­tu­ra polí­ti­ca del Ecua­dor no nece­sa­ria­men­te se refle­ja en lo que pien­san per se sus ciu­da­da­nos. Por el con­tra­rio, se mani­fies­ta y encar­na en lo que pien­san y hacen sus eli­tes y sus cama­re­ros mediá­ti­cos. Por eso la expec­ta­ti­va que cau­só el deba­te entre los dos can­di­da­tos fina­lis­tas de la segun­da vuel­ta (Andrés Arauz y Gui­ller­mo Las­so) fue una tea­tra­li­za­ción obli­ga­da y casi vana en la per­cep­ción de la mayo­ría y, más aún, en la con­cien­cia colec­ti­va some­ti­da al sen­ti­do común del “empren­de­dor” siem­pre neo­li­be­ral ideo­ló­gi­ca­men­te; por­que si nos ate­ne­mos a lo que dice Las­so cuan­do inten­ta ‑solo inten­ta- diri­gir­se a las per­so­nas comu­nes y corrien­tes (que no vie­ron ni les intere­só el deba­te) es que care­ce de todo: empa­tía, intui­ción real de la calle, de las lógi­cas de super­vi­ven­cia, de las enfer­me­da­des cró­ni­cas, ter­mi­na­les y pan­dé­mi­cas, de la penu­ria mate­rial que crea la penu­ria men­tal, de las espe­ran­zas de los que no tie­nen más que su vida y sus manos sin nin­gún ofi­cio, de la pau­pe­ri­za­ción del pre­sen­te. Las­so igno­ra lo que no es su cotidianeidad.

Aho­ra bien, lo que en reali­dad irra­dia el ban­que­ro no es su fal­ta de soli­da­ri­dad real con aque­llo que no cono­ce ni sien­te, sino la esca­sez inte­lec­tual y espi­ri­tual de una eli­te polí­ti­ca que des­de hace más de tres déca­das no tie­ne uno o dos o tres pen­sa­do­res orgá­ni­cos que moder­ni­cen un poqui­to la pre­ca­rie­dad dis­cur­si­va de la derecha.

Tal sole­dad enmar­ca­da en la filo­so­fía polí­ti­ca de los libe­ra­les nova­tos e, inclu­so, en los expo­nen­tes del fas­cis­mo ver­bal, ense­ña que, sin un pen­sa­mien­to arti­cu­la­dor y reno­va­do de esas dere­chas expó­si­tas, cual­quie­ra, más allá de Las­so, segui­rá sien­do par­te de un asi­lo de momias. Por lo tan­to, del inve­te­ra­do regio­na­lis­mo que ha sub­yu­ga­do nues­tra polí­ti­ca, los repre­sen­tan­tes jóve­nes de dicha ten­den­cia (diga­mos un Otto Son­nenholz­ner) nada ten­drán que ofre­cer si sus ideas siguen bam­bo­leán­do­se entre el rico que ‘ayu­da’ o dona algui­to al pobre. Así, cuan­do habla alguno de ellos: empre­sa­rio, indus­trial, comer­cian­te, polí­ti­co, perio­dis­ta, edi­tor, ana­lis­ta, ban­que­ro, expor­ta­dor, impor­ta­dor, etc., no pue­de for­mu­lar algo que rom­pa los esque­mas reac­cio­na­rios con los que se ha nutri­do la dema­go­gia con­tra estatal.

Hace pocos meses un ex rec­tor de una uni­ver­si­dad qui­te­ña se dio el lujo de repe­tir, como váli­das toda­vía, las pre­mi­sas colo­nia­les que hace más de cien años se tenían como ver­dad sagra­da para y con­tra indí­ge­nas, pobres y muje­res. Nadie de la mis­ma ralea del ex rec­tor se eri­zó ante seme­jan­te len­gua fosi­li­za­da. Más bien varios perio­dis­tas del penthou­se mediá­ti­co toma­ron esas decla­ra­cio­nes como una mues­tra de la sin­ce­ri­dad de las eli­tes al exa­mi­nar la coyun­tu­ra que vive el Ecuador.

