Bajo el puente que conecta el nororiente con el centro de la ciudad, una Cali brilla en resistencia, la gente se sigue juntando en el punto, siguen soñando unidas un futuro digno y justo para la capital de la resistencia.
La cultura y el arte se tomaron el punto para demostrar que la lucha del Distrito de Aguablanca es pacífica y festiva, es de calor humano y olla comunitaria, es de danza y hiphop, de cantos y rituales, es una lucha profunda, alegre y digna, pero en especial, es una lucha que no da paso atrás, porque es de largo aliento.
Por eso la comunidad se autoconvocó en el punto, para defender y acompañar los héroes de la primera línea que han puesto el pecho por su gente, para despedir a la Minga del suroccidente y agradecer la fuerza y el cuidado que brindaron a esta ciudad abatida por la muerte; pero también la gente se siguió juntando para demostrar que este paro continúa.
Las manifestaciones son diversas así como lo es el arte y la cultura: por ello los muros hablan y guardan la memoria del compañero Nicolás Guerrero, grafitero caleño asesinado durante este paro; así mismo fue pintado el rostro de Daniela Soto, compañera de la Minga indígena herida el pasado 9 de mayo; un mural en honor a todas y todos los guerreros milenarios.
Para entonces, cantantes, cirqueros, bailarines de salsa y folclore hicieron presencia y sonaron arengas y hubo saltos festivos al ritmo del bombo. Y aunque los disparos y las ansias de muerte hacen presencia cada noche en el punto, la gente que resiste es más y son más las que han perdido el miedo.
Hubo también espacio para el ritual, un mandala de semillas y fuego para nombrar a cada uno de los caídos en esta lucha, y se saludaron las siete direcciones y se bendicieron en nombre del cielo y la tierra estos suelos que palpitan luchas.