Eco­lo­gía social. Sucum­bir, como la hierba

Por Sil­va­na Melo, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 de noviem­bre de 2021.

Argen­ti­na uti­li­za más de 500 millo­nes de litros /​kilos de agro­quí­mi­cos por año. Doce millo­nes de per­so­nas fumi­ga­das sopor­tan una coti­dia­ni­dad enve­ne­na­da. Se enfer­man de lo menos pen­sa­do. Se mue­ren. Y no for­man par­te de las esta­dís­ti­cas del mode­lo pro­duc­ti­vo. El delan­te­ro de Colón de San­ta Fe tam­po­co será sím­bo­lo. El lunes peleó una pelo­ta y cayó. El solo con­tac­to con el cés­ped de la can­cha de Patro­na­to lo man­dó al Hos­pi­tal. Como en tan­tos esta­dios, con­tro­lan el cés­ped con agro­tó­xi­cos. Así, tam­bién, con­tro­lan a los niños. Y a los tra­ba­ja­do­res. Que tam­bién van al hos­pi­tal o se mue­ren pero no se caye­ron al pas­to jugan­do por la Liga Argen­ti­na. Les pasó res­pi­ran­do día a día. Cho­cán­do­se con las deri­vas. Jugan­do en el barro enve­ne­na­do. Comien­do una mandarina.

Wil­son More­lo es colom­biano y delan­te­ro del saba­le­ro. Ayer se des­ma­yó en el ves­tua­rio des­pués de salir enlo­que­ci­do por ardo­res y pica­zo­nes en todo su cuer­po. Se into­xi­có con el her­bi­ci­da con el que con­tro­lan el cre­ci­mien­to del pas­to en la can­cha. Colón cayó fren­te a Patro­na­to, en ple­na pro­vin­cia de Entre Ríos. La más fumi­ga­da del país.

Si a More­lo lo dejó en el Hos­pi­tal ape­nas el paso por una can­cha de Para­ná, lo que sufren los niños, los tra­ba­ja­do­res de los sem­bra­dos, los Fabián Toma­si de las ban­de­ri­tas y los avio­nes, los chi­cos y las chi­cas que nacen y mue­ren en los pue­blos fumi­ga­dos, los alum­nos de las escue­las rura­les, ésas que qui­sie­ron des­te­rrar de los ama­ne­ce­res cam­pe­si­nos para que no sean obs­tácu­lo del sis­te­ma que plan­ta trans­gé­ni­co y mata con veneno lo que inte­rrum­pe, las maes­tras de las escue­las, las fami­lias que levan­ta­ron sus casi­tas en la nada mis­ma para ser, des­pués, veci­nas del soje­río, el des­ago­te enve­ne­na­do y la deri­va que apremia.

Si al diez saba­le­ro lo dejó sin res­pi­rar ape­nas una caí­da en el pas­to de un esta­dio de Para­ná, cómo habrá sufri­do Ailén, ado­les­cen­te y her­mo­sa, muer­ta de cán­cer en Urdi­na­rrain. La ciu­dad con la mayor acu­mu­la­ción de gli­fo­sa­to del país.

«Todo lo que se apli­ca en el cam­po no ha hecho más que degra­dar a los micro­or­ga­nis­mos que se podrían encar­gar de hacer des­apa­re­cer al gli­fo­sa­to. Hoy, estas opcio­nes de degra­da­ción están tan afec­ta­das que casi no ope­ran. El sis­te­ma de pro­duc­ción rom­pió al sis­te­ma que lim­pia y, aún así, con­ti­núa echan­do más gli­fo­sa­to que antes”, dice Damián Marino, doc­tor en Quí­mi­ca y espe­cia­lis­ta del Conicet.

A Wil­son More­lo mor­der el pas­to de la can­cha de Patro­na­to le explo­tó de urti­ca­ria la piel. Nadia, que vivió sus 21 años en Avia Terai, pue­blo fumi­ga­do del Cha­co, aban­do­nó su cuer­po estra­ga­do en estos días. Las casas están rodea­das de soja y gira­sol, fumi­ga­dos una doce­na de veces al año. Un estu­dio cien­tí­fi­co con­fir­mó que el 31,3 por cien­to de la pobla­ción rele­va­da de Avia Terai decla­ra haber teni­do algún fami­liar con cáncer.

