Argentina. A un mes de los incendios, la Comarca Andina trata de sobrevivir y enfrenta un oscuro futuro económico y social

Argen­ti­na. A un mes de los incen­dios, la Comar­ca Andi­na tra­ta de sobre­vi­vir y enfren­ta un oscu­ro futu­ro eco­nó­mi­co y social

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Mar­ce­lo Gar­cía /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de abril de 2021

El pano­ra­ma es deso­la­dor por la angus­tian­te reali­dad impe­ran­te des­pués del paso de la tor­men­ta de fue­go, ocu­rri­da el 9 de mar­zo, hace exac­ta­men­te un mes

. La deses­pe­ra­ción per­so­nal y colec­ti­va en la Comar­ca Andi­na es incon­men­su­ra­ble. Miles de cor­di­lle­ra­nos siguen sin casa, sin luz, sin agua y ‑lo peor de todo- es que en el hori­zon­te cer­cano se ave­ci­na otro cru­do invierno pata­gó­ni­co al que nadie sabe cómo enfren­tar habien­do per­di­do todo. 

No sola­men­te el pano­ra­ma actual es crí­ti­co: lo peor es la ausen­cia de futu­ro para una región que ya esta­ba olvi­da­da y sufre la incer­ti­dum­bre total en mate­ria eco­nó­mi­ca y social. Si el Esta­do ‑tan­to el Nacio­nal como el Pro­vin­cial- no se toman en serio el pro­ble­ma e invier­ten todo lo que se nece­si­ta urgen­te­men­te en los pró­xi­mos 45 días la bellí­si­ma Comar­ca Andi­na se trans­for­ma­rá por muchos años en una zona de desas­tre y deso­la­ción difí­cil­men­te recuperable. 

Así como un ciprés tar­da varias déca­das en cre­cer, las gene­ra­cio­nes actua­les no vol­ve­rán a ver lo que cono­cie­ron como un pro­di­gio de la naturaleza.

Las penu­rias en la Comar­ca Andi­na Pata­gó­ni­ca no se resol­vie­ron obvia­men­te con la inmen­sa soli­da­ri­dad inme­dia­ta del pue­blo o con los anun­cios, muchos de ellos for­ma­les, que hicie­ron los gober­nan­tes. El fue­go des­tru­yó mucho de lo mate­rial pero tam­bién pare­ce haber derre­ti­do el futu­ro de una de las zonas más mara­vi­llo­sas que tie­ne Chu­but y el país.

Hoy rei­na la des­or­ga­ni­za­ción en una espe­cie de sál­ve­se quien pue­da y como pue­da. Miles de per­so­nas y fami­lias afec­ta­das se las inge­nian por su cuen­ta para encon­trar algu­nas solu­cio­nes de tran­si­ción hacia dife­ren­tes direc­cio­nes que les impo­nen los múl­ti­ples pro­ble­mas a resolver.

Los más per­ju­di­ca­dos se que­da­ron sin casa y per­die­ron todo, lite­ral­men­te. No tie­nen un techo ni tam­po­co las cosas impres­cin­di­bles para sobre­vi­vir. La soli­da­ri­dad, como suce­de siem­pre fren­te a las catás­tro­fes, lle­gó casi de mane­ra inme­dia­ta y has­ta sobre­pa­só la cober­tu­ra de las nece­si­da­des urgen­tes. Has­ta sobró ropa envia­da des­de dis­tin­tos pun­tos del país y aho­ra se pien­sa en usar­la entre medio de los miles de pare­des que que­dan por levan­tar. Lo que fal­ta es otra cosa: una inver­sión medi­da en millones.

Los pro­ble­mas de la Comar­ca van mucho más allá de lo que un pue­blo soli­da­rio pue­de donar o lo que los volun­ta­rios pue­den ir a hacer con sus manos a la hora de lim­piar el desas­tre o ayu­dar a levan­tar par­te de lo devastado.

Recons­truir tras los incen­dios no es una tarea que pue­da depen­der de la soli­da­ri­dad, sino del Esta­do en sus dife­ren­tes nive­les, por­que des­de lo per­so­nal ya es muy difí­cil vivir sin una catás­tro­fe en un pano­ra­ma de cri­sis agra­va­do por el Coronavirus.

Sola­men­te hay que ima­gi­nar lo trá­gi­co que pue­de ser inten­tar levan­tar­se con la mise­ria, la infla­ción, los suel­dos atra­sa­dos, sin tra­ba­jo o con ingre­sos que cada vez rin­den menos a la hora de tan solo subsistir.

