Simone de Beauvoir revolucionó el estatuto de la mujer en 1949 con El segundo sexo. «La mujer no nace, se hace», según la filósofa. La idea, una auténtica bomba en la conservadora sociedad de los años cincuenta, no era sin embargo nueva. Más de un siglo antes de que la compañera de Jean-Paul Sartre denunciara una educación que privilegiaba al hombre y reivindicara la libertad de la mujer, otra madre del feminismo se levantó contra las prohibiciones: la británica Mary Wollstonecraft, también madre de Mary Shelley, la autora de Frankenstein.
Cuando Mary Wollstonecraft llegó en diciembre de 1792 a la Francia revolucionaria, tenía 33 años y llevaba en la maleta Vindicación de los derechos de la mujer, un texto que declaraba que las mujeres eran «estúpidas», «superficiales» y «unos juguetes». Su tono denunciaba la situación de la mujer en el siglo XVIII. El problema era la educación, que «nos hace más artificiales y débiles de carácter de lo que de otra forma podrían haber sido». Según Wollstonecraft, el Estado debe permitir a las mujeres «practicar la medicina, llevar una granja, dirigir una tienda, vivir de su propio trabajo». Francia, que en 1793 mandó a la guillotina a Olympe de Gouges, autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, vivía momentos peligrosos y Wollstonecraft regresó a su país natal.
Hablaba de ella como «la primera de un nuevo género» y siempre se opuso al matrimonio
Wollstonecraft nació el 27 de abril de 1759 en Spitalfields, cerca de Londres. Las malas gestiones financieras de un padre violento la obligaron a responsabilizarse por sus dos hermanas, Everina y Eliza. Y a probar con ellas sus ideas feministas: Mary convenció a Eliza que abandonara a su marido y a su bebé, y huir. Mary rechazaba las normas sociales de la época y se oponía al matrimonio.
«Se han deformado en mí ciertas románticas de amistad Soy un poco peculiar en mi entendimiento del amor y de la amistad», escribe Wollstonecraft con cierta ambigüedad a su amiga Jane Arden. Antes de conocer a cualquier hombre, la ensayista dedica más tiempo y fidelidad a sus amistades femininas: fue hasta Lisboa para cuidar de su amiga Fanny Blood. Era 1785 y Mary sabía que debía dedicarse a trabajar para convertirse en «la primera de un nuevo género», según sus propias palabras.
Wollstonecraft escribía ensayos, novelas, todo lo que le permitía cuestionar las normas de su época y reflexionar sobre el futuro. Hablaba inglés, francés y alemán; era traductora, se relacionaba con los principales pensadores de la época. Y llegó a Francia después de la Revolución para llevar a cabo sus ideas. Pero París también era la ciudad del amor y, aunque fuera un lugar común, Mary se enamoró en la capital francesa. De un anarquista americano, Gilbert Imlay, quien se negó a casarse con ella. Cuando nació su hija Fanny,Mary intentó suicidarse.
En Vindicación de los derechos de la mujer”, criticaba la figura de la mujer vista como «un juguete»
«Sólo tengo que lamentar que, cuando la amargura de la muerte había pasado, fui inhumanamente traída de vuelta a la vida y la miseria. Pero tengo la firme determinación de que esa decepción no me desconcierte; no dejaré que lo que fue uno de los actos más calmados de mi razón quede como un intento desesperado», escribió tras regresar a Londres. Mary, que siempre había criticado el rol de la mujer como simple educadora de niños, murió el 10 de septiembre de 1797, a los 38 años, diez días después de dar a luz a su segunda hija, Mary. También se había casado con William Godwin, el hombre que publicó las memorias de la primera pensadora feminista de la Historia.