Si al diez de Colón hubo que lle­var­lo en ambu­lan­cia con oxí­geno por tocar el cés­ped de un esta­dio entre­rriano, lo que habrán sufri­do Evelyn o Nico en Exal­ta­ción de la Cruz. En la pro­vin­cia de Bue­nos Aires, don­de se ideó la mag­da­le­na de soja y dul­ce de leche para expe­ri­men­tar con el ham­bre de los niños wichí en Sal­ta. Murie­ron de cán­cer y no engor­dan las esta­dís­ti­cas del sis­te­ma. Sólo las de mor­ta­li­dad común y corrien­te, ésa que no se pue­de evi­tar por­que la vida es ries­go. Aun­que mucho más ries­go sea vivir en Avia Terai, en Urdi­na­rrain, en Exal­ta­ción. O en Gua­le­guay­chú don­de a Anto­ne­lla se la lle­vó la leu­ce­mia. O en Mbu­ru­cu­yá don­de a Rocío la demo­lió una man­da­ri­na con car­bo­fu­rán. O en Lava­lle, don­de Killy y Nico­lás juga­ban en el agua y en el barro del endo­sul­fán con que fumi­ga­ba el vecino.

El Pre­si­den­te via­jó a Euro­pa a ofre­cer un “Pac­to de soli­da­ri­dad ambien­tal”. Que a Argen­ti­na le extien­dan el pla­zo de una deu­da cri­mi­nal que no habría que pagar, a cam­bio de “acción ambien­tal como polí­ti­ca de esta­do”. Es decir, a cam­bio de solu­cio­nar los pro­ble­mas del mundo.

Cuan­do ter­mi­na­ba octu­bre Bayer anun­cia­ba inver­sio­nes en la Argen­ti­na por 156 millo­nes de dólares.

“El Plan de Ener­gía del Gobierno argen­tino se pro­po­ne pro­du­cir 1,1 millo­nes de barri­les de petró­leo y 4.000 millo­nes de metros cúbi­cos de gas al día en la pro­vin­cia de Neu­quén en 2030”, dice la revis­ta Cítri­ca. Para lograr­lo hay que mul­ti­pli­car las per­fo­ra­cio­nes por frac­king o frac­tu­ra hidráu­li­ca. Esta ope­ra­ción “agra­va­ría la cri­sis cli­má­ti­ca, de la cual son res­pon­sa­bles en gran medi­da las eco­no­mías ricas como la esta­dou­ni­den­se. Hay alre­de­dor de 50.000 millo­nes de tone­la­das de CO2 bajo el sue­lo de la cuen­ca de Neu­quén, lo que equi­va­le a alre­de­dor de 1,5 veces las emi­sio­nes glo­ba­les del sec­tor de la energía”.

Dice Vic­to­ria De Masi en el dia​rioar​.com que las petro­le­ras pagan 90 pesos por cada mil litros de agua en Neu­quén. Nece­si­tan 45 mil metros cúbi­cos para acti­var un pozo. Y la pro­vin­cia está en emer­gen­cia hídrica.

Wil­son More­lo, delan­te­ro de Colón de San­ta Fe, fue noti­cia en los dia­rios por la urti­ca­ria bru­tal que le azo­tó el cuer­po des­pués de rodar en el cés­ped de la can­cha de Patronato.

Los chi­cos y las chi­cas de los pue­blos fumi­ga­dos, los tra­ba­ja­do­res, las maes­tras y los maes­tros, los peo­nes que salen con la mochi­la en la espal­da, viven, enfer­man y mue­ren cuan­do no se tie­nen que morir. Cuan­do se pue­de evi­tar. Cuan­do sus muer­tes son pro­vo­ca­das pero anónimas.

Cuan­do no son par­te de una lis­ta de víc­ti­mas de extrac­ti­vis­mo agro­in­dus­trial, mega­mi­ne­ro, con­ta­mi­nan­te. Sino de la necro­ló­gi­ca habi­tual por­que de algo hay que morir.

Sin títu­lo en los dia­rios. Ni indig­na­ción de pane­lis­tas. Ni ten­den­cia en las redes.

Fuen­te: Pelo­ta de trapo

Itu­rria /​Fuen­te

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