Argen­ti­na. Andal­ga­lá: con­ju­rar el agua y la memoria

Por Débo­ra Cerut­ti, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de mayo de 2021.

En Cata­mar­ca, el pue­blo resis­te en las calles con­tra la ins­ta­la­ción del pro­yec­to MARA (Mine­ra Alum­bre­ra-Agua Rica), a pesar de la pan­de­mia, la repre­sión y la cri­mi­na­li­za­ción de les asam­bleis­tas socio­am­bien­ta­les. La lucha en defen­sa del agua tie­ne una his­to­ria de más de dos déca­das en la pro­vin­cia. Débo­ra Cerut­ti y Nata­lia Roca fue­ron a Andal­ga­lá para retra­tar la his­to­ria de las muje­res que ponen el cuer­po con­tra el extractivismo.

En las noches de Cha­quia­go, Andal­ga­lá, la vía lác­tea nos abra­za. Las estre­llas pare­cen caer­se de sus gala­xias sobre El Alga­rro­bo, sobre el camino, sobre noso­tras. Entre la fuga­ci­dad del infi­ni­to y el camino hacia el cerro Acon­qui­ja. Allí, en el cen­tro del uni­ver­so, se da la lucha. Un gri­to de resis­ten­cia que sale de cada cuer­po, de cada cami­na­ta que se rea­li­zan los días sába­do des­de hace más de 10 años de mane­ra inin­te­rrum­pi­da. Las voces de cin­co per­so­nas se tejen en este rela­to. No hay pan­de­mia, repre­sio­nes, alla­na­mien­tos ni deten­cio­nes que impi­dan el andar de un pue­blo en lucha.

I.

“No es que no tene­mos mie­do, pero tene­mos cora­je”, dice Isadora.

Isa­do­ra tie­ne 24 años, dos tren­zas y una son­ri­sa que le dibu­ja un peque­ño mor­te­ro en una de sus meji­llas. Un hue­qui­to pare­ci­do a esos que están ahí, en las pie­dras, des­de hace tiem­pos incal­cu­la­bles y que se con­vier­ten por las noches en obser­va­to­rios de las estre­llas. Isa­do­ra nos dice que ella no se sumó a la lucha, sino que la mamó. Fue par­te del jugo que tomó para cre­cer. El cerro esta­ba en peli­gro y había que salir a defen­der­lo, para que lo dejen en paz, para que lo dejen tran­qui­lo y para poder tomar el agua que vie­ne de ahí. Des­de muy peque­ña empe­zó a cami­nar alre­de­dor de la pla­za de Andal­ga­lá jun­to a su mamá Ana y su papá Aldo. La pri­me­ra vez la lle­va­ron, la segun­da vez dijo “vamos”. Opo­ner­se a los pro­yec­tos de mine­ría a cie­lo abier­to era —y es— cosa de gran­des y de niñes.

La pri­me­ra vez era verano y hacía calor. La memo­ria del 15 de febre­ro de 2010 que­dó gra­ba­da en Isa­do­ra y en cada habi­tan­te de ese pue­blo cata­mar­que­ño que se paró fren­te a la poli­cía, los camio­nes y las maqui­na­rias mine­ras. Y el gri­to de la tie­rra salió des­de los cuer­pos de quie­nes resis­tie­ron y se man­tu­vie­ron ergui­dos sin poder mirar para otro lado. Por­que el cerro está ahí. De ahí baja el agua. Por sus con­tor­nos y sus plie­gues suben las máqui­nas per­fo­ra­do­ras: “Para don­de mires hay mon­ta­ñas y para don­de mires tam­bién hay pro­yec­tos mine­ros. Enton­ces, para don­de mires vas a encon­trar a la tie­rra pidién­do­te que sigas de pie, luchan­do, alzan­do la voz, el gri­to”, dice Isadora.

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(Ima­gen: Nata­lia Roca)

II.