En este con­tex­to, la pará­li­sis inte­lec­tual de la dere­cha no pue­de ser mejor expre­sa­da que en las seu­do pro­pues­tas de Gui­ller­mo Las­so. Su orfan­dad en cuan­to a asi­mi­lar el tiem­po his­tó­ri­co es nula como nula es su visión de la socie­dad glo­bal, jus­to cuan­do el mun­do supra­na­cio­nal, empu­ja­do por la pan­de­mia, revi­sa los vacíos del capi­ta­lis­mo ‑muy a su pesar- y has­ta los neo­li­be­ra­les ver­da­de­ros del pri­mer mun­do saben que el pla­ne­ta y los sis­te­mas polí­ti­cos de los peque­ños esta­dos y las gran­des poten­cias exi­gen ajus­tar sus pro­yec­tos y cons­tre­ñir sus arcai­cos vicios de expo­lia­ción económica.

Pero la vie­ja y nue­va dere­cha y Las­so no lo com­pren­den. Están aga­rro­ta­dos en las efi­gies de la gue­rra fría y su terror al fan­tas­ma del comu­nis­mo… ¡¡error!!… pues si somos rigu­ro­sos ‑doc­tri­na­ria­men­te- ni siquie­ra el plan­tea­mien­to del “socia­lis­mo del siglo XXI” fue una hipó­te­sis revo­lu­cio­na­ria o un implan­te ideo­ló­gi­co que fun­cio­nó o no con ape­nas enun­ciar­lo. Digá­mos­lo cla­ro: ni Vene­zue­la es socialista.

2.

Por todo lo dicho el deba­te entre Andrés Arauz y Gui­ller­mo Las­so exte­rio­ri­zó los con­tras­tes entre una dere­cha anqui­lo­sa­da y sin pen­sa­do­res fres­cos (¿quién pue­de decir que el mar­ke­ti­ne­ro Jai­me Durán Bar­ba es el inte­lec­tual orgá­ni­co de las dere­chas lati­no­ame­ri­ca­nas?), y la gama de pro­pues­tas nove­do­sas del pro­gre­sis­mo encar­na­do en Arauz. En con­se­cuen­cia, la con­tra­po­si­ción de dos for­mas de mirar y enten­der el Esta­do, la eco­no­mía, la socie­dad, la moral, la éti­ca y la polí­ti­ca (y tam­bién la tec­no­cra­cia) no es algo que impor­te a los del penthou­se eli­tis­ta y el poder mediá­ti­co. ¡Qué va! Y eso se obser­va en los aná­li­sis que se pre­sen­ta­ron en los noti­cie­ros las­sis­tas y sus invi­ta­dos. Limi­tan su lec­tu­ra a quién ganó o no el deba­te; a quien fue o no caris­má­ti­co y/​o agre­si­vo; o, lo que es peor, se atre­ven a decir que ¡el for­ma­to del pro­gra­ma malo­gró el deba­te! Fal­se­dad de falsedades.

Es obvio que muchos que­re­mos una demo­cra­cia abier­ta y con­so­li­da­da por valo­res que reba­sen el lugar común de la liber­tad sin más. Sin embar­go, nues­tra cul­tu­ra polí­ti­ca no ha nive­la­do sus defi­cien­cias fren­te a las for­mas socia­les de las rela­cio­nes de poder, y he allí el resul­ta­do: mucha gen­te detes­ta la polí­ti­ca. No per­ci­be su lugar social y des­co­no­ce las luchas del poder en el mis­mo lugar social.

Ergo un deba­te de alto nivel nece­si­ta cul­tu­ra polí­ti­ca de quie­nes deba­ten y de quie­nes miran y oyen. Y los deba­tien­tes, cuan­do están en des­igual­dad inte­lec­tual, no pue­den expo­ner con sol­tu­ra y con­vic­ción ideas y pro­gra­mas de gobierno. ¿Qué hacía Andrés Arauz fren­te a un ban­que­ro que no entien­de el capi­ta­lis­mo, aun­que viva de sus nego­cios? ¿Qué hacía Gui­ller­mo Las­so fren­te a un joven cul­ti­va­do en las esfe­ras de lo glo­bal, la inno­va­ción tec­no­ló­gi­ca y la crí­ti­ca eco­nó­mi­ca si su pro­pio círcu­lo lo aprie­ta para con­ser­var el esta­blish­ment de ricos que se vacu­nan con­tra el COVID a escondidas?

