Siempre hemos querido un nuevo amanecer para las generaciones venideras desde la memoria y el reconocimiento de quienes fueron antes de lo que somos, y para iluminar esa aurora hemos sido capaces de darle fuego a la noche y de mantenerlo durante decenios, con valentía, con fuerza; con la energía y entrega que desde siempre ha caracterizado a las hijas e hijos de la tierra vasca.
Tras una larga marcha nos encontramos en un alto desde el que se alcanza ver un horizonte luminoso, miramos hacia atrás y vemos un camino hecho del que debemos sentirnos plenamente orgullosos. Porque con sus luces y sombras, podemos incluso afirmar que es glorioso, y es que sólo así puede calificarse la lucha sostenida por este pequeño pueblo de los Pirineos, entre el Adur y el Ebro, contra dos grandes estados europeos que han sido incapaces de asimilarnos.
Echando la mirada a la espalda vemos ese trayecto, y evocamos con emoción a quienes quedaron en él para hacer posible que llegáramos a donde hemos llegado.
Ahora miramos al frente y observamos lo que tenemos delante, lo que aún nos separa del alba de liberación por el que luchamos. Hay un camino que se abre a nosotros, un sendero que no ha sido hollado y que, por eso, miramos no sin cierta desconfianza, incluso con miedo a lo desconocido.
Cuando se está a punto de dar el primer paso que abre un nuevo camino siempre hay un brote de vértigo; aparece la indecisión, la duda, incluso el temor a que no acabe llevando a donde se esperaba. El camino siempre provoca un cierto miedo. Pero quien lucha por un futuro de liberación no puede jamás temerle al cambio de fase. El miedo a trazar una raya en el suelo y decir “a partir de aquí todo es nuevo” puede acabar convirtiéndose en el obstáculo más perjudicial para el propio desarrollo y avance del movimiento.
El miedo a quebrar la inercia es contrarrevolucionario, atreverse a afrontar los nuevos retos que se van presentando en el desarrollo de un conflicto es lo que verdaderamente cambia el curso de los acontecimientos, el rumbo de la historia.
Yes que la misma valentía, el mismo coraje y entrega que hay que tener para defender la patria por el camino más duro, también hay que tenerlos para afrontar las apuestas de un tiempo nuevo.
Valentía para decir hasta aquí hemos llegado gracias a décadas de resistencia y acometida, siguiendo el ejemplo de quienes quedaron en el camino, de quienes fueron y son arrojados a las sombras. Valentía para decir “estamos aquí porque somos un pueblo que jamás se ha rendido”, la nación que más batallas ha perdido pero que jamás ha sido derrotada, para sentirnos orgullosos de que gracias a nuestra entereza nos hemos convertido en el espejo en el que miran las dignidades de otras naciones que también luchan por colocar su estrella en el mundo.
Por todo ello, con nuestros aciertos y nuestros errores, hemos sido capaces de alcanzar el punto en el que podemos dar la vuelta al tablero.
El problema está en que ese cambio no se produce de la noche a la mañana por el movimiento de ficha de una mano iluminada y una mente preclara. Las cosas no son así. En otro momento histórico pudieron serlo y de hecho lo fueron en algún lugar del mundo. Pero hoy aquí y ahora, en el siglo XXI y en el corazón de Europa, los procesos de liberación nacional y social no se desarrollan así.
Dar la vuelta al tablero genera el cambio de ciclo. Llevar el proceso al fin estratégico deseado requiere no sólo un correcto planteamiento táctico de cada paso, sino también algo de vital importancia cual es abrirnos a una nueva óptica, a una forma diferente de afrontar los retos de siempre y no permitir que los prejuicios castren el camino.
Interioricemos todos que la ruta que emprende la izquierda abertzale no va a ser precisamente un sendero de flores.
Así pues, hablo de un nuevo planteamiento para una nueva fase, pero manteniendo firmes los objetivos de siempre. Una nueva mirada, sí; pero sobre el mismo horizonte, una nueva forma de hacer las cosas, pero para conquistar las mismas cumbres. Esto es algo sobre a lo que nadie le puede caber ni la más mínima duda.
Por eso digo, que hace falta decisión para no temerle al futuro que se nos abre y lanzarnos a el con toda energía.
Va a ser, ya lo he dicho, un camino diferente por el que antes hemos transitado. No dudo que eso provocará desconfianza e incluso recelos en algunos abertzales leales, daremos pasos que quizás algunas conciencias comprometidas no entiendan en su debida proyección, habrá incluso quien reproche que, al final, estamos pasando por el aro.
Pues bien, yo me pregunto: ¿Y si al otro lado del aro está el resorte que controla los mecanismos? ¿Y si pasamos por el aro para hacernos con él?
Eso sí, que se grabe bien profundo en todos los frontispicios: Los pasos que está dando la izquierda abertzale son unilaterales, fruto de su energía interna, de la coherencia en los principios y del análisis de la realidad de nuestro pueblo. Esos y no otros son los orígenes de lo que estamos viviendo. Si alguien piensa que es consecuencia del acoso, de la estrategia represiva; si algún necio sostiene aquello de «a la fuerza ahorcan», ya tendrá tiempo de arrepentirse de su error de planteamiento, de su radical ignorancia sobre la idiosincrasia étnica y política del pueblo vasco.
Es evidente que nos vamos a dejar pelos en la gatera, pero pensemos que al otro lado hay un escenario que nos interesa para alcanzar la Euskal Herria por la que luchamos.
En el transcurso de todo combate hay que atravesar algún paso estrecho para alcanzar el objetivo. Es un momento delicado del avance y puede provocar en los propios cierta desconfianza y temor.
Pero si el planteamiento táctico global es el debido, la evolución de la situación lo aconseja y las circunstancias son las correctas no se puede permitir que el vértigo del momento o la inercia inmovilista impidan la maniobra.
El triunfo de la batalla siempre viene de la adecuada fijación de los objetivos y de la equilibrada e inteligente flexibilidad de los planteamientos tácticos, firmes en los objetivos pero flexibles en las maniobras.
Si a alguien le frena la desconfianza por los pasos que vaya dando el conjunto de la izquierda abertzale, que piense en la parábola del muelle: El muelle se repliega y la fuerza contraria proclama que le ha vencido, pero en su retroceso, el muelle acumula fuerzas y se carga de energía para el salto que le lleve a alcanzar su objetivo.
Me atrevería a decir más; si el dispositivo es el debido, la propia inercia del retroceso lo cargará nuevamente de energía para un nuevo salto.
Toca cargar el muelle que nos proyecte a un tiempo nuevo, que nos coloque en el futuro que le corresponde a la nación vasca.
Y así, con la valentía y la entrega que siempre nos ha caracterizado, acumulando fuerzas, dirigiendo correctamente cada paso pondremos Euskal Herria en pie, zutik! avanzando hacia la independencia y el socialismo.
Hemos dado fuego a la noche para encender el nuevo amanecer que ya se puede adivinar a lo lejos. No todos los pueblos pueden ostentar ese honor. 50 años de lucha que sean cinco siglos de combate.
Es el momento de establecer los parámetros del futuro.
Un saludo desde mi celda. Merece la pena.