Méxi­co. Oli­gar­quía panfletaria

Por Gerar­do Fer­nán­dez Casa­no­va, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 26 de agos­to de 2021.

El monár­qui­ca­men­te pre­mia­do Enri­que Krau­se aca­ba de lan­zar uno más de sus videos esca­to­ló­gi­cos (del grie­go eska­tos: mier­da) defi­nien­do al Pre­si­den­te López Obra­dor como un “dic­ta­dor ple­bis­ci­ta­rio y que ha pues­to en vilo la demo­cra­cia y las ins­ti­tu­cio­nes, o sea: les ha qui­ta­do el piso, al gra­do de que el pro­pio Krau­se lle­gue a sen­tir año­ran­za (mode­ra­da dice) por la dic­ta­du­ra per­fec­ta inven­ta­da por su ami­go y cole­ga (del espa­ñol: cola) Var­gas Llo­sa. El mul­ti­ci­ta­do (inter­feu­to, diría Can­tin­flas) se auto­de­no­mi­na como inte­lec­tual, pero hace su cham­ba al revés: no ana­li­za la reali­dad para expli­cár­nos­la a los igno­ran­tes, sino que se obnu­bi­la y nos ofre­ce como pro­duc­to la obnubilación.

Dic­ta­du­ra ple­bis­ci­ta­ria. Pare­cie­ra un oxí­mo­ron: cómo que una dic­ta­du­ra se com­por­ta demo­crá­ti­ca­men­te y con­sul­ta a la ple­be. Una u otra pero no pue­de ser las dos cosas. El que debie­ra escla­re­cer confunde.

Poner en vilo la demo­cra­cia y las ins­ti­tu­cio­nes. Esta es una decla­ra­ción ver­da­de­ra­men­te en vilo, caren­te de sus­ten­to alguno. Si por demo­cra­cia enten­de­mos la capa­ci­dad del pue­blo para ele­gir a sus repre­sen­tan­tes y gober­nan­tes, las elec­cio­nes del pasa­do 6 de junio se die­ron en un mar­co de estric­to res­pe­to a la auto­ri­dad autó­no­ma, inde­pen­dien­te­men­te de su abe­rran­te com­por­ta­mien­to: no hubo una elec­ción de esta­do, como solían ser en el, ni el dine­ro públi­co apo­yó a can­di­da­tos o par­ti­dos. El pue­blo eli­gió y, sal­vo muy con­ta­das excep­cio­nes, no hubo pro­tes­tas de rechazo.

Las ins­ti­tu­cio­nes se for­ta­le­cen cuan­do se les res­pe­ta y, muy espe­cial­men­te, cuan­do quie­nes las ope­ran son res­pe­ta­bles; cuan­do su dise­ño es de apli­ca­ción uni­ver­sal y no de pri­vi­le­gio. La divi­sión de pode­res es una ins­ti­tu­ción fun­da­men­tal del sis­te­ma repu­bli­cano y ha sido pun­tual­men­te res­pe­ta­da por el titu­lar del Poder Eje­cu­ti­vo. Res­pec­to del Poder Legis­la­ti­vo cuya mayo­ría res­pal­da las ini­cia­ti­vas del Pre­si­den­te no pier­de por eso su carác­ter de inde­pen­dien­te; malo sería que si la mayo­ría fue­ra opo­si­to­ra el Pre­si­den­te some­tie­ra a las cáma­ras por vías extralegales.

En lo tocan­te al Poder Judi­cial el ape­go a dere­cho por el Pre­si­den­te es abso­lu­to, lo que no obs­ta para que mani­fies­te lo mis­mo que el pue­blo cla­ma: que tal poder está cun­di­do de corrup­ción y pri­vi­le­gios, inclu­so para vio­lar la Cons­ti­tu­ción en el caso de las remu­ne­ra­cio­nes. Entre los jue­ces, magis­tra­dos y minis­tros los hay ple­na­men­te hono­ra­bles pero, según reco­no­ció el pro­pio minis­tro pre­si­den­te de la Cor­te, hay otros que mer­can la jus­ti­cia por dine­ro y actúan al mar­gen de la ley y, sobre­to­do, de la mora­li­dad que debe dis­tin­guir al juz­ga­dor. El legis­la­ti­vo apro­bó una refor­ma al Poder Judi­cial envia­da por el Eje­cu­ti­vo aten­dien­do la soli­ci­tud del pre­si­den­te de la Cor­te; en uso de sus facul­ta­des los legis­la­do­res la apro­ba­ron y aña­die­ron un tran­si­to­rio que amplía en dos años el perio­do del pre­si­den­te de la Cor­te, que ade­más lo es del Con­se­jo de la Judi­ca­tu­ra, con la fina­li­dad de abo­car­se a la eje­cu­ción de las refor­mas legis­la­das. La ins­ti­tu­cio­na­li­dad judi­cial no sólo no está en vilo, sino que está en pro­ce­so de purificación.

El régi­men neo­li­be­ral tuvo como pre­mi­sa la dis­mi­nu­ción del esta­do en gene­ral, pero con espe­cial énfa­sis al esta­do pro­mo­tor del desa­rro­llo y la jus­ti­cia social. Para con­so­li­dar tal des­pro­pó­si­to creó un entorno de orga­nis­mos autó­no­mos para rem­pla­zar al esta­do y cerrar can­da­dos para impe­dir su inter­ven­ción. Son orga­nis­mos ins­ti­tui­dos cons­ti­tu­cio­nal­men­te y sus fun­cio­na­rios son nom­bra­dos por una o ambas cáma­ras, con perio­dos transexe­na­les y difí­cil remo­ción. Obvia­men­te que el nue­vo régi­men qui­sie­ra des­apa­re­cer­los del mapa pero se ha vis­to obli­ga­do a con­se­cuen­tar­los por res­pe­to a la institucionalidad.

Vis­to lo ante­rior no que­da más que cali­fi­car al Sr. Ktau­se como el “oli­gar­ca pan­fle­ta­rio”. Es una ver­güen­za que algu­nos lo cali­fi­quen de intelectual.

Itu­rria /​Fuen­te

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