Es 1º de mayo en Cha­quia­go. Allí y en otros rin­co­nes del pla­ne­ta se con­me­mo­ra el día inter­na­cio­nal de les tra­ba­ja­do­res. Azu entra apu­ra­da, lle­gó retra­sa­da a la radio. Dice algo de un enor­me tablón que tra­jo en el auto. Que pue­de ser­vir para puer­ta o para mesa. Para la cons­truc­ción en ese terri­to­rio que se lla­ma “El Alga­rro­bo”. Se sien­ta del lado de la cabi­na de ope­ra­ción, se pone los auri­cu­la­res y le hace una seña a Eli. Comien­za así el pro­gra­ma de cada sába­do, La voz del Alga­rro­bo. Eli lee con con­vic­ción y fir­me­za un mani­fies­to para lue­go dar lugar a pre­gun­tar­se sobre el víncu­lo entre tra­ba­jo y mine­ría. El día ante­rior, una cara­va­na con­vo­ca­da por la Aso­cia­ción Obre­ra Mine­ra Argen­ti­na en defen­sa del tra­ba­jo mine­ro tuvo lugar en la capi­tal pro­vin­cial y detu­vie­ron a un joven por mani­fes­tar­se en con­tra. Un nue­vo pre­so por opo­ner­se a la acti­vi­dad extrac­ti­va, que se sumó a los doce dete­ni­dos entre el lunes 12 y el miér­co­les 14 de abril en Andal­ga­lá, cuan­do lue­go de la cami­na­ta 584 se incen­dia­ron las ofi­ci­nas de Agua Rica y un local del Par­ti­do Justicialista.

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(Ima­gen: Nata­lia Roca)

“No se pue­de des­vin­cu­lar la memo­ria de lo ances­tral, de nues­tras raí­ces, de nues­tra san­gre, la iden­ti­dad de algo tan vital como el agua”, dice Eli. Ella es afro­an­di­na, hija de andal­ga­len­ses. Reco­no­ce en su cuer­po esa mix­tu­ra y está en “esto” des­de hace rato. Sien­te un lati­do, el del terri­to­rio, que habla de la nece­si­dad de ser defendido.

“Saquean un cerro, nos están saquean­do nues­tros cuer­pos. Somos espa­cios de some­ti­mien­to y extrac­ti­vis­mo. El patriar­ca­do tie­ne esa mis­ma for­ma. El extrac­ti­vis­mo ope­ra de la mis­ma mane­ra, el sis­te­ma está arma­do de la mis­ma mane­ra. Acá es nece­sa­rio que todas y todos sea­mos fuer­tes”, afir­ma Eli.

Eli ve bata­llas. Sien­te la san­gre y la memo­ria de la tie­rra. Rela­ta his­to­rias. Com­ba­te el ego de la huma­ni­dad por creer­se supe­rior a otros seres. Deci­dió reco­nec­tar con lo ancestral.

“Nos amal­ga­ma­mos acá como el barro, todos con dis­tin­tos apor­tes. Esta­mos para­das jus­to en un espa­cio que se está recons­tru­yen­do con el barro, con la min­ka, con quin­cha, con leña, con mucha tie­rra y mucho sudor”, dice Eli.

La lucha no es por sobre­vi­vir. Es por vivir bien. Y eso es lo que quie­re Eli para sus tres hijos varo­nes: un mun­do don­de poda­mos vivir bien. De res­pe­to a todos los seres que habi­ta­mos el pla­ne­ta. De res­pe­to a la madre tie­rra. De decons­truc­ción de los man­da­tos y del patriarcado.

No hay tiem­po para seguir espe­ran­do. Ni pacien­cia. Y la dig­ni­dad de un pue­blo no se nego­cia. Eli está con­ven­ci­da de que la lucha es aho­ra o nunca.

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(Ima­gen: Nata­lia Roca)
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(Ima­gen: Nata­lia Roca)

III.

Aylén mar­cha en la cami­na­ta el sába­do con un car­tel que dice “Qui­sie­ron implan­tar el mie­do y nos levan­ta­mos más fuer­tes. Resis­ti­mos. Bajen las máqui­nas del cerro”. Es su pri­me­ra cami­na­ta en liber­tad, des­pués de casi dos sema­nas pre­sa, acu­sa­da de haber sido par­te del incen­dio en las ofi­ci­nas de la mine­ra y en el local del Par­ti­do Jus­ti­cia­lis­ta. Ella, jun­to a las otras 11 per­so­nas dete­ni­das y libe­ra­das, siguen judicializadas.

Su nom­bre, de ori­gen mapu­che, sig­ni­fi­ca bra­sa. Y es que Aylén arde.

