Argen­ti­na. El evan­ge­lio de la segu­ri­dad urbana

Por Ricar­do Ragen­dor­fer*, Resu­men Latinoamericano,20 de noviem­bre de 2021.

Aca­so los ase­si­nos de Lucas Gon­zá­lez inte­gra­ban una patru­lla per­di­da de la últi­ma dic­ta­du­ra? Lo cier­to es que el régi­men macris­ta fue algo así como su con­ti­nua­ción civil, y en la Ciu­dad de Bue­nos Aires aún no terminó.

En el aspec­to puni­ti­vo, la Doc­tri­na de la Segu­ri­dad Nacio­nal fue supli­da por lo que se podría lla­mar el “Evan­ge­lio de la Segu­ri­dad Urba­na”, una suer­te de terro­ris­mo de Esta­do arra­ba­le­ro, apli­ca­do sin dis­tin­ción ni freno, sien­do el eje de su natu­ra­le­za la cri­mi­na­li­za­ción de quie­nes no son cri­mi­na­les, y con sus con­si­guien­tes “correc­ti­vos”. 

Por esa razón, el per­fil de sus víc­ti­mas sue­le ser pre­ci­so: ado­les­cen­tes que, por ejem­plo, com­par­ten una cer­ve­za en algu­na esqui­na, que les gus­ta la cum­bia o el rock, que van a reci­ta­les y fuman porro. Pero no son cri­mi­na­les sino pibes de cla­se media baja, tal vez deser­to­res del sis­te­ma edu­ca­ti­vo y con difi­cul­ta­des para con­se­guir empleo. Ellos son toma­dos como blan­co pre­fe­ri­do por la Poli­cía de la Ciu­dad en nom­bre de un ejer­ci­cio algo hete­ro­do­xo de la “pre­ven­ción del deli­to”. Eso inclu­ye la prác­ti­ca del “gati­llo fácil”, que tam­bién se extien­de hacia los meno­res exclui­dos y en con­flic­to con el Códi­go Penal.

El macris­mo jamás disi­mu­ló sus dos gran­des obse­sio­nes en mate­ria de segu­ri­dad: el con­trol casi manía­co del espa­cio públi­co y el dis­ci­pli­na­mien­to social. Ya se sabe que esto últi­mo está enla­za­do con la repre­sión política.

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En los ciclos demo­crá­ti­cos ocu­rri­dos des­de la segun­da mitad del siglo XX has­ta la actua­li­dad se con­ta­bi­li­zan olea­das repre­si­vas como la apli­ca­ción del Plan Conin­tes duran­te el gobierno de Artu­ro Fron­di­zi y el accio­nar de la Tri­ple A, jun­to a gru­pos poli­cia­les y mili­ta­res, cuan­do María Este­la Mar­tí­nez de Perón ejer­cía la pri­me­ra magis­tra­tu­ra. Lue­go, una vez con­clui­da la últi­ma dic­ta­du­ra, los pre­si­den­tes Raúl Alfon­sín y Car­los Saúl Menem no incu­rrie­ron en el abu­so de la fuer­za para sofo­car expre­sio­nes y recla­mos adver­sos a sus polí­ti­cas, con la excep­ción de hechos des­ata­dos por gobier­nos pro­vin­cia­les. Tam­po­co Nés­tor y Cris­ti­na Kirch­ner caye­ron en seme­jan­te ten­ta­ción. Pero sí Fer­nan­do De la Rúa con la matan­za del 19 y 20 de diciem­bre de 2001, y tam­bién Eduar­do Duhal­de con los ase­si­na­tos de Maxi­mi­liano Kos­te­ki y Darío San­ti­llán. Cla­ro que mien­tras los dos pri­me­ros casos eran fru­to de la espi­no­sa doc­tri­na de las “fron­te­ras ideo­ló­gi­cas”, los otros fue­ron reac­cio­nes agó­ni­cas de pre­si­den­cias al bor­de del precipicio.

En cam­bio, con Mau­ri­cio Macri en la Casa Rosa­da se impu­so un nue­vo para­dig­ma: el “Esta­do gol­pea­dor”. Algo coci­na­do ori­gi­nal­men­te al calor de las encues­tas y los focus groups. Y con el pro­pó­si­to de poner en mar­cha medi­das bes­tia­les para así cap­tar a los sec­to­res caver­ní­co­las del padrón elec­to­ral. Esa angu­rria impu­so una vuel­ta de tuer­ca al asun­to: la repre­sión y el puni­ti­vis­mo por una cues­tión de mar­ke­ting. En ese mar­co, el “gati­llo fácil” fue un recur­so de lo más usual. 

En mate­ria de ase­si­na­tos poli­cia­les, tras la muer­te de Lucas se vira­li­zó una esta­dís­ti­ca con­mo­cio­nan­te: duran­te su pri­mer lus­tro de vida, la mazor­ca por­te­ña come­tió 121 homi­ci­dios en esa modalidad.

Pero des­de una ópti­ca glo­bal, el con­teo es más ate­rra­dor: entre fines de 2015 y el 10 de diciem­bre de 2019, el con­jun­to de las fuer­zas de segu­ri­dad bajo el ala de Cam­bie­mos ase­si­nó en todo el país unas 1440 personas.

No hay nin­gu­na duda de que el macris­mo se debe a su público. 

*Tiem­po Argentino

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