Méxi­co. Una gira por aba­jo y por la izquierda

Raúl Zibe­chi /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 5 de abril de 2021

De algún modo, por un lado están los estra­dos, las redes socia­les y las «masas» amon­to­na­das; por el otro, la arti­cu­la­ción de colec­ti­vos, que encar­nan las más diver­sas opre­sio­nes en las más dis­tan­tes geografías

Si hay algo de lo que no se pue­de acu­sar al zapa­tis­mo, es de no ser cohe­ren­te. Hace ya mucho tiem­po han dise­ña­do una polí­ti­ca de alian­za entre los de aba­jo, que aho­ra des­ple­ga­rán duran­te la gira que comen­za­rá en junio en tie­rras europeas.

La Segun­da Decla­ra­ción de La Reali­dad por la Huma­ni­dad con­tra el Neo­li­be­ra­lis­mo, emi­ti­da en agos­to de 1996, lo dice con cla­ri­dad y trans­pa­ren­cia, cuan­do decla­ra: «Que hare­mos una red colec­ti­va de todas nues­tras luchas y resis­ten­cias par­ti­cu­la­res. Una red inter­con­ti­nen­tal de resis­ten­cia con­tra el neo­li­be­ra­lis­mo, una red inter­con­ti­nen­tal de resis­ten­cia por la humanidad».

El obje­ti­vo de esta red es encon­trar­se con las resis­ten­cias del mun­do, para apo­yar­se mutua­men­te. Y acla­ran que la red «no es una estruc­tu­ra orga­ni­za­ti­va, no tie­ne cen­tro rec­tor ni deci­so­rio, no tie­ne man­do cen­tral ni jerar­quías. La red somos todos los que resistimos».

Creo que esta decla­ra­ción, que ya tie­ne un cuar­to de siglo, ilu­mi­na lo que quie­ren hacer los zapa­tis­tas allí don­de cami­nan. Pri­me­ro lo hicie­ron en Méxi­co y fue­ron tejien­do resis­ten­cias de los pue­blos ori­gi­na­rios que die­ron vida al Con­gre­so Nacio­nal Indí­ge­na (CNI), for­ma­do en 1996, y lue­go al Con­ce­jo Indí­ge­na de Gobierno (CIG), que se creó en 2016.

El CNI adop­tó los sie­te prin­ci­pios que defi­nió el EZLN como for­ma de hacer polí­ti­ca: ser­vir y no ser­vir­se, cons­truir y no des­truir, obe­de­cer y no man­dar, pro­po­ner y no impo­ner, con­ven­cer y no ven­cer, bajar y no subir, repre­sen­tar y no suplantar.

El CIG está inte­gra­do por 523 comu­ni­da­des, de 25 esta­dos del país y de 43 pue­blos indí­ge­nas. Afir­man que «nues­tra lucha no es por el poder» sino para «for­ta­le­cer­nos en nues­tras resis­ten­cias y rebel­días, es decir en la defen­sa de la vida de cada per­so­na, cada fami­lia, colec­ti­vo, comu­ni­dad o barrio» (https://​bit​.ly/​3​r​L​J​eWl).

El nor­te del EZLN, del CNI y del CIG es la cons­truc­ción de auto­no­mías que se auto­go­bier­nan colec­ti­va­men­te, en base a otra for­ma de hacer polí­ti­ca según los prin­ci­pios mencionados.

Es impor­tan­te des­ta­car que cuan­do salen en gira, como lo vie­nen hacien­do siem­pre, se van a encon­trar con colec­ti­vos que luchan, sin impor­tar cuán­tas per­so­nas los inte­gran, si apa­re­cen en los gran­des medios o si tie­nen más o menos audien­cia. No se tra­ta de hacer gran­des actos con un estra­do ilu­mi­na­do al que suben per­so­nas cono­ci­das y hablan para que la pla­tea escu­che. No bus­can lle­nar esta­dios ni pla­zas, sino abrir espa­cios para dia­lo­gar entre igua­les, para escu­char y apren­der, para decir cómo cada quien está resis­tien­do, no para mar­car­le rum­bos a nadie.

El zapa­tis­mo encar­na for­mas nue­vas de hacer polí­ti­ca, aba­jo y a la izquier­da, modos que no tie­nen pre­ce­den­tes en los movi­mien­tos anti-sis­té­mi­cos del siglo XX. María de Jesús Patri­cio, Mari­chuy, voce­ra del CIG, sue­le decir que «cuan­do esta­mos jun­tos, somos asam­blea y cuan­do esta­mos sepa­ra­dos, somos red».