De sus 11 años recuer­da las can­cio­nes que can­ta­ba jun­to a sus veci­nas en las Cami­na­tas por la vida. Allá, cuan­do se sumó sien­do una niña a la lucha, des­pués del 15 de febre­ro. Hoy se reco­no­ce como mili­tan­te. Y afir­ma una ver­dad cla­ri­ta: el capi­ta­lis­mo está en todo y las luchas tie­nen que estar unidas.

“Andal­ga­lá es una bom­ba de tiem­po”, afir­ma Aylén. Y sin dete­ner­se, con su cáli­da tona­da cata­mar­que­ña, sus pala­bras pre­ci­sas y len­tas, nos dice que hay momen­tos en que esa bom­ba esta­lla. Y esta­lla por todos lados.

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(Ima­gen: Nata­lia Roca)

IV.

Entre los cla­ros­cu­ros que se pro­du­cen bajo la som­bra de los árbo­les, Gabrie­la pasa por el cuer­po y le pone pala­bras a su lle­ga­da a Andal­ga­lá, seis años atrás. “Los terri­to­rios se unen cami­nan­do”, nos dice y repi­te. Una sema­na antes de nues­tra con­ver­sa­ción, ella cami­nó jun­to a las muje­res dia­gui­tas cal­cha­quíes que des­de dis­tin­tos pun­tos geo­grá­fi­cos lle­ga­ron cami­nan­do a dar­le un abra­zo al cerro Acon­qui­ja. No es una metá­fo­ra ni algo sim­bó­li­co sola­men­te. La cami­na­ta es lo que nos une. El andar nos hace más fuertes.

Gabi es alta, del­ga­da y unos len­tes que le amplían la mira­da hacen que poda­mos tener más deta­lles de sus ojos. Ojos que miran hon­do cuan­do afir­ma que ni las muje­res ni el terri­to­rio pue­den ser ava­sa­lla­dos, con­quis­ta­dos, toma­dos por la fuerza.

Tucu­ma­na de ori­gen, estu­vo a car­go de par­te de las tareas de pren­sa jun­to a otra com­pa­ñe­ra duran­te las sema­nas más calien­tes del con­flic­to. Subir comu­ni­ca­dos, reci­bir adhe­sio­nes, narrar lo que esta­ba pasan­do, regis­trar los vio­len­ta­mien­tos, ir y venir a la comi­sa­ría, jun­tar­se con abogades.

El pri­mer día en que detu­vie­ron a sus com­pa­ñe­res de la asam­blea, Gabi lle­gó a las puer­tas de la comi­sa­ría para saber cómo esta­ban, para empe­zar a pre­sio­nar para que libe­ren a les dete­ni­des y se encon­tró con el gru­po espe­cial Kuntur.

“Kun­tur” sig­ni­fi­ca cón­dor. Tie­ne depen­den­cia direc­ta del Coman­do Supe­rior de la Poli­cía de Cata­mar­ca. Actuó en las deten­cio­nes y alla­na­mien­tos ocu­rri­dos en Andal­ga­lá con pos­te­rio­ri­dad al incen­dio de las ofi­ci­nas de la mine­ra Agua Rica.

Las fuer­zas poli­cia­les levan­ta­ron sus escu­dos y alguien que se pre­sen­tó como comi­sa­rio dio la orden de requi­sar las mochi­las. En su mochi­la, Gabi lle­va­ba el mate, el ter­mo. Una com­pa­ñe­ra sacó abso­lu­ta­men­te todo lo que tenía guar­da­do. Has­ta la bom­ba­cha. Y la mostró.

“Sabe­mos que nos están per­si­guien­do, que en cual­quier momen­to, por cual­quier excu­sa te pue­den aga­rrar en la calle. Enton­ces, tene­mos una muda de ropa lis­ta, por las dudas ter­mi­nes en cana. Es una locu­ra, pen­sar y vivir de esa mane­ra”, dice Gabi.

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(Ima­gen: Nata­lia Roca)

V.

El cabe­llo de Roxa­na se pro­lon­ga como un lar­go río que cae como cas­ca­da por su hom­bro izquier­do, mien­tras sos­tie­ne con su bra­zo dere­cho a su hija Nao­mi, de 2 años. Su casa está al lado de uno de los cor­tes que sos­tie­nen veci­nas, veci­nes y veci­nos orga­ni­za­des en Cha­quia­go. Sus guar­dias en el cor­te son frecuentes.