Nece­si­da­des impe­rio­sas que no admi­ten demora

Lo que hace fal­ta de mane­ra impe­rio­sa son vivien­das e infra­es­truc­tu­ra para recom­po­ner y mejo­rar los raquí­ti­cos ser­vi­cios públi­cos que había des­de antes del incen­dio y que aho­ra están desaparecidos.

Las casas de emer­gen­cia pue­den ayu­dar para encon­trar un techo para dor­mir, pero se vie­ne el invierno y vaya a saber si alguien pue­de sub­sis­tir en un con­tai­ner enfren­tan­do cru­do frío, las llu­vias y las neva­das de un invierno que está por lle­gar y se exten­de­rá por varios meses. Ni qué hablar de lo que impli­ca inten­tar pasar no uno, sino varios invier­nos en una casi­lla de chapa.

Son más de 500 las casas afec­ta­das, 392 de mane­ta total y 102 par­cial, aun­que cálcu­los no ofi­cia­les lle­van el núme­ro has­ta las 1000 vivien­das. Por eso, no alcan­za para enca­rar las solu­cio­nes de fon­do con las vivien­das modu­la­res. Con ellas se logra­rá tener un techo, pero jamás una vivien­da dig­na. Para tener un pano­ra­ma jus­to bas­ta pre­gun­tar­le a los como­do­ren­ses que tam­bién per­die­ron todo y cua­tro años des­pués siguen alqui­lan­do por su pro­pia cuen­ta e inclu­si­ve inten­tan sub­sis­tir en un trailer.

Con­cre­tar las obras de infra­es­truc­tu­ra del ten­di­do eléc­tri­co, plan­tar pos­tes y cables que lle­ven la luz e inter­net pare­ce una misión casi impo­si­ble cuan­do el Esta­do se mues­tra paqui­dér­mi­co en sus movi­mien­tos. Ade­más, hace fal­ta impe­rio­sa­men­te el apro­vi­sio­na­mien­to de redes de agua pota­ble y cloa­cas para que la higie­ne sea una tarea cum­pli­da en el deve­nir de lo coti­diano en tiem­pos de pandemia.

Hay que empe­zar casi de cero. Recons­truir la Comar­ca es mucho más que un anun­cio ofi­cial para cum­plir, se tra­ta de inver­tir con fuer­za y pla­ni­fi­ca­ción para que el desas­tre que­de en el pasa­do y el futu­ro se con­vier­ta en una espe­ran­za real.

Has­ta aho­ra, lo más con­cre­to ha sido el lan­za­mien­to de los prés­ta­mos de 2,8 millo­nes por par­te del gobierno pro­vin­cial a tra­vés del IPV. Se verá con qué dili­gen­cia se tra­mi­tan o si la buro­cra­cia los demo­ra infi­ni­ta­men­te has­ta que la deva­lua­ción los devo­re. Como sos­tu­vo el eco­no­mis­ta Joseph Sti­glitz, el maes­tro del minis­tro de Eco­no­mía Mar­tín Guz­mán, «en el futu­ro esta­re­mos todos muertos».

El Esta­do nacio­nal anun­ció fon­dos rela­ti­va­men­te rele­van­tes, pero las admi­nis­tra­cio­nes loca­les ase­gu­ran que están lle­gan­do a cuen­ta­go­tas. Cada muni­ci­pio sabe que son la pri­me­ra línea de con­ten­ción, y que no solo reci­bi­rán los insul­tos de cen­te­na­res de veci­nos deses­pe­ra­dos sino que paga­rán todo el cos­to polí­ti­co si se dedi­can a encu­brir o sola­par las demo­ras de sus jefes polí­ti­cos nacio­na­les o pro­vin­cia­les, por­que la gen­te hará tro­nar el escarmiento.

Del incen­dio a las inundaciones

Todo debe hacer­se de mane­ra pla­ni­fi­ca­da y en serio, por­que la devas­ta­ción de los bos­ques trae­rá pro­ble­mas adi­cio­na­les. La liqui­da­ción de flo­ra nati­va que equi­li­bra­ba el eco­sis­te­ma aho­ra ya no está y cuan­do las llu­vias cai­gan sobre la Cor­di­lle­ra y la nie­ve se des­hie­le el agua inva­di­rá sin con­ten­ción las zonas a su merced.

La ane­ga­ción de miles de hec­tá­reas de la Comar­ca es una pro­ble­má­ti­ca de cor­to pla­zo. Los bos­ques ya no están para con­te­ner el agua que inevi­ta­ble­men­te el cli­ma gene­ra año a año en la zona y lo que se pre­sa­gia que es el agua que fal­tó para apa­gar el fue­go lle­gue tar­de y se trans­for­me en inun­da­cio­nes que pon­gan en peli­gro lo poco que que­dó en pie y lo que se vaya a reconstruir.

