Méxi­co. Resur­ge soli­da­ri­dad chi­lan­ga tras des­plo­me del Metro

Tex­to Y Fotos: Eri­ka Lozano /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 7 de mayo de 2021

Cuan­do Maria­na y Alfon­so, su papá, lla­ma­ron al 911 el lunes 3 de mayo alre­de­dor de las 10:20 pm, la ope­ra­do­ra no cre­yó lo que le esta­ban dicien­do. Todo ocu­rrió casi fren­te a la puer­ta de su domi­ci­lio y en un ini­cio no había quien ayu­da­ra, su pri­me­ra reac­ción fue lla­mar a los ser­vi­cios de emer­gen­cia, la ope­ra­do­ra insis­tía en pre­gun­tar sus nom­bres, dón­de vivían y qué le había pasa­do al metro. 

– Lite­ral­men­te está en el suelo‑, le dijo Alfonso.

– ¿Está seguro? 

– Sí estoy segu­ro, el metro se cayó.

Maria­na y Alfon­so se encon­tra­ban vien­do la tele cuan­do escu­cha­ron el soni­do del des­plo­me, ella pen­só que se tra­ta­ba de un trái­ler, como cuan­do fre­na la caja del motor, ense­gui­da escu­cha­ron el derrum­be. Salie­ron a ver y, entre una nube de pol­vo, nota­ron que habían peda­zos de con­cre­to fren­te a su domicilio.

Los pri­me­ros en reac­cio­nar fue­ron los veci­nos, lle­ga­ron corrien­do y algu­nos fue­ron a traer sus esca­le­ras. Un vecino que se dedi­ca a la cons­truc­ción sacó sus herra­mien­tas para auxi­liar a las per­so­nas atra­pa­das en los dos vago­nes del metro que pen­dían sobre la ave­ni­da Tláhuac.

Foto: Juan Rosas

Veci­nas de la calle Los Oli­vos no tar­da­ron en acer­car­se, algu­nos tran­seún­tes que iban pasan­do por el lugar tam­bién se soli­da­ri­za­ron, ahí esta­ba un joven para­mé­di­co con sus herra­mien­tas de tra­ba­jo quien comen­zó a tomar el pul­so de las per­so­nas heri­das que baja­ban de los vago­nes, otras veci­nas ano­ta­ban el nom­bre de las per­so­nas. En un momen­to lle­gó dema­sia­da gen­te, era tan­ta que no podían pasar los ser­vi­cios de salud. Otras per­so­nas se cerra­ron las calles para per­mi­tir el paso a las ambu­lan­cias, poli­cías y bom­be­ros, quie­nes tar­da­ron apro­xi­ma­da­men­te 20 minu­tos en llegar.

-¿Cómo te lla­mas?, ¿a quién lla­ma­mos?- Los veci­nos saca­ron sus telé­fo­nos para que las per­so­nas heri­das, quie­nes podían reac­cio­nar, lla­ma­ran a sus fami­lia­res. Algu­nas per­so­nas fue­ron loca­li­za­das por mes­sen­ger.

El «Puchos» y su tío se subie­ron a los vago­nes y, con sus barre­tas, comen­za­ron a rom­per los vidrios para sacar a la gen­te, toma­ron pre­cau­cio­nes y se cui­da­ron de los cables de alta ten­sión; a otra per­so­na que se subió y entró a los vago­nes para sacar a la gen­te, no le impor­tó correr el ries­go de que la estruc­tu­ra ter­mi­na­ra de colap­sar. Fue algo impre­sio­nan­te, una par­te del con­voy que­dó col­gan­do, se alcan­za­ba a ver gen­te muy las­ti­ma­da, tam­bién esta­ban las per­so­nas den­tro de los autos que iban pasan­do por ahí y que­da­ron prensadas.

Maria­na se acer­có al lugar y vio cómo empe­za­ron a sacar a los heri­dos. Su fami­lia se dedi­ca a coser, tie­ne muchos reta­zos de tela que lle­vó para poner­los en la cabe­za de los lesio­na­dos con alcohol, aten­der­los y recos­tar­los ahí, duran­te los pri­me­ros minutos.

