Méxi­co. Ayo­lo­co, el cora­zón del agua que dejó de latir

Tere­sa Moreno /​Resumen Lati­no­ame­ri­cano, 14 de junio de 2021

Fuen­tes: Nue­va tri­bu­na [Foto: UNAM/​María Pau­la Mar­tí­nez | El gla­ciar Ayo­lo­co del vol­cán Iztac­cíhuatl, en el cen­tro de Méxi­co, se per­dió debi­do al cam­bio climático]

En Méxi­co la des­apa­ri­ción de los gla­cia­res es irre­ver­si­ble, tal fue el caso del Ayo­lo­co, que se encon­tra­ba en el vol­cán Iztac­cíhuatl, uno de los más emble­má­ti­cos en la geo­gra­fía de la región cen­tral del país. Los cien­tí­fi­cos lla­man a lle­var a cabo accio­nes colec­ti­vas e indi­vi­dua­les para com­ba­tir el cam­bio cli­má­ti­co y dejar un mejor futu­ro para las gene­ra­cio­nes venideras.

Hay una pala­bra para nom­brar el dolor y la tris­te­za que gene­ra el cam­bio cli­má­ti­co, el sen­ti­mien­to de que el pla­ne­ta en el que se vive y ama está bajo ata­que, es la “solas­tal­gia”.

Fue este sen­ti­mien­to el que expe­ri­men­ta­ron cien­tí­fi­cos y mon­ta­ñis­tas de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co (UNAM) cuan­do en 2018, las imá­ge­nes sate­li­ta­les y foto­gra­fías aéreas que toma­ban, les mos­tra­ron que no había más hie­lo que moni­to­rear en la lla­ma­da “zona de la pan­za” del vol­cán Iztac­cíhuatl: el gla­ciar Ayo­lo­co, que se encon­tra­ba ahí, había muerto.

Tres años des­pués, los mis­mos cien­tí­fi­cos que hicie­ron este des­cu­bri­mien­to esca­la­ron el vol­cán nue­va­men­te para colo­car una pla­ca con­me­mo­ra­ti­va a 4626 metros sobre el nivel del mar, don­de se encon­tra­ba el gla­ciar, con un men­sa­je diri­gi­do a las gene­ra­cio­nes futuras:

“Aquí exis­tió el gla­ciar Ayo­lo­co y retro­ce­dió has­ta des­apa­re­cer en 2018. En las pró­xi­mas déca­das los gla­cia­res mexi­ca­nos des­apa­re­ce­rán irre­me­dia­ble­men­te. Esta pla­ca es para dejar cons­tan­cia de que sabía­mos lo que esta­ba suce­dien­do y lo que era nece­sa­rio hacer. Sólo uste­des sabrán si lo hicimos”.

UNAM/​María Pau­la Mar­tí­nez | Así se veía des­de la Ciu­dad Uni­ver­si­ta­ria en la capi­tal de Méxi­co el vol­cán Iztac­cíhuatl con su glaciar.

Nos esta­mos jugan­do es nues­tra per­ma­nen­cia sobre la faz de la Tierra

El Ayo­lo­co se nutría des­de el sis­te­ma de la pan­za del vol­cán y baja­ba hacia el occi­den­te; era una masa blan­ca que se alcan­za­ba a dis­tin­guir des­de la Ciu­dad de México.

Hugo Del­ga­do Gra­na­dos, inves­ti­ga­dor del Ins­ti­tu­to de Geo­fí­si­ca de la UNAM, ha obser­va­do des­de hace años la rápi­da des­apa­ri­ción de las áreas gla­cia­res en el vol­cán Iztac­cíhuatl, que se ace­le­ró de mane­ra irre­ver­si­ble des­de la déca­da de 1980.

El cien­tí­fi­co tam­bién for­mó par­te del equi­po de mon­ta­ñis­tas que en abril pasa­do esca­ló el vol­cán para colo­car la pla­ca que anun­cia la muer­te del glaciar.

“Los gla­cia­res se decla­ran extin­tos cuan­do dejan de fun­cio­nar. En el área don­de esta­ba el gla­ciar Ayo­lo­co toda­vía hay masas de hie­lo pero ya no se com­por­tan como masa de hie­lo gla­ciar. Even­tual­men­te van a des­apa­re­cer, pero como tal, el gla­ciar no exis­te”, dijo.

