Por Isidro López, Resumen Latinoamericano, 24 de septiembre de 2021.
El movimiento del gobierno chino, dejando que Evergrande caiga, debe leerse como un doble aviso, tanto a sus clases capitalistas internas como a los grandes agentes financieros.
La gigantesca empresa inmobiliaria china Evergrande llevaba meses anunciando sus problemas de liquidez para hacer frente a una montaña de deuda, cercana a los 300.000 millones de dólares. Los repetidos anuncios de falta de liquidez han terminado por provocar una serie de bruscas caídas bursátiles de los bonos privados chinos denominados en dólares, que se negocian en uno de los tres sistemas financieros paralelos que mantiene el gobierno chino: el llamado mercado offshore en dólares. De ahí la crisis, en un patrón más o menos típico, ha saltado a los valores inmobiliarios chinos y de Hong Kong, y a los mercados globales, en tanto muchos grandes fondos de inversión transnacionales tienen fuertes posiciones precisamente en ese mercado.
Gigantes financieros que nos son familiares, como BlackRock o HSBC, son propietarios de distintos fondos de alto rendimiento que han estado comprando grandes cantidades de bonos basura de Evergrande, y del sector inmobiliario chino, con primas de riesgo lo suficientemente altas como para llegar a sus objetivos de rentabilidad, en un entorno en que las enormes cantidades de liquidez puestas por los bancos centrales occidentales en manos de los agentes financieros no encuentran rentabilidades suficientes. Semanas antes, otro viejo conocido, el megafondo de gestión de activos inmobiliarios Blackstone, se desprendió apresuradamente de una buena parte de sus bonos inmobiliarios chinos. Acrecentando, sin embargo, la que es su principal apuesta en China: la compra masiva de instalaciones logísticas para el comercio online.
Las comparaciones con el crash de octubre de 2008 y las reminiscencias de la quiebra de Lehmann Brothers se han repetido en los últimos días al calor de la mayor bajada de las bolsas, desde la aprobación del mega-rescate al mercado de bonos privados norteamericanos por parte de la Reserva Federal, en marzo de 2020. En su editorial del martes, The Financial Times, en una de sus frecuentes arrancadas de pundonor neoliberal, zanjaba el asunto diciendo que Evergrande no es Lehmann Brothers, porque la casa de finanzas neoyorkina operaba en un mercado libre, mientras que Evergrande no lo hace. Solo pensar en la cola interminable de rescates al sector financiero americano y europeo, y en las aún más largas consecuencias políticas de estos rescates, hace que el comentario de The Financial Times sea más patético que irritante y da la medida de la indigencia política en que se encuentran actualmente los partidarios de la globalización neoliberal.
Pero más allá de mantener viva la llama doctrinal del libre mercado, esta declaración, y en la misma línea que otras de The Wall Street Journal en su editorial, marca las dos grandes posiciones contradictorias que las finanzas occidentales mantienen sobre China: por un lado, se elimina de un plumazo el riesgo de una verdadera quiebra tolerada por el gobierno chino de sus múltiples gigantes inmobiliarios, que sería absolutamente devastadora para los grandes fondos occidentales, asumiendo que el rescate de Evergrande y el resto de valores inmobiliarios chinos está hecho. Es decir, se salvan las posiciones de alto beneficio en China de los grandes actores financieros de Wall Street.
Pero, a la vez, se redobla el ataque ideológico a una China que ha salido ganadora indiscutible de la pandemia y que hoy, simplemente, concentra la inmensa mayoría del capital productivo global. De alguna manera, las casas de finanzas globales tienen clara la visión de la magnitud del pastel chino, pero les puede la frustración de estar sometidos a las formas y ritmos de acceso al beneficio que marca el Partido Comunista de China (PCCh). En ese terreno ideológico-político antes que financiero, es donde la caída bursátil de Evergrande ha sido más impactante. Frente a la creciente evidencia del dominio chino de la producción global, se lanza la sombra de la duda acerca del futuro de la economía china.
Esto no quiere decir que la economía china no tenga problemas, que los tiene, sino más bien que hay poca comparación posible entre las gigantescas burbujas inmobiliarias estadounidense y española, que pincharon estrepitosamente en 2008 dejando a la vista que buena parte del modelo económico dependía de los precios de la vivienda, y la burbuja inmobiliaria en un país que acaba de coronar su ascenso a la categoría de primera potencia económica mundial. En el que, para colmo, aunque la cifra crece rápido, no más de un 3 por ciento de sus bonos privados están en manos de fondos extranjeros.
China sigue teniendo un problema gigantesco con sus niveles de endeudamiento en la moneda nacional: el renminbi (RNB) y, en concreto, en su principal mercado de bonos privados, el mercado onshore en renmimbis. Hasta hace poco más de un año, la infinidad de empresas estatales y locales chinas se financiaban en este mercado interno sin riesgo de quiebra; una reminiscencia del comunismo chino. En los años anteriores a la crisis del coronavirus, el gobierno chino se ha visto enfrentado progresivamente a un dilema aún no resuelto: el crecimiento indefinido de la deuda en RNB provoca salidas de capital hacia el dólar en masa y, en la medida en que el renminbi se devalúa, provoca también un crecimiento inmediato del servicio de las deudas en dólares. Se daña aquí uno de los principios centrales que han guiado el camino de China a la hegemonía productiva global: la acumulación de reservas en dólares durante más de 30 años. Pero una revalorización del renminbi tampoco es una posición satisfactoria para los dirigentes económicos chinos, en la medida en que daña sus exportaciones y, en este caso, desvaloriza las inmensas reservas chinas en dólares que le dan el poder último sobre las finanzas estadounidenses.
La solución que desde hace un año ha puesto en marcha Xi Jinping consiste, precisamente, en abrir parcialmente los mercados de bonos onshore en Renminbis, el sancta sanctorum de los mercados financieros chinos, a los flujos financieros transnacionales. En concreto, la entrada de los fondos de ahorro mutuo chinos en la órbita financiera global ha hecho que, en un mundo en crisis abierta, todos los grandes nombres de bancos y casas de finanzas internacionales consideren este mercado como su gran apuesta. Un movimiento en absoluto exento de riesgos para China.
El movimiento del gobierno chino, dejando que Evergrande caiga relativamente, debe leerse entonces como un doble aviso, tanto a sus clases capitalistas internas como a los grandes agentes financieros, a los que se ha mostrado el poder de intervención en los mercados financieros del nuevo país con mayor poder económico de la tierra.
Fuente: La tinta