Honduras. “A la mayoría de mi familia la han matado”: el dramático testimonio de una persona deportada de Estados Unidos

Hon­du­ras. “A la mayo­ría de mi fami­lia la han mata­do”: el dra­má­ti­co tes­ti­mo­nio de una per­so­na depor­ta­da de Esta­dos Unidos

Por Car­los Kestler y César Pérez, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 6 de sep­tiem­bre de 2021.

Cada día, unos 400 cen­tro­ame­ri­ca­nos depor­ta­dos des­de EE. UU. ingre­san vía Méxi­co a El Cei­bo, Petén, un pues­to fron­te­ri­zo ale­ja­do de las áreas urba­nas y que no cuen­ta con la infra­es­truc­tu­ra nece­sa­ria para reci­bir a esa can­ti­dad de migran­tes, lo que gene­ró una cri­sis en el área.

De momen­to los gua­te­mal­te­cos depor­ta­dos deja­rán de arri­bar al país por esa fron­te­ra; sin embar­go, migran­tes de otras nacio­nes con­ti­núan lle­gan­do mien­tras ven cómo se des­va­ne­ce el deno­mi­na­do “sue­ño ame­ri­cano”, y con temor de regre­sar a sus paí­ses de don­de, según dicen, huye­ron de la vio­len­cia y la pobreza.

Es el caso de un hon­du­re­ño que solo se iden­ti­fi­có como Joan, de 30 años, quien lle­gó pro­ce­den­te de EE. UU. y que no pien­sa regre­sar a su nación. En su país, Joan se dedi­ca­ba a la alba­ñi­le­ría, pero lo que gana­ba ape­nas le alcan­za­ba para com­prar algo de comi­da, pues las cons­truc­cio­nes han mer­ma­do a cau­sa de los efec­tos de la pan­de­mia de coro­na­vi­rus y la vio­len­cia gene­ra­li­za­da que deja dece­nas de muer­tos, algu­nos de ellos sus parientes.

“Gra­cias a Dios nos ha sali­do la opor­tu­ni­dad de pedir asi­lo en Méxi­co, por­que no que­re­mos regre­sar, poque el cri­men está bien pesa­do. A la mayo­ría de mi fami­lia la han mata­do y no nos que­dó otra opción que venir­nos”, refi­rió Joan.

Lo mis­mo pien­sa Clau­dia Var­gas, una mujer de 33 años de nacio­na­li­dad hon­du­re­ña, quien ha sido depor­ta­da en dos oca­sio­nes, pero su deseo por tra­ba­jar en EE. UU. y supera la pobre­za que afec­ta a su país la impul­san a “inten­tar­lo de nuevo”.

Recuer­da que cuan­do los detie­nen las auto­ri­da­des mexi­ca­nas, los migran­tes reci­ben malos tra­tos, pero que, por la delin­cuen­cia, las pan­di­llas y la eco­no­mía ines­ta­ble deben empren­der el “sue­ño americano”.

A sus 18 años, Ale­xán­der deci­dió dejar El Sal­va­dor, don­de, según cuen­ta, las opor­tu­ni­da­des de educ­ción y empleo son esca­sas, suma­do a los altos índi­ces de cri­mi­na­li­dad, y aho­ra que fue depor­ta­do de EE. UU. no pien­sa regre­sar a su país.

“Las­ti­mo­sa­men­te no todas las opor­tu­ni­da­des se dan. No hay opor­tu­ni­da­des de estu­dio y de tra­ba­jo y aho­ra que uno está joven debe apro­ve­char. En El Sal­va­dor es muy com­pli­ca­do, por­que hay mucha gen­te estu­dia­da que no con­si­gue tra­ba­jo”, agregó.

A Eri­ka, de 25 años, y su espo­so de 30, la fal­ta de empleo los obli­gó a empren­der el via­je hacia EE. UU., jun­to a su peque­ña hija de 2 años, pero fue­ron depor­ta­dos y aho­ra se nie­gan a regre­sar a su natal Hon­du­ras y ase­gu­ran que empren­de­rán el via­je otra vez.

Aña­dió que en Hon­du­ras mucha gen­te tra­ba­ja en maqui­las, pero en los últi­mos meses las fuen­tes de empleo han esca­sea­do en ese sec­tor y por eso deci­die­ron migrar. “No me rin­do fácil y voy a luchar por lo que quie­ro”, refirió.

Fuen­te: Pren­sa Libre

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