¿Cuán­tos votos se ganan o pier­den des­pués de un deba­te? ¿Quién gana votos? ¿Quién pier­de votos? No lo sabe­mos por­que pre­ci­sa­men­te un deba­te en con­di­cio­nes tan disí­mi­les se redu­ce a muchos ecos que caen en el abis­mo; a más de la mani­pu­la­ción inter­pre­ta­ti­va que hacen agna­dos y cognados.

3.

Hoy un deba­te electoral/​político ni siquie­ra zan­ja gui­ños subli­mi­na­les. Los deba­tes reales y vir­tua­les lo labran, para bien y para mal, acto­res invi­si­bles en el enor­me jue­go de la data. Los can­di­da­tos son y serán, tal vez, ofer­tan­tes de un uni­ver­so minúscu­lo con­tra­pues­to a fuer­zas y áni­mos mode­ra­dos lejos de sus ojos.

Posi­ble­men­te cuan­do pasen los años un deba­te como el trans­mi­ti­do el domin­go 21 de mar­zo se con­vier­ta en un ejer­ci­cio anto­ló­gi­co (y epi­de­mio­ló­gi­co) de una ‘civi­li­za­ción’ que no cono­cía ni temía que la demo­cra­cia ya nun­ca será lo que pre­ten­día ser; pero que se la nece­si­ta para expe­ri­men­tar una vía hacia otro futu­ro, sin olvi­dar que esto tam­bién supo­ne lidiar con el oscu­ran­tis­mo men­tal de quie­nes tie­nen el poder en paí­ses como el nuestro.

Un deba­te elec­to­ral es asi­mis­mo un simu­la­cro de una demo­cra­cia falli­da, es decir, a la últi­ma usan­za de gene­ra­cio­nes acos­tum­bra­das a la vio­len­cia ver­bal y no ver­bal (como la son­ri­sa gua­so­na de Las­so en el men­ta­do deba­te) y todo den­tro de una vasi­ja que hue­le a pasa­do. Qui­zá debi­do a eso a muchos les pare­ció que el deba­te fue tibio y sin reper­cu­sio­nes, y para fabri­car seme­jan­zas bur­das repro­du­cen en la tele­vi­sión extrac­tos del deba­te entre León Febres Cor­de­ro y Rodri­go Bor­ja, elo­gian­do la ausen­cia de un for­ma­to que no per­do­nó la otra meji­lla de cada aspi­ran­te; aun­que en el fon­do lo que dicen es: aullá­ba­mos por­que corra san­gre… por lo menos un minuto.

En resu­men: el ejer­ci­cio de una demo­cra­cia estro­pea­da es, al fin y al cabo, el pata­leo de quie­nes toda­vía le apues­tan a la civi­li­dad polí­ti­ca enten­di­da como due­lo elec­to­ral justo.

Los tiem­pos actua­les son pro­fa­nos. La even­tua­li­dad polí­ti­ca regi­da por la tría­da tec­no­lo­gía-emo­cio­nes-vir­tua­li­dad siem­bra un espa­cio mina­do para las masas sumi­das en las ham­bres de todo tipo. ¡Aten­ti a esto!

Esto creo que Las­so ni lo sos­pe­cha, por­que su natu­ra­le­za se redu­ce a dine­ro, cari­dad e hipocresía.

Esto creo que Arauz lo sabe muy bien, por­que su mun­do se amplía cada vez que se encie­rra a mirar a tra­vés de su reflec­tor humano.

Andrés casi que vive en el futu­ro. Gui­ller­mo vive cómo­da­men­te en las ricas arcas (de Noé).

Itu­rria /​Fuen­te

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