Bra­sil. De la muer­te de la poli­ti­ca a la polí­ti­ca de la muerte

Por Emir Sader. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de mayo de 2021.

Los orí­ge­nes de la catás­tro­fe huma­ni­ta­ria que vive Bra­sil se pue­den ras­trear en nues­tra his­to­ria. Podría­mos bus­car­los en la mar­ca más pro­fun­da de nues­tro tipo de socie­dad: las des­igual­da­des socia­les, de las que somos cam­peo­nes en Amé­ri­ca Lati­na, a su vez el con­ti­nen­te más des­igual del mundo.

Podrían bus­car­se más recien­te­men­te, cuan­do el Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res (PT) emer­gió en la polí­ti­ca bra­si­le­ña y, más espe­cí­fi­ca­men­te, cuan­do las can­di­da­tu­ras de Lula comen­za­ron a ace­char a las éli­tes bra­si­le­ñas. O, cuan­do el PT reali­zó los mejo­res gobier­nos de la his­to­ria de Bra­sil, ata­can­do, por pri­me­ra vez de mane­ra fron­tal y prio­ri­ta­ria, las des­igual­da­des socia­les en nues­tro país.

O, inclu­so más recien­te­men­te, en la reac­ción de la dere­cha al éxi­to de estos gobier­nos. Sin poder con­de­nar al PT y a sus gobier­nos, acla­ma­dos por la mayo­ría de los bra­si­le­ños por suce­si­vas vic­to­rias elec­to­ra­les, tuvo que ata­car fur­ti­va­men­te al PT, tra­tan­do de vin­cu­lar­lo a la corrup­ción y ata­car la polí­ti­ca, la mis­ma que, a tra­vés de la demo­cra­cia, había per­mi­ti­do que Bra­sil tuvie­ra los mejo­res gobier­nos de su historia.

Pre­ci­sa­men­te los vin­cu­la­dos a la peor polí­ti­ca ‑medios de comu­ni­ca­ción, gran­des empre­sa­rios, par­ti­dos tra­di­cio­na­les, líde­res auto­ri­ta­rios como Bol­so­na­ro, entre otros- se enfo­ca­ron en des­ca­li­fi­car la polí­ti­ca. Un tema que siem­pre atrae a los más des­po­li­ti­za­dos, entre ellos, a los jóve­nes de cla­se media, recién lle­ga­dos a la polí­ti­ca, inclu­so al con­de­nar el aumen­to de los bole­tos de autobús.

¿Qué mane­ra más fácil que decir que todos los polí­ti­cos y todos los par­ti­dos son igua­les? Quie­nes pro­ta­go­ni­za­ron esta pan­to­mi­ma fue­ron los mejo­res ejem­plos de la peor polí­ti­ca y los más corrup­tos. Bas­te decir que el paso de Bol­so­na­ro de un polí­ti­co des­pre­cia­ble a líder de esta ola, se hizo a tra­vés del mejor ejem­plo del peor polí­ti­co y la fami­lia más corrupta.

Esta supues­ta sen­ten­cia de muer­te a la polí­ti­ca ter­mi­nó desem­bo­can­do en un gobierno que prac­ti­ca la polí­ti­ca de muer­te. La polí­ti­ca no solo no murió, tam­bién se des­do­bló en el peor tipo de polí­ti­ca: la que nie­ga la demo­cra­cia, la que aten­ta con­tra los dere­chos de todos, la que pre­di­ca la vio­len­cia como for­ma de enfren­tar los con­flic­tos, la que hace la apo­lo­gía de la dic­ta­du­ra mili­tar y la tor­tu­ra, la que pide la des­apa­ri­ción de los enemigos.

Se ins­ta­ló un gobierno que, de dife­ren­tes mane­ras, es un gobierno de polí­ti­ca de muer­te. Muer­te por la abso­lu­ta des­preo­cu­pa­ción por pro­te­ger la vida de las per­so­nas de la pan­de­mia, con su nega­ti­vi­dad en rela­ción con el pro­pio virus. Que, por el con­tra­rio, se bur­la de las for­mas de ais­la­mien­to, el uso de más­ca­ras, la res­tric­ción del movi­mien­to de personas.

A quién no le impor­ta, ni tie­ne nin­gún tipo de soli­da­ri­dad con las víc­ti­mas de la vio­len­cia poli­cial, a la que alien­ta, des­ca­li­fi­can­do a las víc­ti­mas ensal­zan­do la heroi­ci­dad de los ver­du­gos. Pre­di­car el uso de la poli­cía y, si pudie­ra, de las pro­pias fuer­zas arma­das, de todos los órga­nos que basan su acción en la vio­len­cia y la fal­ta de res­pe­to a los dere­chos de las personas.

Un gobierno que per­so­ni­fi­ca la muer­te, la lucha con­tra la vida, fue el resul­ta­do de la lucha con­tra la polí­ti­ca, por la muer­te de la polí­ti­ca. De tal mane­ra que la lucha por la vida es la lucha con­tra el gobierno de Bol­so­na­ro. Y la lucha con­tra el gobierno de Bol­so­na­ro es la lucha por la vida.

La demo­cra­cia requie­re el res­ca­te de la polí­ti­ca, como acti­vi­dad de defen­sa de los intere­ses públi­cos, des­de la con­vi­ven­cia de dife­ren­tes posi­cio­nes y pun­tos de vis­ta. El fin de la polí­ti­ca es la dic­ta­du­ra, es la vic­to­ria del pen­sa­mien­to úni­co, es la ausen­cia total de la diver­si­dad, del deba­te, de la con­vi­ven­cia de todos. La lucha con­tra la polí­ti­ca resul­tó en la catás­tro­fe que vivi­mos hoy en Brasil.

Foto: EFE

Fuen­te: Pági­na 12

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