Cuba. Nicolás Guillén

Cuba. Nico­lás Guillén

Por: Nancy More­jón, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 de julio de 2021

La pri­ma­ve­ra de 1930, por enci­ma del buen augu­rio de un cam­bio social a las puer­tas de una vida repu­bli­ca­na débil, sin refe­ren­cia algu­na a las ges­tas inde­pen­den­tis­tas del siglo XIX, tra­jo a nues­tra his­to­ria un día esen­cial que no es otro que aquel 20 de abril en cuyo ama­ne­cer vie­ron la luz pri­me­ra los Moti­vos de son, de Nico­lás Gui­llén, quien nació un 10 de julio de 1902. Habla­mos de una mar­ca, de un par­te aguas de nues­tra poe­sía en don­de bebie­ron las fuen­tes más autén­ti­cas del pue­blo para con­tem­plar las aguas de una insu­la­ri­dad can­ta­da pero no reco­no­ci­da en su cate­go­ría insoslayable.

Fue Cin­tio Vitier quien dis­tin­guie­ra el apor­te de Nico­lás a la poe­sía de nues­tra len­gua, que no fue otra cosa que el «hallaz­go del son» ins­cri­to en su mar­co de nues­tra tra­di­ción oral para, así, abrir el hori­zon­te de una van­guar­dia artís­ti­ca que se afa­na­ba por encon­trar, asi­mis­mo, una moral lim­pia que ali­men­ta­ra a su casi geme­la, van­guar­dia polí­ti­ca. Un tema estu­dia­do hoy por nues­tros más des­ta­ca­dos jóve­nes creadores.

Des­de enton­ces, la poe­sía de Nico­lás Gui­llén caló hon­do en la sen­si­bi­li­dad de todos los cuba­nos, cual­quie­ra que hubie­se sido su ori­gen o posi­ción social, pues par­tía del reco­no­ci­mien­to de los evi­den­tes com­po­nen­tes afri­ca­nos que la defi­nían jun­to a los de ori­gen hispano. 

«Todo mez­cla­do» can­tó el poe­ta para que, déca­das des­pués, Rober­to Fer­nán­dez Reta­mar elo­gia­ra su inva­ria­ble maes­tría en su clá­si­co El son de vue­lo popu­lar y, no por azar, afir­ma­ba Mir­ta Agui­rre que esa poe­sía era el más rotun­do éxi­to de la músi­ca cuba­na. Regino Boti, Emi­lio Balla­gas, Rol­dán, Catur­la, Gon­zá­lez Allué, José Anto­nio Por­tuon­do, cada cual, a su modo, reve­ren­cia­ron aque­llos Moti­vos… ponien­do de relie­ve el fun­da­men­tal inter­cam­bio entre arte y nación. Algu­na vez, a lo lar­go de innu­me­ra­bles con­ver­sa­cio­nes, Nico­lás Gui­llén con­fe­só que una de las mayo­res influen­cias de sus Moti­vos… eran los del san­tia­gue­ro Miguel Matamoros.

La obra de Gui­llén, que inclu­yó el cul­ti­vo del ofi­cio de perio­dis­ta, no se expli­ca sin esa voca­ción. «Nací en una impren­ta», decía en 1972 y, habién­do­lo apren­di­do de su padre, no dejó de repe­tir­lo. Nun­ca pudo des­en­ten­der­se de ese hecho que lo incli­nó hacia la bús­que­da infor­ma­ti­va, la refe­ren­cia nece­sa­ria y el equi­li­brio de la ver­dad his­tó­ri­ca. Su ejem­plar perio­dis­mo com­ba­tió la injus­ti­cia social, la opre­sión, la desigualdad.

Ángel Augier, a la cabe­za de todos, abrió el camino del estu­dio sis­te­má­ti­co de esa vida y esa pro­duc­ción que toda­vía, en nues­tro tiem­po, requie­ren de una ince­san­te obser­va­ción, de un aná­li­sis pro­fun­do de todos sus pro­ce­sos y valo­res y, por eso, no olvi­da­mos este 10 de julio.

Toma­do de Granma

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