Juan Rosas lle­gó alre­de­dor de las 10:40 pm y ayu­dó a sacar per­so­nas de los vago­nes. Jun­to a otros 11 com­pa­ñe­ros, for­ma par­te de un gru­po de res­ca­tis­tas volun­ta­rios que salen a ayu­dar duran­te emer­gen­cias, todos ellos se dedi­can a la cons­truc­ción, son maes­tros con­tra­tis­tas. El volun­ta­rio tam­bién se movi­li­zó para apo­yar duran­te el terre­mo­to del 2017.

Eli­za­beth Gar­cía, des­pa­cha­do­ra de los moto­ta­xis afue­ra de la esta­ción Oli­vos, vio cuan­do el metro se acer­có echan­do chis­pas, el fuer­te que hacía rechi­ni­do no le per­mi­tió escu­char el des­plo­me. Sus com­pa­ñe­ros le dije­ron que se había caí­do el metro, -¡No digan jala­das!, ¿cómo que se cayó?-. Cuan­do vol­teó y vio el pol­vo. Le dijo a los con­duc­to­res que fue­ran a ayu­dar, ‑son nues­tros pasajeros-.

Los jóve­nes se lan­za­ron a auxi­liar como pudie­ron, algu­nos saca­ron a per­so­nas de los vago­nes y de los autos pren­sa­dos, otros cerra­ron la calle. Eli­za­beth envió sus más sen­ti­das con­do­len­cias para los pasa­je­ros víc­ti­mas de la tragedia.

Cuan­do lle­ga­ron las auto­ri­da­des dis­per­sa­ron a los veci­nos, acor­do­na­ron el perí­me­tro y les impi­die­ron el paso. ¿Por qué no deja­ron que el vecin­da­rio siguie­ra ayu­dan­do?, se pre­gun­ta Mariana.

Dos horas des­pués del des­plo­me, alre­de­dor de las 12:30 de la maña­na, otras veci­nas lle­ga­ron con café e hicie­ron una foga­ta para man­te­ner­lo calien­te, lo ofre­cie­ron a los ser­vi­cios de salud que rea­li­za­ban las labo­res de res­ca­te. Algu­nas más lle­ga­ron por la maña­na con comi­da para repartir.

En redes, la pági­na de Face­book Tláhuac Denun­ció­me­tro publi­có men­sa­jes de ayu­da de per­so­nas en bus­ca de sus fami­lia­res, “hola, esta­mos bus­can­do a mi cuña­do, ves­tía pla­ye­ra roja, pants negros, tenis negros, su nom­bre es Reyes Pérez San­tos”. Reyes fue víc­ti­ma mor­tal del colap­so. Una fune­ra­ria en Tlal­ten­co ofre­ció sus ser­vi­cios total­men­te gra­tis a fami­lia­res de las víc­ti­mas a tra­vés de esa página.

Memo­rial para las víc­ti­mas colo­ca­do fren­te al lugar de la tragedia.

Alfon­so cree que la línea dora­da se dañó des­de el sis­mo del 2017, otras veci­nas tenían noción de que la estruc­tu­ra esta­ba mal des­de antes del tem­blor, pues escu­cha­ban los rechi­ni­dos al usar el ser­vi­cio, pero tie­nen la nece­si­dad de uti­li­zar­lo por­que aho­rran mucho tiem­po en traslados.

Maria­na y Alfon­so pien­san que lo que pro­vo­có el des­plo­me fue la negli­gen­cia y que el gobierno ten­dría que hacer­se res­pon­sa­ble y apo­yar a todas las víc­ti­mas y sus fami­lias. Les preo­cu­pa que le “quie­ran poner un curi­ta”, lo echen a andar y dejen a la cla­se tra­ba­ja­do­ra a su suer­te. Has­ta el momen­to, se con­ta­bi­li­zan 25 víc­ti­mas mor­ta­les y más de 75 heri­dos duran­te la tra­ge­dia, según cifras oficiales.

FUENTE: des­IN­for­me­mo­nos

Itu­rria /​Fuen­te

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