En un encuen­tro de muje­res en febre­ro de 2018, Mari­chuy expli­có la cam­pa­ña de reco­gi­da de fir­mas que esta­ban rea­li­zan­do, como una excu­sa para dia­lo­gar con los pue­blos. «Era nece­sa­rio crear un espa­cio, no tan­to una orga­ni­za­ción, para que no hubie­ra alguien que diri­ge y alguien que obe­de­ce, sino que todos nos sin­tié­ra­mos como par­te de esta casa». El obje­ti­vo siem­pre con­sis­te en orga­ni­zar­se aba­jo, por­que de esa mane­ra «vamos a lograr que se des­mon­te este poder que tie­nen los que tie­nen el poder y el dine­ro, los del mal gobierno» (https://​bit​.ly/​3​u​l​J​k8R).

Mien­tras la polí­ti­ca tra­di­cio­nal, tan­to de la dere­cha como de la izquier­da, se diri­ge a gran­des «masas» (pala­bra tre­men­da), a indi­vi­duos ais­la­dos, la polí­ti­ca de las y los zapa­tis­tas bus­ca ani­dar en colec­ti­vos orga­ni­za­dos que resis­ten el sistema.

Mien­tras los modos domi­nan­tes de hacer polí­ti­ca, foca­li­za­dos en las elec­cio­nes, sue­len des­or­ga­ni­zar a los colec­ti­vos exis­ten­tes, o por lo menos debi­li­tar­los, el EZLN, el CNI y el CIG bus­can todo lo con­tra­rio: ani­man a las per­so­nas a orga­ni­zar­se como for­ma de enfren­tar en colec­ti­vo los males del sistema.

Es una polí­ti­ca que mira aba­jo, no des­de arri­ba, sino en hori­zon­tal, aba­jo con aba­jo, entre igua­les, para com­par­tir, apren­der y tra­zar rum­bos, res­pe­tan­do los modos y los rit­mos de cada quien.

En la polí­ti­ca tra­di­cio­nal, se crean gran­des orga­ni­za­cio­nes jerar­qui­za­das, en las cua­les un peque­ño gru­po man­da y el res­to obe­de­ce. Pirá­mi­des en cuya cús­pi­de se ins­ta­lan, en gene­ral, varo­nes for­ma­dos en aca­de­mias que hablan pero no escu­chan, que toman deci­sio­nes sin con­su­lar, que dicen hablar en nom­bre de per­so­nas que ni siquie­ra conocen.

En la polí­ti­ca zapa­tis­ta, cada colec­ti­vo habla por su pro­pia voz, nadie los inter­pre­ta ni los repre­sen­ta. Las y los que par­ti­ci­pa­mos escu­cha­mos, pre­gun­ta­mos e inten­ta­mos aprender.

De algún modo, por un lado están los estra­dos, las redes socia­les y las «masas» amon­to­na­das; por el otro, la arti­cu­la­ción de colec­ti­vos, que encar­nan las más diver­sas opre­sio­nes en las más dis­tan­tes geo­gra­fías. La visi­bi­li­dad mediá­ti­ca, que no le mue­ve un pelo al sis­te­ma, fren­te a la pacien­te y len­ta orga­ni­za­ción aba­jo, que apues­ta a con­te­ner las opre­sio­nes para des­mon­tar­las en un pla­zo inde­ter­mi­na­do que, en rigor, ya ha comenzado.

En la his­to­ria, a medi­da que el capi­ta­lis­mo se fue implan­tan­do en todos los poros de la socie­dad, la cul­tu­ra polí­ti­ca de aba­jo (que siem­pre exis­tió como lo demues­tra la Comu­na de París), fue sien­do arrin­co­na­da, pero resur­ge con fuer­za cada vez que los pue­blos se ponen en pie.

Estoy hablan­do de las asam­bleas terri­to­ria­les de la revuel­ta de Chi­le; del par­la­men­to indí­ge­na y popu­lar ecua­to­riano; de las orga­ni­za­cio­nes y comu­ni­da­des mapu­che; de los cabil­dos nasa y misak del sur de Colom­bia; de las guar­dias de auto­de­fen­sa que empie­zan a poblar nues­tras geo­gra­fías en los Andes y la Ama­zo­nia; de las cien­tos de escue­las popu­la­res, de las ollas comu­ni­ta­rias y pues­tos de salud que nacen duran­te la pandemia.

Estos son los colec­ti­vos que nos ins­pi­ran y de los que apren­de­mos. Los zapa­tis­tas nos pro­po­nen enla­zar­nos y escu­char­nos para enfren­tar jun­tos al sistema.

FUENTE: NAIZ

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