Por José A. Amesty R. Resumen Latinoamericano, 25 de abril de 2021.
En varios de los pueblos latinoamericanos hemos escuchado el clamor de que surja un “Chávez” en su nación. Este es el sueño de muchos ciudadanos que desean un gobernante que los atienda en sus necesidades y problemáticas.
El triunfo para pasar a una segunda vuelta del maestro Pedro Castillo Terrones, y con alguna posibilidad de la victoria, ilusiona tanto a los peruanos/as como a los latinoamericanos/as, quienes finalmente verán resurgir al Perú Bolivariano, pueblo que ha estado por mucho tiempo insatisfecho con el statu quo político y económico de su país, así como una inestabilidad institucional y en la que la política ha alcanzado preocupantes abismos de descrédito.
Castillo Terrones es calificado por algunos como un político con un discurso radical, estatista, pero moralmente conservador. Pedro Castillo es de la norteña región de Cajamarca, donde nació y es profesor rural, de clásico sombrero blanco, de ala ancha de esa región andina, con 51 años de edad.
Por supuesto primero tendremos que esperar la segunda vuelta de los comicios presidenciales y que gane, su primera tarea es derrotar a Keiko Fujimori y segundo esperar que Castillo no nos defraude.
Afirmamos lo primero, porque aunque Castillo y Perú Libre, su partido, fueron los más votados, no tienen un verdadero movimiento político detrás. Su victoria no fue el resultado de años de organización, como en el caso de otros movimientos de izquierda en América Latina; la mayoría de los votantes que eligieron a Castillo, lo hicieron en las últimas dos semanas. La mayoría de los votantes de Perú Libre, no están identificados plenamente con el partido y su apoyo podría disiparse en las próximas elecciones.
Además de quedar en primer lugar en la carrera presidencial, Perú Libre también encabezó las encuestas del Congreso, ganando treinta y siete de los ciento treinta escaños de la legislatura, según las proyecciones al momento de escribir este artículo. Muchos de estos nuevos congresistas serán peruanos de a pie sin experiencia en política y que probablemente nunca esperaron ganar.
Intentemos comparar, ver semejanzas y diferencias y dejar planteamientos a la discreción de los lectores entre el proceso Chávez y el proceso Castillo, aunque las comparaciones son odiosas. Adelantemos algunas acciones de Castillo recordadas por los venezolanos/as.
Un ejemplo es cuando el candidato Pedro Castillo, profesor y rondero (adjetivo, que pertenece o concierne a las rondas, organizaciones rurales de autodefensa integradas por miembros de sectores étnicos y campesinos), señaló públicamente que en Venezuela no hay dictadura y que los venezolanos, sin injerencia externa, deben resolver ellos sus problemas, mostrando que era un mito innecesario sumarse a las calumnias de derecha contra Venezuela para ser una izquierda aceptable en el país.
Otro ejemplo, cuando señala que si el Congreso, que será altamente fragmentado y con mayoría de bancadas de derecha, no quiere apoyar el llamado a Asamblea Constituyente usará sus facultades presidenciales para cerrarlo, lo cual trasmite un mensaje de voluntad y coraje político que lo hace creíble y da garantías para sumarse sin el temor a indecisiones y traiciones posteriores.
Castillo viene de un partido “marxista y leninista”, un partido de izquierda, Perú Libre, no muy conocido, fundado y dirigido por el exgobernador de Junín, Vladimir Cerrón. Cerrón ha descrito el partido como socialista, de izquierda, marxista-leninista y mariateguista. Su plataforma apoya la nacionalización de los recursos y la industria, el aumento de la financiación de la educación y la creación de una nueva constitución que anule la impuesta por el presidente neoliberal autoritario Alberto Fujimori en la década de 1990. Perú Libre es un partido menor que ha tenido un éxito inesperado.
Aunque los dos partidos de “izquierda” que precedieron a Castillo son favorables a cambios profundos en el manejo de la economía y el Estado, y en la necesidad de una nueva constitución, quedando establecida una polarización entre dos modelos (izquierda y derecha), de solución a la grave crisis económica, política y social que atraviesa Perú, agudizada por la pandemia.
Recordemos que la propuesta principal de Chávez fue la creación de una nueva constitución y esto tuvo aceptación en el pueblo venezolano, la nacionalización de las empresas petroleras y otras, así como el fortalecimiento del sector salud y educativo.
Aunque Perú Libre es un partido, según analistas y por algunas posiciones marcadamente conservadoras en cuestiones sociales. Por ejemplo, la denuncia y rechazo de Castillo al enfoque de género o “ideología de género” y a los derechos de la diversidad sexual, así como su oposición a un impuesto sobre el patrimonio.
