Perú. Don Rafael de las masas

Gus­ta­vo Espi­no­za M./​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 16 de agos­to de 2021

Rafael Belaun­de Diez Can­se­co, ilus­tre peruano del siglo pasa­do, fue Pre­si­den­te del Con­se­jo de minis­tros y titu­lar de Gobierno entre julio de 1945 y enero del 46. 

Años de des­bor­de popu­lar y pro­tes­ta polí­ti­ca, cuan­do las bases apris­tas mina­ban al gobierno de Bus­ta­man­te pro­mo­vien­do su caí­da; y eran res­pon­di­das por bases anti apris­tas que resis­tían el emba­te. Se habla­ba allí de “res­tau­rar el orden” exi­gien­do “un men­sa­je de ideas”. Alu­dien­do a él, ante el Con­gre­so de enton­ces, dijo una fra­se para el recuer­do: “sólo las ideas se com­ba­ten con ideas; las masas, se com­ba­ten con las masas” .“Don Rafael de las masas” lo bau­ti­za­ron los apris­tas para deni­grar su mensaje.

Habrá que pre­gun­tar­se si no habrá teni­do algo de razón el voce­ro de enton­ces. ¿Será pre­ci­so hoy, que las masas se com­ba­tan con las masas?, Vea­mos: Hay quie­nes creen, como en los años de Abraham Val­de­lo­mar que el Perú es Lima; que Lima, es el Jirón de la Unión; y que el Jirón de la Unión, es el Palais Concert. 

Cla­ro que en el caso de los que hoy creen algo pare­ci­do, su Palais Con­cert no es el fino bar de anta­ño, sino el rin­cón de las áni­mas don­de penan los derro­ta­dos en los últi­mos 15 años en el Perú de nues­tro tiem­po. Allí se miran el ombli­go y se siguen cre­yen­do el cen­tro del cosmos.

Están segu­ros que todo mar­cha en torno a sus angus­tias y preo­cu­pa­cio­nes. Y que sus mie­dos, son los de todos los perua­nos. Por eso aúllan feroz­men­te tra­tan­do de regar el páni­co, y de infun­dir­lo en el accio­nar colec­ti­vo de la ciu­da­da­nía. Y Hablan de “vacan­cia”.

Tan­to da su espan­to, que les infun­de prác­ti­cas per­ver­sas, car­ga­das de odio y de insa­nía. Y todo esto lle­ga a tan­to que sólo res­ta, a los perua­nos de a pie, dete­ner­se un ins­tan­te, y pro­cla­mar la volun­tad de parar la mano a esta sinies­tra hor­da fas­cis­ta que ame­na­za la esta­bi­li­dad polí­ti­ca y la tran­qui­li­dad pública.

Es cla­ro que la bar­ba­rie ha car­ga­do sus bate­rías con­tra Pedro Cas­ti­llo, Vla­di­mir Cerrón, Gui­do Belli­do, Dina Boluar­te y Héc­tor Béjar; pero tam­bién con­tra las enti­da­des que ellos repre­sen­tan: la Jefa­tu­ra del Esta­do, la direc­ción del Par­ti­do que gana­ra los comi­cios el 6 de junio, el Con­se­jo de Minis­tros, y todos sus inte­gran­tes; y el núcleo diri­gen­te que lide­ra la ofer­ta de cam­bios pendiente.

A todos, les lle­na de impro­pe­rios. Les lan­za ata­ques arte­ros y cana­lles­cos, que nun­ca antes se usa­ron en el Perú en un esce­na­rio de ges­tión. Les dice ase­si­nos, delin­cuen­tes, lava­do­res de acti­vos, men­ti­ro­sos, inca­pa­ces y todo lo que les vie­ne en gana, en sus ins­tan­tes de incon­tro­la­ble arrebato.

Pero van más allá de las pala­bras. En la cam­pa­ña elec­to­ral ata­ca­ron cin­co veces la vivien­da del Pre­si­den­te del JNE, para inti­mi­dar a su fami­lia. Con esa mis­ma impu­ni­dad, hacen hoy plan­to­nes ante la casa del Minis­tro de Jus­ti­cia, con la ilu­sión de asus­tar a Aní­bal Torres, sus­ten­to legal al Jefe del Esta­do. Y has­ta deni­gran el monu­men­to a San Mar­tin, con ban­de­ro­las infames.