“Lo que nos esta­mos jugan­do es nues­tra per­ma­nen­cia sobre la faz de la Tie­rra. Ese es el men­sa­je: la des­apa­ri­ción del gla­ciar Ayo­lo­co es lamen­ta­ble, es una tragedia”.

El calen­ta­mien­to glo­bal, pro­duc­to de la acti­vi­dad huma­na, ha extin­gui­do ocho de las once masas gla­cia­res que exis­tían en el vol­cán Iztac­cíhuatl; sólo que­dan el sis­te­ma de la pan­za, el del pecho y uno muy peque­ño, cono­ci­do como el suroriental.

El cien­tí­fi­co mexi­cano se mos­tró pesi­mis­ta con res­pec­to al des­tino de estos últi­mos gla­cia­res, los cua­les, dijo, se encuen­tran en una situa­ción muy vul­ne­ra­ble y difí­cil y, lamen­ta­ble­men­te, habrán de des­apa­re­cer también. 

“El que haya­mos colo­ca­do esa pla­ca es para lla­mar la aten­ción: aquí había algo y des­apa­re­ció de una mane­ra muy rápi­da, y que no debió haber sido. Lo que nos está dicien­do es que noso­tros tam­bién pode­mos desaparecer”.

En vis­ta de este gra­ve pro­ble­ma, que afec­ta gla­cia­res, bos­ques, océa­nos, sel­vas, lagu­nas, el Día Mun­dial del Medio Ambien­te, cele­bra­do cada 5 de junio, se cen­tra este año en la res­tau­ra­ción de eco­sis­te­mas con el lema «Reima­gi­na, recrea, restaura».

Res­tau­rar los eco­sis­te­mas sig­ni­fi­ca pre­ve­nir, dete­ner y rever­tir este tipo de daño, pasar de explo­tar la natu­ra­le­za a curar­la. Para ello, y pre­ci­sa­men­te en este día, arran­ca­rá el Dece­nio de las Nacio­nes Uni­das sobre la Res­tau­ra­ción de Eco­sis­te­mas (2021−2030), una misión glo­bal para revi­vir miles de millo­nes de hec­tá­reas, des­de bos­ques has­ta tie­rras de cul­ti­vo, des­de la cima de las mon­ta­ñas has­ta las pro­fun­di­da­des del mar. Sólo con eco­sis­te­mas salu­da­bles pode­mos mejo­rar los medios de vida de las per­so­nas, con­tra­rres­tar el cam­bio cli­má­ti­co y dete­ner el colap­so de la biodiversidad.

Fun­ción vital

Todos los gla­cia­res tie­nen una fun­ción vital tan­to para las comu­ni­da­des don­de se encuen­tran como para el medio ambien­te: ade­más de escu­rrir a las lagu­nas, su agua se infil­tra a los man­tos acuí­fe­ros y los recar­ga; las masas de hie­lo, por su color cla­ro, refle­jan la radia­ción solar y ayu­dan a man­te­ner el cli­ma fresco.

UNAM/​María Pau­la Martínez

El Ayo­lo­co ali­men­ta­ba las lagu­nas del vol­cán y en tiem­pos de sequía pro­veía de agua a los habi­tan­tes de la zona, per­te­ne­cien­te al muni­ci­pio de Ame­ca­me­ca, en el Esta­do de México.

En 2020, la Orga­ni­za­ción Meteo­ro­ló­gi­ca Mun­dial advir­tió que con sus altas tem­pe­ra­tu­ras glo­ba­les, el verano de ese año tuvo un gra­ve impac­to sobre las capas de hie­lo y los glaciares.

Entre julio y sep­tiem­bre de ese año se regis­tra­ron tem­pe­ra­tu­ras récord en el Árti­co e incen­dios devas­ta­do­res. Esto oca­sio­nó el des­pren­di­mien­to de la últi­ma pla­ta­for­ma de hie­lo que que­da­ba intac­ta en Cana­dá y gran­des pér­di­das en los gla­cia­res de la región de los Alpes, en Europa.