Tanto Castillo como Chávez vienen de la provincia, del interior del país, y no se puede ignorar a las regiones rurales. El apoyo de Castillo proviene de las provincias del interior y del sur, especialmente de la sierra andina, donde la población es más pobre y rural.
Otra similitud entre Castillo y Chávez es que los dos calaron en los cerros de Lima y Caracas como en las zonas rurales, porque platican/ron el mismo lenguaje y lo mueven los mismos abandonos, olvidos, descontentos y esperanza.
Tanto Chávez como Castillo fue y es outsider, es decir, alguien que aparece desde fuera del sistema político instalado cuando la política está en su peor fase de desprestigio. Y como todo outsider irrumpir en el último momento arrasando sin dar tiempo a las campañas de demolición mediáticas. También independiente, sorpresa, recién llegado, alternativo o externo, intruso o advenedizo.
Que supieron aprovechar que sus pueblos están y estaban descreídos del establishment político de su momento.
Castillo utiliza una mezcla de “terrukeo», lenguaje utilizado por una persona, que está en contra de las leyes de un gobierno y se rebela. Chávez (chavismo) y sus postulados dieron a la postre en una ideología y movimiento político surgido en Venezuela, alrededor de la figura del presidente Hugo Chávez Frías.
En resumen, ambos personajes han mostrado sagacidad, y en el caso de Pedro Castillo Terrones la necesitará aún más, para afrontar el panorama complejo de eventos que ha contribuido a desatar y que lo colocan en el vértice de lo que amenaza ser una confrontación de grandes proporciones que puede ir más allá del campo electoral.
Las circunstancias en las que Castillo entra ahora en una segunda vuelta no podrían ser mejores. Su oponente es Keiko Fujimori, la hija de Alberto Fujimori, que quedó en segundo lugar en las elecciones presidenciales de 2016, pero que ahora goza de gran aversión. Su implicación en el escándalo de corrupción de Odebrecht, que el Departamento de Justicia de EEUU calificó como “el mayor caso de soborno en el extranjero de la historia” y un par de estancias en la cárcel han reducido su porcentaje de votos en la primera ronda del 40% al 13%.
Castillo podrá atacarla por sus conexiones con su padre y ella podrá atacarlo por sus presuntas conexiones con el grupo guerrillero ampliamente denunciado por atrocidades contra los derechos humanos Sendero Luminoso, una acusación crónica contra los socialistas en Perú.
Los partidarios de Castillo lo presentan como el “Evo Morales peruano”, aunque las similitudes están ahí (un organizador sindical rural de origen modesto), pero la realidad es que Castillo ha saltado a la palestra recientemente.
Veremos qué sucede, la Ley Orgánica de Elecciones de Perú (LOE) establece un plazo de 30 días para una nueva votación tras la proclamación de los resultados oficiales de la primera vuelta. El Decreto Supremo N.º 122‑2020-PCM, que convocó al proceso electoral, subraya que el balotaje se realizará el domingo 6 de junio. Muchas cosas pueden suceder antes de esa fecha.
Es tradicional en Perú que son los profesores, los maestros, los más escuchados por las familias. Son los docentes de las zonas rurales los que le han hecho propaganda familia por familia.
Como ya señalamos Castillo Terrones prometió activar los mecanismos para convocar una asamblea constituyente con el fin de crear otra constitución que pudiera arropar a todos los sectores del país. Asimismo, también dijo que aprobaría la conformación de un nuevo Tribunal Constitucional, elegido en consulta popular, ya que los magistrados elegidos por el Congreso, dice, “están defendiendo una Constitución que ha terminado con todos los derechos y con el saqueo del país”.
No obstante, la realidad es que si sumamos los porcentajes electorales de la derecha en estas elecciones, los partidos Fuerza Popular, Avanza País, Renovación Popular, Partido Popular Cristiano y Perú Patria Segura, de acuerdo al ONPE este espectro político lleva las de ganar con casi 40% en total, número significativo para Keiko Fujimori tomando en cuenta que habrá una avalancha política y mediática derechista y neoliberal que intentará perpetuar el actual sistema de desigualdad peruano.
La izquierda, por otro lado, lleva las de perder si sumamos los votos hasta ahora confirmados para Perú Libre, Juntos por el Perú y Frente Amplio, lo que totaliza poco más de 28%, lo que numéricamente no da para que Castillo avance hacia la presidencia peruana. A menos que la estrategia electoral dé un vuelco de 180 grados.
Perú se encuentra en una encrucijada, queda del pueblo peruano elegir si continuar con lo que le ha causado las mayores de las desgracias sociales o cambiar hacia otro paradigma, aun cuando las dificultades sean múltiples, de cara a un nuevo ciclo parlamentario donde ningún partido tiene clara mayoría.