Por Carola Chávez. Resumen Latinoamericano, 31 de mayo de 2021.
Ooootra vez hablamos de elecciones y ooootra vez las están descalificando mucho antes de que sucedan. Esta historia tantas veces repetida, con el final que todos conocemos: Votamos, ganamos y somos una dictadura.
Desde el principio fue muy tonto afirmar que una dictadura celebra elecciones, por eso los centros de poder global acuñaron el término neo dictadura, que no es más que una dictadura malvada que hace elecciones para no parecerlo tanto. «Neo dictadura, neo dictadura», repetían los altavoces mediáticos en todo el mundo. «Neo dictadura, neo dictadura», asentían hipnotizados los que creen que las corporaciones mediáticas son medios de información.
Y claro, son neo dictadores todos los líderes de los países no sumisos, los que no tienen, ni buscan, la bendición del gobierno gringo, de su perritos europeos y la más importante de todas, la de la bolsa de Wall Street. Son horrorosos dictadores cuyos pueblos detestaban, pero cada vez que convocan elecciones ganan por paliza, una, otra y oootra vez.
Es que no son elecciones «libres», explican en CNN. Porque debe saber el lector que en los países insumisos como el nuestro no basta hacer elecciones, las nuestras deben ser libres. Cosa que no podemos hacer porque ya CNN dijo que somos una dictadura.
Ahora, aprendan niñitos dictatorales: para la «comunidad internacional» unas elecciones libres pueden ser como las colombianas, donde los paramilitares compran a punta de terror y muerte el voto al candidato favorable a los intereses de los Estados Unidos. Elecciones tan libres que si en su centro se acaban las papeletas electorales, usted puede hacer una fotocopia cualquiera, tranquilo, que esa papeletas nadie las va a contar, que van a aparecer tiradas en cualquier barranco, junto a los cualquiera de las fosas comunes donde gente que molesta para la democracia «libre» ya no molesta más.
Y nosotros aquí en Venezuela, con tantos escrúpulos y ni un millón de auditorías públicas, ni cientos de observadores internacionales, ni el Centro Carter, ni nada podía hacer valer el voto de la mayoría, porque «cierren ese centro para que la gente no vote más», porque «la testigo Betsy no se presentó», porque ¡no es no!
Igual, seguimos votando, y la oposición participando y ganando en municipios y gobernaciones claves, y ganando hasta la mayoría en la Asamblea Nacional. Y cada vez que ganaban, se descalificaban a sí mismos, haciéndole el coro a CNN que decía que hubo trampa, que las elecciones no solo no fueron libres sino que no fueron justas, porque la justicia es que pierda Chávez, ahora Maduro, en la elección, cualquiera que sea, aunque sea de concejales, ¡que se vayan ya!… Así serían libres y justas las elecciones y algo más: serían «creíbles», pero eso no pasa.
Elecciones «creíbles», esa es la última moda en elecciones. Si quieres darle más subjetividad a algo matemático que no te cuadra, digamos, unas elecciones, deja su resultado final a merced de la voluntad de creer (o no) de un actor ajeno que dará su veredicto según su conveniencia. ¡Eso sí es democracia!
Anexar el término «creíble» a los eventos electorales y erigirse en jueces de la credibilidad es una de las geniales ocurrencias de un sistema perverso, que sin tener ya cómo disimular su podredumbre, termina siendo imbécil. Es una maravilla colonialista, creen, porque ya ni siquiera hay que esperar los resultados de las elecciones, sino que las descalifican como «poco creíbles» meses antes de que sucedan. Es como el niño que se tapa la cara y cree que el mundo desapareció. Después no entienden cómo sus planes fracasan todos.
Derrotados una y otra y otra vez, van inventando vericuetos cada vez más retorcidos, cada vez más absurdos, para arrebatarnos victorias que no nos dejamos arrebatar. Así, de elecciones «creíbles» saltan a presidentes interinos autoproclamados en cualquier esquina, tarados balbuceantes, que si cese de la usurpación, que si gobierno de transición, que si elecciones «libres»… Y allá van otra vez…
Oooootra vez al camino electoral, saltándose la parte del «cese de la usurpación y gobierno de transición». Derrotados crónicos, que vuelven sin saber volver, escondidos, con capuchas, a reuniones que dicen que no existieron, que no fueron… Vuelven sin querer volver, vuelven porque los manda su amo que ya no sabe qué hacer con tanto fracaso. Vuelven al principio de todo: una elección que siempre termina en fracaso porque no han sabido ganarse los votos, porque no han sabido hacer política, ni siquiera para sus votantes. Sin más remedio vuelven a elecciones esperando que el resultado final no sea el que dicta el voto popular, sino el que pretenda imponer el titiritero que los mueve desde el Norte y otra vez la pataleta y «descargue ahí su arrechera»…
Vuelven y nosotros los esperamos en la bajaíta electoral, como siempre. Y como siempre, lo quieran creer o no, nosotros venceremos.
Fuente: Misión Verdad