Nao­mi pide agua. Roxa­na la mira. La nom­bra, se nom­bra: “Somos lucha­do­ras de la vida”.

Muches de sus veci­nes son pro­duc­to­res de dul­ce de mem­bri­llo y nue­ces con­fi­ta­das, entre otras exqui­si­te­ces andal­ga­len­ses. Roxa­na dice eso y Nao­mi vuel­ve a pedir agua. Roxa­na con­ti­núa y nos dice que el agua es vida, que la uti­li­za­mos en todas las cosas que hace­mos. Y llora.

Y es que sabe y vio las con­se­cuen­cias de más de vein­te años de explo­ta­ción con Bajo La Alum­bre­ra, pri­mer pro­yec­to de mine­ría a cie­lo abier­to en Argen­ti­na, y que extra­jo oro, cobre y molib­deno des­de 1997. Una exca­va­ción, un tajo en la tie­rra de 2 kiló­me­tros de diá­me­tro por 800 metros de pro­fun­di­dad. Un mura­llón de 30 metros de altu­ra que con­tie­ne millo­nes de litros de barros resi­dua­les del pro­ce­so de extrac­ción a tan sólo 3 kiló­me­tros del pobla­do de Vis vis. Un con­su­mo de 100 millo­nes de litros de agua por día. Cien­tos de denun­cias de con­ta­mi­na­ción del aire, de la tie­rra, del agua. Aprie­tes, inti­mi­da­cio­nes, gol­pi­zas, judi­cia­li­za­ción a quie­nes denun­cia­ron sus consecuencias.

Roxa­na sabe y ve lo que ocu­rri­rá si el pro­yec­to MARA (Mine­ra Alum­bre­ra – Agua Rica) se pone en mar­cha. Sabe que es un nom­bre nue­vo, para más de lo mis­mo. Sabe que MARA impli­ca­ría un exi­lio for­za­do. Y no quie­re irse. Allí está su peda­zo de tierra.

Allí quie­re que trans­cu­rra el final de sus días: “Yo subí allá, vi cómo se mue­ve la mine­ra. Me due­le que no pue­da hacer nada para que ellos se vayan. Me due­le muchí­si­mo tener que ven­der lo que mi padre me dio para irme de acá por­que el agua no la va a poder con­su­mir mi hija, no la vamos a poder con­su­mir nosotras”.

Mien­tras con­ver­sa­mos, una mari­po­sa se posa en unas flo­res que están cer­qui­ta nues­tro. El cerro es vida para Roxa­na. “Es don­de nace el agua”, nos dice. Mien­tras tan­to, Nao­mi moja sus labios con el agua que le dio su mamá y el líqui­do trans­pa­ren­te entra en su peque­ño cuerpo.

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(Ima­gen: Nata­lia Roca)

VI.

Andal­ga­lá tie­ne mucha memo­ria, Cata­mar­ca, Argen­ti­na y toda Lati­noa­mé­ri­ca resis­ten. Y segu­ra­men­te segui­re­mos hacien­do memo­ria. (Aylén)

Suce­dió lo que el pue­blo deci­dió que suce­die­ra. (Roxa­na)

Y es que los ríos siem­pre tien­den a vol­ver a su cau­ce ori­gi­nal. (Isa­do­ra)

Mien­tras el mine­ral esté ahí, van a venir por él. Enton­ces, esta es una lucha que van a tener que dar todas las gene­ra­cio­nes futu­ras. (Gabrie­la)

La san­gre es agua y somos agua. En esa flui­dez o con­ti­nui­dad nos refle­ja­mos en nues­tra vida dig­na. Esta­mos por la dig­ni­dad. (Eli)

Agua y memo­ria. Invo­ca­mos su pre­sen­cia, su mani­fes­ta­ción. Con­ju­ra­mos para ale­jar a las mine­ras. Con­ju­ra­mos para defen­der el terri­to­rio. Con­ju­ra­mos para una vida digna.

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(Ima­gen: Nata­lia Roca)

Ensa­yo foto­grá­fi­co com­ple­to.

Fuen­te: La tin­ta – Ima­gen de por­ta­da: Nata­lia Roca.

Itu­rria /​Fuen­te

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