Por Lirians Gordillo Piña, Resumen Latinoamericano, 7 de octubre de 2021.
Conquistar una vida en libertad no ha sido fácil para las mujeres, sin embargo mujeres de todas partes han luchado por su independencia y felicidad, dejando para todas nosotras una historia por descubrir. Una de ellas es la vida de Enriqueta Favez, quien estudió medicina en la Universidad de la Sorbona de París, sirvió en el ejército napoleónico y dejó su huella en el oriente cubano, cuando viviera por varios años en la ciudad de Baracoa.
El libro Por andar vestida de hombre del historiador Julio César González Pagés recorre momentos de la vida de Favez a través de documentos históricos. Aquí te proponemos fragmentos de tres de ellos, para que puedas conocer a Enriqueta, a través de sus propias palabras.
EL JUICIO
En la ciudad de Santiago de Cuba, 11 de febrero de 1823.
Ante el Tribunal informo que:
El señor Juez de Letras, vino a esta cárcel pública y haciendo comparecer ante sí a Enrique Favez, instruyó como una obligación la interrogación para la cual se le hicieron las preguntas siguientes:
Pregunta: ¿Cuál es su verdadero nombre, patria nativa, edad, estado y ejercicio?
Respuesta: Mi verdadero nombre es Enriqueta Favez, soy natural de los Cantones de Suiza, y tengo 32 años de edad. Mi estado civil es el de viuda, pues fui casada con don Juan Bautista Renau, oficial de Cazadores de las tropas francesas. Mi ejercicio es el de Cirujano obtenido en París. Seguí a mi marido en las guerras de Alemania, junto a un tío mío nombrado Enrique, barón Ab de Yberg. Mi marido fue muerto en una batalla y quedé sola con la edad de 18 años, entonces ante la desprotección decidí simular que era coronel del Regimiento de Cazadores número 21, y me vestí de hombre y fui a París donde me puse a estudiar Medicina en un colegio y me recibí de cirujano, siendo este mi ejercicio hasta ahora.
Pregunta: ¿Sabe cuál es el motivo por qué se halla en esta prisión?
Respuesta: Por ser mujer y haber engañado al público y a la mujer con quien me casé en Baracoa…
Pregunta: ¿Qué causa la motivó a (sic) venir a vivir a esta Isla, con un disfraz impropio de su verdadero sexo, cuando todas las leyes del mundo civilizado detestan este tipo de proceder?
Respuesta: Desde mi infancia me costó mucho asumir las costumbres de las mujeres. Mi tío, por eso, procuró casarme con el fin de atraerme al verdadero modal de una mujer, pero esto solo lo hice para dar gusto a mi tío, al cual le pedí a cambio que me llevase consigo a la guerra. Para esto recibí también el consentimiento de mi marido, que era del mismo regimiento que mi tío, y por eso me tocó verlo morir durante una batalla. Entonces fue cuando me vestí de hombre y me fui a París a estudiar hasta que me recibí de Cirujano, no con el intento de ofender a las personas, sino al contrario, para socorrerlas de las necesidades que yo misma había recibido durante la guerra.
(ANC, Fondo Asuntos Políticos, legajo 3483).
EL DESTIERRO
La Habana, 29 de julio de 1824.
Al Intendente
Excelentísimo Señor:
Habiendo determinado con consulta de la Comisión del Real Acuerdo en esta ciudad, se ha determinado expatriar de ella a doña Enriqueta Favez que estaba sentenciada en la Casa de San Juan Nepomuceno de Recogidas; y presentándose la ocasión de que un buque americano sale para Nueva Orleans el próximo sábado 31 del actual. Le aviso a Vuestra Excelencia afín de que se sirva disponer el abono de su transporte que se ha ajustado con su consignatario el señor Juan Bautista Lesgesl, con la cifra de 40 pesos, en razón también del ahorro de la manutención de la indicada Favez.
(Aparece la firma de:)
Ignacio de Pluma
Capitán de la Casa de San Juan Nepomuceno de Recogidas
(ANC, Fondo Asuntos Políticos, leg. 3483).(6)
LA DESPEDIDA
Nueva Orleans, 20 de agosto de 1824.
Amada Juana:
Ya estoy bien lejos de ti como te prometí antes de que comenzara toda nuestra desgracia (…) No sé cómo comenzó todo, realmente ha sido como una novela toda mi vida. Ese viaje a la Isla de Cuba no me dejó ser más la misma mujer o mejor el mismo hombre. Aún conservo el olor de mar, los gritos de las personas a mi paso, los insultos, el miedo de Juana a (sic) que nos descubrieran.
Hoy estoy a punto de emprender el último de mis viajes y todos estos papeles me recuerdan un pasado escandaloso del cual no me arrepiento y espero que tú tampoco. Juana, no sé si podremos vernos de nuevo algún día, pero si estoy seguro de que, de hacerlo, estaría de nuevo dispuesta a sufrir a tu lado.
Te quiere
Enrique.
Fragmentos tomados de González Pagés, Julio César: Por andar vestida de hombre, Editorial de la Mujer, La Habana, 2012, pág 55, 94 y 95.
Fuente: Revista Muchacha