Recien­te­men­te se plan­ta­ron en la puer­ta de un hotel Mira­flo­rino, para gri­tar impro­pe­rios con­tra Evo Mora­les. ¿Alguien pue­de jus­ti­fi­car esa afren­ta? Es cla­ro que Evo fue Pre­si­den­te de su país, goza de amplio apo­yo ciu­da­dano y sólo fue derri­ba­do gra­cias a una aso­na­da mili­tar fas­cis­ta. Pero ella mis­ma fue derro­ta­da al año siguien­te en elec­cio­nes en las que se impu­so otra vez el Par­ti­do de Evo, que sigue gober­nan­do Bolivia.

El polí­ti­co boli­viano, como cual­quier ciu­da­dano del mun­do, tie­ne dere­cho a visi­tar nues­tro país cuan­tas veces quie­ra. Y nadie pue­de recha­zar su pre­sen­cia sólo por­que no está de acuer­do con sus ideas. Si así lo fue­ra, el mun­do sería un manicomio.

Pero aquí hay quie­nes no res­pe­tan siquie­ra eso, una liber­tad invul­ne­ra­ble, y uni­ver­sal­men­te reco­no­ci­da: la de tener ideas pro­pias. Le traen a fas­cis­tas boli­via­nos, para que los entre­vis­te Mávi­la Huer­ta en su hora este­lar, y le lan­ce el mis­mo libre­to apren­di­do de radio tea­tro, para enga­ñar incautos.

Pero hay más: con­fir­man una “repar­ti­ja” Par­la­men­ta­ria para entre­gar las Comi­sio­nes más impor­tan­tes a irra­cio­na­les expo­nen­tes de la Mafia. Así, Ale­jan­dro Agui­na­ga, pro­ce­sa­do por las este­ri­li­za­cio­nes for­za­das, pre­si­di­rá la Comi­sión de Fis­ca­li­za­ción; en tan­to que un con­no­ta­do expo­nen­te de “Con mis hijos no te metas” ten­drá la Comi­sión de Educación.

Y el fuji­mo­ris­ta Ernes­to Bus­ta­man­te, el sabo­tea­dor de la cam­pa­ña médi­ca con­tra el COVID, esta­rá al fren­te de Rela­cio­nes Exte­rio­res. ¿Qué más podría espe­rar­se de un ente así que aho­ra se dis­po­ne sus­pen­der a con­gre­sis­tas de Perú Posi­ble, como Gui­ller­mo Ber­me­jo, dis­cri­mi­nan­do para todos sus efec­tos a la Ban­ca­da Par­la­men­ta­ria de Perú Libre y sus alia­dos, por el sólo hecho de ser­los. Pero por si todo eso no fue­ra sufi­cien­te, ata­can físi­ca­men­te las mani­fes­ta­cio­nes de apo­yo al gobierno de Pedro Cas­ti­llo y se enfren­tan agre­si­va­men­te con­tra la poli­cía que bus­ca ape­nas cau­te­lar el orden público.

Aun­que ellos han denun­cia­do supues­tos “malos tra­tos” poli­cia­les, no han podi­do pre­sen­tar a nin­gu­na per­so­na gol­pea­da, y ni siquie­ra dete­ni­da; no obs­tan­te los daños mate­ria­les cau­sa­do por sus cons­tan­tes “mar­chas” ante el Minis­te­rio de Defen­sa para implo­rar un Gol­pe de Esta­do que les saque las cas­ta­ñas del fuego.

Aho­ra bus­can decla­rar “per­so­na No Gra­ta” a Evo Mora­les; cen­su­rar al Can­ci­ller a sabien­das que la Polí­ti­ca Exte­rior la dic­ta del Pre­si­den­te; “inves­ti­gar” los 5 pri­me­ros días de gobierno de Cas­ti­llo y “ave­ri­guar”! si hubo –o no- frau­de en las elec­cio­nes pasadas.

Ahí no hay ideas. Hay ridícu­lo en gra­do sumo. Y pre­po­ten­cia de “masas” fabri­ca­das con dine­ro y con enga­ños. A ellas, hay que enfrentar

Itu­rria /​Fuen­te

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