“Estos even­tos cau­san gra­ves daños sobre los eco­sis­te­mas, aumen­tan el nivel del mar y ame­na­zan la vida huma­na y la infra­es­truc­tu­ra”, aler­tó en su momen­to el orga­nis­mo de las Nacio­nes Unidas.

El Pro­gra­ma para el Medio Ambien­te de la ONU tam­bién ha adver­ti­do que el des­hie­lo de los gla­cia­res es uno de los efec­tos más visi­bles del cam­bio cli­má­ti­co pues­to que, a medi­da que las tem­pe­ra­tu­ras del pla­ne­ta aumen­ten, se irán per­dien­do estos reser­vo­rios de agua dulce.

Lla­ma­do a la acción

A pesar de que la pér­di­da de los gla­cia­res en el mun­do es irre­ver­si­ble, toda­vía hay accio­nes que se pue­den tomar des­de el ámbi­to guber­na­men­tal, colec­ti­vo e indi­vi­dual para redu­cir el avan­ce del calen­ta­mien­to glo­bal, enfa­ti­zó Del­ga­do Granados.

Por ejem­plo, es nece­sa­rio que los gobier­nos pro­pi­cien la reduc­ción del uso de com­bus­ti­bles fósi­les, que den incen­ti­vos fis­ca­les para la com­pra de auto­mó­vi­les y vehícu­los híbri­dos y eléc­tri­cos, y que pro­mue­van la pro­duc­ción de ener­gías lim­pias con tec­no­lo­gías como la geo­ter­mia, solar y eólica.

Des­de lo indi­vi­dual, aho­rrar y cui­dar el agua y la ener­gía eléc­tri­ca, y redu­cir el uso de com­bus­ti­bles fósi­les; en lo colec­ti­vo, es nece­sa­rio ser ciu­da­da­nos par­ti­ci­pa­ti­vos que exi­jan a sus auto­ri­da­des cam­bios en las polí­ti­cas públi­cas des­ti­na­das a redu­cir el calen­ta­mien­to global.

“Esto es una tarea de todos, es muy impor­tan­te la acción del gobierno, pero tam­bién de noso­tros mis­mos par­ti­ci­pan­do y exi­gien­do a las auto­ri­da­des que hagan lo que deben hacer”, dijo.

“Es poco humano, poco éti­co si vemos esta situa­ción no decir­lo en voz alta, que poda­mos lla­mar la aten­ción, decir: esto es lo que está pasan­do y tene­mos que actuar todos”.

UNAM/​María Pau­la Mar­tí­nez| Estos alpi­nis­tas subie­ron a la cima del Iztac­cíhuatl a colo­car una pla­ca recor­dan­do la pre­sen­cia del gla­ciar Ayoloco.

Una pér­di­da irreparable

La mon­ta­ñis­ta y direc­to­ra de Lite­ra­tu­ra y Fomen­to a la Lec­tu­ra de la Coor­di­na­ción de Difu­sión Cul­tu­ral, Anel Pérez Mar­tí­nez, ha esca­la­do el Iztac­cíhuatl des­de hace 12 años. Su expe­rien­cia es que las pri­me­ras veces se reque­ría cier­ta exper­ti­cia y domi­nio téc­ni­co de las pla­cas de picos, cram­po­nes, bas­to­nes y even­tual­men­te del pio­let. Al lle­gar al gla­ciar la vis­ta toda era la blan­cu­ra de la nie­ve y de la pure­za del agua que los expe­di­cio­nis­tas con­su­mían del gla­ciar, des­pués de derretirla.

“Estar ahí aho­ra en estar en una zona que es terre­go­sa, are­no­sa, fría, seca… son emo­cio­nes estre­me­ce­do­ras por­que impli­can la ausen­cia del gla­ciar”, reflexionó.

“Ayo­lo­co sig­ni­fi­ca en náhuatl el lugar del cora­zón del agua. Es dra­má­ti­co por­que sue­na a un cora­zón que deja de latir, que deja de lle­var, de cir­cu­lar el agua”.

Pro­duc­ción Tere­sa Moreno, del Cen­tro de Infor­ma­ción de las Nacio­nes Uni­das en México.

Foto­gra­fías: Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de México.

Fuen­te: Noti­cias ONU

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DE: Rebe­lion

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