El plan inte­gral no es solo de infra­es­truc­tu­ra sino de ayu­da social, ya que aun­que el INDEC no hace medi­cio­nes en la Comar­ca Andi­na la zona mul­ti­pli­ca la can­ti­dad de pobres, indi­gen­tes y des­ocu­pa­dos. No todos son pres­ta­do­res turís­ti­cos que que­da­ron devas­ta­dos al per­der sus caba­ñas o res­tau­ran­tes para alber­gar los visi­tan­tes. Hay gen­te de car­ne y hue­so que tenía casi nada y aho­ra per­dió has­ta el «casi», que­dán­do­se con el nada.

Hace fal­ta recur­sos impor­tan­tes para pla­ni­fi­car e inver­tir, tan­to en obras como en ayu­da social. Tam­bién cre­ce la nece­si­dad de asis­ten­cia psi­co­ló­gi­ca y con­ten­ción de muchas otras for­mas que no son tan tan­gi­bles como una casa o un colchón.

Entre la devas­ta­ción y la depresión

No fue cual­quier cosa lo que pasó en la Comar­ca, sino la tor­men­ta de fue­go más gran­de que gol­peó en Lati­noa­mé­ri­ca en los últi­mos tiem­pos. Sus con­se­cuen­cias han sido devas­ta­do­ras en lo mate­rial y en lo psi­co­ló­gi­co. Muchos rela­tos reve­lan cómo muchos veci­nos deam­bu­lan con sus mira­das per­di­das, sus manos vacías y sus espe­ran­zas derrotadas.

Inte­gra­li­dad de las solu­cio­nes nece­sa­rias se cho­can con los cor­di­lle­ra­nos que cuen­tan que se hacen con­vo­ca­to­rias ofi­cia­les para ir a bus­car ladri­llos y cada uno que lle­ga con chan­ces de car­gar todo lo que pue­da. Eso nada tie­ne que ver con la pla­ni­fi­ca­ción sino con el des­con­trol de zafar de cual­quier manera.

Las tra­ge­dias en Chu­but vie­nen sien­do fre­cuen­tes y las solu­cio­nes espas­mó­di­cas. El tem­po­ral gol­peó hace cua­tro años a Como­do­ro Riva­da­via y aún hoy fal­ta muchí­si­mo por hacer, mien­tras el páni­co se des­ata ante cada llu­via que cae sobre la rica capi­tal nacio­nal del petróleo.

A la Comar­ca ya le tocó el Han­ta­vi­rus y el caos gene­ra­do con­se­cuen­te­men­te por­que no había con qué hacer­le fren­te al virus res­pi­ra­to­rio. Con­fi­na­mien­tos masi­vos y obli­ga­to­rios, sin con­ten­ción, y hos­pi­ta­les rura­les o sali­tas que no podían aten­der ni a los engri­pa­dos. Las muer­tes se con­ta­ron por dece­nas, pero todo siguió más o menos igual has­ta que lle­gó la pan­de­mia de Covid y el tem­blor se hizo sen­tir nuevamente.

El sec­tor del turis­mo regio­nal y los arte­sa­nos que viven de los visi­tan­tes vie­nen de un gol­pe sobre otro. A ellos tam­bién el Esta­do debe­ría asis­tir y acom­pa­ñar, sin per­der de vis­ta que los pobres miran, en el mejor de los casos, las acti­vi­da­des de los turistas.

Recons­truir la Comar­ca es mucho más que hacer unas casas, ten­der unos pos­tes de luz o entre­gar unos sub­si­dios. La situa­ción exi­ge un plan inte­gral que con­tem­ple fon­dos millo­na­rios, que deje de lado las mez­quin­da­des polí­ti­cas para impul­sar deci­sio­nes polí­ti­cas serias y urgen­tes y que ‑en defi­ni­ti­va- colo­que toda su aten­ción en las nece­si­da­des eco­nó­mi­cas, sani­ta­rias y socia­les con una visión de inte­gra­li­dad que pon­ga al hom­bre en el cen­tro de las prioridades.

Estas son las nece­si­da­des y las prio­ri­da­des evi­den­tes. Aho­ra, la pre­gun­ta del millón es si el Esta­do y la cla­se polí­ti­ca esta­rán a la altu­ra y con la capa­ci­dad de ges­tión que exi­ge enca­rar esta monu­men­tal e impres­cin­di­ble tarea que hay por delan­te. De lo con­tra­rio, la Comar­ca Andi­na Pata­gó­ni­ca no sola­men­te no ten­drá res­pues­tas en el pre­sen­te, sino que tam­po­co ten­drá futuro.

FUENTE: El extre­mo sur de la Patagonia

Itu­rria /​Fuen­te

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